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La provincia que mejores números mostró durante toda la pandemia es la que gobierna Gildo Insfrán desde 1995. En diciembre los contagios se dispararon y el racismo señaló a las comunidades originarias como responsables. El rol de la policía. Los centros de aislamiento que retienen a las personas con resultados negativos. Las críticas de la oposición más reaccionaria reclamando por “los derechos humanos” y la visita del Secretario de DD.HH. de la Nación, Horacio Pietragalla Corti que terminó en apoyo al Gobierno provincial. (Por La Retaguardia) ✍️ Redacción: Fernando Tebele 💻 Textuales: Julián Bouvier/Agustina Sandoval Lerner 💻 Edición: Pedro Ramírez Otero/María Eugenia Otero/Diego Adur “Señora, usted dio negativo pero tendrá que ir a un centro de aislamiento porque estuvo en contacto con una persona que dio positivo”, le dijo un oficial de la Policía de Formosa a Dionisia López. El reloj marcaba el mediodía del lunes 11 de enero. Se desesperó. Ya había pasado una hora desde que se acercó a la guardia del hospital para que la hisoparan porque había compartido un rato con una persona positiva de Covid-19. Tuvo que dejar a su niño de 10 años esperando afuera, bajo la sombra de un árbol, con su teléfono celular. Ella no podía salir, él no podía entrar, no tenían forma de comunicarse. Media hora atrás, una médica le anunció que si el resultado era negativo se iría para su casa a cumplir un aislamiento preventivo. No fue así. Al menos consiguió a los gritos que dejaran ingresar a su hijo, quien le contó llorando que le hicieron “un montón de preguntas” durante la espera. Recién a las 23 la llevaron a una escuela donde permaneció aislada durante 15 días. Las imágenes que tiene de las primeras horas en la escuela no son las mejores. Se recuerda temblando, apenas un poco más tranquila cuando su esposo le pudo llevar ropa limpia: “La pasé mal. El baño era un asco. Nos turnábamos para limpiar, pero el olor a cloaca era muy fuerte”. Durante varios días el nene durmió lejos de su madre. La comida no tenía sabor: “Seguramente los policías les dicen que no le pongan sal para que nos digan que estamos enfermos”, le dijo su niño percibiendo desde temprano las distancias entre buenos y malos.  El 18 de enero la volvieron a hisopar. También a su hijo. Ambos dieron negativo. Cuando preguntó le dijeron que debía quedarse 15 días más porque “una chica dio positivo”. Finalmente, este miércoles 26, después de otro resultado negativo, le entregaron un papel que le permitió volver a su casa. El alta no llegó en manos de un médico sino de un policía. Todo un símbolo. En el oeste está el agite La historia de Dionisia es una entre tantas. La Retaguardia pudo acceder a por lo menos una docena de testimonios más o menos similares, con contrastes, pero con inexplicables padecimientos en los centros de aislamiento. No tuvimos que indagar, las denuncias se sucedían una tras otra. Este relato de la ciudad de Formosa se torna más oscuro y represivo cuanto más al oeste de la provincia ocurra. En los departamentos Ramón Lista, que limita con Salta; y Matacos, con Salta y Chaco como vecinas, la situación se complejiza de manera notoria. “La pandemia llegó a Formosa después de tanto tiempo —explica Juan Rosasco, cura pasionista que está desde hace 6 años en Ingeniero Juárez, la ciudad cabecera de Matacos—. Acá tuvimos los primeros casos a fin del año pasado. Y el Gobierno aplicó su política, que son los Centros de Alojamiento Preventivo, donde se aísla a las personas, a los contactos estrechos, y a todos los que son positivos se los interna en lo que son los centros de salud, donde se los atiende. Es una situación que estalló”, asegura. “Esta forma generó y sigue generando mucho malestar, porque la gente es llevada a estos centros y no la pasan bien. Algunas imágenes de lo que pasa en Formosa capital trascendieron pero imagínate eso en una escuela que no está preparada para ser un lugar de alojamiento, como tampoco el Estadio del Cincuentenario. En cada aula hay cuatro, cinco camas. Los baños son todos compartidos por los 30, 40, 50 que estén en cada uno de estos centros. Entonces terminan siendo lugares donde todos están asustados, porque se van contagiando”. En ese punto coinciden casi todos los testimonios: muchas personas que ingresaron como sospechadas de haberse contagiado y permanecieron allí aún con resultados negativos en los análisis, finalmente terminaron contrayendo el virus por haber estado en contacto en los centros de aislamiento con personas que ya ingresaron como positivas de Covid-19: “La Organización Mundial de la Salud lo dice muy claro: son recomendables los lugares de cuarentena pero acotados en el tiempo, porque sino se promueven los contagios. Esto la provincia no lo escucha”, se indigna Rosasco. Aislados a 500 kilómetros de casa Más que aislamientos, algunos casos de personas pertenecientes a comunidades Wichí, Qom, Nivaclé y Pilagá (las cuatro etnias que habitan la provincia) parecen detenciones. No se explica de otro modo que hayan sido encerradas en centros de aislamiento de la ciudad capital de la provincia a unos 500 kilómetros de distancia. Como si a una persona de la localidad bonaerense de Avellaneda la llevaran a aislarse a la ciudad costera de Miramar. No podría suceder eso en Buenos Aires pero sí en Formosa, básicamente porque con las comunidades originarias no alineadas políticamente con el gobernador Gildo Insfrán, puede pasar cualquier cosa.  Alejandra Carrizo es psicóloga. Vive en Formosa capital, donde ejerce en el sistema público de salud. Integra la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) local y también la regional de la Asociación de Psicólogas y Psicólogos. Corrobora las denuncias de atropellos varios: “Los traslados forzosos y la fragmentación de los grupos familiares profundizan la angustia por la ausencia de información a las familias, lo que ha generado muchísimo malestar y fricción a las personas”. Carrizo está en un centro para residentes que regresaron desde otras provincias, y