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claudia morgese martin


Norberto Apa escuchó el veredicto acostado en su cama. “Prisión perpetua”, leyó Esteban Carlos Rodríguez Eggers, Presidente del Tribunal Oral Federal N°4 de San Martín. Supo entonces Apa que la táctica para evitar su segunda condena había llegado a su fin. Eran un poco más de las dos y media de la tarde. Se le revocó el beneficio de la prisión domiciliaria y se ordenó su traslado a una cárcel del Servicio Penitenciario Federal. Previamente se le realizarán estudios sobre su estado de salud. También se comunicará al Ministerio de Defensa para que “se dé inicio al proceso de baja por exoneración del condenado y la suspensión de todo goce, retiro o jubilación que pueda estar gozando”. Los fundamentos de la sentencia se darán a conocer el 10 de agosto junto con los fundamentos del veredicto del 10 de junio, en el se condenó a los otros acusados por la represión a la Contraofensiva Montonera.  (Por El Diario del Juicio*)  ✍️ Redacción: Paulo Giacobbe 💻 Edición: Fernando Tebele 📷 Foto de portada: Captura pantalla transmisión La Retaguardia Apenas pasadas las 9:30 de la mañana, el genocida Norberto Apa volvió a intentar demorar la lectura del veredicto. Hernán Corigliano, el abogado defensor de quien fuera Jefe de la División Inteligencia “Subversiva Terrorista”, dependiente del Departamento Interior de la Jefatura II de Inteligencia del Estado Mayor General del Ejército Argentino, entre el 15 de enero de 1979 y el 14 de noviembre de 1980,, esta vez no tuvo éxito.  El 10 de junio pasado, cuando correspondía la lectura del veredicto por la represión a la Contraofensiva Montonera, Corigliano presentó un informe médico asegurando que Apa no entendía el proceso en su contra por atravesar un proceso demencial. En esa oportunidad, el genocida fue apartado del juicio y se condenó a los otros cinco imputados. Luego de una evaluación realizada por profesionales del Cuerpo Médico Forense, quienes concluyeron que Norberto Apa “activamente simula y sobresimula un cuadro psicopatológico sin consistencia clínico semiológica enmascarando su realidad psíquica”, el Tribunal que además de Rodríguez Eggers integran la jueza María Claudia Morgese Martín y el juez Matías Alejandro Mancini,  inmediatamente ordenó la continuidad del debate.  Cuando Rodríguez Eggers saludó formalmente a Apa, el abogado defensor se apresuró a tomar la palabra. “De manera preliminar voy a formular un planteo”, anticipó. Se trataba, nuevamente de lo mismo: ganar tiempo. Corigliano solicitó un pedido de suspensión de la audiencia y realizó un recurso de reposición. Luego de un cuarto intermedio, el tribunal decidió continuar. Quedaban por delante las últimas palabras del genocida, que por el escenario dispuesto y una aparición imprevista, tendrán características típicas de una obra de teatro.  Reanudación, ahora sí Acostado, de camiseta blanca, con sus dos manos en el abdomen, Apa escuchaba tapado en sábanas claras. A su espalda podía verse el impecable respaldo de una cama antigua y el empapelado color crema con dibujos de flores en la pared. A su lado un velador con pantalla y un crucifijo.  —Señor Apa ¿me escucha? —preguntó el Presidente del Tribunal.  —Sí… sí —contestó el genocida.  —Bien, le cuento señor Apa, —continuó Rodríguez Eggers— la audiencia que se lleva adelante tiene que ver con que el Estado, a las personas imputadas, les provee de dos tipos de defensa: la primera tiene que ver con una defensa de carácter técnico, que es la que ejerció el doctor Corigiliano durante todo el debate; y la segunda tiene que ver con una defensa de carácter material, que es la defensa que los imputados tienen para hacer por sí mismo, en todas sus declaraciones, en el momento que pueden en la audiencia formular alguna observación, pedir la palabra, etc.. etc… El Estado, el último momento que le da al imputado para expresarse ante el tribunal es este, que se denominan las últimas palabras, es el último momento que en nosotros lo vamos a escuchar antes de proceder al dictado de la sentencia, obviamente es un derecho que usted tiene de decir lo que crea conveniente, ¿va a ser uso de ese derecho? —No entiendo —susurró una voz femenina al lado de Apa, probablemente perteneciente a la persona que no se veía pero estaba en ese mismo cuarto para atenderlo en las cuestiones técnicas de la sala virtual. Pegado al susurro fue que Apa dijo: “No le entendí nada de lo que dijo doc… señor”. Pese a estar acostado, Norberto Apa había trastabillado. Pues en su respuesta se estaba refiriendo al juez como doctor. Cuando se dio cuenta de su error lo dejó en “doc” y se reacomodo diciéndole “señor”. Si no entendía nada,  ¿por qué le decía doctor y sobre todo por qué lo modificó para dejarlo en señor?    Fue entonces que el Presidente del Tribunal volvió a preguntar:  “¿Tiene algo para decirnos? Apa realizó una pausa, movió negativamente la cabeza y dijo: “no, repito, no le entendí nada de lo que dijo, no puedo hablar nada porque no entendí nada eso”.  —¿Tiene algo para decirle al tribunal además de que no entendió?  —No —clarificó el genocida.   —Bien, entonces entendemos que no quiere decirnos nada mas, muchas gracias señor Apa —intentaba concluir Rodríguez Egger cuando la voz femenina se interpuso con mas energía que cuando le susurraba a Apa. Ahora también se podía ver la palma de de su mano abierta en la pantalla. —Perdón doctor, perdón doctor —dijo la voz— ¡no es que tiene una negativa, no entiende lo que usted está diciendo!  —Señora, yo no sé quién es usted, no sé quién es usted, así que por favor…  —Soy la hija, soy la hija —dijo la voz.  —Está bien, por favor… —repitió el Presidente del Tribunal.  —No entiende oraciones largas,  hágasela corta así la entiende. Cortita por favor, en serio le digo. Rodríguez Eggers, dijo que más allá de la intromisión de la persona que había dicho ser la hija y que desconocía el nombre, aceptaba hacerle preguntas cortas: “¿Señor Apa tiene algo para decirnos?”. Luego de un silencio prolongado, Apa repreguntó: “¿de qué?”. —Del juicio que se le lleva