Canción actual

Título

Artista


Jorge Bergoglio


El Papa Francisco se vio nuevamente interpelado por los secuestroso de los dos curas que estaban bajo su mando durante el último genocidio. Esta vez fue en Hungría, donde nació y murió uno de ellos. En una entrevista, acusó al gobierno de entonces por haber sido llamado como testigo. Y dijo que “las cosas se aclararon”, pero no, porque sigue teniendo que dar explicaciones. Texto: Paulo GiacobbeEdición: Fernando Tebele El 29 de abril de este año, el papa Francisco que se encontraba de visita por Hungría, se reunió en privado con 32 miembros de la Compañía de Jesús en la Nunciatura Apostólica en Budapest. Permitió que le realizaran preguntas y la charla fue dada a conocer por La Civiltà Cattolica, una revista “fundada en Nápoles por un grupo de jesuitas italianos” cuyo primer número fue impreso el 6 de abril de 1850. “La idea que motivó la fundación de la revista fue la de defender la «civilización católica», tal como entonces se concebía, amenazada por los enemigos de la Iglesia, en particular por liberales y masones, que estaban inspirando muchas de las líneas fundamentales de la Italia del Resurgimiento”, explican en su página. Entre variados temas, como los abusos sexuales o la relación entre la Iglesia y el mundo moderno, Francisco opinó del último genocidio ocurrido en Argentina, del que la Iglesia Católica Argentina formó  parte activa.  La revista fundada en 1850 publicó en su portal la charla privada en idioma castellano. El Santo Padre es argentino; si bien habla varios idiomas, su lengua es la nuestra. La charla ocurrió en Hungría, probablemente esa fuera la lengua de los otros sacerdotes. Durante un tiempo prolongado se pudo suponer que se trataba de un error.  La revista tiene su sede en Roma, Italia, donde se presume hablan esa lengua o un dialecto, si la queremos complicar. Sin dudas necesitaron de un traductor. Quizás, ese era el problema. Una mala traducción. Pero fueron pasando los días y nadie presentó rectificaron de palabra alguna. Ni una coma fuera de lugar. Con esa hipótesis descartada, hay que admitir que lo transcrito fue lo que efectivamente dijo Francisco. No hubo errores. No hubo excesos.  Los diarios argentinos tomaron la charla publicada por La Civiltà Cattolica y los titulares fueron en dos sentidos: “El Papa Francisco habló de la presión del kirchnerismo para que lo condenaran por su rol en la dictadura” o “Hice lo que tenía que hacer para defenderlos”, en relación a dos curas que estuvieron desaparecidos en la ESMA. Palabras más, palabras menos, la cosa fue por ahí. Vale como aclaración decir que en la mayoría de los medios gráficos eligieron al primero de los títulos mencionados.  Antes de ser Francisco, Francisco era Jorge Mario Bergoglio. Y cuando Francisco era Bergoglio, el periodista Horacio Verbitsky publicó una serie de artículos y un libro donde demostraba la complicidad de Bergoglio en el secuestro de dos sacerdotes, Orlando Yorio y Franz Jálics. Argentino el primero, húngaro el otro; ambos jesuitas. Bergoglio era el jefe provincial de los jesuitas; por lo tanto el superior de ellos. Jalics y Yorio fueron secuestrados el 23 de mayo de 1976 en la Villa del Bajo Flores. Eran tercermundistas. Su opción estaba ahí. La acusación a Jorge Bergoglio se fundamenta en un documento hallado por el periodista en la Dirección de Culto de la Cancillería, en declaraciones de ambos curas al ser liberados y en las acciones del propio Jorge.    “Algunos en el gobierno querían «cortarme la cabeza», y sacaron a relucir no tanto este asunto de Jálics, sino que pusieron en duda todo mi modo de actuar durante la dictadura. Entonces, me llamaron a juicio”, eso dijo el Santo Padre.   Pero no fue por algunos del gobierno que lo llamaron a juicio como testigo en la megacausa ESMA. Fue convocado por el abogado querellante y militante de Derechos Humanos, Luis Zamora, que nunca integró las filas del gobierno de Cristina Fernandez de Kirchner. Pero además en los juicios de Lesa Humanidad no se llevan al estrado a personas por diferencias políticas. Tres veces el actual Santo Padre fue solicitado por la Justicia como testigo en causas de crímenes de lesa humanidad; dos veces en Argentina y una en Francia. Es de público conocimiento la simpatía que ese país europeo tiene por la guillotina.  “Me dieron la posibilidad de elegir el lugar en el cual realizar el interrogatorio. Elegí hacerlo en el episcopio”, dijo Francisco en Hungría. El 8 de noviembre de 2010, el cardenal Jorge Bergoglio era arzobispo de Buenos Aires y primado de Argentina. En Roma las riendas las llevaba el ex integrante de la Juventud Hitleriana, Joseph Ratzinger, quien adoptó la identidad de Benedicto XVI. A las 11 de la mañana, los integrantes del Tribunal Oral Federal  Nº5 de CABA, y demás partes del juicio de la megacausa ESMA, se trasladaron a la sede del Arzobispado para tomar declaración testimonial de Jorge, quien se negó a asistir a Comodoro Py e inicialmente había pedido declarar por escrito. Gracias a su investidura, tenía la posibilidad de movilizar a todas las personas hasta su domicilio y eso hizo. Por eso hay momentos en el registro audiovisual de la audiencia en los que el sonido es defectuoso, se escucha bajo digamos. Pero la imagen más poderosa es ver a los miembros del tribunal sentados frente a una mesa larga y con una virgen enorme a sus espaldas. Claro, se trata de un salón de la curia. Jorge se mostró escurridizo durante toda la jornada, desde la primera pregunta. —Voy a hacerle preguntas sobre algunos de sus datos personales –le adelantó el Juez Daniel Obligado- ¿Su número de documento?  La respuesta de Jorge fue un rápido movimiento de manos, una a cada bolsillo de su atuendo negro.  “Si lo recuerda” agregó el Presidente del Tribunal.  “No…”, contestó Jorge con una suerte de sonrisa pícara, “lo leo”. Y sacó de un bolsillo sus anteojos y de otro el DNI verde, de esos que no existen más, que eran como una

Con el fallecimiento de uno de los curas que acusó a Jorge Bergoglio de haberlos entregado durante la dictadura, los medios tradicionales salieron presurosos a escribir necrológicas que van desde la idea de que Jalics se desdijo hasta las más atrevidas que muestran al Papa Francisco convertido en una suerte de Oskar Schlinder. Las reuniones con Massera (“le dije que no estaban en nada raro”), la misa a Videla y la declaración en la megacausa ESMA. (Por La Retaguardia) ✍️ Redacción: Paulo Giacobbe 💻 Edición: Fernando Tebele 📷 Foto: Captura de pantalla de la declaración de Bergoglio extraída de YouTube Falleció en Budapest el cura Francisco Jalics, que integró la Compañía de Jesús durante el Terrorismo de Estado en Argentina. Tenía 93 años dicen los diarios, pero es necesario aclarar algunas cosas. La primera, su muerte no se trata de un típico caso de impunidad biológica. Jalics no fue parte del engranaje cívico militar eclesiástico que durante el genocidio llenó su cáliz de sangre y brindó perdonando pecados. Todo lo contrario, fue secuestrado por un grupo de tareas, estuvo en la ESMA y en una quinta que fue anexo de ese centro clandestino de detención tortura y exterminio.   Lo segundo que es necesario aclarar ya está escrito en todos los diarios, pero en esas tintas se deslizan deformaciones de los hechos.  Mire, Massera Vestido de negro, como corresponde a sus hábitos. Ojeroso, de cara avinagrada, por momentos entrecierra los ojos cuando habla, como si estuviera intentando recordar lo que dice, pero en verdad tiene estudiada cada palabra. Por momentos se aleja del micrófono y el sonido apenas propaga su declaración. Jorge Bergoglio, en ese momento Arzobispo de Buenos Aires, no parece el actual Papa Francisco, de blanco y casi siempre sonriente.  Fue en 2010 cuando el Tribunal Oral Federal Nº5 se tuvo que trasladar hasta la sede del Arzobispado para tomarle declaración testimonial en un tramo de la causa por los crímenes de lesa humanidad cometidos en la ESMA. En ese momento, el futuro Papa Francisco dijo que le dio misa a Jorge Rafael Videla en la casa y que se entrevistó dos veces con Emilio Eduardo Massera. En la primera oportunidad con el marino, remarcó “que esos padres no estaban en nada raro”. Massera no le respondió pero le dio una segunda entrevista “que fue muy fea, no llegó a los diez minutos”. En esa reunión, Bergoglio contó que se enojó con el genocida y se fue del lugar pegando un portazo, exigiendo la aparición de Jalics y Orlando Yorio, el otro sacerdote secuestrado en el mismo operativo. Las reuniones con Videla también fueron dos, la de la misa y otra. “Me dio la impresión que él (Videla) se iba a preocupar más y que iba a tomar las cosas más en serio, pero no fue violenta (la reunión) como la de Massera”.  Todas esas gestiones, incluida la misa a Videla, obviamente las realizó para pedir por la libertad de los curas que estaban bajo su protección y fue solo. Una vez liberados, Yorio y Jalics lo acusaron de entregador.  Un ejercicio entretenido para realizar sobre la testimonial de Jorge Bergoglio en la causa ESMA es mirarle las manos. Sus movimientos. Seguir el anillo. Esas inquietas manos, en un silencio, se sacarán algo de la nariz y lo llevarán a la boca.  Habemus  Una vez alcanzada la fumata blanca que nombró a Jorge Bergoglio Jefe de Estado de Ciudad del Vaticano, se desplegó una campaña con el objetivo de limpiar el pasado del nuevo Santo Padre. Quienes recordaban su pasado fueron acusados por el vocero del Vaticano como integrantes de ser parte de una “izquierda anticlerical”. “Estoy reconciliado con los eventos y considero el asunto cerrado” fueron las palabras que, mediante una carta, se le atribuyeron a Francisco Jalics cuando Bergoglio se convirtió en Francisco.  Luis Zamora, abogado querellante en la causa ESMA, en el documental “VOX POPULI, dictadura cívico militar eclesiástica” que realizamos junto a Ignacio Liang, contó: “Aparece un comunicado, no firmado por Jalics, donde dice que está reconciliado con esos hechos. Reconciliación no significa que los hechos no ocurrieron, sino que no tiene cuestionamientos que hacer, que ha perdonado. No dice que no ocurrieron en el primer comunicado, finalmente, sale un comunicado firmado por él o que dicen que son expresiones de él, donde dice que las sospechas que tiene sobre los primeros tiempos eran infundadas”. Zamora fue tajante, esas declaraciones no podían ser tenidas en cuenta por el vínculo que en ese momento tenía Jalics con la iglesia, viviendo en un monasterio propiedad de la Compañía de Jesús en Alemania.   Zamora no se equivocaba. En 2018, el periodista Horacio Verbitsky, que ya había difundido documentación probatoria sobre el rol de Bergoglio durante el genocidio, dio a conocer una carta personal de Jalics a Graciela Yorio, hermana de Orlando.  “No creo que los militares hayan hecho algo verdaderamente gravemente injusto con él ni conmigo cuando siguieron las informaciones que habían tenido. No puedo decir lo mismo de la Iglesia ni de la Compañía”, escribió Jalics.  “Confío que de esta carta nada se hace público, ni siquiera el hecho de que te escribí. Eso me pondría en una situación muy desagradable”. Es el final del escrito, que tomó estado público y da cuenta de las presiones que ejercía la Iglesia.  Yorio, que falleció en el 2000, responsabilizó a Bergoglio de su secuestro hasta el último de sus días.