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Benjamín Ávila


Si cada testimonio libera varias historias, el de Martín Mendizábal tiene todo el efecto de la reparación. Su papá Horacio y su mamá, Susana Solimano, fueron asesinados en la Contraofensiva. Él mismo estuvo secuestrado un mes. Creció separado de sus dos hermanos, Benjamín Ávila y Diego Mendizábal. Vivió angustiado. Se levantó de un intento de suicidio. Su testimonio fue un relato plagado de tristezas, pero con un final esperanzador. Los aplausos y los abrazos que recibió luego, lo certifican. (Por Fernando Tebele y Fabiana Montenegro para El Diario del Juicio*)  Ilustración de portada: Antonella Di Vruno  Colaboración: Valentina Maccarone y Diana Zermoglio Van más de dos horas de testimonio. Se sabía que el de Martín Mendizábal sería de los más crudos. Ya lo había advertido su hermano Benjamín Ávila, cuando señaló que de los tres (ellos dos y Diego), Martín había sido el de peor liga en la repartija del destino: “Fue el que peor la pasó de todos, perdió a sus dos padres y creció en una casa donde fue ninguneado”, apuntó dos semanas atrás. Podría suponerse que ya nada peor queda por saber de su historia, tras dos horas de recuerdos de secuestros, de miedos y angustias, de dibujos de casas y croquis de su alma. Sin embargo, Martín permanece con toda la flacura colgando de sus pies en el aire, apoyados en el piso solo a través de las punteras de goma de las zapas. Y le va a contestar a la fiscal Gabriela Sosti, que le acaba de preguntar, ni más ni menos, por las consecuencias personales de que te arranquen a tu papá y a tu mamá, y que además te separen de tus dos hermanos. Toma aire el flaco, y se tira de cabeza en un océano que hiela la sangre. —Es un trágico privilegio estar vivo. Pero las marcas de crecer separado de mis hermanos… Valoro mucho el amor de mis familiares, como pudieron… de hacer sus duelos, de entender los vínculos. Es muy complejo dentro del entramado político argentino… Yo respeto. Me he sentido querido, pero no crecer con mis hermanos, estar separados, es una marca que todavía… —va tropezando, pero avanza— Me ha costado mucho llegar hasta acá… Yo tuve un intento de suicidio en el ’94 en Bahía Blanca… Muchos años de terapia… Probablemente me quedé congelado ahí… y también me perdí oportunidades de poder compartir más. Me alejé. Me acaracolé. Me alejé mucho de familia, de amigos. No me quería exponer, sufrir. Hice eso. Tomé esa decisión. Me salió mal, por suerte, y estoy acá. Su discurso se entrecorta, acongojado. Pero siempre levanta la cabeza, respira profundo y sigue su viaje. Tal vez sea norma esencial en su vida: cerrar los ojos, respirar intensamente y salir para adelante. Su abogado Pablo Llonto le pregunta si quiere seguir o si prefiere tomar un cuarto intermedio. Puede que lo pida por el testigo, quizá por él o por todas las demás personas en la sala, que tal vez estemos pensando: “qué suerte que te salió mal”.  Martín muestra entereza y dice: “prefiero terminar”. Antes de eso, había contado, desde sus recuerdos, toda la trama que lo rodeó cuando apenas era un niño. Martín Mendizábal en pleno testimonio. Sus pies de punta a piso.(Foto: Gustavo Molfino/DDJ) *** Martín Mendizábal camina rápido hacia el lugar de los y las testigos. De su pecho no cuelga una foto, como suele suceder con casi todas las demás personas que entran para contar sus historias. Sobre el pulóver oscuro resalta el cordón verde flúo que sostiene una cartulina con un collage de dibujos. Seguramente explicará luego. Se sienta y arranca bien por el comienzo: “Voy a empezar por mi familia materna, haciendo una línea de tiempo. Mi madre es Susana Haydeé Solimano. Es hija matrimonial de Alberto Andrés Solimano, médico, y Nélida Catalina Ibarra, ama de casa”. Ofrece mostrar un árbol genealógico que contiene veintiún primos hermanos, entre otras ramas de la familia. “Solo quiero decir un momento agradable sobre mi madre. Ella era protectora de animales, andaba a caballo, con sus perros y con todos sus primos y primas, organizaba los programas de las actividades que hacían cuando pasaban los veranos en el campo (en O’Brien, Partido de Bragado). Digo esto porque en el recorrido siguiente capaz no voy a poder decir algo tan agradable sobre ella”, anticipa. “A partir de los 18 años conoce a mi padre, se pone de novia. Aprovecho antes de llegar a que ellos se casan, paso ahora a la línea paterna. Mi padre Horacio Alberto Mendizábal es hijo matrimonial de Marcial Ramón Mendizábal, farmacéutico, y Rosa Irma Lafuente, ama de casa pero también ayudante en la farmacia que tenían en Parque Patricios”. Así, casi con formalidad, va marcando los datos esenciales. “Yo nazco en el ‘71, cuando vivíamos en Vicente López, en Florida, entiendo que había salido de garante Marcial, el hermano de mi padre”, se agrega en el árbol. Luego se mete en la militancia y cuenta que en agosto del ‘75 durante el gobierno de Isabel, su padre cae preso en Córdoba. “Entiendo por relatos familiares que ya hace un año que estaban separados, siguiendo su militancia en la clandestinidad. Con mi madre venimos a Buenos Aires, cuando mi padre está detenido, y lo voy a visitar al menos dos veces hasta agosto”.Martín, pelo castaño endiablado, canas que van ganando terreno, recuerda y también cuenta recuerdos que otras personas le han contado; de las visitas a la cárcel por ejemplo: “La primera visita que hago a la cárcel, en el ‘75, yo tenía 4 años, parte de lo que recuerdo y parte de la reconstrucción de mi tía prima de padre Marta Lafuente, me cuenta que en ese viaje primero vamos de Retiro en micro, y la vuelta es en avión. Llegando allá vemos que estaban los pabellones: por un lado el de Montoneros, enfrente el del ERP. Las banderas, con compañeros que estaban caídos… los ponían con imágenes con sus nombres. Lo primero que me cuenta mi

Benjamín Ávila, conocido por ser el director de la película Infancia Clandestina, contó en su testimonio la dolorosa historia de pérdidas y desmembramiento familiar. Los secuestros de su mamá, Sara Zermoglio, y el de su pareja, Horacio Mendizábal. Lo que más conmovió, sin dudas, fue el relato de la separación con sus hermanos, Martín y Diego, con quienes reconstruye una relación que nunca debió ser rota. (Por Fernando Tebele para El Diario del Juicio*) Foto de portada: luego de la declaración, Ávila sostiene la foto de su madre y abraza a su pareja. Los más jóvenes son sus dos hijos. Están también sus hermanos. A la derecha su tía, Diana Zermoglio. Sobre la foto de su madre, una amiga, y la segunda de la izquierda es la madre de sus hijos. (Fabiana Montenegro/DDJ)Colaboración: Valentina Maccarone/Agustina Sandoval “El lema de los organismos de derechos humanos es Memoria, Verdad y Justicia. La memoria es colectiva, la hacemos entre todos. La justicia es de la que es responsable el Poder Judicial. Pero la verdad es la que siempre falta. Y quienes la saben, tienen el lugar para decirlo y no lo hacen. Reconstruir la pacificación de la Argentina significa que aquellos que saben la verdad, tengan el coraje de asumirse responsables y decirnos: dónde están nuestros padres, dónde están los desaparecidos, porque la verdad es que nosotros, los hijos, los familiares, las madres, las abuelas, si hicimos algo fue respetar a la justicia. Y si hicimos algo fue no tomar revancha personal. Hemos dado todos los indicios para saber que queremos la pacificación de la Argentina. Los que evidentemente saben la verdad… y lo que necesitamos nosotros desde lo personal y familiar, es que hablen y que digan dónde están nuestros familiares y qué pasó con ellos”.Ese es el final. Benjamín Ávila acaba de terminar su testimonio, uno de los más esperados y angustiantes de este juicio. Su historia de “niño de la Contraofensiva” se difundió a través de la película Infancia Clandestina, que él mismo dirigió. Ya, en ese cierre, se nota que no lo es, pero durante buena parte de su denso relato, interrumpido varias veces por el llanto y la angustia, parece que fuera aquel niño otra vez. Aunque algunas diferencias son notorias: sabe, entiende y habla más. Aun así, su adultez, ya casi pisando los 50, no lo exime de desconocer demasiado. Entonces pide, con tono sereno y nada exigente, saber toda la verdad. Pero ese es el final. Ojalá su vida, la de sus hermanos Martín y Diego, la de su mamá Charo, la de su papá de crianza Horacio Mendizábal, fuera apenas una buena película, de la que pudiéramos decir que el guionista ha exagerado, desvirtuando la realidad. Ese fue el final. *** Benjamín Ávila dio un testimonio que conmovió a la mayor parte de la audiencia en la sala. (Foto: Fabiana Montenegro/DDJ) Benjamín ingresa a la sala de audiencias con su campera en la mano. Afuera las nubes oscurecen la tarde y cae una tímida lluvia,  insoportable. Tiene una camisa de jean celeste, desabotonada, que deja ver la pancarta colgada en el pecho. La imagen es la de su mamá: Sara Charo Zermoglio. Se la ve con su rostro divino, dibujada casi con perfección. Estática en el blanco y negro de una vida aplastada por el genocidio.Cuando la fiscal Gabriela Sosti da inicio a su relato a través de una presentación, lo pone como centro de la dramática historia. Es el hijo de Charo, desaparecida, pero también es él, el Benjamín niño, secuestrado. —Buenas tardes Benjamín. Bueno, yo tengo presente que vos fuiste víctima de secuestro durante la última dictadura cívico militar y no solamente vos, sino otros miembros de tu familia, particularmente tu mamá. Así que te voy a pedir si por favor le podés relatar al tribunal las circunstancias de ese tiempo, en qué consistía la militancia de tu madre, la persecución y cómo suceden los distintos secuestros —da pie Sosti. ¿Por dónde arranco?, habrá pensado en los días previos Benjamín, mientras tosía, acostumbrado a que su cuerpo se queje ante una cita como esta. —Mi madre era militante de Montoneros, y nosotros estábamos exiliados en Cuba desde el año ’77. Hasta el ‘79 estuvimos exiliados ahí. Y en el principio del ‘79, aproximadamente, por algunos hechos que vivimos, podemos deducir que ya en abril estábamos en Argentina. En ese momento yo tenía 7 años. Perdón, en realidad tenía 6 años, cumplo 7 acá en Argentina. Mi mamá tenía 26. También estaba Martín Mendizábal, que es el hijo de Horacio; y Diego, que es mi hermano en común con Martín. La ensalada familiar merece repaso. Ojalá hubiera quedado simplemente en eso, en un ensamble familiar que habilitara alguna confusión de vez en cuando. Benjamín es hijo de Sara Charo Zermoglio y José Pepe Ávila, pronto se separaron. Charo estuvo luego en pareja con Guillermo Ernst Miliki, militante de la Columna Norte de Montoneros en Tucumán, donde lo asesinaron. En esa secuencia de años, contada rápidamente como si los amores fueran tan sencillos, Sara y Horacio Mendizábal se enamoraron. Comenzaron a convivir. Ella tenía a Benjamín y él a Martín. Luego, juntos, le dieron vida a Diego. Retoma Benjamín. “En la clandestinidad conoce a Horacio Mendizábal y comienzan un vínculo, una relación muy fuerte. A partir de ese momento estuvimos clandestinos; yo estuve con ellos y con Martín. En un momento del ‘77 nos exiliamos, no sé exactamente la razón por la cual decidimos irnos, no tengo memoria de eso, tenía 4 años en ese momento. Pero nos vamos a Brasil y estamos un mes. De ahí vamos a México y de México, yo y mi mamá nos vamos a Cuba, recuerdo esa noche perfecto”, dice, y se adivina que está viendo las imágenes de aquel viaje nocturno. “Martín y Horacio se quedan en México un tiempo y tiempo después van a Cuba, y a partir de ese momento que estamos todos en Cuba, convivimos y vivimos en un edificio frente al mar de La Habana.

En una jornada extensa, se escucharon tres testimonios que cerraron la historia de lucha y posterior persecución de las Ligas Agrarias. Remo Vénica, Carlos Cremona y Oscar Mathot, repasaron la organización campesina desde su nacimiento hasta la disolución por la represión que sufrieron antes y durante la Contraofensiva. También declaró Oscar Mansilla, testigo ocular del secuestro de Ángela Alicia Salamone. Luego, el estremecedor testimonio del cineasta Benjamín Ávila, director de Infancia Clandestina. El cierre fue con Hugo Fucek, que participó de la Contraofensiva en la Guardería de La Habana, donde era la Tía Porota. (Por Gustavo Molfino/Fabiana Montenegro/Julieta Colomer y Hernán Cardinale para El Diario del Juicio*)  Foto de portada: En el centro, Benjamín Ávila, junto a Diego Mendizábal, su hermano, y Martín Mendizábal, hermano de crianza. Los imputado durante el poco rato que permanecen en el juicio. Con campera marrón y jean, Cinto Courtaux, el único preso en cárcel común. Hoy la Cámara le denegó el pedido para acceder a la domiciliaria como el resto de sus compañeros deandanzas. Cuando lo detuvieron, tenía en su billetera una foto del abogado querellante Pablo Llonto (Gustavo Molfino/DDJ) Cada vez que entran, cada vez que salen, las fotos de los y las que no están les acompañan a cada paso. A veces miran, otrasagachan la cabeza. (Gustavo Molfino/DDJ) Miradas juveniles, portadoras de sueños incompletos, interpelan a quienes nada dicen sobre ellos.  Carlos Cremona, dirigente de las Ligas Agrarias, abrió la jornada de testimoniales. Contó, entre otras cosas, cómo fue lasupervivencia en la selva hasta que pudieron salir del país. (Gustavo Molfino/DDJ) Cremona responde a las consultas de la fiscal Sosti. De fondo, abogados de imputados. Esta vez también participó unaabogada mujer, lo que no es tan habitual. (Gustavo Molfino/DDJ) A la hora de las preguntas de la parte defensora, Cremona se mostró tranquilo y seguro. Cuando le consultaron a qué fueron aBeirut dijo: “hay muchos palestinos ahí, ¿qué mejor que un pueblo en lucha por su tierra para aprender a luchar por nuestratierra?  Una de las personas más nombradas en otros testimonios: Remo Vénica era parte de las Ligas Agrarias. También estuvoescondido en el monte, donde su compañera, Irmina Kleimer dio a luz. (Gustavo Molfino/DDJ) Vénica dio un testimonio con sus modos apasionados, utilizando gestos ampulosos y con su voz en alto. Al finalizar, entre los abrazos, apareció Daniel Benítez, el hermano de Jorge Oscar Benítez, desaparecido en marzo de 1980. El último testimonio sobre la persecución al campesinado fue de Oscar Mathot. Aportó algunos documentos, como este quetrajeron en 1980 para retomar el diálogo con la gente durante la Contraofensiva. (Gustavo Molfino/DDJ) También aportó una foto de integrantes de las Ligas encontrándose en el exilio, antes de volverpara la Contraofensiva. (Hernán Cardinale/DDJ) De izq. a der. los jueces De Korvez, Rodríguez Eggers y Mancini observando los documentos aportados por Mathot.(Gustavo Molfino/DDJ) Mathot observa la foto con sus compañeros y se mete en ella a través de su relato. Pablo Llonto, abogado de la querella mayoritaria, en una jornada de gran intensidad. (Gustavo Molfino/DDJ) Hugo Mansilla fue testigo ocular del secuestro de Ángela Salamone en la frontera y de cómo la utilizaron luego para quecayera Daniel Santilli en Córdoba. (Fabiana Montenegro/DDJ) El momento más apabullante de la extensa jornada fue cuando Benjamín Ávila contó su historia y la de su familia. Casi queno quedó nadie en la sala sin derramar lágrimas. Su madre, Sara Zermoglio desapareció cuando él tenía 7 años. (Fabiana Montenegro/DDJ) Martín Mendizábal, hijo de Susana Solimano y Horacio Mendizábal, escuchó el relato de su hermano mirando sus propias manosla mayor parte del tiempo, casi inmóvil. (Fabiana Montenegro/DDJ) Ávila debió interrumpir varias veces su intervención. En otras, como aquí, se jactó de recordar lugares a la perfección, asícomo Martín recuerda nombres. (Fabiana Montenegro/DDJ) En el centro Benjamín Ávila con la foto de Charo. de izq. a der. Simón (hijo), Lorena Muñoz (madre de sus hijos), Martín (hermano de crianza), Claudia Olrog (amiga de Charo), Antonio (hijo), Alba (su pareja actual), Diego Mendizábal (hermano), Diana Zermoglio (hermana de Charo) (Foto: Fabiana Montenegro/DDJ) El cierre de la jornada estuvo a cargo de Hugo Fucek, que participó de la Contraofensiva desde La Habana, cuidando a los y las niñas que quedaron en la Guardería. Desde ese tiempo lo recuerdan por el personaje de la Tía Porota, con el que alegrabaa quienes esperaban allí el regreso de sus padres. (Fabiana Montenegro/DDJ) *Este diario del juicio por la represión a quienes participaron de la Contraofensiva de Montoneros, es una herramienta de difusión llevada adelante por integrantes de La Retaguardia, medio alternativo, comunitario y popular, junto a comunicadores independientes. Tiene la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguimos diariamente en https://juiciocontraofensiva.blogspot.com