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Crónica del juicio -día 8- El show del horror

Escrito por el enero 14, 2019


Hace un mes comenzó el juicio por el asesinato y desaparición de José Díaz en el marco del copamiento del cuartel de La Tablada. Una búsqueda de justicia que lleva 30 años y que en estos 30 días ha aportado pruebas no solo de la responsabilidad del General Arrillaga, el único imputado en esta causa, también la de otros militares que participaron del operativo; y, sobre todo, el encubrimiento judicial que tiene al exjuez Gerardo Larrambebere a la cabeza de la garantía de impunidad.

En la octava audiencia declararon dos testigos: Omar Ricardo Medina, exconscripto, y Joaquín Ramos, militante del Movimiento Todos por la Patria (MTP). El testimonio más fuerte sin dudas fue el de Ramos, cuyo relato provocó el llanto de gran parte del público: compañeras, compañeros, hijos e hijas de desaparecidos, y de las más fuerte portadora de la sonrisa como bandera, Nora Cortiñas, presente en la sala.
Con 19 años, Joaquín fue uno de los 46 militantes del MTP que entraron al Regimiento de La Tablada el 23 de enero de 1989. Ratificó lo que testimoniaron sus compañeros en las audiencias anteriores: lo que los militares relatan como la “recuperación del cuartel” fue un intento de aniquilamiento. “Teníamos en claro que si no nos íbamos antes de las 9 de la mañana del cuartel, la operación había fracasado, entonces ya la cuestión era sobrevivir. Fue un show del horror que se podría haber evitado”, relató Ramos, a quién le pegaron cuatro tiros a las pocas horas de haber ingresado, “tres en el hombro, y uno me entró por la ingle y me salió por la nalga, no sé cómo corrí hasta el Casino de Suboficiales. Estabamos buscando la manera de salir, moviéndonos de habitación en habitación. El 24, decidimos salir por la Plaza de Armas: ‘Si nos van a matar, por lo menos que los periodistas nos vean’. Yo pensé que nos mataban a todos”. Ramos continuó relatando lo que los anteriores testigos dieron a conocer al Tribunal: las torturas posteriores a la rendición, aquello que la defensa intenta sistemáticamente frenar, alegando un “exceso en el objeto procesal” y solicita, como lo hizo en otras audiencias, que el testigo se detenga, para impedir el relato de las torturas.  Joaquín sigue: “Mi máxima preocupación era saber quiénes estaban ahí, si estaba mi hermano, venían, me pegaban a ver si estaba muerto o vivo. A las chicas y a (Sergio) Paz les pegaron un montón”. Ramos estaba cerca de la puerta de la habitación, y sentía a los que sacaban y entraban porque los militares los hacían pasar por encima de él, pisándolo “En un momento escucho a Carlos Samojedni que dice ‘No me peguen, estamos en democracia’, esa fue la última vez que lo escuchamos con vida”. Joaquín rompió en llanto, Norita y quienes están detrás suyo, también. “Los militares se llevan a Pancho, que me pasa por encima, y lo sacan de la habitación, y lo escucho a Pancho, escuchaba como lo torturaban”.
Ramos, además de llevar la angustia de tantos años sin justicia por sus compañeras y compañeros de militancia fusilados y desaparecidos, lleva el dolor de su hermano, Pablo Martín Ramos, que también participó en el copamiento de La Tablada. Cree que fue fusilado tras haberse rendido: “Cuando fui a declarar le pregunté al Juez Larrambebere por mi hermano, y me dijeron que estaba en la lista de los muertos”. A los días, Joaquín reconoció a su hermano en una foto publicada en Diario Popular. “Hicimos una causa que nunca avanzó”. Pablo Ramos aparece entre los muertos con ocho tiros, uno en la cabeza y a corta distancia, según la autopsia. Tanto Pablo Ramos como el resto de los que se rindieron el 23 de enero están muertos, relfexionó Joaquín: “¿Cómo puede ser que no haya ningún detenido del primer día?”. Otro de ellos es Ricardo Veiga, a quien sus compañeros reconocieron en los archivos de fotos y videos en los que se lo ve salir por la ventana de la Guardia de Prevención junto a José Díaz e Ivan Ruiz, dos de los desaparecidos.
Cuando el tribunal lo despidió y dio por concluido su testimonio, Ramos se acercó al micrófono: “Lo único que quería decir es que por el tema de mi hermano nos ha quedado una angustia muy grande, a mí y a mi familia, porque no sabemos qué pasó. Por lo menos pudimos enterrarlo, pero a las cuatro familias (Díaz, Ruiz, Samojedny y Provenzano) no les han entregado del cuerpo, y eso es de una crueldad inmensa”, finalizó mirando a Arrillaga. Daniel, el hijo de José Díaz, y Norita seguían llorando. Joaquín salió aplaudido de la sala, como todos los militantes.

 *Este diario del juicio por los desaparecidos de La Tablada es una herramienta llevada adelante por integrantes de La Retaguardia, FM La Caterva y Agencia Paco Urondo, con la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguinos diariamente en http://desaparecidosdelatablada.blogspot.com

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