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Lía Martínez


Solana Guangiroli y Lía Martínez dieron testimonio por Mariana Guangiroli. La madre y la hermana de la militante, reconstruyeron sus padecimientos. Una vez más, las cartas de quienes están desaparecidos/as ocuparon un rol importante. El derrotero de una familia rota por el genocidio, que soportó las dificultades que implicó la superviviencia en el país, después de la desaparición de un familiar. (Por Fernando Tebele para El Diario del Juicio*) Foto de portada: Mariana Guangiroli con su hermana Solana.Colaboración especial: Valentina Maccarone y Diana ZermoglioFotos: Gustavo MolfinoIlustración: Antonella di Vruno Cuando Solana María Lía Guangiroli camina hacia la silla desde la que será escuchado su testimonio, pasa de largo un cartel pegado en una de las columnas de la sala: Por favor mantener el silencio. No lo ve. Da para pensar que si lo hubiera visto, hubiese ensayado una sonrisa irónica; pero no lo ve. Si hay algo que Solana vino a hacer a este juicio, es a hablar con libertad, sin temor, con emoción, de su hermana, Lía Mariana Ercilia Guangiroli. Solana es la hermana menor de los cinco hijos del matrimonio entre Hugo Guangiroli y Lía Emma Martínez, quien declarará inmediatamente después. Mariana militó en Montoneros desde muy joven y tenía 13 años cuando nació su hermanita. Poco tiempo después, dos circunstancias las distanciarían: primero la separación de Hugo y Lía; después, el exilio de Mariana, su secuestro y desaparición. “Mi hermana era militante montonera y toda mi vivencia tiene que ver con mis recuerdos y momentos clave que fueron una bisagra en mi memoria. Cuando yo tengo uso de memoria ella ya no vivía en casa. Se fue a vivir con mi papá cuando se separaron. Ya era militante montonera. Nosotros vivíamos en Mar del Plata. Tuvimos problemas en el ’76 y nos fuimos a vivir a Mendoza”. Ya en el comienzo de su testimonio, apura información que luego profundizará mientras le vayan preguntando Pablo Llonto, el abogado de la querella, y el juez Esteban Rodríguez Eggers.De jeans celeste, y campera de nylon que se sacará rápidamente, lleva una foto colgando del pecho. Desde el color de los ‘70, Mariana Guangiroli sonríe con frescura mientras abraza a su pequeña Victoria. *** La mamá de Mariana repasó todos los padecimientos familiares antes y después de su secuestro. (Antonella di Vruno) Por debajo de su campera de lana blanca asoma el frío de la pérdida. Pasaron poco más de 40 años desde el secuestro y la desaparición de su hija Mariana, ocurrido en febrero de 1980, durante una secuencia que culminó con las vidas de 18 militantes montoneros que se habían sumado a la Contraofensiva. Emma Lía Martínez tiene el pelo largo y revuelto como aquellos años. Unos anteojos grandotes, rojos, que potencian su rostro. El testimonio de Solana abrió paso a la historia de Mariana, pero ahora es la madre de ambas la que reconstruye. “Mi hija Mariana comenzó a militar cuando estaba en el colegio secundario, en el centro de estudiantes. Muy chica, porque tenía 14 años cuando comenzó con esta tarea. De alguna manera a la familia siempre la mantuvo al margen, no quería hablar de lo que estaba haciendo. Se casó muy joven, a los 16 años”, cuenta en el arranque. El primer amor de Mariana fue “Pájaro”, Raúl Del Monte, secuestrado en diciembre de 1976. Tuvieron una hija, Victoria, que para la Contraofensiva se quedaría en la Guardería de La Habana. “Hablábamos de cualquier cosa menos de la militancia -sigue la madre-. Ella decía que era para cuidar a su familia. Yo soy psicóloga y trabajaba en la Facultad de Humanidades. En el año ‘75 trabajaba tiempo completo, estaba en tres cátedras como docente y en el Departamento de Orientación Vocacional. Me fueron cercenando los cargos. El papá de Mariana, del cual yo me había divorciado, era decano de la facultad y también militaba. De alguna manera, en el año ‘76 yo quedé afuera de la universidad”. El panorama laboral, la desaparición de Del Monte y el consecuente pedido de Mariana para que abandonaran Mar del Plata, empujó a Lía hacia Mendoza con sus hijos e hijas. “(Mariana) me cita en un café y me pide por favor que me vaya, que no podíamos estar más en Mar del Plata porque corríamos serio peligro. En ese momento yo estaba en pareja, estaba sin trabajo y me era totalmente imposible pensar de irme a algún lado, ¿adónde iba a ir? El único lugar donde entramos fue en la casa de mi vieja, en Mendoza. De un día para otro, con lo puesto, yo partí con mis tres hijos más chicos, de 13, 5 y 2 años. Me fui en micro con ellos, y mis dos hijos de 15 años (mellizos) viajaron por separado: uno en tren y otro en micro. O sea, tuvimos que salir todos desparramados porque corríamos serio peligro. En Mar del Plata se queda mi pareja de ese momento, el papá de mi hijo más chico, preparando la mudanza. Nos fuimos un viernes, el sábado allanaron la casa donde vivíamos. Mi marido les dijo que él era de la mudanza, que no conocía a la familia, que sabía solamente que tenía que ir a Mendoza a llevar las cosas para esta familia. Le pidieron la dirección de adónde íbamos a ir a vivir. Llegamos el día sábado a Mendoza. Ese mismo dia, por la noche, un amigo de mi hermano, quien también vivía en Mendoza y trabajaba en la Policía Federal, llamó a mi hermana para decirle: ‘la casa de tu vieja está vigilada, llegó la orden de Buenos Aires porque es una casa donde posiblemente vivan terroristas’. Así vivimos desde el ‘76 hasta el ‘79, con vigilancia”. *** Solana tiene marcados en la piel los cuidados y temores aprendidos en la difícil tarea de la supervivencia. “Después de eso recuerdo que debíamos tener mucho cuidado porque teníamos un auto que nos vigilaba en Mendoza. Vivíamos en la calle Besares, en Chacras de Coria. Había un auto que estaba estacionado en una esquina y

Otra intensa y larga jornada se dio este martes. Asistimos al testimonio de Nora Hilb, secuestrada y salvada por la diplomacia alemana; Lía Martínez y Solana Guangiroli, madre y hermana de Mariana Guangiroli, desaparecida en la represión a la Contraofensiva; y el de Ana María Ávalos, militante y además mamá de Verónica Cabilla, otra de las mujeres desaparecidas. Las cuatro mujeres entregaron diferente información que agrega pruebas a la responsabilidad de los integrantes del Batallón de Inteligencia 601. Desde un mensaje de Whatsapp en el teléfono de Hilb, hasta una docena de papeles recopilados por Ávalos, se agregaron a la causa en este día que repasamos en imágenes. (Por Gustavo Molfino para El Diario del Juicio*) Foto de Portada: Nora Hilb compartió un mensaje de Whatsapp que le envió un amigo suyo al que no vio nunca. La voz de Adalberto Herrera, que estuvo en Campo de Mayo y vio allí a Hilb, aportó otra prueba de los vuelos de la muerte desde Campo de Mayo. “A mí me dijeron: estos dos van al río (por Hilb y su pareja por entonces: Daniel Cabezas)  y uno sabe que cuando decían eso… por eso me volvió el alma al cuerpo cuando me dijeron que te comunicaste”. Hilb sostenía el teléfono con una mano, mientras se secaba las lágrimas con la otra. (Gustavo Molfino/DDJ) Ya una costumbre. Los imputados se van con la mirada al piso, sin poder ver las fotos de sus víctimas.(Gustavo Molfino/DDJ) Volvió el Dr. Hernán Silva, defensor oficial de 6 de los imputados. Su rol en el juicio es mucho más activo que el de sucompañero Lisandro Sevillano. Silva recibió el casi infaltable reto de Esteban Rodríguez Eggers, el presidente del tribunal,que lo frena cada vez que intenta incomodar a quienes dan testimonio con preguntas en general poco relevantes.(Gustavo Molfino/DDJ) Hilb estuvo secuestrada en Campo de Mayo junto a su pareja por entonces, Daniel Cabezas, que declaró en las primeras  jornadas del juicio. Eran parte de un grupo de prensa. Encuadernaban y distribuían clandestinamente libros. A Hilb la blanquearon por demanda diplomática de Alemania, ya que ella es ciudadana de ese país, y fue presa legal durante 4 años. Al finalizar su testimonio, estalló en un llanto incontenible y sonoro, que sonó a explosión de alivio. (Gustavo Molfino/DDJ) Solana María Lía Guangiroli declaró por su hermana mayor Lía Mariana. El cartel que pide silencio, se condice con la historia de esta familia. Solana contó cómo aprendieron a negar a la mayor de 7 hermanas/os. Finalmente, fueron recuperando la historia. Solana leyó cartas de su hermana, muy conmovida. (Gustavo Molfino/DDJ) Guangiroli relató también la historia de Víctoria, su sobrina, que quedó en la Guardería de La Habana. Fue entregada por Montoneros a su abuelo, Hugo Guangiroli, un psicólogo que vive en Brasil. Victoria se crió en ese país, regresó luego a Argentina. Entre otras ciudades vivió en Andalgalá, donde luchó contra la megaminería. Hoy reside otra vez en Brasil.(Gustavo Molfino/DDJ) Guangirlo también recibió consultas de los abogados defensores. (Gustavo Molfino/DDJ) Luego de Solana, ingresó su mamá, Lía Emma Martínez. La mujer contó cómo la pequeña Victoria tuvo que crecer con documentos falsos, aunque conociendo su identidad, porque en Argentina a ella le decían que tenía que ir o su papá o su mamá, ambos estaban muertos por la acción represiva. (Gustavo Molfino/DDJ) Muy emocionadas, ambas se abrazaron al terminar la declaración. A la izquierda se acerca Ana Montoto Raverta. También las acompaña, con una carpeta en la mano, una de las psicólogas del centro de asistencia Fernando Ulloa, que depende de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. (Gustavo Molfino/DDJ) Ingresa a la sala Ana María Ávalos. Sus papeles en la mano dan cuenta de una declaración con documentos, cartas y fotos para mostrar. La acompaña una de las secretarias del juzgado, mientras dos abogados defensores se acomodan para continuar. (Gustavo Molfino/DDJ) Ávalos declaró como militante, pero además por su hija Verónica Cabilla, que está desaparecida. En primera fila estaba su hijo Horacio. Aquí vemos al joven emocionado al mismo tiempo que su madre, mientras relataba cómo se enteró del secuestro de Verónica y sus compañeros y compañeras, a los que conocía por su propia militancia. (Gustavo Molfino/DDJ) Ávalos aportó documentación y fotos. Contó cómo fue accediendo a esos papeles. En su condición de militante de Montoneros, dio una visión particular de la desaparición de su hija que la que dan otras mamás que no eran parte de la militancia. Por supuesto todas las madres dan cuenta del tremendo dolor que les significó el secuestro y desaparición de hijos o hijas y sus consecuencias. (Gustavo Molfino/DDJ) Entre las copias que aportó, hay una carta que Verónica Cabilla escribió para su hermanito Mariano (que no estaba en la sala). Antes de irse, Verónica le propuso dibujar el contorno de su piecito, y le dijo que allí le escribiría una carta, cosa que finalmente hizo. “La despedida fue muy triste”, aseguró su madre. Aquí la observa el abogado defensor Silva.(Gustavo Molfino/DDJ) Aquí el momento en el que Verónica Cabilla toma el contorno del pie de su hermanito.(Gentileza de Ana María Ávalos) También mostró un ejemplar del libro Montoneros, el camino de la Liberación, que se encuadernó y distribuyó desde la casa de Villa Luro (en la calle Virgilio) en la que fueron secuestrados Hilb y Cabezas. “El libro se lo quiero regalar a Luli (Dolores Guadix), que es la hija de Paco (Gervasio Guadix) y Aixa Bona”. En la casa que ellos habitaban se editó el libro.(Gustavo Molfino/DDJ) Al finalizar su testimonio, Ana María se abrazó con el nieto recuperado Guillermo Amarilla Molfino. Ávalos había relatado que fue la primera persona que recibió de la sobreviviente Silvia Tolchinski la noticia de su posible nacimiento en Campo de Mayo. (Gustavo Molfino/DDJ) Ávalos recibió el abrazo apretado de Daniel Cabezas, que escuchó toda la jornada desde la última fila, como su ex compañera relataba sus caídas, y también toda la secuencia de caídas del grupo del que eran parte. (Gustavo Molfino/DDJ) *Este diario del juicio