«Esta chiquita no la retira ni Videla»
Por LR oficial en Derechos Humanos, juicio brigadas
Silvia Valenzi fue secuestrada y está desaparecida. Estaba embarazada. Los represores del Pozo de Quilmes la llevaron a un hospital para el nacimiento de Rosa. Después la trasladaron al Pozo de Banfield. La voz de su hermana. Al doctor que atendió el parto le pusieron una bomba y continúa declarando. Una enfermera y una partera le avisaron a la familia sobre el nacimiento y luego fueron desaparecidas. El director del hospital borró los registros del nacimiento y otra partera no recuerda. El rol del médico policial Bergés, imputado en el juicio Brigadas, quien goza de prisión domiciliaria. (Por La Retaguardia/Pulso Noticias)
✍️ Redacción: Paulo Giacobbe
💻 Edición: Fernando Tebele
📷 Foto de portada: Captura Trasmisión La Retaguardia/Pulso Noticias
El 5 de abril de 2022 en el juicio por los crímenes de lesa humanidad cometidos por las brigadas de Banfield, Quilmes y Lanús en los centros clandestinos de detención tortura y exterminio Pozo de Banfield, Pozo de Quilmes y El infierno, declaró Rosaria Isabella Valenzi. Contó que su hermana, Silvia Mabel Isabella Valenzi, fue secuestrada. Estaba embarazada de cuatro meses y permaneció cautiva en el Pozo de Quilmes; desde ahí los represores la trasladaron al Hospital Iriarte de esa localidad, muy cercano al centro clandestino. En el hospital tuvo una beba a la que llamó Rosa, apodada cariñosamente Rosita. A las pocas horas, integrantes de la Policía de la Provincia de Buenos Aires la volvieron a trasladar, pero ahora al Pozo de Banfield. La beba y Silvia permanecen desaparecidas. El parto ocurrió en la madrugada del 2 de abril de 1977. Al finalizar su testimonio, Rosaria Isabella Valenzi agradeció a quienes la ayudaron en la búsqueda de su hermana y sobrina: “Agradecerle al Doctor Blanco, que todavía sigue… pobre y a Generosa Fratassi que dio su vida por querer hacer un bien, a la partera que también dio su vida (María Luisa Martínez), a todos. Menos a la partera que sí estaba en el nacimiento y cuando la citaron dijo que no se acordaba”.
En esas pocas palabras dice todo. Desde abril de 1985 hasta abril de 2022, el doctor Justo Horacio Blanco se presentó a los tribunales todas las veces que fue requerido. Blanco fue el médico que asistió a Silvia Valenzi en el parto de Rosa. En su testimonio en el Juicio a las Juntas Blanco dijo que “junto a personal policial”, Jorge Bergés, ex médico de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, fue quien trasladó a Silvia hasta el Hospital de Quilmes. Blanco desalojó al personal policial de la sala de partos y al quedarse solo con la secuestrada pudo saber su nombre y apellido. También presenció que por la mañana, Jorge Bergés, junto a otros policías de La Bonaerense, sacaron a Silvia de su cama, la tiraron en la caja de una Pick-up sin identificar y se fueron del hospital.
La enfermera Generosa Fratassi y la partera María Luisa Martínez no estaban en el hospital al momento del parto. Pero enteradas de lo ocurrido se contactaron con la familia de Silvia Valenzi para que fueran al hospital y retiraran a Rosita. Esa acción les costó la vida. Fueron secuestradas y llevadas al Centro Clandestino de Detención Tortura y Exterminio El Vesubio. Las asesinaron y las enterraron como NN en el Cementerio de Lomas de Zamora. Sus restos fueron recuperados por el Equipo Argentino de Antropología Forense.
Norma Brola es la partera a la que Rosaria no le agradeció. Brola estuvo en el parto donde nació Rosita y nunca aportó ningún dato a la Justicia pese a que fue llamada varias veces a declarar. No recordó que Bergés fuera parte de la patota de la Policía de la Provincia que trasladó a Silvia. No lo vio. “Durante ese día porque fue en nuestra guardia, nació, dio a luz, un feto femenino”, dijo el 15 de mayo de 2002, en el Juicio por la Verdad, en relación al nacimiento de Rosita. Luego tuvo que aclarar que nació viva y pasó a neonatología con bajo peso. “La madre quedó en la maternidad cuando yo me retiré y la niña quedó en Neonatología. Lo que pasó después no sé”. Se fue a la mañana temprano y volvió a los cuatro días. No vio cuando a Silvia la trasladaban ni supo qué pasó con la beba, aunque deslizó que podría haber muerto. Entre tantos partos y el paso de los años no recordó mucho más, aunque fue uno de los eventos más comentados del hospital, ni se interiorizó sobre los hechos. Entró en contradicciones y no pudo precisar fechas. La persistencia de su desmemoria merece algún reconocimiento en el podio de la impunidad.
En cambio, se le activaron los recuerdos para hablar de sus compañeras de trabajo, Generosa Fratassi y la partera María Luisa Martínez: “desaparecieron porque ellas eran Montoneras, las dos…”.
Según la transcripción del juicio, el Juez Leopoldo Schiffrin le dijo en ese momento:
―Ehhh…
Entonces Leonor Brola lo repitió:
―Ellas eran Montoneras, las dos…
―Pero… dígame una cosa…
―Y desaparecieron. Las fueron a buscar un día al hospital y desaparecieron…
―¿Y cómo sabe que eran de la organización Montoneros? ―quiso saber el juez.
―Porque ellas lo decían…
La partera no relacionó las desapariciones con el aviso a la familia, pero “todo puede ser”. Apuntó que “participaban, así por comentarios también, de reuniones (en el hospital), la Señora María Luisa Martínez tenía una hija detenida, el yerno también y ella entabló mucha relación para poder ayudarlos”.
―Estaría mezclada e interiorizada en algunas cosas y nunca supimos… ―continuó Brola.
Silvia Mabel Isabella Valenzi también militaba en Montoneros (igual que su compañero, el padre de Rosa, Carlos Alberto López Mateos) y desde Hospital Iriarte de Quilmes la bajaron al Pozo de Banfield.
Teresa la que nació presa
“Siempre fui Teresa la que nació presa, pero si hubiera nacido presa hubiera tenido mejores condiciones, porque la verdad es que nací desaparecida y torturada”, dijo Teresa Laborde el 29 de marzo en el Juicio. Teresa es una de las hijas de Adriana Calvo y de Miguel Laborde. Su nacimiento fue en el asiento trasero de un auto en movimiento, cuando trasladaban a su madre de un centro clandestino a otro. “No tuvieron la deferencia siquiera de desatarle las manos para que me pudiera sostener. Cuenta mi mamá que quedé colgando”. Así llegaron al Pozo de Banfield.
“Hay una historia que es la que más importa para mí, y por la que estoy acá ahora sentada. Es para agradecerles a los familiares de las mujeres que nos salvaron la vida a las dos. La historia de esa muralla humana que hicieron para que no me lleven”, continuó Teresa.
Con la excusa de fumigar la celda, los represores querían echar una pastilla de gamexane. Le ordenaron a Adriana que les entregara a Teresa, para que no respirase el veneno. Adriana se opuso y una veintena de mujeres formaron una muralla humana impidiendo que los represoresser llevarann la beba. “Nos tenían que matar a todas, era una muralla humana que no podían atravesar”, describió Adriana Calvo en reiteradas oportunidades. En juicio les brindó a ellas su homenaje hasta que todos los genocidas vayan a parar a la cárcel.
Entre esas mujeres estaba Silvia Isabella Valenzi. Teresa lo recordó en el juicio: “Patricia Huchansky, María Eloísa Castellini, Manuela Santucho, Cristina Navajas, Alicia D’Ambra, Silvia Mabel Isabella Valenzi y Mabela Adela Garín. Esas mujeres…, ya sabemos lo que pasó y sigue pasando con los bebés, porque muchos bebés de esas mujeres no sabemos donde están. Hicieron una muralla y lograron que me quede con mi mamá”. Adriana Calvo sostuvo en brazos a Teresa contra la pared y adelante todas las mujeres gritando. Resistiendo. Un acto nunca visto por esos apropiadores, que retrocedieron.
“Se manejaban fundamentalmente por la solidaridad. Ahí me quedé con mi mamá. Después pasaba de celda en celda. Yo pasaba de brazo en brazo, todas me querían tener un poquito. A pesar de todo lo que estaban pasando tenían amor para darme, alegría y ternura. Entonces ella aprovechaba y dormía. Mi imaginario siempre fue que me criaron como lobas, no lo sé, pero creo que me amamantaron y todo. Mi madre nunca me lo pudo corroborar, eso para mí es lo más importante. La solidaridad que tenemos en el ADN y que es lo que nos quisieron robar”. Esas mismas mujeres también dejaban de comer para que Adriana pudiera alimentarse y alimentar a Teresa. La comida no era una característica del Pozo de Banfield.
Silvia le contó a Adriana su historia mientras compartían cautiverio en el Pozo. Cuando llegó el Juicio a las juntas, la primera testiga, Adriana, declaró como sobreviviente: “Estaba una chica, la cual yo por muchos años no recordé su nombre. Me acordaba el apodo, le decían «La Gata». Era muy bonita, rubia, y ella me contó su parto y yo realmente pensé…, pensé que se había vuelto loca, porque después de haber visto el parto de Inés Ortega, de haberlo oído, después de haber vivido mi parto, después que me habían contado el parto de María Eloísa Castellini, lo que esta chica me contaba me parecía increíble, y yo pensé realmente que de las torturas había quedado loca, tanto es así que no recordé esta historia durante mucho tiempo. Esta chica me contó que había estado secuestrada en el Pozo de Quilmes, así lo llamaba ella, que la habían llevado en el momento del parto al Hospital de Quilmes, que la habían internado en el Hospital de Quilmes y que había tenido su criatura en una cama de un hospital municipal. Que la habían atendido una partera y una enfermera, y que ella les había dado a la partera y a la enfermera su nombre y el teléfono, no sé si la dirección, la forma de comunicarse con su madre, y que ella tenía la esperanza de que le hubieran avisado. Me dijo que había tenido una mujer, y yo no le creí, no podía creer que fuera verdad, y que después le habían quitado a la nena y que la habían llevado allí. Muchos años después me enteré que «La Gata» era Silvia Mabel Isabella Valenzi, y que toda esta historia era verdad”. Abril de 1985. Desde esa época se sabe el rol que cumplió Jorge Bergés dentro de la maternidad clandestina del Pozo de Banfield. Adriana Calvo falleció en 2010 y en el Juicio Brigadas se proyectó su testimonio de 2006. Quien le aseguró que esa historia era verdad fue Chicha Mariani, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo. Chicha murió sin poder recuperar a su nieta, Clara Anahí.
Entre el 23 y el 25 de abril ocurre un traslado masivo en el Pozo de Banfield y, desde ese momento, Silvia está desaparecida.
El Hospital Iriarte de Quilmes
En el libro de partos del hospital quedó asentado el ingreso de Silvia Valenzi; el 2 de abril a las 3:15 tuvo a Rosa. Luego alguien tachó el nombre y puso NN. El libro del Servicio de Neonatología inscribió el nacimiento de (Rosa) Isabella Valenzi el 2 de abril y su fallecimiento el 7 del mismo mes. Nadie firmó ninguna partida de defunción. No se entregó ningún cuerpo. La historia clínica desapareció, como Silvia y como Rosita.
Después del 2 de abril de 1977, a la madre de Silvia le llega un anónimo. Su hija desaparecida tuvo una beba en el Hospital de Quilmes y tenía que ir a buscarla. Volvemos al testimonio de Rosaria Isabella Valenzi de 2022, en el Juicio Brigadas: “Mi mamá fue (al hospital) el 10 o el 11 de abril, porque esperaba que el cura de City Bell la acompañara, al final no la acompañó y fue sola”. En el hospital tomó contacto con el “doctor García” que le exhibió el libro de partos.
―Sí, acá nació la nena. Vaya a hablar con el director para poder retirarla ―le reconoció García a la madre de Silvia y Rosaria, abuela de Rosa.
Roberto Iriarte, Tito para sus amigos, era el director del hospital en ese momento. “Fue a hablar con el director y la sacó poco menos que a empujones”, contó Rosaria. Iriarte negaba todo. La presencia de la policía, el parto de Silvia, el nacimiento de Rosa, el segundo secuestro de Silvia. Negaba y apañaba.
―No le niegue porque el doctor García ya le mostró el libro donde está anotada ―lo increpó Generosa Fratassi. La enfermera había decidido acompañar a la abuela de Rosa hasta el despacho de la dirección.
―Vos metete en tus cosas, en tu trabajo ―fue el reto de Iriarte.
Pero la abuela de Rosa va a seguir insistiendo. “Después de un mes le dicen a mi mamá (cuenta Rosaria) que la nena había muerto. Mi mamá va el 10 o el 11 de abril y no le dicen que habían muerto, García le dice que vaya a pedirle permiso al director para llevársela, así que hay una mentira fabulosa”, razona la tía de Rosita. Fraguar la muerte era el último paso de la apropiación.
El jefe de Neo
Adalberto Pérez Casal era el jefe de Neonatología. En su declaración del 20 de junio de 2001 en los Juicios por la Verdad, dijo que Roberto Iriarte le ordenó cambiar el apellido de Rosa en la ficha.
“Yo llego ese día (2 de abril) alrededor de las nueve y cuarto de la mañana. Estaban los médicos, un poco así alterados. Nosotros teníamos el servicio que era de la parte de internación y un office de médicos. Estaban los médicos charlando y ellos me dicen: está internada la chiquita, o el chiquito, ya no me acuerdo, de una guerrillera… Yo transfiero las palabras que me dijeron los médicos en aquél momento… “, comenzó su testimonio Pérez Casal.
Cuando se está poniendo al día de las novedades, una enfermera le avisa que alguien quiere verlo. Varias veces declaró en la justicia Pérez Casal, al principio ese alguien era Bergés, luego fue simplemente alguien. “Me encuentro con una persona que era de anteojos negros, alta, pelo muy cortadito acá, morocho, bigotes y me pregunta por la chiquita que se había internado”.
Ese alguien estaba interesado por la beba y le ordenó: «Esta chiquita no la retira ni Videla».
Pérez Casal le contesta que solo la madre la puede retirar. La charla entre alguien y el Jefe de Neonatología para definir quién podía retirar a la beba finaliza cuando ambos van al despacho de Roberto Iriarte, director del hospital. El despacho tenía la precaución de tener dos puertas. Todo va a transcurrir como si fuera un paso de comedia, pero se trata de un paso más en un plan sistemático de apropiación de menores. Según el Jefe de Neo, él entró por una puerta mientras alguien esperaba en el pasillo, salió por otra puerta y esperó en otro pasillo. Entró alguien y después de media hora la cosa estaba resuelta. Alguien salió por donde había entrado y se fue. Pérez Casal volvió a entrar sin enterarse que había pasado y charló con el director. Fue ahí cuando le dijo que había que alterar los registros del hospital. Pérez Casal se negó. El director le dijo que haga lo que quiera y que podía terminar en un zanjón.
Rosa no está
La abuela de Rosa se entrevistó con Adalberto Pérez Casal en la búsqueda de su nieta.
―Su nieta no está pero nadie se la llevó ―fue su respuesta.
“Una cosa muy rara, se ve que tenía bastante miedo este doctorcito y no se atrevía a decir la verdad”, analiza Rosaria sobre la respuesta del Jefe de Neo.
Pérez Casal lo contó así: “Una señora gordita me acuerdo, el pelo blanco, y yo le puedo asegurar… primero le preguntó al doctor García, que era el Jefe de Servicio de Maternidad y me preguntó a mí, yo le digo: ‘Mire, su nieta no está, pero nadie se la llevó’. Fíjese qué doble sentido que le estaba diciendo… Yo después hablé con la hija, le expuse que yo le había dicho esto, pero claro, no lo interpretó, yo no le podía decir está, es esa. Sinceramente no. Le dije: ‘No está, pero nadie se la llevó’. Había un contrasentido en lo que yo le estaba diciendo a la abuela. En ese momento aparece nuevamente el doctor García y dice: ‘Vaya a verlo al doctor Iriarte, que es muy bueno, que le va a dar…’. Bueno, no sé si lo fue a ver, pero creo que muy bien no le fue con el doctor Iriarte, porque después me enteré, en el último juicio en Lomas de Zamora, con la abuela y la tía, la mamá… la hermana y estaba el doctor Iriarte ese día, se hizo un careo y él dijo que no se acordaba de nada o que no la había visto nunca”. Roberto Iriarte, Tito para sus amigos, director del Hospital de Quilmes en 1977, merece otro lugarcito en el podio de la desmemoria y la impunidad.
El Jefe de Neonatología declaró bajo juramento que un día, sin poder precisar cuál, le informaron que la beba falleció. Pero él no lo constató personalmente, ni tampoco ningún médico de guardia de Neonatología. Quizás fue alguno de otro piso. No sabía.
En el Hospital de Quilmes “todos decían que la nena murió, que nadie la vio, y nadie firmó, salvo una excepción”, declaró Rosaria en La Plata, el 10 de mayo de 1999. La excepción era “un señor Oneil, que había sido administrador del Hospital de Quilmes”.
“Después de decirnos la misma versión que todos, que el cuerpo de un bebé, si no va la familia a reclamarlo, a las 48 horas lo entierran por vía municipal, de pronto dijo: ‘A mí me dijeron que se lo llevó Bergés’. Eso debe estar asentado, porque yo lo escuché cuando declaraba”.
Para cuando fue el Juicio a las Juntas, al Jefe de Neo le dejaron un paquetito en su casa. “Estaba en mi casa un día durmiendo la siesta, llaman por teléfono y le dicen a mi hijo que querían hablar conmigo, porque me querían avisar que en mi casa iban a poner una bomba y la bomba se la habían puesto unos días antes al doctor Blanco; entonces, bueno…, ese día llovió, hubo un problema, porque justo apareció debajo del medidor del gas, se inundó la calle y apareció un paquete, vinieron los bomberos, todo…, era un paquete de basura nada más. Porque yo me fui de mi casa unos días, no pude vivir en mi casa”. A la noche escuchó al presidente de la República Argentina, Raúl Alfonsín, decir que estaban amenazando testigos. Pérez Casal ya lo sabía. “Bueno, estuve viviendo afuera de mi casa, hasta que un día me cansé y digo me voy, porque yo tengo consultorio en mi casa, no podía atender, no podía hacer nada… bueno, después fui, declaré y ahí pasó todo”.
El doctor Blanco
Como dijo Rosaria Isabella Vallenzi, el doctor Justo Horacio Blanco viene declarando lo mismo desde 1985. La última vez fue el 12 de abril de 2022 en el Juicio Brigadas. Sigue diciendo que Jorge Bergés fue quien llevó a Silvia al hospital, que en el parto nació una beba prematura. Que el estado de salud era bueno, “buena vitalidad”. Que después la policía volvió a secuestrar a Silvia. Además mencionó el atentado que sufrió en democracia: “El 24 de abril de 1987 me pusieron una bomba y me volaron el frente de la casa. Quedó mi casa virtualmente destruida, por suerte mis hijos estaban en una habitación alejada y no sufrieron consecuencias”. Después de eso le pusieron custodia policial. A los pocos días esa “custodia desaparece y me roban el auto, pero pude declarar; eso es lo importante”.
Bergés sabe dónde está Rosita
Rosaria tomó la iniciativa familiar de buscar a su hermana y su sobrina y militaba con Chicha Mariani por ser vecinas. Entrada la democracia fue a la sede de Abuelas en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y conoció a la hija de María Luisa Martínez, que quería saber qué pasó con Rosa. Así supo como fue la historia del anónimo que le llegó a la familia.
“La cuestión es que a Rosita todavía la seguimos buscando. No aparece”, concluyó su testimonio Rosaria Isabella Valenzi. Después agradeció y también no agradeció. Bergés goza hoy del beneficio de la prisión domiciliaria. Eso es porque los jueces que se la otorgaron no escucharon a las víctimas del ex médico de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, torturador, ladrón de bebés, violador de mujeres, nefasto ser, que sabe dónde está Rosita y dónde están las y los bebés que nacieron en la maternidad clandestina del Pozo de Banfield que comandaba. Nunca aportó ningún dato. Sabe el destino de los y las compañeras detenidas desaparecidas. Nuevamente el silencio. Desde su hogar asiste al juicio en su contra. A veces lo sigue, a veces no. Cuando fue la declaración grabada de Adriana Calvo, se fue de la sala virtual. Bergés ostenta en su chaqueta, a modo de trofeo, varios privilegios, pese a mantener su compromiso con el Terrorismo de Estado.