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Ángel Servando Benítez


En la segunda jornada del año, declararon cinco testigos. Por un lado estuvo Adela Segarra, militante de Montoneros y ex diputada nacional, que narró su historia militante antes del exilio, junto a quien fuera su pareja, Joaquín Areta, desaparecido en 1978. Los otros cuatro testigos estuvieron por videoconferencia desde Paso de los Libres y Dolores, todos por el mismo caso: el suicidio fraguado de Gervasio Martín Guadix, que en realidad fue secuestrado y desaparecido. La falsa muerte, actuada por un integrante de fuerzas de Inteligencia, luego fue utilizada como una fake news del genocidio, para dar cuenta de que, supuestamente, las personas desaparecidas estaban en realidad fuera del país. Entre olvidos y contradicciones, cada vez queda más expuesta la maniobra que contó con condimentos de manipulación, muerte y malas actuaciones.(Por El Diario del Juicio*) 📷 Fotos 👉 Gustavo Molfino📷 Selección de fotos 👉 Martina Noailles ✍️ Textos 👉 Fernando Tebele 👆 Foto de Portada   Dolores Guadix, la hija de Gervasio Martín Guadix, lee viejas declaraciones de los testigos buscando alguna contradicción entre ambos momentos. En realidad, hubo varias en los cuatro testimonios que tuvieron que ver con el caso de su padre. 📷 Gustavo Molfino 👆 El único de los imputados detenidos en cárcel común, Marcelo Cinto Courtaux, es conducido por personal del Servicio Penitenciario Federal. Ciinto presenció un par de audiencias completas a fines del año pasado, pero ahora prefiere regresar al Penal. “Entiendo que les dé bronca que tengan permiso para irse, pero no creo que haya otro tribunal que al menos los haga venir a dar el presente”, dijo un asistente primerizo de este proceso. “No podemos naturalizar estos privilegios, porque además no se van a la cárcel, se van a sus casas, y eso es lo que más molesta”, le respondió una integrante habitual del público.📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 De los cinco testimonios de la jornada, cuatro tuvieron que ver con el caso de Gervasio Martín Guadix, secuestrado y desaparecido, de quien se fraguó un supuesto suicidio en el cruce fronterizo de Paso de los Libres para realizar luego una campaña mediática en torno de la idea de que las personas desaparecidas estaban en realidad fuera del país intentado reingresar. El primer turno fue para Darío Genaro Goya, un empleado de la Aduana. En el sumario realizado en aquel momento por el gendarme Olari, que ya fue testigo en este juicio, Goya dijo que vio como “una persona se tomaba la garganta” y luego caía sin vida. Sin embargo, aquí dijo que vio la escena de lejos, cuando ya la persona estaba en el piso. En videoconferencia desde Corrientes, le mostraron un croquis que figura en el expediente, que indica con una cruz el lugar donde el -todo indica- falso Guadix cayó al piso.📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 En la espera por el comienzo, en la primera fila y a plena sonrisa. A la derecha María Fernanda Raverta, que es la hija de María Inés Raverta, una de las secuestradas y desaparecidas en Perú, actualmente Ministra de Desarrollo de la Comunidad en la Provincia de Buenos Aires. En el centro, Laura Segarra, hija de Adela y media hermana de Raverta. A la izquierda, Virginia Croatto, asistente habitual al juicio además de querellante y una de las primeras testigos. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 La segunda testigo y a la vez la más esperada de la jornada fue Adela Segarra. La ex diputada nacional recordó a Joaquín Areta, secuestrado y desaparecido en junio de 1978. Antes de salir del país rumbo a España, Segarra y Areta convivieron con Federico Frías. “Le decíamos El Dandy. Nuestra responsable era María Antonia Berger”, relató. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 Entre otras cosas de la época previa al exilio, Segarra recordó la militancia durante el mundial de fútbol, con la consigna Argentina campeón, Videla al paredón. Ya en España luego de pasar por Brasil y Francia, se instalaron en una casa de Torrelodones, a unos 30 kilómetros de Madrid. De esa casa recuerda especialmente Magdalena Gagey y sus niños Fernando y Diego, y a Mariana Toti Guangiroli, con su pequeña hija Victoria. Guangiroli fue desaparecida durante la Contraofensiva. Victoria contó en este juicio cómo Segarra la recibió como una hija propia en Mar del Plata, muchos años después. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 Al cierre de su testimonio, Adela se abraza con Raverta. Segarra tuvo una actitud muy maternal con varias de las hijas de sus compañeras desaparecidas. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 Segarra leyó sobre el cierre, a pedido del abogado Pablo Llonto, una carta que conservó, firmada por Fermin, en realidad Ángel Servando Benítez. “Sabemos que la victoria llegará, creo en ustedes y en mí”, les dice a sus compañeras y compañeros. Desde la primera fila, la hija de Fermín, María Sol Benítez, se seca las lágrimas. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 En esta jornada fue muy relevante el rol del abogado Rafael Flores, aquí realizando una pregunta. El de Guadix es el único caso con querella por fuera de la que representa Pablo Llonto. Flores es cuñado de Guadix. Su trabajo, junto al de la Fiscal Gabriela Sosti, fue indagar en las contradicciones permanentes de quienes participantes de aquel sumario de 1980 y que participaron de esta audiencia. Al lado de Flores, el abogado de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, Ciro Anicchiarico.📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 Luego de Segarra siguieron las videoconferencias. Daniel Esteban Riquelme intentó esquivar las preguntas apelando al tiempo transcurrido. Con titubeos y otras dificultades, el gendarme que trabajó 38 años en el puente recordó que había una ventana con los vidrios polarizados. “Algunas personas que bajaban de los micros entraban ahí con personal de inteligencia”, recordó.  “Tiene la gambeta intacta, Riquelme”, se escuchó por lo bajo en alguna de sus contradicciones. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 Las contradicciones de Riquelme resultaron tan evidentes, que el presidente del tribunal, Esteban Rodríguez Eggers, le recordó: “está declarando bajo juramento y la pena por el delito de falso testimonio es de 10 años”. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 A través de las cámaras, una de las secretarias del juzgado les hizo reconocer fotos, croquis y

La historia de Ángel Servando Benítez y de su sobrino Jorge Benítez, ambos desaparecidos, es una trama laberíntica dónde se cruzan datos, mitos, verdades y silencios que comienzan a romperse. A través del testimonio de Beatriz López, esposa de Ángel, y el de Oscar Benítez Valdez, hermano de Jorge, puede intentar reconstruirse parte de la historia familiar. Por segunda vez en el juicio, se escuchó la voz de una de las personas que permanecen desaparecidas. En este caso fue la voz de Jorgito, que tenía 16 años cuando lo desaparecieron. Llegó al juicio de la mano de Oscar, que nació después de su secuestro. (Por El Diario del Juicio*)  ✍️ Textos 👉 Fernando Tebele 💻 Edición 👉 Diana Zermoglio💻 Colaboración  👉Braulio Domínguez✏️ Ilustración  👉 Antonella di Vruno ー¿Qué te pasa? —le preguntó Beatriz López a Ángel Servando Benítez, de quien se había separado hacía un año.—Nada, nada —intentó evadirse Ángel.—Dale, que te conozco —insistió ella.—Que tengo miedo —le admitió.—¿Miedo? ¿Pero qué pasa? —quiso saber Beatriz.—No sabés lo que traje… —intentó explicarle, pero Beatriz lo interrumpió.—No me digas nada. No me lo digas —le soltó ella casi tapándole la boca con su mano.—Lo único que te pido —siguió Ángel— es esto: si no vuelvo en el día no te preocupes, pero si falto varios días, esto tiralo a la mierda —le avisó mientras le señalaba una caja y una valija que había traído de su viaje desde Brasil. Era el 15 de marzo de 1980. Unos días después, una patota cayó en la casa de Sarandí donde había sucedido el diálogo. El Falcon casi se mete de trompa en la casa. Uno se quedó afuera y tres ingresaron sin pedir permiso. —¿Dónde está tu cuñado? —le preguntaron al hermano de Beatriz que recién había regresado de trabajar.—No sé, debe haber ido a trabajar —respondió.—Dame la ruleta, ¿dónde está la ruleta? —le gritaron mientras lo golpeaban para ablandarlo.—No sé —respondió asustado y aturdido por los golpes.—¿Dónde está la ruleta? —insistieron, cada vez más golpes, al tiempo que revolvían todo. No dejaron de preguntar hasta que encontraron la caja de madera, la tomaron y se fueron.Cuando Beatriz habló con su hermano, quien le contó lo que había pasado, supo que, aunque apenas hubieran pasado horas del diálogo en el que Ángel le confió que tenía miedo, debía deshacerse del resto del equipaje que no habían encontrado. Antes, lo revisó. Era una suerte de neceser. Había una media docena de juegos de pasaportes de diferentes nacionalidades y cédulas de identidad, más 500 dólares. Salió a la calle y fue hasta el arroyo, que en la actualidad corre entubado por Sarandí desde Mitre hasta la autopista. Apretó la mirada contra el cielo y cuando bajó la cabeza, vio cómo los documentos ondulaban en el vaivén de la corriente leve. No eran simplemente papeles los que se iban. El agua se estaba llevando, también, buena parte de la esperanza de Beatriz. *** La frialdad de la justicia vendrá bien hoy, mientras afuera el sol aplasta los cuerpos. Se retoman las audiencias del juicio y al comienzo parece que habrá menos gente; pero no, los asientos se completan de a poco, salvo las sillas que -ya todo el mundo sabe- van a ocupar los imputados que están en Buenos Aires. A través de las pantallas, se lo ve más claro que nunca antes a Luis Ángel Firpo, que se presenta al juicio en Mar del Plata. A Alberto Daniel Sotomayor se lo ve poco y de lejos desde Tucumán. Y ya no se lo verá más, sabremos unos días después, porque se convertirá en la tercera víctima del Impunevirus en lo que va del juicio. Primero Casuccio, luego Muñoz, ahora Sotomayor. De 9 imputados que comenzaron el juicio, quedan a esta altura sólo 6.Como cada jornada, antes de que comiencen los testimonios, los abogados piden la “dispensa”, eufemismo que esconde el privilegio de evitarles oír, de boca de sus víctimas, todo lo que hicieron. Quedan eximidos de escuchar los testimonios, en general dramáticos, de quienes han sufrido el Terrorismo de Estado. Cuando se van, esas sillas también son ocupadas; lo que incomoda ahora ya no es el sol, es el aire acondicionado que congela a la altura del cuello. Beatriz López saluda mientras camina por el pasillo que la conduce a la silla de quienes testimonian. Parece distendida. Ya se verá que no. Cuenta que se casaron en 1973. “Él ya trabajaba en su oficio de chapista. Yo también trabajaba, así que formamos un hogar”, recuerda con cariño y cierta nostalgia. Va y viene en el tiempo durante su relato sereno y algo desordenado. Salta a 1979, el año en el que Ángel se va del país hacia España, al encuentro de su hermano Oscar y su sobrino Jorge, que por entonces tenía 15 años. Cuando alcanza a nombrar a Jorgito, hace una pausa. —No voy a hablar de él porque me voy a quebrar y no puedo.—Sí puede —le dice el juez Esteban Rodríguez Eggers, que cabecea mirando a una de sus secretarias, quién rápidamente capta la señal y le acerca unos pañuelitos.—No, gracias, no voy a llorar, me lo prometí —la frena Beatriz con tono amable, pero sigue —, fue el ser más luminoso que conocí en mi vida. Una criatura de luz. Un pibito extraordinario, que me parece que tenía más lucidez, conciencia y madurez que el padre y la madre. No quiero ofender a nadie y pido disculpas si lo que digo perturba a alguien. Jorge era lo más. Para mí fue el mejor de todos los Benítez. Le robaron la vida, le robaron la vida —repite—. Tenía mucha conexión con su tío, aunque Ángel también tenía mucha conexión con Dani, su otro sobrino. Daniel está pegado a su silla en la primera fila. Intenta no llorar desconsoladamente, se le nota. La escucha con toda su atención. Puede imaginarse que una película llena de recuerdos se proyecta en su cabeza, rasurada en los costados.Beatriz no puede precisar la fecha, pero sitúa la separación con Ángel en 1979. “Cuando