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Puente 12 III –día 16– Un policía en su laberinto: ¿Testigo o imputado? 

Escrito por el octubre 17, 2023


En la audiencia 16, declaró Jorge Arnaldo Sarralle, el efectivo bonaerense que cumplió funciones en el centro de tortura y extermino. Durante su testimonio, el expolicía incurrió en una serie de contradicciones respecto de sus tareas allí y del contacto que tuvo con los y las secuestradas, lo que generó diversas intervenciones de la Fiscalía y un extenso debate entre las partes.   

Redacción: Carlos Rodríguez
Edición: Valentina Maccarone
Foto: Transmisión de La Retaguardia

En la audiencia de cierre de la etapa testimonial, prestó declaración el expolicía Jorge Arnaldo Sarralle, quien cumplió funciones en el Centro de Tortura y Exterminio de Puente 12. La declaración estuvo plagada de contradicciones y  apelaciones a la obediencia debida. Sarralle dijo que su función era sólo “barrer y limpiar”. Al principio aseguró que no tuvo contacto con las personas secuestradas, pero luego admitió que sí lo tuvo y hasta relató un encuentro, fuera de Punte 12, con una de las sobrevivientes que lo reconoció. 

A lo largo del testimonio, a pesar de su reticencia, el exintegrante de las guardias en el centro clandestino, incriminó con sus dichos a los cuatro policías que están imputados en la causa. 

La declaración provocó revuelo entre los defensores, preocupados por los datos que incriminaban a los represores que representan. En varios momentos de la audiencia, la duda fue si Sarralle tenía que ser testigo o imputado. 

Un testigo en el borde de la cornisa

Algunos de los momentos más tensos del juicio Puente 12 III, se produjeron durante la declaración del policía retirado Jorge Arnaldo Sarralle. El testigo admitió que conocía a varios de los imputados, por la simple e incriminatoria razón de que cumplió funciones en el Centro Clandestino de Tortura y Exterminio Puente 12. Los policías imputados en la causa son el exoficial principal Enrique Osvaldo Gauna, los excabos Carlos Alberto Tarantino y Ángel Salerno, y el exoficial Néstor Alberto Ciaramella. Los otros dos acusados son el teniente primero Enrique José del Pino y el excapitán Walter Roque Minod, integrantes del Batallón de Inteligencia 601 del Ejército. 

Sarralle sostuvo que conocía a algunos de los imputados “porque estaban ahí”, en Puente 12, donde él también cumplía tareas como policía. El testigo dijo que ingresó a la Policía de la Provincia de Buenos Aires el 1 de mayo de 1975. Tenía 30 años cuando lo asignaron a la Brigada de San Justo, uno de los lugares del circuito represivo que conformaba Puente 12. 

De la Brigada lo enviaron a la División Cuatrerismo, es decir, a Puente 12. Afirmó que le dijeron que en ese lugar iban “a aprender a ser policías”. Dijo no recordar quién ordenó su traslado a esa dependencia, un olvido difícil de explicar. Sobre el comisario a cargo en Cuatrerismo, primero afirmó que no recordaba su nombre, aunque señaló que era una persona que “tomaba mucho” y que siempre estaba “encerrado” en una pieza. Después, recordó que se llamaba Juan Modesto Carabajal. 

Cuando le preguntaron si conocía a Miguel Colicigno, un oficial mencionado en el juicio por los y las sobrevivientes, apenas reconoció que “le sonaba” ese nombre. 

Sobre las tareas que cumplía, Sarralle sostuvo que eran un poco “raras”, porque consistían en barrer y limpiar, aunque a veces hacían guardias externas, con armas largas, por temor a presuntos ataques. Afirmó que otra de sus tareas era la de mecánico, reparando vehículos del personal superior. 

Según el expolicía, los cabos eran los que tenían la función de custodiar a las personas secuestradas. Los que tenían ese grado eran los imputados Tarantino y Salerno. 

El testigo afirmó que sólo había personas detenidas en Cuatrerismo y no en Puente 12, pero después aclaró que todo “era lo mismo”, sólo que “para nosotros Puente 12 era Infantería, allí nos daban las instrucciones y a Cuatrerismo íbamos a limpiar y patrullar, a buscarle comida tanto para los detenidos de abigeato (robo de ganado) como para los detenidos por subversión”. 

Aseguró que los y las detenidas estaban en lugares distintos, según la causa. No había celdas individuales. Las personas secuestradas por razones políticas estaban todas “juntos en un mismo calabozo” grande. La comida la iban a buscar al Regimiento 3 de Infantería de La Tablada. 

Sostuvo que los militares eran los que realizaban los operativos nocturnos de traslado de personas secuestradas que eran llevadas en camiones. 

El testigo dijo que conocía al imputado Enrique Osvaldo Gauna, a quien señaló como oficial de servicio de la Policía Bonaerense. Gauna, que estudiaba abogacía, “tenía un auto viejo y le decíamos Péndulo”. Era uno de los que “ordenaba las guardias”. Precisó que Gauna se movilizaba “en un Ford Falcon viejo”. 

Las defensas de los represores, con intervención de Eduardo Chittaro, se opusieron a las preguntas de la Fiscalía, situación que fue zanjada por el juez Daniel Obligado, y se continuó con la declaración. 

Sarralle siguió relatando que de los y las detenidas no sabían nada, porque no era su trabajo, sino del Ejército. “Ahí planificaban, no conozco a ninguno, nunca vi a nadie”, afirmó al principio, pero luego se rectificó. En este punto el testigo comenzó a contradecirse, negando todo lo que había expuesto en la instrucción y que tardó en corroborar en la audiencia. 

Manifestó que los traslados “los hacían ellos (los militares)” y no involucraban a los policías, que no portaban armas y tenían sólo un papelito que decía “Policía de la Provincia”. Sus dichos despertaron sorpresa e incredulidad en la parte acusadora. Luego, afirmó que los policías no convivían con los y las detenidas salvo para llevarles comida y agua. Anteriormente había dicho que no tenían contacto con las personas secuestradas, pero sí lo tenían, salvo que enviaran la comida por encomienda. 

Contó también que en una oportunidad, mientras esperaba el tren en Moreno para volver a su casa, sintió que una persona le tocó el hombro y tuvo “miedo”, porque era una exdetenida a quien le habían dado su libertad. “Ella me dijo ‘te acordás de mí’ y yo le dije ‘la verdad que no’”, recordó Sarralle. La mujer le expresó: “Yo soy una detenida de donde estabas vos”. El testigo  dijo que ella no le mencionó el lugar donde se vieron pero él creía que se habían dado cuenta de dónde estaban. De acuerdo con esto, la mujer le “agradeció” el trato que él le había dado, algo que suena inverosímil dado la tortura, el homicidio, las violaciones y la violencia ejercida en Puente 12 con las personas secuestradas por ser militantes de organizaciones políticas. 

En un nuevo intento de recurrir a la obediencia debida, el testigo dijo que “los movimientos los hicieron ellos (los militares), nosotros teníamos que acatar las órdenes de limpiar, cuidar y velar por ellos, ni siquiera llegábamos a vigilantes”. Admitió que se hablaba mucho de “cosas raras” que pasaban en Puente 12, un eufemismo sobre las torturas y asesinatos de personas secuestradas. Insistió en que había detenidos por robo de ganado y “por subversión”, pero él volvió a desentenderse: “¿Qué pasaba con ellos? Yo no sé nada”. Aclaró que los policías no podían darle mucha ayuda a las y los secuestrados: “Esta gente supuestamente estaba del otro lado, porque los militares y el gobierno decían que debíamos defender nuestro gobierno y bandera, era un tema político que yo lo veía poco claro”. Insistió en que él nunca recibió “órdenes raras”. Y aseguró que si las hubiera recibido no las hubiera cumplido. Había rumores de todo tipo, pero el testigo aclaró que él “no quería saber”. 

La fiscal Viviana Sánchez intervino para señalar las diversas contradicciones del testigo. Esto derivó en una interrupción del interrogatorio por parte de Chittaro, lo que llevó a una discusión que incluyó posturas opuestas entre los propios defensores. El testigo tuvo que salir de la sala de audiencia, para dar lugar al debate entre las partes. Mientras Sarralle aseguró, por un lado, que nada tuvo que ver con los crímenes de lesa humanidad que se cometieron, al mismo tiempo, sus dichos ponían en aprietos a los policías imputados en el juicio, a quienes señalaba como responsables de las guardias. En la discusión se plantearon, incluso, dudas sobre la veracidad de los dichos del testigo, que incurrió en contradicciones y olvidos acerca de lo que había declarado antes en la instrucción de la causa. Se llegó a señalar que Sarralle estaba más cerca de ser imputado que de continuar como testigo. 

Se dispuso un cuarto intermedio y al retornar las partes al debate, el abogado defensor Horacio Villanueva criticó al Tribunal y lo acusó de tener “afinidades con algunos de los defensores, la querella y la Fiscalía”. Llegó a cuestionar la forma de los interrogatorios, porque entendía que se “forzaba” la memoria de los testigos en general, no solo de Sarralle. Recalcó que su única “lealtad” es con los represores que están siendo acusados. El Tribunal volvió a desechar los planteos y ordenó que siguiera la declaración del expolicía.  

La fiscal Sánchez le preguntó al testigo sobre las funciones que cumplían en Puente 12 los policías imputados. Sarralle dijo que Ciaramella se desempeñaba como oficial de calle y como oficial de servicio en Cuatrerismo. En el caso de Tarantino, dijo que no recordaba cuáles eran sus tareas. Ni siquiera recordaba haber estado con él y dijo lo mismo sobre Salerno. Tampoco manifestó  recordar todos los nombres de los subcomisarios que estaban en Cuatrerismo, Puente 12. Sólo mencionó a Walter Ismael Acosta y, también, a “Ferreira”, a quien llamaban “el paisano Ferreira”. Su presencia en el campo era “solo por las noches”. Desconoció quiénes eran los integrantes de los Grupos de Tareas que realizaban los operativos de secuestros. Volvió a decir que ese era el campo de acción de los militares. 

La fiscal le preguntó si sacaban personas de Puente 12 para que vayan a “marcar” a otras posibles víctimas de secuestro. En este punto, volvió a contradecirse, porque dijo que sí, que se realizaban esos operativos y que él participó en uno que se hizo en el barrio porteño de Once. “A mí me llevaron de apoyo, pero no se produjo el encuentro que estaba planificado en una confitería”, relató Sarralle. Además, explicó que a  esa práctica la denominaban “cita cantada”. Dijo no saber el nombre del oficial jerárquico que ordenó ese operativo. 

Luego hizo preguntas el abogado defensor Chittaro, quien aclaró que él no podía “llamar testigo” a Sarralle. Le preguntó cuánto tiempo estuvo en Cuatrerismo y el expolicía respondió que fueron tres meses. Luego fue trasladado a la Brigada de San Justo y con posterioridad a la localidad bonaerense de Junín. 

Declaró luego que, en Cuatrerismo, tuvo un compañero de apellido Iradi y otro que se llamaba Dorso o Durso. Ante una nueva pregunta sobre Ferreira, respondió que era un sargento que “andaba en el monte, armado”. También volvió a mencionar a Colicigno, pero dijo que no sabía cuáles eran sus funciones. 

Confirmó que los guardias no compartían la comida que traían para los prisioneros, porque era escasa y no alcanzaba para todos. Ellos comían lo que asaban en la parrilla o compraban sanguches. Sobre la comida para las víctimas, detalló que era “buena”, todo lo opuesto a lo que afirman los y las sobrevivientes. 

Luego surgió una nueva controversia y el testigo salió por unos minutos de la sala. El defensor Chittaro insistió en sus dudas sobre si Sarralle debía declarar como testigo o como imputado. La fiscal Sánchez señaló que situaciones como esta se han vivido en otros procesos judiciales y que la solución está en el nivel de las preguntas que sean formuladas por las partes. 

Reanudada una vez más la audiencia, el testigo sostuvo que cuando había alguien herido o lesionado en Puente 12, se hacía presente un médico. Lo habitual, sin embargo, era que las y los secuestrados “se asistieran entre ellos”.

El testigo recordó que una mujer secuestrada lloraba mucho y pedía una medallita que le había dado su abuela y que se la habían quitado cuando llegó al campo de concentración. Sarralle, que antes había dicho que no tuvo contacto con las víctimas detenidas “por subversión”, relató que la mujer le pidió que recuperara esa medallita. Dijo que él la rescató “a escondidas” y se la entregó. Esa misma mujer fue la que se encontró con él en la estación de Moreno. 

La abogada defensora Flavia del Vigo le preguntó al testigo por  alguien apodado “el Chancho”. Dijo que lo recordaba, que era un oficial de apellido Fernández. Curiosa respuesta, porque antes había indicado que no lo conocía”. Ante otra pregunta, afirmó que policías como el imputado Gauna podían ordenar la realización de operativos. 

Ante la insistencia de la fiscal Sánchez, el testigo terminó por confirmar que vio personas secuestradas y tabicadas en Puente 12, sin embargo afirmó que mientras él estuvo, se movían libremente. 

“Venía un camión, los cargaban y se los llevaban, por ahí a todos, por ahí a la mitad y traían otros tantos, nosotros nada que ver, simplemente cumpliamos las órdenes (de los militares)”, relató Sarralle . 

Reconoció que entre el personal policial había muchos apodos, a veces lo ponían ellos mismos. Se apuró a aclarar que no eran apodos “de combate”, aludiendo en forma indirecta a los que recibían los secuestrados por ser integrantes de organizaciones políticas.  

Dado el nivel y la reiteración de las contradicciones entre lo dicho por Sarralle en la instrucción y en la audiencia, la fiscal Sánchez volvió a remarcar esa situación para que conste en actas. Una de las contradicciones centrales que dejó sentada la fiscal Sánchez, fue cuando Sarralle se refirió en la instrucción a la función que cumplían los oficiales de servicio, entre ellos los imputados Ciaramella y Gauna. Sarralle había dicho que esos oficiales eran los encargados, por las noches, cuando se producía la llegada de los camiones que traían nuevas personas secuestradas. Sarralle había asegurado que los oficiales de servicio eran los que recibían a las nuevas víctimas, cuando no estaba presente el comisario responsable. Ante la intervención de la fiscal, el testigo, molesto, consideró que era “una obviedad” que los oficiales de servicio reemplazaran en esas circunstancias al comisario responsable. Una “obviedad” que él se había olvidado de decir en la audiencia. La fiscal le solicitó al testigo que realice una ampliación de sus dichos sobre las funciones de los imputados. 

Esto motivó una nueva y autoritaria intervención del defensor Eduardo Chittaro, quien le dijo al testigo que no respondiera a la consulta de la fiscal.   

El expolicía pidió contestar y dijo que en este momento “pudo recordar”  que el imputado Salerno “hacía la guardia y salía con los grupos operativos y con la patota”. Agregó que Salerno “era un gordito morocho”.

Además, quedó claro, luego de las repreguntas de la fiscalía, que la primera función que asumió Sarralle fue en Cuatrerismo y no en la Brigada de San Justo, como había dicho al inicio de su testimonio.

El abogado querellante, Pablo Verna, pidió al testigo que explique dónde estaban los calabozos de abigeato. Sarralle dijo que no había un calabozo especial para ellos.

La fiscal le preguntó al testigo por la función que cumplía en Puente 12 el imputado Carlos Alberto Tarantino. En la audiencia, Sarralle dijo que no recordaba a ese policía. 

A pesar de la casi feroz oposición de las defensas para que no se abundara en ese punto, finalmente se recordó que en la instrucción Sarralle había declarado que Tarantino “era alguien que ya tenía jerarquía, era cabo”. El párrafo fue leído por el juez Obligado, pero el testigo afirmó que no recordaba lo que había dicho antes. Luego de esta respuesta, se dio por finalizado el controvertido testimonio del expolicía.


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