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Nicolás Berardi, un camino entre Etchecolatz y las mineras

Escrito por el diciembre 22, 2012


(Por La Retaguardia) Nicolás Berardi fue el único sobreviviente del ataque que miembros del Ejército y la Policía Bonaerense llevaron adelante contra su casa familiar en La Plata, el 22 de noviembre de 1976. Su padre, Adolfo, llegó envolverlo en un colchón y arrojarlo a la vivienda de un vecino. Durante el operativo fueron asesinados Adolfo, su mujer María Isabel Gau y el bebé que llevaba en su panza, ya que estaba en el noveno mes de gestación. Nicolás fue entregado por el represor Miguel Etchecolatz a un suboficial y su pareja, pero a las pocas semanas pudo volver con sus abuelos biológicos. Desde hace diez años, Berardi vive en Andalgalá, Catamarca, y es un activo luchador contra los emprendimientos mineros que arrasan la zona. En este marco, volvió a enfrentarse a golpes, amenazas, y detenciones de parte de las actuales fuerzas de seguridad. Un camino dramático entre el Terrorismo de Estado y la Minería de Estado, abordado en primera persona.
“He sido víctima del terrorismo de Estado en 1976, y de una u otra forma, sin hablar del mismo sistema de Terrorismo de Estado, aquí en Andalgalá se viven y he vivido situaciones bastante similares de lo que leo y me cuentan de mis viejos. En ese sentido, no hablo de un actual Terrorismo de Estado para nada, pero sí es cierto que en Andalgalá se han violado unos cuantos derechos humanos que son fundamentales”, explicó Nicolás Berardi en diálogo con Oral y Público.
Adolfo y María Isabel militaban en la Liga de Estudiantes Socialistas en La Plata, donde estudiaban. Cuando la LES se pliega a Montoneros la pareja queda a cargo de la parte de documentación y falsificación de la imprenta de la agrupación en La Plata. Además, había otras dos viviendas operativas de Montoneros en esa zona, la de Mirta Noemí Dithurbide y la de la pareja Diana Teruggi y Daniel Mariani.
Durante la madrugada del 22 de noviembre de 1976, la casa Berardi-Gau, ubicada en calle 63, entre 15 y 16, sufrió un ataque. Los militares tiraron la puerta y fusilaron a los presentes. “Mis padres y mi hermano (en la panza de su mamá y a punto de nacer) mueren ahí. Yo tenía un año y ocho meses. La vecina (a cuya casa Adolfo arrojó a Nicolás envuelto en un colchón) me entregó y fui pasando de mano en mano, hasta que me dieron a una familia de apropiadores, la familia Aquiles Caputo, un suboficial de La Plata”.
El mismo 22, pero en horas del mediodía, fue atacada la vivienda de Mirta Noemí, donde murieron seis militantes. Dos días después, en la tercera casa, fueron asesinados otros cuatro militantes y se secuestró y robó a la beba Clara Anahí Mariani Teruggi, cuyo paradero aún se desconoce.
Nicolás Berardi contó que sus abuelos estaban en La Plata esperando el nacimiento de su hermano. Al enterarse de lo ocurrido, su abuelo fue directamente a verlo a Miguel Etchecolatz, a cargo del operativo junto a Ramón Camps: “le pidieron insistentemente por mí, él hizo una investigación y terminó poniéndome en el medio entre mi abuela y él en la Jefatura, con su arma arriba de la mesa”. En esa situación, el genocida mostró un costado importante de su perversión y le dijo a la abuela que el chico decidiría con quién quedarse: “si yo no respondía a mis abuelos y me iba para su lado, me quedaba con él y me entregaba a los apropiadores. Por suerte mi abuela, entre varias cosas que mencionó, nombró cosas que decían mis viejos, como Bichicuí, que era como me llamaban mis padres, de lo que me enteré hace poco tiempo; me fui para el lado de ellos, y
recién me entregaron como a los quince días porque mis abuelos me fueron a buscar a la casa de estos suboficiales, que vivían en La Plata. La clandestinidad no permitía demasiado desarrollo de la vida familiar, pero el Bichicuí fue lo que mi abuela recordó”.

Resultaba interesante saber cómo vivió la sentencia en el juicio por los delitos de lesa humanidad cometidos en el circuito represivo Camps, en el que uno de los condenados fue, justamente, Etchecolatz. El joven manifestó que por un lado le dio tranquilidad saber que hay mucha gente trabajando en el juzgamiento de represores, pero que también siente contradicciones: “por un lado lo veo a Etchecolatz que suma otra cadena perpetua, y hay un montón de gente que se me acerca por ser hijo y me cuenta de la cantidad de represores que viven por todos estos lugares, tapados, que siguen cobrando sueldos porque están en las nóminas como seguridad nacional y cosas así, entonces es como una gran contradicción porque el pueblo de Andalgalá viene siendo reprimido desde hace tres años. Me gustaría ver a muchos más ahí (en el banquillo)”, asegura.
Berardi vive desde hace diez años en la localidad catamarqueña de Andalgalá y está muy comprometido con la lucha de los vecinos contra los emprendimientos mineros en la zona. Si bien está convencido de que las autoridades, los dueños de las empresas mineras y las patotas contratadas violan una cantidad significativa de derechos humanos en Andalgalá, aclara especialmente que  no se trata de una situación de Terrorismo de Estado: “no quiero que se superpongan falsas discusiones”, aclaró.
Lo cierto es que los habitantes de la localidad catamarqueña vienen sufriendo distintos tipos de represalias por oponerse a la instalación y funcionamiento de empresas mineras que contaminan el ambiente, el agua y la salud de los vecinos. A lo largo de estos años, ha habido bloqueos, golpes, detenciones arbitrarias y amenazas,entre otros episodios sufridos por los vecinos. El 15 de febrero de 2010, un grupo de élite de la policía catamarqueña reprimió brutalmente a la gente que se manifestaba en contra de la minera Agua Rica. Uno de los detenidos fue Berardi, liberado ocho horas después gracias a la movilización de los vecinos que, a pesar de las balas y los gases, exigieron a pedradas contra la comisaría la liberación de todos los detenidos.
En Andalgalá, Nicolás lleva adelante, junto a otros compañeros, una biblioteca popular que ha sufrido varios ataques: “a partir de la Asamblea (conocida como del Algarrobo, porque nació a la sombra de un árbol) llegaron por ejemplo unos muralistas del norte del país que habían hecho una adaptación del Guernica, y fueron los delegados municipales, hace dos años, que ni siquiera los pintaron encima, sino que lo rasparon y empezaron por los genitales de embarazadas y niños, lo dejaron un día entero, y después de un enfrentamiento lo sacaron todo”.
El 15 de febrero de este último año, se levantó el bloqueo en la entrada de Andalgalá. La ciudad estuvo sitiada por una patota que decidía quién entraba y quién no. Algunos integrantes de la Asamblea debieron permanecer exiliados en localidades cercanas como Belén y Santa María. “No nos olvidemos de que estaba la policía, también estaban los proveedores mineros de la empresa y estaban los ex secretarios de minería de la provincia, ex y actuales concejales del Frente para la Victoria, por lo tanto la contramarcha que estamos viviendo aquí en relación a las otras posibilidades es lo que crea una contradicción totalmente material. No es una contradicción que se me crea desde el punto de vista romántico o espiritual. En ese sentido, puedo tener una familia, tengo un hijo, un montón de amigos y un objetivo bien claro: mis viejos lucharon para estar vivos, mi vieja estaba embarazada porque quería tener vida, más allá de que las leyes actuales hay que pelearlas porque dicen que eso es un aborto, igual que todos los niños muertos por la tortura dentro de los vientres, yo creo que hay una reivindicación por los niños vivos y muertos. Como que la claridad y los objetivos uno no los pierde. Lo que pasa es que uno puede estar condenado a vivir la misma historia que sus padres y eso, teniendo un niño tan chico, es lo que a mí sinceramente me cuesta y me falta como dar una vueltita para resolver. Uno que sabe que estuvo a un fusil de diferencia porque a la policía uno la tiene enfrente y a la patota también, entonces son como esos convencimientos y contradicciones, no sé si lo heredé por la militancia que tuvieron ellos o porque a mí me tocó estar vivo. Como pensar que por ahí Clara Anahí también está luchando y no sabe quién es y está al lado mío, y todavía está resolviendo por qué está luchando en la calle con treinta y pico de años queriendo reivindicar cosas y por ahí no sepa que es ella y sin embargo sigue luchando, con su identidad tapada”.
Así como actualmente lo hace contra la megaminería en Catamarca, Berardi también debió luchar por recuperar la casa de sus padres en La Plata, que permanecía como botín de guerra desde el ataque en noviembre de 1976. En 1983, fue usurpada por el familiar de un policía. El joven hizo un juicio por desalojo que perdió y al que apeló. Recién pudo recuperar su casa en 2004, pero a través de la ocupación. “Primero fuimos buscando las huellas, tratando de encontrarlas, en forma desordenada, y por momentos íbamos siguiendo los estados emocionales. Finalmente, y gracias a Chicha (mamá de Daniel Mariani y abuela de Clara Anahí) que me esperó tanto tiempo, empezamos a trabajar los 22 de noviembre abiertos a todos los familiares, gente de La Plata, y fundamentalmente trabajamos mucho con el barrio, porque también dentro de estas idas y venidas trabajamos la idea de que mis viejos eligieron vivir ahí. Algunos en el barrio no comprendieron, otros denunciaron, y otros todavía al día de hoy siguen haciendo catarsis y no pueden creer que yo esté vivo, y con ellos podemos construir y reconstruir relatos. Es como algo que seguimos trabajando, fundamentalmente desde la gente que la habita, por eso se llama Memoria Habitada, porque es un sitio donde los 22 de noviembre va mucha gente. Después viven dos chicas de Catamarca y dos de Olavarría que están estudiando. Este es el trabajo que estamos haciendo en la casa, tratar también de aportar al sistema de lo que fue el Circuito Camps, La Cacha, de lo que fue toda esta organización para matar, reprimir y hacer desaparecer a los chicos, porque yo soy una prueba de que estaba totalmente preparado esto. También aprender de lo que Chicha nos está enseñando porque es una tarea pendiente de los que somos más jóvenes, aprender de ellos”, contó Nicolás Berardi a Oral y Público sobre las distintas instancia de lucha de su vida, que se inició justamente con la militancia de sus padres.

La vida sinuosa de Nico quizá sea la muestra de que algunas cosas han cambiado; pero, también, es la prueba de que muchas otras están lejos de cambiar. Aunque, con muchachos como Nico, tal vez se esté más cerca de modificarlas.

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Opiniones
  1. Unknown   /   noviembre 4, 2014, (5:05 am)

    Tenía 4 años cuando escuche unos disparos, yo estaba sentadita en la puerta de la pension donde vivia con mis padres en la calle 63 e/14 y 15. Jamas pude olvidar ni sacar de mi memoria esos ruidos. Se ve que pregunte y me dijeron que habian matado a toda la familia y que solamente quedo vivo un bebe. Siempre pase por la puerta de esa casa y me detenia a observar los disparos que todavia se notaban en ese porton viejo. Siempre pense en ese bebe y siempre quise saber que paso con el. Hoy 37 años despues me entero de Nicolas. Me encantaria poder abrazarte… sos un sobreviviente! y te admiro. Julieta.-

  2. la retaguardia   /   noviembre 4, 2014, (2:04 pm)

    Hola Julieta. Gracias por contar ese pedacito de la historia colectiva, que no se hace solo con la de los sobrevivientes, sino también con la del resto. Esas otras piezas, que dan cuenta de cómo nos iban contando lo que pasaba a quienes éramos pibes, es interesante de rescatar. Nos gustaría charlar con vos el jueves en Oral Y Público, el programa de radio donde sucedió la charla con Nico. Si te parece escribinos a enlaretaguardia@gmail.com Si no te parece todo bien igual. El comentario se agradece. Abrazos, Fernando.

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