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Juicio Hogar Casa Belén

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Testimonios de Horacio Rafart, familiar de José Luis Alvarenga, una de las personas asesinadas en el operativo de la calle Noguer; y Juan Carlos Torriani, dueño de la empresa de sepelios con cuya morguera se llevaron los cuerpos.

Testimonios de  Francisco Nogueira, vecino de la casa de calle Nother y testigo del operativo; y Aldo Pietrantuono, vecino de la casa de calle Ascasubi y testigo del otro operativo.

Después de asesinar y desaparecer a Vicenta Orrego, los genocidas se llevaron a sus dos hijos y una hija. Un juzgado de menores les entregó al Hogar Casa de Belén. Estuvieron casi 7 años con la identidad cambiada y sufrieron todo tipo de torturas y abusos sexuales. Su padre los pudo recuperar al salir de la prisión política a la que estuvo sometido. Se fueron a Suecia y declararon desde allí. Esta es la impactante historia de Carlos Alberto Ramírez y Alejandro Mariano Ramírez. Hoy declaró su hermana, María Ester Ramírez. (Por La Retaguardia y Pulso Noticias)     ✍️ Redacción: Tamara Alfaro Moreno 💻 Edición: Fernando Tebele/María Eugenia Otero 📷 Foto de portada: Capturas de pantalla transmisión La Retaguardia/Pulso Noticias Carlos Alberto hace intentos para relatar, se mueve en la silla, se acomoda, se le corta la voz, se toca la nuca una y otra vez. Se vuelve importante este último movimiento después de escuchar lo que tiene para decir al respecto de los hechos que cambiaron su vida para siempre. Una noche de marzo de 1977 la familia,  compuesta por su madre, hermano y hermana, se despierta abruptamente por los ruidos ensordecedores de los tiros. Un grupo de hombres uniformados y armados atacaban la casa donde vivían. Los balazos atravesaban las paredes haciendo agujeros que dejaban ver hacia afuera de la casa. Uno de ellos impactó en la nuca de Carlos, que comenzó a sangrar. Queda de ese momento una cicatriz que, al tocarla, quizá lo lleve a aquella noche, que le trae “malos recuerdos, pesadillas”, pero también lo conduce a la última vez que vio a su mamá, Vicenta Orrego. Vuelve a ser un niño cuando tocando su nuca relata cómo busca desesperadamente a su perro chiquito casi como un chihuahua, que por los ruidos de los disparos  se esconde detrás de la heladera, y al que intenta sacar de allí, sin suerte. Debe abandonarlo por los gritos de su madre, quien le pedía que fuera con ella para que les ayudara  a salir de ese infierno a través de la ventana. Vicenta les indica que caminen hasta la casa de los vecinos. Así consiguen salvar sus vidas. Carlos cuenta que ,  camina en medio de la oscuridad de la calle, con sus apenas 6 años y su hermanito de 2 a upa, hasta la casa de los vecinos que le dieron cobijo por un tiempo corto. Relata, tratando de ser preciso, lo más preciso que se pueda, con la mirada y las vivencias de un niño de 6 años. Al comienzo, el tribunal había solicitado a las personas imputadas por delitos delitos de lesa humanidad que apagaran sus cámaras; Es derecho de las víctimas no declarar frente a quienes denuncian. A la vez, las personas imputadas tienen derecho a escuchar para poder defenderse. Por eso apagaron sus cámaras pero siguieron en la virtualidad. En la sala presencial, la imputada Nora Pellicer no es enfocada para que el testigo pueda dar testimonio sin verla. Antes de eso, el Presidente del ToF 1 de La Plata, José Michilini, informó a Carlos Alberto Ramírez acerca de la carátula de este juicio: “Homicidio y otros”. Entre ese “otros”, se encuentran delitos no mencionados como tales pero que se asocian, al menos para la victima; uno en particular es el de “Delitos contra la integridad sexual” que durante el golpe cívico militar fueron utilizados como método de tortura específico sobre todo en contra de las mujeres, aunque no solo contra ellas. Esto puede visualizarse en todas las testimoniales históricas de las sobrevivientes y  en el libro “Putas y Guerrilleras”, de Miriam Lewin y Olga Wornat, quizá la obra con más recorrido entre varias que abordaron el tema. Claramente estos delitos se ven agravados en este caso por ser las víctimas tres niños de 6, 4 y 2 años, quienes padecieron en sus cuerpos todo el ensañamiento apropiador de los genocidas. Carlos Alberto Ramírez declaró el 25 de marzo  y su hermano menor, Alejandro Mariano Ramírez,  el 1 de abril. Ambos lo hicieron de manera virtual desde Suecia,  donde continúan exiliados desde que Carlos tenía apenas 12 años,  su hermana María 10 y Alejandro 8; salieron junto a su padre, quien declarará después, contando cómo halló a sus hijos e hija desde la cárcel en la que estaba como preso político de la dictadura. En estas crudas testimoniales, se hace evidente la dificultad de ponerle palabras al horror de lo padecido, siempre; pero más aún cuando quienes lo vivencian son dos niños de 6, y 2 y una niña de 4 años. Es posible que operen, por un lado la identificación de ciertas experiencias que, por estar vinculadas a la muerte, naturalmente les resultaran desconocidas solo por ser infantes. Y por otro, la supervivencia ligada a la obligación del exilio en un país en el que el idioma es tan diferente; el sentido de las palabras utilizadas en esta adultez tal vez no alcance para definir el sufrimiento de aquella niñez. Lo que no cambia en castellano o en sueco es el dolor.   Alejandro Mariano, el hermano menor Una semana después, en su testimonial, Alejandro Mariano Ramírez hace referencia clara a los daños padecidos en esos años de tormentos: “Me hacía caca cuando iba a la escuela, me retaban, no tenía espacio para leer o estudiar en el Hogar; nadie del Hogar me ayudaba con las materias; me cortaron la lengua allí (señalando el frenillo), me hicieron cortar porque no hablaba, me quedé traumatizado, y no pude hablar por muchos años”. Casi al final de su testimonio señala que pudo hablar una vez que se encontró a resguardo en otro país, con la ayuda de su padre y de profesionales de la salud mental que lo acompañaron en ese proceso de develamiento.   El (no) Hogar Ambos narraron que fueron trasladados de manera transitoria a una institución atendida por monjas en la que, según dice, “podían ser hermanos”. Al respecto, Alejandro refiere: “No podíamos tomar contacto con nadie, no podíamos jugar con nadie (…)

Declara María Ester Ramírez.

Declara Alejandro Mariano Ramírez.

Declaran Carlos Alberto Ramírez y Julio Ramírez.

Nuevo juicio contra los acusados Miguel Osvaldo Etchecolatz, Roberto Guillermo Catinari, Héctor Raúl Francescangeli (quienes se encuentran detenidos en la U34), Jaime Lamont Smart, Juan Miguel Wolk, Armando Antonio Calabro, José Augusto López, Rubén Carlos Chavez (quienes se encuentran con arresto domiciliario) y Nora Susana Pellicer (quien permanece en libertad). A lo largo de estos años han fallecido los siguientes imputados: Bruno Trevisan, Carlos Alberto Ramallo, Juan Carlos Tuvus, Antonio Pedro Génova, Mario Dante Ercoli, Marta Delia Pons, Raúl Abel Donadío, Lisandro Luis Chiavaro, Manuel Maciel y Asunción Vera. Además, se ha suspendido el proceso respecto de Dominga Vera, Juan Carlos Milone y María Teresa Gómez por incapacidad sobreviniente. Las víctimas son  Vicenta Orrego Meza de Ramírez, Carlos Alberto Ramírez, María Ester Ramírez, Alejandro Mariano Ramírez, María Florencia Ruival, José Luis Alvarenga, Pedro Juan Berger, Narcisa Adelaida Encinas y Andres Steketee