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Wado de Pedro


En un par de audiencias tan extensas como durísimas, declararon dos personas que pertenecían a Gendarmeria Nacional y fueron guardias en El Olimpo durante la última dictadura. Se trata de Omar Eduardo Torres y Federico Talavera. Torres reveló que hicieron con el cuerpo de Lucila Révora, la mamá de Eduardo Wado de Pedro. Redacción: Alejandro Volkind (Radio Presente) / Camila Cataneo (La Retaguardia)/Edición: Fernando Tebele (La Retaguardia)Foto de portada: Transmisión conjunta de Radio Presente y La Retaguardia Omar Eduardo Torres se desempeñó como gendarme durante toda la dictadura cívico militar. Entre agosto de 1978 y febrero de 1979, fue destinado a hacer guardias externas en el ex Centro Clandestino de Detención Torura y Exterminio “Olimpo”. En la audiencia 21 declaró como testigo y detalló los delitos de todo tipo que cometieron allí quienes eran sus jefes. Confirmó la existencia de un registro donde se anotaban los operativos y el nombre de las personas secuestradas. Dio detalles sobre los traslados a los Vuelos de la muerte y brindó escabrosos pormenores del operativo en la calle Belén en el que fue secuestrada y asesinada Lucila Révora y del que fue testigo su hijo Eduardo “Wado” de Pedro, de tan solo dos años.  Por su parte, Federico Talavera dependía del Comando 1 del Ejército de Campo de Mayo y fue enviado al centro clandestino El Olimpo para cumplir diversas funciones, entre ellas, ser el chofer asignado para trasladar a las personas que estaban en cautiverio hacia los aeropuertos donde se realizaban los Vuelos de la muerte. Antes de estar en El Olimpo, participó del Operativo Independencia y del Mundial 78. “El subcomandante era Luis Medina y nos convocaba para todos los operativos”, dijo al comienzo de la audiencia. Medina es uno de los acusados en este juicio. La importancia de sus testimonios se notó desde el inicio de las dos jornadas, cuando los abogados defensores de los represores, notablemente incómodos, solicitaron dejar sin efecto el testimonio ante el peligro de posibles autoimputaciones. Durante su declaración, quisieron intimidar a Torres y a Talavera planteando que su propia declaración los ubicaba a la par de otros imputados como partícipes de los delitos que relataban y, a la hora de las preguntas, por primera vez en lo que va del juicio, tuvieron una participación sumamente activa, que contrastó con las ausencias de preguntas a casi todas las víctimas y familiares que pasaron por las audiencias. La historia de Lucila Révora y Carlos Fassano El 11 de octubre de 1978 se llevó adelante un operativo del Batallón de Inteligencia 601 en el domicilio de Belén 335. Allí vivían Carlos Fassano y Lucila Révora, quien estaba embarazada, junto a su hijo pequeño Eduardo Enrique De Pedro. Al ingresar a la vivienda se los llevaron secuestrados. Torres recuerda perfectamente aquel operativo. “Esa noche yo estaba de guardia. Nazario insistió varias veces por teléfono con que necesitaba hacer un ´asadito´”, tal como le decían en la jerga concentracionaria a la quema de cuerpos. “A Fassano lo llevaron a la Escuela de gendarmería y lo quemaron ahí”. En cambio, según relató Torres, el cuerpo de Lucila lo quemaron en un “tacho de 50/100/200 litros en El Olimpo”. Recordó que “Lucila Révora estaba embarazada de seis o siete meses. Y mientras la quemaba, Rosas agujereaba el tambor para que saliera el líquido que iba quedando adentro. Todos los que estaban de guardia ahí lo vimos”. Y continuó: “Había un chico de 4 o 5 años, debajo del brazo, era Wado de Pedro. No lo estaban conteniendo. El chico lloraba desconsoladamente, que se había salvado de ese enfrentamiento de casualidad”. Dijo que mucho tiempo después supo que aquel niño era el actual Ministro del Interior: “Miren…”, agregó sin completar la frase. ¿Qué vieron? “Nunca se me ocurrió tener doble identidad, si yo nunca acepté ni cometí ningún delito, a pesar de que los veía constantemente”, dejó en claro Omar Torres en los primeros minutos de la audiencia y explicó que “no me gustaba ver torturas, asesinatos (…) Tampoco lo podía hablar con nadie, aquel que se oponía a una orden, ya te miraban medio raro”.  Torres contó que trabajan un día entero y luego tenían dos de descanso. Él hacía las guardias internas donde estaban las personas en cautiverio. Nombró a varios de los imputados como por ejempolo a Miguel Lugo: Él me vio en El Olimpo. Él era guardia interno. Sacábamos a los detenidos de un calabozo para llevarlos a interrogar cuando pedían los que hacían tortura. Después había que sacarlo. Estas personas salían mal, calcule que les pasan electricidad y se los golpeaba. Los sacaban sin conocimiento de los calabozos, se lo llevaba a su celda y se lo dejaba ahí”, señaló.  Entre julio y agosto, cuando terminó el Mundial 78 realizado en medio de la dictadura, Torres dijo que lo “mandaron” al Olimpo y que a los tres días llegaron los detenidos. Los registros Durante su relato confirmó la existencia de un registro donde se anotaban los operativos y los secuestrados, y señaló con nombre y apellido a los militares que están en el banquillo de acusados. “Hugo Medina, segundo escuadrón de Campo de Mayo –móvil 1– tenía un libro de guardia, de como 200 hojas, y ahí se anotaban la salida de personal. Todos esos libros figuraban, eso se guardaba, todo. Ahí ponían quienes salían a tal lado, no ponían operativo olimpo, pero si había siglas”, dijo Torres y continuó: “Había registro de las personas secuestradas, sí. Les daban un apodo o un número. Dentro de los detenidos venía el Turco Julián y decía ´tráigame el número 10 , el 20´. Había dos grupos de tareas constantes, más dos grupos al otro día. Cuatro autos, y en cada auto iban cuatro, y eran dos grupos por día, diez por grupo, y así eran sucesivos los tres días. Y cuando había algo importante, venían todos”. Los torturadores Torres repasó represores con apellidos y apodos: “Sergio Raul Nazario se hacía llamar Estevez, el comisario Rosas le decían clavel, el oficial de