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Gátillo fácil en Córdoba: marcha de familiares y una extraña respuesta policial

Escrito por el mayo 12, 2014


Lorena, la primera a la der., y una
bandera dolorosa

(Por La Retaguardia) Exequiel Barraza fue asesinado el 23 de marzo pasado por un policía de civil. Su caso se suma al de otros tres jóvenes que murieron en manos de las fuerzas de seguridad de la provincia de Córdoba en el transcurso de un mes. Dialogamos con Lorena Barraza, que nos contó lo que sucedió con su hermano. Además, Lucrecia Fernández de la Coordinadora Antirrepresiva se refirió a la organización que se está generando entre los familiares, que realizaron una marcha hasta la jefatura policial la semana pasada. La policía, en un hecho poco habitual, salió al cruce de la movilización con un comunicado donde dice que los chicos estaban robando y fueron muertos en enfrentamientos.

“Exequiel desapareció en la noche del 23 de marzo pasado. Yo lo había visto que estaba drogado, había tomado unas pastillas, entonces salimos a buscarlo pero no lo encontrábamos. A las tres y media de la mañana encontramos un chico NN en el Hospital de Urgencias, dijimos si podíamos verlo para ver si era mi hermano, y nos dijeron que no porque había entrado al quirófano de urgencia. Le dimos los datos de mi hermano y a las ocho nos llamaron para darnos el informe porque había salido de quirófano. Falleció a las once y media de la mañana. Uno de los proyectiles tocó el intestino delgado, el grueso, uréter y arteria. Ese fue el motivo de la muerte, porque él se desangró en el lugar del hecho, más lo que se desangró en el quirófano. El fiscal nos dijo que nos iban a entregar el cuerpo el día 25 al mediodía porque iba a tener una autopsia profunda porque él tenía golpes. Cuando lo vimos, mi hermano estaba desfigurado de los golpes que tenía. Lo trajeron el 25 a los dos de la mañana, no le hicieron la autopsia, cuando nos lo entregaron vimos cómo estaba golpeado, y le saqué fotos. Tiene lastimada la cara, está raspado, le falta un pedazo de labio, hasta el testículo tiene lastimado, rodilla, piernas, porque a él después que le dispararon, lo ataron y lo lincharon”, relató Lorena Barraza en diálogo con La Retaguardia.
“Dicen que intentó robar, mi hermano trabajaba, siempre trabajaba, nada más que estaba perdido por la droga estos últimos cuatro meses. Dicen que intentó robar y que el policía le disparó pero tiene cuatro tiros por la espalda, y dos de frente”, agregó Barraza.
En las últimas semanas, Lorena se reunió con familiares de otras víctimas de la policía de Córdoba y organizaron, junto a organismos de derechos humanos, una gran movilización el pasado miércoles 7 de mayo por las calles del la capital provincial.
“Se sumaron muchos casos, y participó mucha gente”, referenció Barraza. Una de las organizaciones que se acompañó el reclamo de los familiares fue la Coordinadora Antirrepresiva. Lucrecia Fernández, integrante de esa organización habló con el programa radial de la Red Nacional de Medios Alternativos, Enredando las Mañanas (ELM). 
En este marco, afirmó que el caso de Exequiel Barraza es emblemático, ya que se trató de un supuesto caso de robo en el que actuó un policía de civil, y en el que la víctima fue linchada, baleada, atada, golpeada y luego recién llevada al hospital.
La familia Barraza comenzó a organizarse con la de Lautaro Torres, asesinado por un policía. Su madre, Natalia Suárez, una joven en estado de prostitución, había denunciado a una red de trata de personas de la que consiguió escapar hace apenas meses; el otro caso es el de Ezequiel Ávila, que murió tras agonizar diez días en un hospital por una golpiza que recibió cuando fue detenido.
“Después se sumó un cuarto caso –agregó Fernández a ELM–. La golpiza a un preso que había caído por una riña. Era albañil, y aparentemente se peleó con sus compañeros, lo detienen por una contravención y aparece ahorcado a las horas en la celda, con una serie de golpes en el cuerpo, que es una manera que está sucediendo hace ya un par de años en el interior de la provincia de Córdoba. Fueron muchos casos en un mes, los organismos nos empezamos a reunir con los familiares para llevar adelante esta movilización, que fue muy convocante”.
La marcha estuvo encabezada por más de cien familiares de víctimas de la policía: “no tenemos precedentes de semejante convocatoria. Que se genere una red y empiecen a encontrarse es muy importante para ellos y ha generado esta movida”, agregó la integrante de la Coordinadora Antirrepresiva.
Ante esta movilización hubo una reacción policial extraña para estos casos. Unos días antes, desmintieron que se hubiera tratado de casos de gatillo fácil y presentaron cada caso como enfrentamientos en ocasión de robo. Cotejando esta información con la denuncia de los familiares, viene a la memoria el recuerdo de los enfrentamientos fraguados durante la última dictadura cívico militar. En todo caso, cabe también analizar cuánto de respaldo social hay para estas prácticas policiales. Parece ser que si un joven es sorprendido robando, pierde todos sus derechos. También conocemos muchos otros casos en los que no hubo robo de por medio, pero se presentó la historia oficial como si lo hubiese habido.
Además de la masividad, hubo un hecho negativo que también diferenció a esta movilización: “la reacción de la policía fue distinta. El operativo fue monstruoso. Había una enorme cantidad de policías de civil infiltrados, en su mayoría mujeres, que incluso comenzaron a arengar en contra de los familiares”, contó Fernández.
Según denunció Fernández, se trató de una clara provocación en busca de una reacción violenta de los familiares, pero no lo consiguieron. Por el contrario, las familias están comenzando a reunirse, a articular también con organizaciones sociales y de derechos humanos, y a hacer de las peleas individuales una gran lucha colectiva en contra del gatillo fácil, la represión policial, y también contra el silencio cómplice que hay alrededor de estos hechos.

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