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La Retaguardia

“Callate y agradecé que no nos llevamos a las pendejas”

Por LR oficial en Derechos Humanos, Subzona 15 - Mar del Plata - publicado el 4 abril 2025

La onda expansiva del Terrorismo de Estado arrasó con varias generaciones y aún tiene poder de daño. La historia de la familia Carrizo-Monier es un ejemplo concreto. Karina Verónica Carrizo y Cristina Andrea Carrizo, hijas del matrimonio, lo relataron brevemente en el marco del tercer tramo del juicio oral y público por los crímenes de lesa humanidad sucedidos en la Subzona 15 durante la última dictadura cívico-militar que sucede cada viernes ante el Tribunal Oral Federal de Mar del Plata. Al cuidado de su abuela paterna, las hermanas crecieron buscando información sobre lo que había ocurrido con sus mapadres y sus tíos, todos secuestrados y desaparecidos en noviembre de 1977. Recién en 2022 hallaron información oficial sobre el asesinato de su padre, datos que la Justicia les ocultó durante décadas: “Que recién en 2022 nos hayamos enterado de esta información y que mi abuela murió sin saberlo es lo más terrible”, declaró Karina. 

“Soy hija de Juan Carlos Carrizo y de Cristina Monier. Soy sobrina de Alberto Carrizo y de Horacio Carrizo”, se presentó Karina al comienzo de su testimonio, el primero de la décimocuarta audiencia del juicio que sigue en Mar del Plata y que ofrece, casi todos los viernes, relatos de infancias atravesadas por el Terrorismo de Estado y sus consecuencias. 

Karina tenía dos años la noche del 14 de noviembre de 1977, cuando una patota de hombres de civil irrumpió en la casa que compartía con su mamá, su papá, sus tíos y sus abuelos paternos Salomé de Jesús Correa y Manuel Carrizo. Los represores voltearon la puerta y le arrebataron a Cristina a la beba que estaba amamantando, su hija menor a la que había llamado como ella. La abuela Salomé comenzó a gritar. “Callate y agradecé que no nos llevamos a las pendejas”, le respondieron los genocidas, y secuestraron a Cristina y a Horacio, uno de los tíos de las nenas. 

Ese mismo día, casi a la misma hora, a unos cinco kilómetros de la casa familiar ubicada en Armenia al 2300, en Mar del Plata, otra patota de represores vestidos de civil y fuertemente armados secuestraron a Juan Carlos y a Alberto Carrizo, el papá y el otro tío de las hermanas Karina y Cristina –a quien su hermana nombra por su segundo nombre, Andrea–. El operativo fue también un robo: “Se llevaron maquinaria y elementos que había en el negocio”, declaró la hija mayor del matrimonio que, como su hermana, cuyo testimonio fue el segundo de la jornada, reconstruyó los crímenes por el relato de su abuela paterna. La última testiga de la audiencia fue Fabiana Orlando, una de las hermanas de Cristina Monier, quien tenía 8 años cuando sucedieron los operativos.  

Cristina trabajaba en La Campagnola, la empresa pesquera instalada en el puerto de Mar del Plata que también empleaba a Salomé y a Manuel, sus suegros. Ella tenía 22 años. Junto a su compañero, de 25, y sus cuñados, de 27 y 30 años, militaba en la Juventud Peronista (JP). No hay información sobre cuál fue el centro clandestino al que los llevaron tras sus secuestros. Muchos años después, las hijas de la pareja pudieron hallar algunos datos que, desde pocos días después de sus secuestros, estuvieron en manos de las autoridades y nunca otorgaron a la familia. 

La familia Carrizo fue “diezmada”, como aclaró Karina. Manuel, el abuelo de las bebas, no sobrevivió al secuestro y la desaparición de los tres hijos y de la nuera: la depresión lo mató ocho meses después. Salomé continuó sin bajar los brazos, con la verdad, la memoria y la justicia como horizonte. Presentó hábeas corpus que fueron rechazados, envió cartas al Ministerio del Interior, a la cúpula de la Iglesia, a organismos internacionales; se contactó con las redes locales de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y Familiares de desaparecidos y detenidos por razones políticas, y sumó su participación. “Presentó solicitadas en diferentes diarios, participamos de las marchas pidiendo aparición con vida, los casos de mis papás y mis tíos figuran en el Nunca Más”, narró Karina. 

Salomé falleció en 1998. Para entonces, la “búsqueda de la verdad” quedó en manos de las hermanas, que siempre acompañaron a la abuela porque ella siempre les habló “con la verdad” sobre los hechos que sufrió la familia. “Estuvimos siempre juntas buscando la verdad”, subrayó Karina. 

Un día, en el marco del aniversario del secuestro de sus mapadres y tíos, las hermanas dieron con un dato que figuraba en la causa judicial  y en un libro que investigaba los operativos de la Subzona 15, que abarcó a la ciudad de Mar del plata y en la que actuaron militares del Ejército y la Armada, además de efectivos policiales.  

“Yo me enteré a través de un libro que habían encontrado el cuerpo acribillado de mi papá, un día después de que los secuestraron”, testimonió Cristina Andrea. A partir de ese dato, se pusieron a investigar y se toparon con información oficial: la descripción de “un abatimiento sucedido el 18 de noviembre de 1977 –cuatro días después del secuestro–” de cuatro personas, entre ellas, “un NN masculino”, testimonió Karina; “un oficio del 13 de diciembre de 1977, de la Comisaría Cuarta, con la identificación, nombre y apellido de mis abuelos, que nunca fue proveída a los familiares”, añadió y por último agregó que en “el libro de enterramientos del Cementerio Parque estaban estas cuatro personas del operativo del 18 de noviembre identificadas con nombre y apellido”. 

A pesar de estos datos, Karina y Cristina no saben aún dónde están los restos de su padre, mucho menos del paradero de su madre y de sus tíos. Salomé falleció sin siquiera saber sobre su asesinato. “Nunca supimos de esto antes”, remarcó la hija mayor del matrimonio, y culminó: “Es terrible la incertidumbre; que recién en 2022 nos hayamos enterado de esta información… que mi abuela murió sin saberlo es lo más terrible”.