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Chicha Mariani


Se observarán los testimonios históricos de María Isabel Chorobik de Mariani, Chicha; y de Luis Velasco, ambos fallecidos.

Hace frío en la noche de Catamarca. Las lágrimas, sin embargo, no llegan a congelarse. Era esperable que llegara la noticia de la partida de Chicha Mariani. Pero la muerte siempre es malvenida cuando se trata de buscar a personas como ella. (Por Fernando Tebele para La Retaguardia)Foto: Chicha Mariani con Mirtha Baravalle (Karina Díaz) Estamos en el encuentro de la Red Nacional de Medios Alternativos. Aquí, el sábado, pudimos abrazar a Nicolás Berardi. Nos emocionamos los tres, Euge, Nico y yo. Para nosotros haber contado su historia fue fuerte, pero recién ahora pudimos encontrarnos.Dos días antes de los asesinatos de Diana Teruggi y Daniel Mariani, y del secuestro de Clara Anahí, la nieta de Chicha, que tenía tres meses y aún hoy permanece sin saber quién es realmente, cayeron las otras dos casas operativas de Montoneros en La Plata. El papá y la mamá de Nico, Adolfo Berardi y María Isabel Gau, fueron el primer blanco de una redada implacable. Adolfo, cuando supo que perdía, envolvió en un colchón al Nico de apenas nueve meses y lo arrojó por encima de la medianera mientras le entraban las balas. María Isabel estaba embarazada de nueve meses y la exhumación de su cadáver arrojó un dato impactante: tenía un disparo en la panza. Seguramente sus asesinos están a favor de las dos vidas… Resumiendo una historia que no merece ser achicada, el bebé fue apropiado. Su familia pudo, tiempo después, llegar hasta Miguel Etchecolatz, el señor de la vida y la muerte. Iba a demostrar en esa reunión que él era quien decidía. Con una pistola y toda su perversidad sobre la mesa, sometió a los abuelos de Nico a la peor de las pruebas: si lo llamaban y el pibe respondía, se iría con ambos; si no, se quedaba con sus secuestradores y con quienes asesinaron a su padre y su madre. Bichicuí, le dijeron. Apenas consiguieron recordar que en alguna llamada telefónica les habían contado que aquel chico al que solo habían visto dos veces al nacer, por la clandestinidad de sus viejos, le decían Bichicuí. Y el pequeño Nico fue.No tuvieron la misma suerte Clara Anahí y su abuela Chicha. Ellas sí se conocían, porque Chicha la cuidaba hasta el momento del secuestro. Etchecolatz decidió callar. Todo este tiempo decidió callar. Otra vez toda su perversidad encima de la mesa. Chicha se fue sin poder abrazarla de nuevo.Hablamos de Chicha con Nico, que vive hace unos quince años en Andalgalá y lucha contra el Estado que tiene como política indiscutible la minería a cielo abierto que arrasó su lugar elegido. Entre la emoción, hay lugar para saber que la noticia está por llegar. Cuenta que la vio hace poco. Da más detalles increíbles acerca de cómo cree que sus abuelos llegaron a esa cita con Etchecolatz.Hoy nos resuena la voz de Chicha en los oídos. En aquella primera emisión de Oral Y Público del que la hicimos madrina inconsulta, hasta otras de hace años dónde la desesperanza se le hizo ineludible. Más cerca en el tiempo solo la foto, ya no su voz, del reencuentro con Mirta Baravalle, ambas fundadoras de Abuela de Plaza de Mayo, que nuestros compañeros Luis Angió, Susana Zaldúa y Karina Díaz pudieron registrar. En su etapa en Abuelas hasta 1989 encontraron 60 nietas y nietas, casi la mitad de los que recuperarían la identidad en los casi 30 años posteriores. Sin embargo, sufren la propia tristeza de ver pasar el tiempo sin llegar a saldar en sus historias la deuda que el Terrorismo de Estado nunca pagará por su cuenta. Se acabó el tiempo de Chicha, pero no la búsqueda de su nieta.Queda la casa que siempre se puede visitar y recorrer con la gente que la acompañó hasta el último instante como guía. Esa visita que intentamos hacer radial junto a Paulo Giacobbe.Chicha sufrió, además de todo esto, la inundación. Dicen que fue difícil sacarla de su casa llena de archivos y recuerdos. Parece que el agua no consiguió aniquilar la memoria, porque no pudieron aniquilar la historia aún con la peor de las derrotas.Hace frío en la noche de Catamarca y ya no estamos con Nico para abrazarnos como anoche. Ahora es el whatsapp la desoladora manera de darnos la noticia más temida y esperada. Se murió Chicha, y se murió sin volver a encontrarse con su nieta.“Seguro la encontrará cuando sus ojos se cierren y duerma, y deje de ser esa identidad que le clausuró la felicidad”, le escribe Nico a Euge, ya de regreso en Andalgalá y con la triste noticia revolviendo su propia historia.Mientras tanto, en Marcos Paz, Etchecolatz sonríe; es, en la prisión que le supimos conseguir, el mismo ser malvado que guarda silencio.

Mirta Acuña de Baravalle y María Isabel “Chicha” Chorobik de Mariani se conocieron buscando al nieto/a de Mirta, que nació en el cautiverio de Ana María Baravalle, y a Clara Anahí Mariani-Teruggi, la nieta de Chicha, que tenía 3 meses cuando fue robada en el operativo en el que fueron asesinados Daniel Mariani y Diana Teruggi. El martes pasado se reencontraron luego de años. La Retaguardia estuvo allí y esta es una crónica, más sentida que periodística, de este reencuentro emotivo e histórico entre dos gigantes. (Por Luis Angió para La Retaguardia) Foto: Mirta Baravalle ríe con ganas ante una Chicha también muy feliz por el reencuentro (Karina Díaz) Muchas veces me he sentado a escribir una nota, se imaginarán. En esta oportunidad no creo poder hacerlo, aunque voy a intentarlo. Lo que voy a narrar excede lo profesional.El martes pasado viajé a La Plata convocado por familiares de militantes asesinados/as por la CNU (Concentración Nacional Universitaria), para repudiar ante los tribunales federales la absolución de uno de los dos asesinos que estuvieron el año pasado en el banquillo de los acusados por sus crímenes cometidos durante los años 1974 hasta la caída de Isabel Perón a manos de la dictadura genocida. A esa absolución se agregó otro hecho grave: la fiscalía, que había pedido perpetua para ambos, dejó vencer los plazos de apelación sin presentar ningún recurso contra la absolución del Juan José “Pipi” Pomares.No fui solo. Me acompañaron Susana, hermana de Adriana Zaldúa, asesinada por esa banda fascista; Karina Díaz, compañera infaltable en las Rondas de las Madres todos los jueves y quien las retrata en imágenes como pocas. También estuvieron presentes dos Madres con las que por primera vez pude compartir en forma personal un viaje en auto: Mirta Acuña de Baravalle y Elia Espen. Las conozco desde hace años, pero nunca tuve la oportunidad de disfrutar de horas de viaje entre la ida y la vuelta a La Plata desde sus casas, en Bella Vista y Loma Hermosa, lugares no muy cercanos entre sí, que me permitieron compartir algunas horas escuchando anécdotas de sus primeros años de lucha hasta el día de hoy.Pero esta no pretende ser una nota sobre esos asesinos, Pomares y Carlos “Indio” Castillo  y el pedido de justicia por parte de las familias. Quiere ser un agradecimiento a ellas, a esas Madres, que, luego de compartir un almuerzo con quienes estuvimos en los Tribunales Federales, me permitieron asistir a un hecho que nunca en mi vida de periodista-comunicador-militante creí que podría presenciar: el reencuentro entre Mirta Acuña de Baravalle y María Isabel “Chicha” Chorobik de Mariani en su casa de la Plata. Ambas fueron fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo. No conocía personalmente a Chicha y con Mirta solo compartimos las Rondas de los jueves y luego los encuentros en el café de avenida de Mayo.En poco más de una hora conocí historias, hechos y más de una anécdota que por propia decisión de Mirta y de quienes estábamos allí decidimos no registrar. Todos entendimos que era un momento íntimo y que solo por confianza nos permitían ser testigos para que nos lleváramos las imágenes guardadas en los ojos y en el corazón. Apenas dos días después, Mirta quiso contar públicamente lo que allí había pasado. Lo hizo en La Retaguardia, y seguramente algo habrá tenido que ver aquel respeto por la intimidad durante la reunión. “Todo momento de encuentro, especialmente con personas tan queridas, tan respetadas y valoradas, es emocionante y compensador de muchas cosas. Y trae aparejado muchos recuerdos y vivencias compartidas durante tantas décadas, mancomunados siempre en esa lucha y en esos permanentes recuerdos por la presencia de nuestros seres queridos que tan vilmente han hecho desaparecer los genocidas en la época de la dictadura militar. Seguimos sufriendo las consecuencias todavía. Son recuerdos con melancolía y tristeza, pero también surgen recuerdos en los cuales se encadenan otras situaciones que disparan sonrisas y ternura”, dijo Mirta durante la última emisión de Oral Y Público. Muchos años pasaron hasta que Mirta y Chicha volvieron a encontrarse. Había demasiada expectativa y ansiedad en ese encuentro. Chicha estaba descansando y tuvimos que esperar unos minutos hasta que viniera. El encuentro con Mirta y el abrazo que se dieron fue uno de los momentos más emotivos de esa breve jornada. “Hacía mucho que yo no la veía a Chicha. La edad y el tiempo no transcurren en vano. Traen aparejadas situaciones de desgaste. Lo aceptamos cada una a su manera. Se dio la oportunidad de tener un encuentro encantador, muy emocionante y muy lindo. Compartí con Chicha un momento de recuerdos con situaciones risueñas. Estuvo la presencia de los familiares de los chicos masacrados en La Plata. También compartimos exigencias y reclamos de justicia por un genocida que nunca estuvo ni siquiera un solo día en la cárcel (por Pomares). Le dieron una libertad que no se puede admitir”, diría después Mirta. Chicha en cada momento de la charla decía que ya no podía ver, pero si identificar a quienes le hablaban, como a Mirta, a quien reconoció al momento del primer abrazo. Claro que en el curso de la charla también pedía que le habláramos “un poco más fuerte porque tengo un oído que no escucho nada”.Era un encuentro íntimo entre dos grandes luchadoras de toda la vida, desde que sus hijos e hijas fueron desaparecidos por la nefasta dictadura cívico-militar-eclesiástica, como la nombra Norita Cortiñas, y como deberíamos mencionarla todos.Los recuerdos fueron saliendo entre el té y las facturas, que fueron servidas muy gentilmente por quien cuida día y noche a Chicha, que a pesar de su diabetes, no solo insistía con que las probáramos, sino que también las disfrutaba. “Mañana me cuido y no como dulces”, dijo como al pasar.Entre esas anécdotas que fueron surgiendo en la conversación, una me quedó grabada. Cuando recordaron los años de inicio de Abuelas de Plaza de Mayo, de las que ambas fueron fundadoras junto con “Licha” (Alicia Zubasnábar de La Cuadra) y varias