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Juicio Cagliero


Los jurados populares habían puesto un techo muy bajo y el juez Marcelo José Machado del Tribunal Oral en lo Criminal 1 de San Martín impuso las penas ayer. Redacción: Carlos RodríguezEdición: Pedro Ramírez OteroFoto de portada: Centro de Acción Cultural Diego Cagliero El juicio por el homicidio del músico Diego Cagliero, asesinado por una bala policial, y la “tentativa de homicidio” de siete amigos suyos víctimas de una balacera de la Bonaerense, terminó con condenas irrisorias para los dos efectivos que fueron juzgados por los hechos. El autor del disparo mortal, el oficial Rodrigo César Ezequiel Canstatt, fue condenado a seis años de prisión y ocho de “inhabilitación especial para desempeñarse en funciones operativas con la utilización de armas de fuego y para el uso de armas de fuego”. Toda la prueba reunida lo hacía culpable y debía haber sido condenado por “homicidio agravado”, con una pena de al menos 20 años de cárcel, pero sólo le adjudicaron un delito menor, el de “homicidio culposo”, como si lo ocurrido fuera un simple accidente de tránsito. El otro policía que fue juzgado, el subinspector Sergio Darío Montenegro, fue condenado a cuatro años y cuatro meses de prisión y “seis de inhabilitación especial” para cumplir funciones operativas y para el uso de armas de fuego. En el caso de Montenegro, la condena es por las heridas graves que sufrió Mauro Emanuel Tedesco y por el riesgo de vida que corrieron otros seis jóvenes que iban en una camioneta Ducato, baleada por los policías el 19 de mayo de 2019 en el partido bonaerense de Tres de Febrero.El que fijó los montos de las penas fue el juez Marcelo José Machado, del Tribunal Oral en lo Criminal 1 de San Martín, en cumplimiento de la decisión tomada la semana pasada por 10 de los 12 integrantes de un jurado popular que tuvo a su cargo analizar las pruebas existentes contra los dos policías que llegaron al juicio oral. En el fallo, el juez Machado precisó que el delito adjudicado a Canstatt es el de “homicidio culposo agravado por el empleo de arma de fuego”. Quedó probado que el proyectil que provocó la muerte de Cagliero fue uno de los diez disparos que hizo Canstatt el día del hecho. La condena contra Montenegro es por “el delito de tentativa de homicidio con exceso del cumplimiento del deber, agravado por el uso de arma de fuego”. Las balas que mataron a Diego y las que hirieron a Tedesco también pudieron haber provocado la muerte o heridas graves a las otras víctimas: Emanuel Albelo, Alfonso Roldán, Jonathan Iadarola, Ángel Bramajo, Carlos Damián Villanueva y Rodrigo García. Los policías habían llegado al juicio por jurados por un delito mucho más grave del que finalmente fueron condenados. Se los acusaba de “homicidio agravado por abuso de sus funciones” y por el uso de armas de fuego, delito que prevé la pena de prisión perpetua. Tras la decisión del jurado popular de considerar que solo hubo “homicidio culposo” y “tentativa de homicidio”, la fiscal del juicio, Fernanda Billone, al igual que el abogado querellante Fernando Sicilia —quien representa a la familia Cagliero— y Agustina Lloret, del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), habían solicitado penas de seis años y ocho meses de prisión para los dos policías. El homicidio de Diego Cagliero, de 30 años, se produjo luego de que algunos de los jóvenes se llevaran mercaderías sin pagar de un supermercado ubicado en Perón al 7300, en Martín Coronado, partido de Tres de Febrero. Eso dio lugar a la persecución policial de un supuesto “grupo comando armado”. En el juicio se probó que los ocho jóvenes no portaban ningún arma de fuego, que por consiguiente nunca hicieron disparo alguno y que las 14 vainas servidas halladas en la escena del crimen por peritos de Gendarmería, eran de balas disparadas por las pistolas reglamentarias de los policías involucrados. La manipulación de los jurados Al veredicto de los jurados populares se llegó luego de una aguerrida labor de las defensas, con la “seguridad” y la “violencia de los delincuentes” como lema central, aunque eso nada tuviera que ver con el caso analizado en el juicio. Los argumentos contra la dura acusación fueron compartidos por Fernando Lagares (defensor oficial de Montenegro) y de manera frontal por Diego José Martín Raidan, el expolicía bonaerense que representó a Canstatt, acompañado por la abogada Gisela Hiza. Raidan e Hiza fueron quienes “sugirieron” y convencieron a los jurados populares de que sólo había sido un “homicidio culposo”, porque Canstatt “no tuvo intención de matar”. Raidan es la figura preponderante del Estudio Jurídico Privanza, que pregona que “desde hace 30 años defiende los derechos de los policías y de las fuerzas de seguridad”. Siempre la misma falacia Para Raidan, todos los crímenes cometidos a mansalva por uniformados son “homicidios culposos”. Planteó el mismo argumento en abril de 2022, en el juicio oral por el crimen de Nicolás Vázquez, de 18 años, quien fue asesinado de un balazo en el cuello, a quemarropa, por el comisario Héctor Alejandro Amarilla. El asesinato de Vázquez fue el 25 de septiembre de 2013, a las 15, en 9 de Julio y Oncativo, en pleno centro de Lanús. Amarilla persiguió varias cuadras a Nicolás Vázquez porque el joven “había hurtado de un negocio una camiseta de fútbol”. En el juicio se probó que Amarilla le había disparado a un chico que estaba desarmado y que había levantado los brazos cuando recibió “la voz de alto” del policía, según dijeron los testigos presenciales. La fiscal del juicio, Viviana Giorgi, solicitó a los jueces del Tribunal Oral en lo Criminal 3 de Lomas de Zamora que condenaran a Amarilla por “homicidio agravado por el uso de arma de fuego, por alevosía y por ser miembro de las fuerzas policiales abusando de sus funciones y de su cargo”. La pena solicitada fue de 30 años de prisión. Para simular un “enfrentamiento” Amarilla se hizo él mismo un disparo que lo hirió

Las incongruencias del jurado popular. La opinión de la familia de Diego. ¿Cuándo decide las penas el tribunal? Redacción: Carlos RodríguezEdición: Pedro Ramírez OteroFoto de portada: Centro de Acción Cultural Diego Cagliero Con la prueba reunida en el juicio oral por el homicidio de Diego Cagliero, cualquier Tribunal Oral –hasta el más reacio a condenar uniformados— hubiera dictado la prisión perpetua de Rodrigo Ezequiel Canstatt, el policía que lo asesinó. A pesar de esa verdad incontrastable, un jurado popular declaró culpable a Canstatt solo por “homicidio culposo”, un delito menor. Los familiares de la víctima consideraron que el fallo es “una aberración jurídica”. El próximoo miércoles, el juez Marcelo José Machado, del Tribunal Oral en lo Criminal 1 de San Martín, tiene que fijar el monto de la pena que recibirán Canstatt y el subinspector Sergio Darío Montenegro, en su caso por la “tentativa de homicidio” de Mauro Tedesco, un amigo de Cagliero que fue herido de gravedad. Los dos jóvenes, junto con otros seis amigos, iban en una camioneta que fue baleada por efectivos de la Policía bonaerense. El límite puesto por el fallo de 10 de los 12 integrantes del jurado popular dice que los dos policías, cuando mucho, podrían recibir una pena de prisión de seis años y ocho meses. Estos números pueden darse solo si el juez Marcelo Machado toma en cuenta el agravante “por el uso de arma”, según explicó uno de los querellantes. En un comunicado publicado en su cuenta de Instagram, las y los familiares consideraron que el veredicto es “una decisión absurda y carente de sentido común” y que constituye “una aberración jurídica”. La opinión se fundamenta en que a Canstatt, por haber asesinado a Diego, le adjudicaron el delito de “homicidio culposo”. Esto equivale a decir que el oficial hizo diez disparos y mató al joven con uno de ellos, pero todo ocurrió porque actuó “con negligencia, imprudencia e impericia”. Lo que hizo el policía, según el fallo de los jurados, es equiparable a alguien que cruza con un auto un semáforo en rojo y mata a una persona. No se tuvo en cuenta que Canstatt, por ser policía, sabe muy bien el peligro que significa apretar diez veces el gatillo de una pistola 9 milímetros contra una camioneta en la que iban ocho jóvenes que estaban desarmados. Uno de los disparos mató “en el acto” a Diego Cagliero. Los familiares aseguraron que el “absurdo” y la “aberración” quedan al desnudo porque al otro policía imputado en el juicio oral, Sergio Montenegro, el jurado popular lo encontró culpable de “tentativa de homicidio por exceso en el cumplimiento del deber”, por haber herido de gravedad a Mauro Tedesco.La familia de Diego Cagliero explicó que “es una aberración jurídica que se le asigne una tipificación más gravosa a la acción de quien intentó asesinar (Montenegro), frente a la acción de quien, efectivamente, asesinó (Canstatt)”. Luego de diez días de debate, los y las familiares y amistades de las víctimas se sintieron “revictimizados” porque en las audiencias han tenido que defenderse. “Jornada tras jornada fuimos criticados por nuestras acciones (por ejemplo, por manifestar y pedir justicia en la puerta de los Tribunales de San Martín)”, plantearon. Dijeron que también recibieron cuestionamientos “por nuestras omisiones, emociones y hasta por la forma de vestir”. El trato de la policía judicial y de algunos y algunas funcionarias de menor rango del Tribunal Oral 1 de San Martín, fue discriminatorio hacia las familias de las víctimas, en comparación con el trato que recibían las personas allegadas a los dos policías imputados. Las familias de las víctimas consideraron que “el ataque y la agresión llegó al punto tan bajo” de tener que escuchar algunas expresiones vertidas en el juicio por el defensor oficial Fernando Lagares, quien representa al subinspector Sergio Montenegro. Lagares, sin éxito, se opuso a que Adriana García, la mamá de Diego Cagliero, pudiera expresarse en el juicio, ante los jurados, ante el juez Marcelo José Machado y ante las personas presentes en la audiencia. El argumento de Lagares fue deplorable: “Esta persona se va a parar acá a llorar para conmover al jurado”. Como es lógico en una madre que perdió a su hijo, Adriana lloró muchas veces a lo largo del juicio, pero nunca delante del jurado. La primera vez que lloró fue luego de haber estado frente a frente con Canstatt, el asesino de su hijo. Ese día, La Retaguardia la vio llorar en el hall de entrada al tribunal, acompañada por sus allegados. Lloraba en silencio, conmocionada. A pesar de la oposición de Lagares y de los defensores de Canstatt, la madre de Diego fue autorizada a decir unas palabras ante los jurados y en ningún momento lloró. Adriana recordó que ella y Horacio, el papá de Diego, lo educaron “para la música, para los libros, para el arte, para el baile”. Diego era músico, tenía sólo 30 años y su hijo nació cuatro meses después de su asesinato. Adriana dijo que Diego “amaba las plantas, la naturaleza, la ecología”. La mujer, con gran temple, sostuvo que a la familia no la guían “ni el odio ni la venganza” y que sigue comunicada con su hijo. “Yo le pido que siga bailando, que siga soñando”, dijo. La oposición de Lagares fue más odiosa, todavía, porque en una jornada anterior el que había llorado ante los jurados fue el oficial Canstatt, dolido por la posibilidad de ser condenado a perpetua y no poder ver a su hijo. La mamá de Diego ya no puede ver al suyo, solo lo mantiene vivo en su recuerdo, en su corazón. Los y las familiares y amistades de Diego expresaron que para los defensores “solo los policías asesinos pueden llorar, solo ellos tienen derecho a defenderse, solo sus familias importan, solo sus actos tienen que ser tomados con clemencia, aunque haya prueba científica arrolladora de su dolo homicida”.Señalaron que han visto “hasta el hartazgo” el dolor y la lucha de las víctimas “para lograr algo de justicia

El jurado popular compuesto por 12 personas dictaminó pasada la medianoche que la acción asesina del policía Canstatt contra Cagliero fue un homicidio culposo. En tanto, calificaron el delito del policía Montenegro, quien hirió a un amigo de Diego, como “homicidio en grado de tentativa en exceso del cumplimiento del deber”. El abogado de la familia calificó el fallo como insólito. El CELS, que representó a dos de los sobrevivientes, aseguró que “debió haber sido homicidio doloso”, es decir con toda la intención de matar. Las penas serán impuestas por los jueces, pero el máximo posible para Canstatt es de 5 años. Redacción: Carlos Rodríguez Después de más de cuatro horas de deliberaciones, las 12 personas que integraron el tribunal popular calificaron el asesinato de Diego Cagliero, ocurrido el 19 de mayo de 2019 a manos del policía Rodrigo Canstatt, como un homicidio culposo. Cuando los jueces den a conocer la pena, será de entre 1 y 5 años. En el caso de Darío Montenegro, acusado por las heridas que sufrió Mauro Tedesco, amigo de Cagliero, decidieron que se trató de un homicidio en grado de tentativa en exceso del cumplimiento del deber. En la extensa jornada, se habían realizado los alegatos de las partes. Luego, los jurados se fueron a deliberar con cinco opciones posibles. Declararlos inocentes, u optar por cuatro tipo de homicidios, como explicó unas horas antes a La Retaguardia el abogado de la familia de Cagliero, Fernando Sicilia. Sobre la base de las pruebas contundentes reunidas durante el juicio oral, la Fiscalía y las querellas habían pedido durante la tarde que se declare culpables de “homicidio agravado” y de “homicidio agravado en grado de tentativa” a los dos policías responsables, uno del crimen de Diego Cagliero, y otro de las graves heridas que sufrió su amigo Mauro Tedesco. Las defensas pidieron que se los declare “no culpables” o que, en el caso del policía que asesinó a Cagliero, que le apliquen penas menores. La parte acusadora, en cambio pidió que al homicidio de Diego y a las heridas graves de Mauro, se los considere en “concurso real” con el “riesgo de muerte” al que expusieron a otros seis jóvenes que los acompañaban.Más de cuatro horas y media después, cerca de las 0:30 los 12 miembros del jurado popular encargado de dar su veredicto en el caso, anunciaron su decisión. Los defensores del oficial Rodrigo César Ezequiel Canstatt, autor del disparo que provocó la muerte “en el acto” de Diego Cagliero, argumentaron que su representado “no tuvo intención de matar” y sin rebatir el dato concreto de que fue autor de diez disparos contra los 8 jóvenes, dijeron que el policía “vio un arma”, a pesar de que se demostró que las víctimas no tenían ninguna. Los defensores Diego Raidán y Gisela Hiza, alegaron que su defendido “sintió miedo” y por su “poca experiencia” (nueve meses en la fuerza), apretó el gatillo. Y vaya si lo hizo, porque las pericias determinaron que fueron “al menos diez” los disparos. Con el evidente propósito de generar dudas en los jurados populares, los abogados de Canstatt “sugirieron” que analizaran la posibilidad de optar por sanciones menos gravosas que la cadena perpetua que presupone la calificación de “homicidio agravado” reclamada por la parte acusadora. Las variantes que señalaron sonaban inconcebibles en ese momento, pero se convirtieron en una triste realidad para la familia de Cagliero: “legítima defensa” ante una agresión que nunca existió, “exceso en la legítima defensa”, como una leve concesión a una condena menor, e incluso “homicidio culposo”, una figura penal que ya casi no se aplica ni para algunos tipos graves de accidentes de tránsito, pero que sin embargo fue la utilizada. Mientras tanto, el defensor oficial Fernando Lagares, con su estilo tenaz y persistente, dijo que su representado, el subinspector Sergio Darío Montenegro, el 19 de mayo de 2019, día en que ocurrió el hecho, “sólo había salido a trabajar y no a matar” personas. Además, volvió a señalar las diferencias numéricas que hay entre los diez disparos que hizo Canstatt, con los tres que realizó Montenegro, uno de los cuales hirió de gravedad a Tedesco. Como informó La Retaguardia, en su afán por salvar a Montenegro, su defensor le preguntó a una perito si una de los proyectiles disparados por Constatt, en forma simultánea, pudo haber matado a Cagliaro y herido a Tedesco. El impetuoso Lagares no tuvo en cuenta que una sola bala fue la que asesinó a Cagliero y otra bala, en este caso de Montenegro, fue la que puso al borde de la muerte a Mauro Tedesco. La gravedad de los sucesos no puede medirse sólo contando la cantidad de balazos de uno y de otro. Más allá de los cuestionables argumentos de las defensas, en el juicio quedó probado que las 14 vainas servidas halladas por los peritos de Gendarmería en la escena del crimen, eran “compatibles con proyectiles calibre 9 milímetros”. Los peritajes realizados determinaron de manera fehaciente que diez de los disparos fueron realizados por el oficial Rodrigo César Ezequiel Canstatt. Uno de esos proyectiles fue el que impactó en el cuerpo de Diego Cagliero y “le provocó la muerte en el acto”. El plomo fue hallado en el cuerpo de la víctima. Otros tres disparos fueron realizados por el subinspector Sergio Darío Montenegro. Una de las balas fue la que hirió de gravedad a Mauro Tedesco, quien tuvo que ser operado de urgencia en el Hospital Bocalandro, donde permaneció internado cuatro días en la sala de terapia intensiva. La vaina número 14 corresponde al arma reglamentaria a cargo de la oficial de policía Micaela Fretes, quien hasta hoy no está imputada en la causa. Los peritos consideraron que ese proyectil no impactó en ninguno de los jóvenes que iba en la Ducato. De todos modos, resta saber si no le correspondería el cargo de “homicidio en grado de tentativa”, delito que también se les adjudicó a Canstatt y a Montenegro, por haber puesto en riesgo las vidas de

Un jurado popular decidirá si los dos policías son culpables o inocentes. En la última jornada de testimoniales, quedó expuesta la estrategia del policía Sergio Montenegro para responsabilizar solo al oficial Rodrigo Constatt Redacción: Carlos RodríguezEdición: Pedro Ramírez Otero Desde la apertura del juicio por el homicidio de Diego Cagliero, pero con mayor intensidad en las últimas tres audiencias, el defensor oficial Fernando Lagares se viene desempeñando con la sutileza de un elefante en el bazar. Con imperturbable tozudez intentó rebatir —sin exhibir conocimientos científicos compatibles— las pericias que indican que su representado, el subinspector Sergio Montenegro, fue quien hirió de gravedad al joven Mauro Tedesco. La estrategia de Lagares —poco usual en un juicio por “gatillo fácil” donde los policías hacen causa común por lo general— apunta a que se le adjudique al otro imputado, el oficial Rodrigo Constatt, no sólo el homicidio de Diego Cagliero —hecho ya probado— sino también las heridas graves sufridas por Mauro Tedesco. “¿Considera posible que un proyectil calibre 9 milímetros pueda herir a una persona y al mismo tiempo matar a otra”, fue la pregunta del millón que le hizo Lagares a una sorprendida perito de Gendarmería, Balbina de Jesús Cristaldo, quien le respondió: “No lo sé”. Por supuesto, lo que intentaba introducir como hipótesis era que el disparo que daba en las dos víctimas era uno de los realizados por Constatt. Los peritajes corroboran que uno de los diez proyectiles que partieron del arma reglamentaria de Constatt, fue el que se encontró en el cuerpo de Diego. De eso no quedan dudas, como tampoco que uno de los tres disparos que hizo el subinspector Sergio Montenegro, fue el que hirió en el bajo vientre a Tedesco, quien estuvo internado varios días en terapia intensiva. Las vainas servidas halladas en la escena del crimen eran 14 y los peritajes determinaron que el disparo restante fue hecho por la oficial de policía Micaela Fretes. Al principio se creía que ese proyectil había salido del arma del policía Martín Juárez, según lo declarado en el juicio por Rosa Sofía Herrera, su compañera en el móvil durante la persecución de los ocho chicos que iban en la camioneta Ducato. Los únicos que dispararon fueron los policías, es otra de las certezas. El perito oficial Mauro Gómez Foresta, del Instituto de Ciencias Forenses de Lomas de Zamora, fue quien señaló en una pantalla, con un puntero láser, el proyectil que produjo la muerte de Diego Cagliero. Las marcas impresas en el proyectil indican, sin lugar a dudas, que el disparo salió de la pistola reglamentaria Bersa Thunder 9 milímetros que empuñaba Constatt. La alférez Balbina de Jesús Cristaldo, de la División Balística del Laboratorio de Criminalística de la Gendarmería, corroboró lo dicho por Foresta y precisó, además, que fue Sergio Montenegro el que hirió a Mauro Tedesco. Los peritajes incluyeron también a las armas “plantadas” por policías en la escena del crimen. Se confirmó que el revólver calibre 32 tenía sus cartuchos intactos porque nunca fue usada. Por supuesto, tampoco lo fue la pistola de aire comprimido. Una de las preguntas urticantes, por su insistencia con el único fin de confundir a los jurados populares, fue hecha por el defensor Lagares. Quiso saber si, a simple vista, por su similitud con un arma de fuego, la pistola de aire comprimido puede dar lugar a confusión y llevar a pensar a los policías que era un elemento de temer. Lo que no tuvo en cuenta el defensor oficial es que si alguien empuña una pistola de aire comprimido y sabe lo que tiene, mal puede estar convencido de amedrentar a oficiales expertos armados con 9 milímetros. Patricia Paniagua, médica legista de la Dirección de Criminalística y Estudios Forenses de Gendarmería, mostró una foto en la que aparece el cuerpo de Diego Cagliero dentro de la camioneta. Al mismo tiempo, recordó que la autopsia determinó que un proyectil calibre 9 milímetros entró a su cuerpo por el hombro, le atravesó una vértebra causándole la muerte en el acto. La bala fue encontrada en el cuerpo de la víctima. Los indicios revelan que estaba inclinado, en un claro gesto defensivo. Las pericias fueron complementadas con un análisis interdisciplinario encabezado por la alférez Cristaldo y la perito de parte Silvia Bufalini. Sobre ellas dos cargó con sus preguntas el abogado defensor Lagares. Quería saber si en el trabajo interdisciplinario se habían tomado en cuenta las declaraciones de los siete jóvenes que sobrevivieron al ataque policial. Su persistencia estuvo dirigida a si se basaron en las indagatorias —cuando no se tiene que jurar decir verdad— o en las testimoniales, donde sí deben comprometerse a no mentir. Cristaldo y con más contundencia Bufalini, recalcaron que la posición en la que iban los jóvenes dentro del furgón de la Ducato fueron establecidas por una serie de indicios contundentes, fortalecidos por la autopsia, la planimetría, la trayectoria de las balas y la distancia estimada desde la cual se hicieron los disparos, entre otros detalles. “Las declaraciones son datos subjetivos que hay que analizar sobre la base de los indicios objetivos que fueron tomados en cuenta”, recalcó Bufalini. Tras la respuesta, Lagares optó por llamarse a silencio. Maltrato a las víctimas El defensor oficial también se mostró muy duro cuando le tocó hacer preguntas a algunos de los sobrevivientes. Ya lo había hecho cuando dio su testimonio el sanjuanino Rodrigo García, quien lloró al recordar el trato recibido por los policías, que le quebraron algunos dientes. Lagares lo repitió cuando dio su testimonio Ángel Bramajo, el joven que sigue con prisión domiciliaria, imputado por el presunto “robo en poblado y en banda” al supermercado de Martín Coronado que dio origen a la persecución policial. “Ese día asesinaron a Diego”, fue lo primero que dijo Ángel Bramajo al declarar en el juicio, cuando le preguntaron qué recordaba sobre lo ocurrido el domingo 19 de mayo de 2019. Luego contó que el supervisor de la empresa AYSA, donde trabajaba, le prestó la camioneta Ducato para que asistiera

La frase es de Mauro Tedesco, herido de bala en el abdomen el mismo día en que fue asesinado Diego Cagliero, baleados los dos por policías bonaerenses. En el juicio oral contra dos de los efectivos de la fuerza, declaró también Rodrigo García, uno de los seis jóvenes que acompañaban a Diego y a Mauro. “Me arruinaron la vida”, afirmó al definir en cuatro palabras el impacto que tuvo en él lo que les tocó vivir. Redacción: Carlos RodríguezEdición: Pedro Ramírez Otero Los dos jóvenes declararon en la quinta audiencia testimonial del juicio por jurados que se realiza en los Tribunales de San Martín, para juzgar a los policías Rodrigo Constatt y Sergio Montenegro, autores de los disparos que el 19 de mayo de 2019 mataron a Diego Cagliero e hirieron de gravedad a Mauro Tedesco.El primero en ingresar a la sala de audiencias fue Rodrigo García. Con los nervios lógicos de tener que recordar lo sucedido, Rodrigo, que vive en San Juan y es albañil, relató el momento en que fueron detenidos: “Los policías me ponían los pies en la cabeza como si fuera un animal, después me cargaron en una camioneta acusándome de que teníamos armas, que éramos un grupo armado que íbamos a robar”. Aclaró una vez más en el juicio, que los ocho jóvenes venían del velatorio de Pablo, un amigo común. “Era mi primo, más que primo, era mi hermano”, dijo Rodrigo. El domingo 19 de mayo estaba en Buenos Aires porque había venido dos días antes al sepelio de Pablo, quien falleció por un ataque de asma. Dijo que tuvo que juntar el dinero necesario para poder viajar. En el velorio de Pablo conoció a Diego Cagliero y al resto de los chicos con los que después del sepelio decidieron ir a la plaza del barrio Los Altos de Podestá a comer un asado en honor a su primo. Rodrigo precisó que sólo conocía a Ángel Bramajo, porque él había viajado a San Juan con Pablo, su primo. “Vamos a despedir a Pablo como a Pablo le hubiera gustado”, fue la propuesta de Ángel que convenció a Rodrigo. Cuando fueron al supermercado de Martín Coronado, Rodrigo se quedó con Ángel en la cabina de la camioneta en la que se movilizaban. Los otros seis chicos entraron al comercio y luego salieron discutiendo con el dueño y uno de los empleados de seguridad. Cuando Ángel se enteró de que se habían ido sin pagar algunas mercaderías, los retó a todos: “Boludos, dejen de joder, es la tráfic de mi laburo”. Ángel era quien había pedido prestada la Ducato de la empresa AYSA. Rodrigo hizo pausas para tomar agua y tratar de tranquilizarse. Luego recordó el momento en que Ángel, quien iba al volante, trató de esquivar a un móvil policial en la avenida Márquez. Segundos después empiezan los disparos, más de 15, según señaló Rodrigo. “Me tiro hacia la falda de Ángel para cubrirme. Era como que tiraban piedras a la chapa. Uno de los chicos (Mauro) estaba herido, se agarraba la panza pidiendo ayuda enchastrado en sangre, mientras atrás mío veo a Diego recostado sobre los asientos ya sin vida”, relató. Cuando bajaron de la camioneta “los policías nos empezaron a amenazar”. Le dijeron “quédate quieto o te mato, tirate al piso”. Además, contó llorando: “Me patearon, me esposaron, me quebraron dientes, me rompieron la boca”. Rodrigo aclaró, ante una pregunta de la abogada del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) Agustina Lloret, que “jamás” en su vida usó armas de fuego. “Nadie disparó, nunca vi que alguno de los chicos tuviera un arma de fuego”, sostuvo, confirmando lo que ha quedado demostrado en todas las pericias incorporadas a la causa. Luego declaró Alicia Dominga Montenegro, tía de Rodrigo, madre del chico fallecido por asma. Confirmó todo lo dicho por su sobrino. La testigo dijo que su hijo era también amigo personal de Diego Cagliero y de Ángel Bramajo, otro de los jóvenes que iba en la camioneta. Lo que dijo Mauro Mauro Tedesco fue herido en el abdomen y su vida estuvo en peligro, según confirmó antes en la audiencia un médico del Hospital Bocalandro, donde fue intervenido quirúrgicamente y estuvo internado cuatro días en terapia intensiva. Ante los jurados, Mauro recordó lo que sintió al recibir el balazo: “Le dije a Emanuel (Albelo) que le diga a mis hijos que los amo, sentía que me moría”. Sobre la balacera, afirmó que se escucharon “rafagazos de bala, balas que entraban por todos lados de la camioneta”. Y continuó el relato: “Siento un disparo en el cuerpo, entonces le pido Ángel que frene que me sentía herido de bala”. El disparo impactó en la zona de la ingle. Aunque estaba chorreando sangre, se bajó de la camioneta como pudo y se tiró al piso por orden de los policías. “Les pedí que no me hagan nada porque estaba herido, luego vi a Emanuel y me desmayé”, dijo. Recuperó el conocimiento en la ambulancia, pero fue solo por un instante. Volvió a despertar dos o tres días después. Allí se enteró que lo habían operado de una herida grave. Todavía hoy sufre las secuelas: una hernia en el estómago que le impide conseguir trabajo ya que no supera el examen preocupacional.Ante una pregunta sobre qué más recuerda de ese 19 de mayo de 2019, respondió: “Que me mataron a un amigo”. Las armas “plantadas” En la quinta audiencia testimonial también declaró el perito de Gendarmería Fernando Martín Báez, quien en 2019 trabajaba en el Departamento Fisicoquímico Instrumental de la Dirección de Criminalística y Estudios Forenses de la fuerza. Báez tuvo a su cargo las pericias con la técnica de microscopio de barrido electrónico sobre las muestras de adhesivo de carbono tomadas por la Gendarmería de las manos de siete de las víctimas. Dijo que encontró huellas positivas en tres, pero aclaró: “Si yo disparo y voy y le pongo esposas a una persona es posible que le transfiera las partículas” de pólvora por

Eso declaró Carlos Damián Villanueva, uno de los jóvenes que iba en la Ducato. Las 14 vainas servidas halladas por los peritos de Gendarmería en el lugar donde fue asesinado Diego Cagliero, eran “calibre 9 milímetros”, compatibles con el calibre del arma reglamentaria que utiliza la Policía bonaerense. Así lo aseguraron los peritos gendarmes que declararon en el juicio por jurados populares en el que dos policías están siendo juzgados por el “homicidio agravado” de Diego y el “homicidio agravado en grado de tentativa” de los siete amigos que lo acompañaban. Redacción: Carlos RodríguezEdición: Pedro Ramírez Otero El médico que constató el fallecimiento de Diego Cagliero sostuvo que en la parte trasera de la camioneta Ducato en la que iban los jóvenes, sólo vio “instrumentos musicales”. No había ningún arma en poder de las víctimas. Todo confirma que las armas halladas fueron “plantadas” por policías no identificados por el momento, que actuaron luego de que el médico se retirara y antes que llegaran los peritos de Gendarmería. La inexistencia de armas en poder de las víctimas fue corroborada por los peritos, que dijeron que todos los disparos fueron realizados “desde el exterior” del vehículo. En la cuarta audiencia del juicio, se ratificó además que el revólver Bersa Taurus que según las defensas fue hallado junto al cuerpo de Diego, no fue disparado. Tampoco lo fue, por supuesto, la pistola réplica de aire comprimido que alguien dejó detrás del asiento de la camioneta, con el trasnochado propósito de que pudiera ser considerada un arma capaz de competir con las 9 milímetros de los policías. La cuarta audiencia El primer testigo fue el subalférez de Gendarmería, Daniel Torres, quien el 19 de mayo de 2019, cuando ocurrió el hecho, era integrante del Departamento de Criminalística de Gendarmería, con sede en Campo de Mayo. Torres participó en la recolección de indicios en la escena del crimen y dio una explicación simple de las técnicas utilizadas, para la mejor comprensión de los jurados populares. Torres precisó que en la camioneta tipo furgón, en la que iban las víctimas, pudo constatar la presencia de 11 orificios de bala producto de disparos realizados desde el exterior del vehículo. El perito recordó que la camioneta Ducato sólo tiene ventanas en la parte delantera, donde están los asientos del conductor y el acompañante. Aunque no lo dijo el experto, es propicio recordar que Diego iba en la parte de atrás del furgón. Si hubiera sido cierto que tenía un arma, mal podría haberla usado estando en un sitio desde el cual se tiene una visión muy lejana del afuera. Torres precisó que fueron 14 las vainas servidas calibre 9 milímetros encontradas en la escena. Once de ellas son de balas que impactaron en la camioneta; una más en la parte delantera de un vehículo policial que participó en el operativo y otras dos no dieron en un blanco que pueda ser determinado. Es importante la confirmación de que fue un disparo “propia fuerza” el que impactó sobre la parte delantera del patrullero en el que iba el oficial Diego Reinaldo Torres, quien declaró en la segunda audiencia del juicio. El policía fue el que dijo que le cruzó el vehículo a la Ducato durante la persecución. Relató también que escuchó “dos tandas de disparos”, ahora confirmado por los peritos que fueron hechos por sus propios compañeros. El perito gendarme Daniel Torres también inspeccionó el interior de la camioneta Ducato, cuando todavía estaba allí el cuerpo de Diego. Junto a la víctima halló la pistola de aire comprimido y bajo el asiento el revólver Bersa calibre 32 con dos “balas intactas” porque no fue utilizado. Las armas no fueron vistas por el médico que constató el fallecimiento de Diego Cagliero. Para confirmar que esas armas no fueron usadas, el perito de Gendarmería señaló que tampoco encontró vainas servidas en el interior del rodado. Dijo textualmente: “No se utilizó un arma de fuego que eyecte vainas”. Recalcó que las únicas armas compatibles con las vainas encontradas, eran las que portaba “el personal policial”. Luego declararon los peritos gendarmes Jacinto Javier Díaz y Pablo Enrique Di Bez, quienes coincidieron con lo dicho antes por su colega Torres. Díaz dijo que hubo “dos momentos de disparos”, dato que coincide con las “dos tandas” de balazos que dijo haber escuchado el oficial de policía Diego Reinaldo Torres. Díaz explicó al jurado que “cada arma es única” y al ser disparada deja huellas que permiten determinar de manera fehaciente desde que arma fueron realizadas. Di Bez confirmó que hubo 14 disparos. En la acusación se afirma que está probado que 10 balas partieron de la 9 milímetros del oficial Rodrigo Constatt (una provocó la muerte de Diego) y otras 3 del arma del subinspector Sergio Montenegro (una hirió a Mauro Tedesco). De las otras dos balas, se sabe que una habría sido disparada por el policía Martín Juárez. Otro dato clave En la cuarta audiencia declaró José Vidal Oros, el médico del SAME de Tres de Febrero. Declaró que a las 14.05 del domingo 19 de mayo de 2019 constató el fallecimiento de Diego Cagliero. Cuando subió a la parte trasera de la camioneta, donde estaba el cuerpo, lo único que vio fueron “instrumentos musicales”. No recordaba haber visto armas en la escena del crimen. El médico llegó al lugar mucho antes que los peritos de Gendarmería, que sí encontraron las armas que habían sido “plantadas” por policías para tratar de instalar la falsa teoría del “enfrentamiento”. Un video mostrado en el juicio, revela que antes del peritaje subieron a la parte trasera de la camioneta tres policías de uniforme y uno de civil. Ellos son los sospechosos de haber “plantado” el arma. También dio su testimonio la médica Cecilia Sforza, quien era residente de Cirugía del Hospital Bocalandro, donde fue internado Mauro Tedesco. Dijo que el joven ingresó con un disparo en la zona púbica que le había atravesado la vejiga. Por tal motivo, tuvo que ser intervenido quirúrgicamente y permaneció en

Esa fue la última imagen que le quedó grabada a Emanuel Albelo, uno de los amigos del joven asesinado por una bala policial. Emanuel estaba al lado de Diego, en la parte trasera de la camioneta Ducato que fue baleada por efectivos de la policía bonaerense. “Ninguno de nosotros tenía armas y tampoco premeditamos robar el supermercado”, dijo. Redacción: Carlos RodríguezEdición: Pedro Ramírez Otero En la tercera audiencia del juicio por el asesinato de Diego Cagliero, declaró Emanuel Albelo, uno de los amigos del joven. Aunque reconoció que el dueño del supermercado tenía razones para estar enojado con ellos, aseguró que nunca se dieron cuenta de que eran el blanco de una persecución policial que terminó en un “homicidio agravado” por la muerte de Diego y la herida grave que sufrió Mauro Tedesco. Al dar testimonio en el juicio oral por la muerte de su amigo, admitió que siente miedo de ser perseguido por la policía, pero “estoy acá (en el Tribunal Oral 1 de San Martín) porque le prometí a Diego que iba a pedir justicia”. En el proceso están acusados de “homicidio agravado” los policías Rodrigo César Ezequiel Canstatt y Darío Montenegro. Emanuel relató que los ocho se reunieron ese domingo 19 de mayo de 2019 en el velatorio de un amigo. Luego participaron en el cortejo fúnebre hasta el cementerio, en la camioneta Ducato, con el logo de AYSA, que le habían prestado a Ángel Bramajo. Entonces surgió la idea de reunirse en una comida en el barrio donde vivía el amigo fallecido. Fueron al supermercado de Martín Coronado y Emanuel admitió que él se llevó una botella de licor oculta en su buzo canguro y salió hacia la calle “caminando, tranquilo”. Cuando se estaba subiendo a la camioneta, con dos de sus amigos, comenzó la discusión con el dueño y el empleado de seguridad del supermercado. Emanuel reconoció que “estaban enojados con razón”. Afirmó que sólo fue “una discusión, todo verbal, no hubo ningún tipo de golpe ni nada”. En ese momento devolvieron “gran parte de la mercadería, quedó solo una botella de licor que nos llevamos sin pagar”. Después del episodio, subieron a la camioneta y partieron hacia el lugar donde iban a realizar la juntada “en honor” al amigo fallecido. Se detuvieron en Marquez y Ruta 8, en San Martín, para esperar a unos amigos que finalmente no los acompañaron. Luego siguieron su camino “tranquilos, como si nada, sin sentirnos perseguidos”. En la esquina de Márquez y Gabino Ezeiza “se nos cruza un auto adelante, a contramano, muy de golpe”. Ángel, que era el que manejaba, se asustó y atinó a doblar. “Fueron unos segundos y ahí se empezaron a escuchar muchos disparos”, contó. Los que iban en la parte trasera del vehículo se tiraron al piso, mientras Mauro Tedesco gritaba de dolor “porque le había entrado una bala”. Emanuel dijo que se quedó tirado en el piso de la camioneta, sin saber si las balas eran de plomo “o de goma” porque “no podía entender lo que estaba pasando”. En la cabina, en el asiento delantero, iban tres de los amigos, pero otros se pasaron adelante por temor a recibir un balazo. De acuerdo con el relato de Emanuel, la puerta trasera de la Ducato intenta ser abierta por Diego y otro de los jóvenes. Mauro sale gritando por el dolor que sentía, los otros chicos bajan y en ese momento, Emanuel ve que los policías terminan de abrir la puerta, los apuntan con sus armas y él ni siquiera atina a moverse porque tenía miedo de recibir un balazo. En ese instante es que advierte que Diego tenía “los ojos blancos, estaba conmocionado y se quebró”. Es la imagen que le quedó de su amigo porque los policías lo agarraron y lo bajaron, mientras él levantó los brazos “para que no me hagan nada”. Los hicieron bajar a todos, los tiraron boca abajo en el piso y les pusieron las esposas. Mauro les decía a los policías que quería despedirse de su hija “porque pensaba que se iba a morir”. Poco después llegó la ambulancia que llevó a Mauro hasta el hospital donde fue internado en terapia intensiva. Los policías le pusieron a Emanuel una capucha, pero como él es claustrofóbico, les pidió por favor que se la sacaran. Se la sacaron, luego de decirle que era “un maricón de mierda”. El testigo presencial estimó que habían pasado unos 45 minutos desde que se fueron del supermercado. Para explicar que ellos no tenían dimensión de lo que estaba ocurriendo, señaló que estaban “a metros de la comisaría, íbamos a pasar por ahí, para nosotros era un día normal, no veníamos esquivando nada, yo vivo a pocas cuadras…”. Los subieron a dos patrulleros a los seis ilesos, con Diego muerto en la camioneta y Mauro en el hospital. Emanuel comentó que el patrullero en el que lo llevaron el conductor era un hombre mayor. “Nos preguntó que cagada nos habíamos mandado y nos dijo ‘miren el quilombo que se armó por esta boludez’”, relató. Cuando estaban en el calabozo, un policía les preguntó “de quién era el fierro, una (Bersa) Taurus 40”. Los habían hecho desnudar y cuando ellos respondieron que no tenían “ningún arma”, los empujaron y los encerraron en el calabozo. Las preguntas eran “agresivas”. Los seis estuvieron en un “calabozo chiquito” hasta las 6 del día siguiente. Antes de irse les hicieron el dermotest porque “hubo un tiroteo”. Al principio se negaron y dijeron que ellos no habían hecho nada. “Nos dijeron que ellos no se iban a ensuciar por otra fuerza y entonces accedimos”, dijo. Más tarde, otro grupo les comunicó que estaban acusados de robo y les confirmaron que Diego Cagliero había fallecido. Cuando le preguntaron cuántos disparos había escuchado cuando iban en la camioneta, respondió que fueron “muchos, más de cinco seguro”. En ese momento se quedó “petrificado”, tirado en el piso. Ante una pregunta, consideró “un disparate” que digan que alguno de ellos tuviera un

Luego de la balacera que provocó la muerte de Diego Cagliero, tres uniformados y un cuarto policía con ropas de civil, subieron a la parte trasera de la camioneta en la que el joven iba con sus amigos. Esto se produjo cuando todavía estaba allí el cuerpo de la víctima y antes de que llegara la Policía Científica. En un video proyectado en el juicio oral, se vio al policía de civil dando indicaciones y manipulando “algo” que llevaba en la cintura. Esto sería clave para confirmar que la policía “plantó” dos armas —un revólver marca Bersa y una pistola de aire comprimido— para argumentar la fábula del “enfrentamiento” y ocultar un típico caso de “gatillo fácil”. Redacción: Carlos RodríguezEdición: Pedro Ramírez Otero Lo curioso es que el dato que ratificaría la maniobra policial, salió a la luz cuando uno de los abogados defensores intentaba demostrar que la parte acusadora había ignorado la existencia de una foto en la cual Cagliero, ya fallecido, aparecería “con un arma debajo del cuerpo y otra tirada en el piso”. El abogado defensor Fernando Lagares sostuvo que la foto fue tomada por Rosa Sofía Herrera, quien participó en el operativo en el cual fue asesinado Cagliero. El defensor introdujo el tema cuando Herrera declaraba como testigo en el juicio, sin hacer mención a la foto, que había sido sacada por ella misma.Lagares le señaló a la testigo su “omisión”, leyéndole lo que había dicho al prestar testimonio en la etapa de instrucción de la causa. La testigo aseguró, ante preguntas del defensor, que la Fiscalía “nunca se interesó por incorporar la foto” al expediente. Antes, para convencer a los jurados populares de la supuesta gravedad del “robo al supermercado” que dio lugar a la persecución de la camioneta Ducato, la testigo señaló que en el mensaje difundido a todos los móviles se decía que los autores del hecho eran “siete u ocho masculinos fuertemente armados”. El contragolpe estuvo a cargo de los abogados Fernando Sicilia, Iván Koffman y Emiliano Montini, quienes representan a los padres de Diego Cagliero. Le mostraron el video a Herrera y le preguntaron si podía reconocer a algunos de los policías que subieron a la camioneta antes de que llegara la Policía Científica. La testigo dijo que no reconocía a nadie, pero quedó en evidencia al reconocer que había subido a la camioneta para hacer las fotos, luego de que lo hicieron los cuatro policías no identificados. Antes de la intervención de Lagares dijo que no había subido a la Ducato. Luego prestó testimonio Elizabeth Rojas, quien el 19 de mayo de 2019, cuando fue asesinado Diego Cagliero, había participado en la persecución como compañera del subinspector Sergio Montenegro, acusado en la causa junto con el oficial Rodrigo Constatt. A los dos se los acusa de ser coautores de “homicidio agravado”. Entre los dos hicieron 13 disparos. Una bala disparada por Constatt fue la que mató a Cagliero, mientras que Montenegro hirió de gravedad a Mauro Tedesco. Elizabeth Rojas dijo que Montenegro bajó del móvil que compartían y que luego “lo perdió de vista”. Ella, en cambio, se quedó cerca del lugar donde quedó baleada la Ducato, sin intervenir en los hechos. Cuando le mostraron el mismo video en el que aparecen los cuatro policías que subieron a la Ducato, ella dijo que no podía identificar a nadie. Cuando le dijeron si era normal que un policía de civil interviniera en un hecho de tanta gravedad, dio una respuesta imprecisa, casi elusiva: “Desconozco”. Repitió lo mismo cuando le dijeron si podía reconocer al policía de civil que bajaba de la camioneta, moviendo las manos y dando indicaciones al resto de los efectivos presentes. También declararon como testigos, los policías Walter Martínez y Juan Pablo Lobaiza, que como todos los uniformados que prestaron testimonio, aseguraron que no hicieron disparos durante la persecución. “No hice disparos porque no había riesgo para mi seguridad”, señaló Lobaiza. En eso coincidieron también Herrera y Rojas. Los policías no vieron que llevaran armas los dos jóvenes que estaban en la cabina de la Ducato. Cuando el insistente Lagares le preguntó a Lobaiza si hubiera disparado en caso de ver un arma en poder de los jóvenes, sorprendió al abogado con su respuesta: “No lo sé”. En su declaración, la policía Rosa Sofía Herrera dijo que su compañero en el móvil era Martín Juárez, quien le comentó que “él había hecho un disparo”. La parte acusadora cree que hubo más de los 13 disparos admitidos por los policías. Y por supuesto, las pericias indican que las únicas balas disparadas eran de la policía.

Horacio Cagliero, el papá del joven asesinado por dos efectivos de la policía bonaerense, recordó que el día anterior a la muerte de Diego habían ido juntos al velatorio del “mejor amigo” de su hijo. “Después del sepelio lo dejé ir, porque quería ir a comer un asado con sus amigos. Lo tenía que haber subido al auto y llevarlo a casa. A los cuatro meses de su muerte nació su hijo, mi nieto, que no pudo conocer al padre”, declaró. Redacción: Carlos RodríguezEdición: Pedro Ramírez OteroFoto de portada: Carlos Rodríguez Lo último que hicieron juntos Horacio y Diego fue concurrir al velatorio y sepelio de Pablo Novaresco. “Era el mejor amigo de mi hijo y falleció el sábado, un día antes del asesinato de Diego”. Los padres del joven asesinado por la policía están separados y Diego, junto con su novia, estaban viviendo en la casa de Horacio. La joven tuvo un hijo de Diego “cuatro meses después” del trágico 19 de mayo de 2019. “No pudo conocer al padre”, señaló Horacio y su voz se quebró. El 19 de mayo, por la tarde, recibió un llamado de otro amigo de su hijo. “Me dijo que tenía que ir a la comisaría, pero que no me podía decir más. Lo primero que pensé fue ‘lo mataron a Diego’”. Julia, su pareja actual, se comunicó con el amigo y recibieron la confirmación. Cuando llegaron a la comisaría, una policía le dijo que su hijo se había “mandado una cagada”. El cuerpo de Diego ya estaba en la morgue. Les dio la mala noticia a Adriana, la mamá de Diego y a su hija menor. La mamá sufrió “un ataque de nervios”. A Horacio no le quedaron fuerzas “para avisarle a nadie más”.Afirmó que desde entonces no pudo hacer el duelo. “Mi hijo era músico, éramos los mejores amigos, él iba a ser papá”, dijo. Desde la muerte de Diego “nos metimos en esta lucha nuestra para que se haga justicia”. Durante 40 años, Horacio fue bombero, una institución que al principio pertenecía a la Policía Federal. Tanto el padre como el hijo, no habían terminado la escuela secundaria. “En 2007 nos recibimos los dos juntos, terminamos la secundaria juntos”, contó. Se sigue lamentando por “no haberme llevado a Diego a mi casa, en el auto, después del velatorio de su amigo, pero él quería ir a comer un asado con sus amigos y con algunos amigos del chico fallecido”. Recordó uno de sus últimos diálogos: “Me dijo que yo tenía mucha tos. ‘Si seguís así te vas a morir y no vas a conocer a tu nieto’”. Dijo que en el velatorio de su hijo hubo mucha gente: “Muchos hinchas de River, porque mi hijo trabajaba en una radio de River”. El abogado defensor Fernando Lagares, le hizo una pregunta malintencionada: “Hubo marchas de protesta frente al mercado de Martín Coronado, ¿usted participó de ellas?”. Horacio respondió que sí, que participó para “pedir justicia para Diego”.

La frase estuvo en boca del dueño del supermercado de Martín Coronado donde se produjeron los incidentes que derivaron en el asesinato de Diego Cagliero a manos de dos policías bonaerenses. El testigo sostuvo que no vio arma alguna en poder de Cagliero o de los siete amigos que lo acompañaban la tarde en que ocurrió el hecho. Los dichos fueron ratificados por un empleado de seguridad del comercio, quien aseguró que “ninguno tenía armas”. Redacción: Carlos RodríguezEdición: Pedro Ramírez OteroFoto de portada: Centro de Acción Cultural Diego Cagliero Lucas Carrasco y Roberto Alejandro Guerra, dueño y empleado del supermercado de Martín Coronado donde se produjeron los incidentes que derivaron en el asesinato de Diego Cagliero, fueron dos de los testigos que declararon en la segunda jornada del juicio oral que se realiza en los Tribunales de San Martín contra los dos policías involucrados. Un tercer testigo, el oficial Diego Reinaldo Torres, también puso en crisis la versión oficial que asegura que los policías imputados, el oficial Rodrigo Constatt y el subinspector Sergio Montenegro, provocaron la muerte de Cagliero e hirieron de gravedad a Mauro Tedesco, en el marco de un “tiroteo” con ocho jóvenes que tenían dos armas en su poder y que las usaron. El 19 de mayo de 2019, cuando ocurrió el hecho, el oficial Diego Reinaldo Torres era integrante del Comando de Patrullas de Tres de Febrero, al igual que los dos policías imputados. Torres participó en el operativo de búsqueda de la camioneta Ducato en la que iban los jóvenes, acusados de haberse llevado del supermercado algunas mercaderías sin pagar. Este testigo relató que él fue quien, con el móvil policial a su cargo, se cruzó en el camino de la Ducato, y se produjo un roce entre los dos vehículos. El encontronazo sucedió cuando el conductor de la camioneta intentó esquivar al móvil policial. Torres precisó que en ese momento escuchó “dos tandas de disparos”. Torres aclaró, de todos modos, que no vio ningún arma en la camioneta. Precisó también que no utilizó su arma reglamentaria por considerar que “no era el recurso adecuado para ese momento” dado que su vida “nunca estuvo en peligro”. Es importante lo dicho por Torres sobre las “dos tandas de disparos”. En la causa está probado que el oficial Constatt realizó diez disparos con su arma reglamentaria, uno de los cuales provocó la muerte de Cagliero. El subinspector Montenegro, por su parte, apretó tres veces el gatillo y con una de sus balas hirió de gravedad a Tedesco. Los dos policías están acusados de “homicidio agravado” y por “homicidio en grado de tentativa” de Tedesco y de los otros seis jóvenes. La balacera se produjo porque los amigos trataban de llevarse sin pagar algunas mercaderías. Al tema se refirió el primer testigo, Lucas Carrasco, dueño del supermercado de Martín Coronado. Ese día estaba en la caja, atendiendo a una clienta que le advirtió “te van a robar”, ni bien vio entrar al comercio a seis de los ocho amigos. La mayoría llevaba puestas camisetas de fútbol (River, Boca, Juventus), un dato que parece haber incentivado en la clienta el fantasma de la “inseguridad” que alimentan los medios masivos de comunicación. Carrasco llamó a su jefe de seguridad, para que observara los movimientos de los jóvenes a través de las cámaras de seguridad. Fue así que advirtió que uno de ellos ocultaba mercaderías debajo de sus ropas.Eso derivó en un conflicto entre Carrasco y Guerra, el encargado de seguridad, con los seis jóvenes, que ya habían salido del negocio y estaban en la camioneta Ducato. A pesar de todo, Carrasco aclaró que en ningún momento vio un arma en poder de los jóvenes. Guerra coincidió en afirmar que “ninguno tenía armas”. Los jóvenes devolvieron algunas de las mercaderías, pero como se llevaron otras, Carrasco los empezó a perseguir con su automóvil. Fue entonces que se cruzó con un móvil del Comando de Patrullas de Tres de Febrero. Allí comenzó la persecución policial, de la que participaron entre cinco y ocho patrulleros, según las distintas versiones de los testigos que declararon hasta ahora. Una frase de Carrasco pone de relieve la insensatez de una búsqueda salvaje. Dijo que se sorprendió cuando los policías volvieron al supermercado y le dijeron que tenía que ir a prestar declaración porque “habían tenido un tiroteo en el que había muerto una persona”. Cuando le preguntaron qué sintió al enterarse de lo sucedido, respondió: “Me sorprendí, porque no lo podía creer, en base a los hechos que sucedieron en el supermercado”. También declararon otros tres testigos: Analía Ibáñez, que era oficial de servicio de la Comisaría quinta de Eufrasio Álvarez, quien se hizo presente en el lugar de los hechos cuando comenzó la investigación; Juan Tripi, un motoquero convocado para ser testigo del procedimiento policial; y Gabriela Segundo, cabo de la Gendarmería, quien participó en las pericias. La oficial Ibáñez dijo que estuvo en el lugar del hecho, pero no ingresó a la camioneta Ducato. Señaló, sin embargo, que en el lugar los policías “secuestraron” dos armas, “un revolver marca Bersa y una pistola de aire comprimido”. En la causa se demostró que el revólver no fue usado. La Fiscalía y las querellas aseguran que esas armas fueron “plantadas por los policías” para apuntalar la versión oficial del “enfrentamiento”. El testigo Tripi, apenas señaló que vio una botella cerrada de vodka y un frasco con chimichurri, que serían las mercaderías no devueltas por los jóvenes que motivaron la persecución mortal. La cabo Gabriela Segundo mencionó la existencia de una pericia realizada al móvil policial en el que iba el testigo Diego Reinaldo Torres. Según dijo la cabo de Gendarmería, el vehículo policial presentaba golpes, producto del encontronazo con la camioneta Ducato, y un orificio producido aparentemente por un proyectil. Lo que no queda claro es si esa pericia intenta robustecer con una prueba “armada” la alicaída versión del “enfrentamiento” o si es el resultado de las dos “tandas de disparos” de la propia fuerza