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Tomas de colegios


Una integrante de La Retaguardia, docente del Rogelio Yrurtia, uno de los colegios tomados, narra una jornada en la que padres, madres y docentes se permiten ocupar un rol de acompañamiento y aprender de la juventud en lucha. Redacción y videos: Chechu RodríguezEdición audiovisual: Marly ContrerasEdición gráfica: Fernando Tebele Docentes, auxiliares y familias de la Escuela Superior de Educación Artística en Artes Visuales Rogelio Yrurtia, nos acercamos este viernes hasta la puerta del edificio, alrededor de las 11, para hacer un semaforazo en apoyo a los reclamos  estudiantiles. Edificios en pésimas condiciones, vacantes insuficientes, viandas de paupérrimas calidad y cantidad, explotación laboral disfrazada de pasantías, un presupuesto educativo cada vez más bajo, reformas que bajan la calidad educativa, entre otras cuestiones.  Reclamos históricos de los que la ministra porteña de educación, Soledad Acuña, dice no haber tenido noticias hasta ahora. Esta semana, en TN, declaró que, para ella, las tomas en los colegios son una medida “inentendible, porque no hay reclamos que vengan discutiéndose desde antes, pasaron de cero a cien en una sola semana”. En la previa, mientras hacíamos una vaquita para quienes se encuentran sosteniendo la toma del edificio, pudimos compartir nuestra preocupación por la criminalización de la protesta social en general y de la lucha estudiantil, en particular: en los últimos días el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y el Ministerio de Educación de la ciudad han utilizado a su policía y al poder judicial para amedrentar a menores y sus familias, averiguando sus datos personales, iniciando causas penales, exigiendo montos de dinero exorbitantes y absolutamente imposibles para familias trabajadoras, colocando patrulleros y oficiales en las puertas de los colegios tomados e incluso intentando ingresar a nuestra institución este miércoles 28, cómo puede verse en este video Mientras organizábamos el semaforazo, dos oficiales, una mujer y un hombre, bajaron de un patrullero de la Policía de la ciudad y comenzaron a tomarnos fotos con sus celulares. Cuando tres docentes nos acercamos a filmar lo que estaba sucediendo, ambos oficiales ingresaron nuevamente al vehículo, cuyos vidrios polarizados (frente y laterales delanteros) nos impidieron tomar sus rostros.  Notamos que el patrullero no tenía patente en su paragolpes delantero, por lo que nos acercamos a ver la patente trasera. En ese momento, el vehículo arrancó y se alejó, pero de todos modos pudimos capturar en video el número de vehículo y la patente: 5400 y AC329GB. Fue un momento tenso, que sumó más temor entre quienes estábamos presentes. De hecho, después de este incidente, muchas personas eligieron participar del semaforazo con barbijos, anteojos de sol o gorras, e incluso pidieron que su rostro no saliera en las fotografías. Durante el semaforazo recibimos apoyo y escarnio por partes iguales: algunas personas tocaron las bocinas en apoyo a la educación pública y otras nos mandaron a trabajar y a estudiar, y respondimos que docente luchando también está enseñando. Pero en este momento, la lección la están dando las y los pibes. Mientras las notificaciones judiciales que reciben las familias citan el artículo 60 del Código contravencional de la CABA –prohibición del suministro de alcohol a personas menores de edad- para fundamentar las denuncias; mientras Acuña sostiene en los medios que, durante las tomas, estudiantes vandalizan las escuelas; mientras la policía se les aposta en la puerta y trata de usar como testigos a vecinas y vecinos del barrio, les pibis muestran organización. Se reúnen en asamblea para tomar decisiones, organizan el trabajo diario de cocina y limpieza de espacios, pintan la escuela, hacen jornadas de arreglos y murales colectivos, hablan con los medios, se brindan apoyo entre sí y sus compas de otros centros de estudiantes. “Nosotres tomamos el colegio como un acto de amor a la educación pública”, decía hoy una de las chicas del centro de estudiantes a La Retaguardia, y sus compas asentían con la cabeza. Y a quienes somos  sus profes, no nos cabe ninguna duda.