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Feliciano Cabana


En una larga jornada, declaró un grupo de gendarmes que cumplieron funciones de guardia en el regimiento durante la última dictadura cívico militar eclesiástica. Describieron al Centro Clandestino de Detención Tortura y Exterminio El Campito. Ubicaron al represor Roberto Julio Fusco, alias Pajarito, en el lugar. Pablo Llonto, abogado querellante, dio su opinión sobre estos testimonios en otra jornada intensa en la megacausa.  (Por La Retaguardia) ✍️ Redacción: Paulo Giacobbe ✍️ Textuales: Valentina Maccarone/ Noelia Laudisi De Sa/ Agustina Sandoval Lerner/ Mónica Mexicano 💻 Edición: Fernando Tebele 📷 Fotos: Capturas de la transmisión en vivo de La Retaguardia Feliciano Cabana comenzó su testimonio con un breve traspié tecnológico que fue resuelto rápidamente por una mujer que lo asistía en esas cuestiones; el problema eran los auriculares. Cabana dijo que se estaba recuperando después de haberse contagiado con Covid—19, que había estado internado, muy mal, y que algunas cosas, por tal motivo, no las recordaba. Pero, con mucha dificultad y la ayuda por las preguntas de la fiscal Gabriela Sosti, pudo declarar. Era el segundo gendarme del día en hablar. Antes había pasado frente al Tribunal Oral Federal N°1 de San Martín Orlando Maza, quien en un momento pareció estar interesado en hablar solamente de instrumentos musicales. Maza, como Cabana, había integrado la banda de música de Gendarmería, estuvo destinado en Campo de Mayo y se consideró amigo de Roberto Fusco, otro músico de la misma banda, acusado en este juicio. “Es un señor músico, es un amante de la música”, dijo Maza sobre el represor. La relación de amistad entre ambos perduró en el tiempo hasta el punto que se juntan todos los 22 de noviembre, el “día de la música, a festejar”, explicó el testigo con naturalidad. Pero, justamente por conocerlo tanto, pudo describir características físicas de Fusco que resultaron coincidentes con la descripción que algunos sobrevivientes hacen de “Pajarito”. Fuera de eso, el tono de Maza, con algunas respuestas escurridizas, pareció estar embargado por el espíritu y la vocación de servicio gendarme. Por eso, cuando Cabana empezó con los problemas de auriculares, se podía creer que la jornada se tornaría agotadora. Pero el testimonio de Cabana será sustancialmente distinto al de Maza.    Pajarito Fusco entraba y salía de “interrogatorios” Feliciano había sido trompetista en la banda de música de Gendarmería. Durante algunos meses de 1976 o 1977, que no pudo precisar exactamente, había sido designado al puesto de entrada en Campo de Mayo alrededor de tres meses.  Como le pasó a muchas bandas por esa época, la banda de música de gendarmería se disolvió y sus integrantes tuvieron que cumplir otras funciones. “Nos cargaron a un camión, sin motivo adonde íbamos y fuimos a parar a ese lugar”, señaló.  En el puesto de guardia debía estar veinticuatro horas parado, solo o acompañado. Por el paso de los años no podía recordar el nombre de sus compañeros de guardia, “De día y de noche, por veinticuatro horas”.   En esa guardia no pedían identificación a quienes entraban. “Abrir el portón, entrar y cerrar, no sabíamos qué personas entraban”. Los vehículos que entraban eran autos de civil con personas de civil. “Nosotros teníamos orden de no allegarnos al vehículo, ni tampoco identificarlos, ni nada, nada”, explicó Feliciano Cabana.   “Cuando llegábamos no sabíamos nada, nos sorprendimos, éramos jóvenes y nos asustamos. Nos repartieron las órdenes de cada uno, la misión que cada uno tenía que hacer”. Después les dijeron que había “gente detenida” en el lugar. “Se escuchaban gritos (de personas) de lejos y después había silencio”.  —¿Y ustedes supieron, pudieron darse cuenta de qué se trataban esos gritos? —preguntó Gabriela Sosti. —Claro, después del portón, no cierto (sic), sabíamos a mirar y sacaban, no cierto, gente del lugar donde era el interrogatorio, y… y… y… sabíamos mirar nada más nosotros… nosotros no teníamos acceso a tocar ni acercarnos ni nada por el estilo. —¿Qué significa eso que lo sacaban del lugar del interrogatorio, qué era eso? ¿Dónde estaba el lugar de los interrogatorios? —Después nos dimos cuenta de que eran detenidos que traían de afuera. —¿Y por qué dice lo del interrogatorio? ¿Qué supo de los interrogatorios? —Después nos dijeron que era un lugar de los interrogatorios de los detenidos que traían de afuera —declaró Feliciano y reconoció que se comía en un quincho abierto a media cuadra del “interrogatorio”.   Sucede que durante las extensas guardias que realizaban en algún momento, tenían que comer. “Era un lugar que no tenía un comedor de cuatro paredes, era como un quincho, comíamos ahí, del interrogatorio estaba a treinta, cuarenta metros”. Yendo a comer fue que vio dos o tres galpones en ese lugar.  El trompetista de gendarmería señaló a Roberto Fusco como su superior, recordó que le decían “Pajarito” y que fue designado al “lugar de interrogatorio”. Entraba y salía de ahí.  El abogado querellante, Pablo Llonto, le preguntó si vio alguna construcción cuando comían en el quincho. “El interrogatorio estaba vacío, no había nadie cada vez que hubimos (sic)”, fue su primera respuesta y al principio no pudo ni describir el lugar. Sin embargo, con la lectura de su declaración anterior, pudo recordar una “pileta vacía, tapada de yuyos, no tenía agua”. Pero no supo decir cómo le decían entre ellos al lugar donde hacían guardias, ni siquiera cuando Llonto insistió con “¿Los Tordos le dice algo?”.  En etapa de instrucción, Cabana se había referido a la presencia de mujeres embarazadas en El Campito; frente al tribunal no pudo recordarlo. “Cuando nos juntábamos a comer en el quincho yo escuchaba conversaciones de que había mujeres embarazadas y se las veía pasar entre los galpones, estaban sueltas pero vigiladas”, fue su declaración anterior en el año 2014, que para esta oportunidad se le borró.  Concepción Atienza En total declararon cinco gendarmes. El caso de Enrique Berozuk fue particular, no tanto por lo que dijo sino porque apareció vestido con un camperón oscuro que tenía una pequeña bandera argentina en un brazo. El último en declarar fue Concepción Atienza, quien dijo haber estado en “Campo