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Escrito por el noviembre 17, 2019





Finalmente, y de madrugada, parte de la oposición y el oficialismo llegaron a un acuerdo para que Chile deje atrás la Constitución de 1980 y redacte una nueva Carta Magna. El proyecto inicial presentado por la oposición sufrió modificaciones sustanciales, y el discurso del Presidente del Senado, Javier Quintana Leal (del Partido por la Democracia), donde habló de paz, y victoria de la ciudadanía, se apareció disociado de lo real cuando el mismo viernes 16 las calles de Santiago y de diferentes lugares de Chile fueron copadas nuevamente por manifestantes muy enojados y enojadas con el acuerdo. 

(Por La Retaguardia y Radio Presente desde Chile)

📝 Texto 👇
👉 Rodrigo Ferreiro (La Retaguardia)

📷 Fotos 👇
👉 Natalia Bernades (La Retaguardia)
👉 Andrés Masotto (Radio Presente)


📷 Foto de Portada: Andrés Masotto

En líneas generales, la nueva Constitución se va a redactar desde cero, “hoja en blanco”, como se plantea en la jerga republicana. En abril de 2020 se llamará a un plebiscito vinculante donde los y las chilenas deberán elegir entre modificar o no la ley fundamental. Si optan por el Si, tendrán que volver a seleccionar una de dos opciones: elegir la mitad o la totalidad de los constituyentes. La palabra Asamblea no aparece en el acuerdo, decisión que es política y no gramatical. La elección se llevará a cabo en octubre, junto con los comicios de gobernadores regionales y alcaldes. Tendrán doce meses para redactar la nueva Constitución, que luego será ratificada por un plebiscito ratificatorio, de voto obligatorio y 60 días después de entregada la propuesta. Es decir, que los y las chilenas deberán esperar dos años para ver finalizado todo el proceso. Justo el tiempo que le queda a Piñera de mandato.

Foto: Natalia Bernades

Uno de los temas álgidos y muy mal recibidos del proyecto es el porcentaje de quórum necesario para que se apruebe cada artículo constitucional. Dos tercios de los constituyentes deben levantar su mano para que la propuesta se convierta en ley, lo que implica que con solo juntar a un tercio se puede vetar un artículo y dejar ese tema sin legislación constitucional. Es decir, la derecha chilena, luego de un mes de protestas, tiene cinco meses para hacer lobby y conseguir los votos necesarios que obturen cualquier tipo de avance en leyes sociales para el pueblo chileno. No parece ser un trato que invite a descorchar botellas.

Foto: Andrés Masotto

El viernes por la mañana, los medios tradicionales chilenos y gran parte del mundo político partidario amaneció exultante. En una acción que fue vendida como improvisada, la Plaza Italia, epicentro de las protestas, fue intervenida por telas blancas y la palabra Paz. Se transmitió en cadena, desarmaron todo y se fueron. Demasiado organizado para ser fruto de la decisión de un amanecido. Sin embargo, al pasar las horas las secuelas del acuerdo fueron apareciendo. El Partido Comunista chileno, que se autoexcluyó de las discusiones, emitió un duro comunicado, resaltando que no se escuchó al pueblo y que es necesaria una Asamblea Constituyente. Pero el golpe más fuerte fue cuando alrededor de las 17.30 la Plaza Italia, ya despojada de la palabra Paz matutina, comenzó a poblarse de ciudadanos y ciudadanas. Hacia las 18, los Carabineros, con orden clara de no dejar copar la Plaza, tuvieron que retroceder y el espacio fue invadido. Las banderas chilenas, mapuches y con consignas variadas se adueñaron del lugar, y también aparecieron nuevos carteles, con la palabra traición repetida, y discursos duros, como los de las representantes feministas planteando que, nuevamente, ninguna de las demandas observadas en movilizaciones y cabildos había sido escuchada.. Los pacos volvieron a reprimir fuerte, pero la gente no se movió y dejó en claro que lo aprobado no es bien recibido y se hizo a espaldas del pueblo. El disconformismo con la casta política fue evidente.

Foto: Natalia Bernades

Hacia la noche, las esquirlas de la manifestación llegaron al seno de algunas coaliciones opositoras. En Comunes, que pareció ir en conjunto hacia el acuerdo, se divisaron grietas que lo hacen tambalear, y Convergencia Social sufrió renuncias, como las del Alcalde de Valparaíso Jorge Sharp. Las redes sociales internas de cada partido mostraron un fuego cruzado que nada tiene que envidiarle al de carabineros contra el pueblo. El costo político de pactar hacia la madrugada, con la derecha y resignando casi todo parece ser alto y la foto de la dirigencia charlando en La Moneda como si fuera una fiesta de fin de año tampoco ayudó demasiado.

Foto: Natalia Bernades

Piñera no apareció, al menos figurativamente, en toda la semana. No fue él quien anunció el acuerdo sino su ministro del interior y, si bien fue consultado permanentemente, ni se lo vió por La Moneda. Se hace complejo imaginar de qué modo se va a sostener en el poder por dos años más, sobre todo luego de observar que la ciudadanía sigue inflexible pidiendo su salida. En síntesis, el día viernes 15 de noviembre comenzó con esperanza para la clase política y la derecha chilena, que imaginó una jornada de paz y sin zozobras. Pero una porción enorme del pueblo no las dejó descansar.

Foto: Natalia Bernades

Foto: Andrés Masotto

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