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Mariana Guangiroli


En la segunda jornada del año, declararon cinco testigos. Por un lado estuvo Adela Segarra, militante de Montoneros y ex diputada nacional, que narró su historia militante antes del exilio, junto a quien fuera su pareja, Joaquín Areta, desaparecido en 1978. Los otros cuatro testigos estuvieron por videoconferencia desde Paso de los Libres y Dolores, todos por el mismo caso: el suicidio fraguado de Gervasio Martín Guadix, que en realidad fue secuestrado y desaparecido. La falsa muerte, actuada por un integrante de fuerzas de Inteligencia, luego fue utilizada como una fake news del genocidio, para dar cuenta de que, supuestamente, las personas desaparecidas estaban en realidad fuera del país. Entre olvidos y contradicciones, cada vez queda más expuesta la maniobra que contó con condimentos de manipulación, muerte y malas actuaciones.(Por El Diario del Juicio*) 📷 Fotos 👉 Gustavo Molfino📷 Selección de fotos 👉 Martina Noailles ✍️ Textos 👉 Fernando Tebele 👆 Foto de Portada   Dolores Guadix, la hija de Gervasio Martín Guadix, lee viejas declaraciones de los testigos buscando alguna contradicción entre ambos momentos. En realidad, hubo varias en los cuatro testimonios que tuvieron que ver con el caso de su padre. 📷 Gustavo Molfino 👆 El único de los imputados detenidos en cárcel común, Marcelo Cinto Courtaux, es conducido por personal del Servicio Penitenciario Federal. Ciinto presenció un par de audiencias completas a fines del año pasado, pero ahora prefiere regresar al Penal. “Entiendo que les dé bronca que tengan permiso para irse, pero no creo que haya otro tribunal que al menos los haga venir a dar el presente”, dijo un asistente primerizo de este proceso. “No podemos naturalizar estos privilegios, porque además no se van a la cárcel, se van a sus casas, y eso es lo que más molesta”, le respondió una integrante habitual del público.📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 De los cinco testimonios de la jornada, cuatro tuvieron que ver con el caso de Gervasio Martín Guadix, secuestrado y desaparecido, de quien se fraguó un supuesto suicidio en el cruce fronterizo de Paso de los Libres para realizar luego una campaña mediática en torno de la idea de que las personas desaparecidas estaban en realidad fuera del país intentado reingresar. El primer turno fue para Darío Genaro Goya, un empleado de la Aduana. En el sumario realizado en aquel momento por el gendarme Olari, que ya fue testigo en este juicio, Goya dijo que vio como “una persona se tomaba la garganta” y luego caía sin vida. Sin embargo, aquí dijo que vio la escena de lejos, cuando ya la persona estaba en el piso. En videoconferencia desde Corrientes, le mostraron un croquis que figura en el expediente, que indica con una cruz el lugar donde el -todo indica- falso Guadix cayó al piso.📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 En la espera por el comienzo, en la primera fila y a plena sonrisa. A la derecha María Fernanda Raverta, que es la hija de María Inés Raverta, una de las secuestradas y desaparecidas en Perú, actualmente Ministra de Desarrollo de la Comunidad en la Provincia de Buenos Aires. En el centro, Laura Segarra, hija de Adela y media hermana de Raverta. A la izquierda, Virginia Croatto, asistente habitual al juicio además de querellante y una de las primeras testigos. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 La segunda testigo y a la vez la más esperada de la jornada fue Adela Segarra. La ex diputada nacional recordó a Joaquín Areta, secuestrado y desaparecido en junio de 1978. Antes de salir del país rumbo a España, Segarra y Areta convivieron con Federico Frías. “Le decíamos El Dandy. Nuestra responsable era María Antonia Berger”, relató. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 Entre otras cosas de la época previa al exilio, Segarra recordó la militancia durante el mundial de fútbol, con la consigna Argentina campeón, Videla al paredón. Ya en España luego de pasar por Brasil y Francia, se instalaron en una casa de Torrelodones, a unos 30 kilómetros de Madrid. De esa casa recuerda especialmente Magdalena Gagey y sus niños Fernando y Diego, y a Mariana Toti Guangiroli, con su pequeña hija Victoria. Guangiroli fue desaparecida durante la Contraofensiva. Victoria contó en este juicio cómo Segarra la recibió como una hija propia en Mar del Plata, muchos años después. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 Al cierre de su testimonio, Adela se abraza con Raverta. Segarra tuvo una actitud muy maternal con varias de las hijas de sus compañeras desaparecidas. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 Segarra leyó sobre el cierre, a pedido del abogado Pablo Llonto, una carta que conservó, firmada por Fermin, en realidad Ángel Servando Benítez. “Sabemos que la victoria llegará, creo en ustedes y en mí”, les dice a sus compañeras y compañeros. Desde la primera fila, la hija de Fermín, María Sol Benítez, se seca las lágrimas. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 En esta jornada fue muy relevante el rol del abogado Rafael Flores, aquí realizando una pregunta. El de Guadix es el único caso con querella por fuera de la que representa Pablo Llonto. Flores es cuñado de Guadix. Su trabajo, junto al de la Fiscal Gabriela Sosti, fue indagar en las contradicciones permanentes de quienes participantes de aquel sumario de 1980 y que participaron de esta audiencia. Al lado de Flores, el abogado de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, Ciro Anicchiarico.📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 Luego de Segarra siguieron las videoconferencias. Daniel Esteban Riquelme intentó esquivar las preguntas apelando al tiempo transcurrido. Con titubeos y otras dificultades, el gendarme que trabajó 38 años en el puente recordó que había una ventana con los vidrios polarizados. “Algunas personas que bajaban de los micros entraban ahí con personal de inteligencia”, recordó.  “Tiene la gambeta intacta, Riquelme”, se escuchó por lo bajo en alguna de sus contradicciones. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 Las contradicciones de Riquelme resultaron tan evidentes, que el presidente del tribunal, Esteban Rodríguez Eggers, le recordó: “está declarando bajo juramento y la pena por el delito de falso testimonio es de 10 años”. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 A través de las cámaras, una de las secretarias del juzgado les hizo reconocer fotos, croquis y

El testimonio de Victoria del Monte se sumó al de las hijas e hijos que pasaron por la Guardería de La Habana. En su caso, la acción genocida le arrebató a su papá, Raúl del Monte, en 1976; y a su mamá Mariana Guangiroli y a su “segundo padre”, Julio César Genoud, ya en el marco de la represión a la Contraofensiva, en 1980. Victoria vino especialmente desde Brasil junto a su abuelo, Hugo Guangiroli. Ambos participaron del juicio, una instancia que suele ser sanadora. Al día siguiente, dejaron en la Biblioteca Nacional las cartas que su madre le envió a su abuelo, y Victoria dejó su muestra de sangre en el EAAF, a la espera de encontrar el cuerpo de su madre, que permanece desaparecida. En esta crónica, compartimos su testimonio, desgarrador y emocionante a la vez. (Por El Diario del Juicio*)  📝Texto 👉 Fernando Tebele ☝ Foto de Portada  👉 Victoria del Monte abrazada por Estela Ceresetto (en el centro) y Susana Brardinelli. Las dos la tuvieron a cargo cuando Victoria estuvo en la Guardería de La Habana.  📷 Fotos 👉 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio💻 Edición  👉 Martina Noailles A Victoria del Monte se le nota la tensión del momento en la rigidez de su rostro. Entra a la sala de audiencias con sus músculos faciales entumecidos. Se sienta y se quita un chaleco primaveral que apoya en el respaldo de la silla mientras jura que dirá la verdad. -¿Tiene algún interés especial en la causa? -pregunta formalmente el presidente del tribunal, Rodríguez Eggers.-Sí, claro -responde con seguridad-. Que se haga justicia y saber la verdad de lo que pasó con mi mamá.-Buen día, ¿cómo estás? -le consulta para comenzar la fiscal Sosti.-Un poco emocionada -asegura con la voz tambaleante. Enseguida se presenta. Dice que es Victoria del Monte, y que está allí por su mamá, Lía Mariana Ercilia Guangiroli. En la jornada 19 de este juicio ya hubo dos testimonios sobre Mariana: el de su mamá, Lía Martínez, y el de su hermana Solana Guangiroli. Sin embargo, el testimonio de su hija Victoria y el que vendrá luego, en la voz de Hugo, su papá, encarnan una suerte de Lado B del mismo dolor. La desaparición de Mariana en el marco de la Contraofensiva, probablemente haya profundizado las distancias entre las dos partes de la familia: por un lado, la madre y el resto de los hijos e hijas permaneciendo en el país. Por otro, Hugo y la pequeña Victoria reconstruyendo sus vidas en Brasil. Nada diferente a los problemas de otras familias, pero a la vez es sencillo darse cuenta de que el genocidio los profundizó. Son las diez y media cuando Victoria empieza a calmar su ansiedad, apenas rociada minutos antes con un café en el bar de la esquina, que suele ser lugar de previa para asistentes tempraneras/os. “Ella está desaparecida desde el 27 de febrero de 1980 por el accionar de las personas que están imputadas en esta causa. Fue llevada a Campo de Mayo. Eso lo supe por la declaración de Silvia Tolchinsky, en la que menciona que ella sabe que Julio César Genoud y su compañera, mi mamá, estaban secuestrados en Campo de Mayo”, dice de movida y aclara: “Yo era muy chiquita. Nací en febrero de 1976. Pude reconstruir a través del relato de mi abuelo (me crié con él en Brasil) y luego con el relato de los compañeros de mi mamá a los que fui viendo a lo largo de mi vida. Ahí pude ir armando un rompecabezas sobre lo que sucedió. También están las fotos y las cartas de mi mamá. Y mis recuerdos. Con todo eso armé esta historia”. El primer papá “Cuando yo nací ella tenía 17 años recién cumplidos. Mi papá se llamaba Raúl Héctor del Monte. Lo conocían como ‘El Pájaro’. Ellos eran de Mar del Plata, yo nací ahí. Mi papá desaparece en diciembre del ’76. Todos creían que lo habían asesinado porque fue lo que se dio a conocer en el Diario El Atlántico en una nota en la que decían eso. Yo supe, por un compañero que me contó, que mi papá estuvo en La Cueva. En el juicio (en Mar del Plata), un testigo narró haber estado con él ahí…”. Se produce un largo silencio, que se interrumpe sólo por los esfuerzos por manejar la congoja. Le preguntan si quiere parar. “No, no. Todo bien. Voy a llorar, es natural… Muchas gracias”, dice. El momento del ahogo en la angustia es un anticipo de aquello que Victoria tiene como señal solidaria de su padre con ausencia forzada. Si nadie quisiera estar en los zapatos de una persona secuestrada y torturada, siempre puede ver alguna excepción. “Un testigo narró haber estado con él en La Cueva. Yo siempre supe que mi papá era una muy buena persona y solidaria, porque todo el mundo me lo decía. El testigo contó que tenía mucho frío y no tenía zapatos, y mi papá se sacó sus zapatos y se los dio. Él sobrevivió y dice que tiene los zapatos guardados. Ese gesto de solidaridad retrata cómo eran mis padres y por qué hicieron todo lo que hicieron. Querían un mundo mejor para todos”. Victoria tiene sobre la mesa un papel con apuntes manuscritos. Fija su vista allí. Parece que lee, pero en realidad busca seguridad en ese punteo que hizo anoche, cuando entendió definitivamente que le iba a costar dormir. Cuenta que su abuelo se fue a vivir a Brasil, advertido por “Pájaro” del peligro. Ella se quedó con su madre, que también decidió salir del país, pero ya cuando ocurrió el secuestro de del Monte. Se fueron a México. El segundo papá Con cierto desorden, Victoria salta en el tiempo para abrazar la felicidad de su madre cuando se casó con Julio César Genoud en España. “Fue en julio del ’79. Cuenta mi abuelo que mi mamá le escribió avisándole que se iban a casar y él viajó a España. Yo tengo recuerdos, imágenes, de haber estado con mi abuelo en

Solana Guangiroli y Lía Martínez dieron testimonio por Mariana Guangiroli. La madre y la hermana de la militante, reconstruyeron sus padecimientos. Una vez más, las cartas de quienes están desaparecidos/as ocuparon un rol importante. El derrotero de una familia rota por el genocidio, que soportó las dificultades que implicó la superviviencia en el país, después de la desaparición de un familiar. (Por Fernando Tebele para El Diario del Juicio*) Foto de portada: Mariana Guangiroli con su hermana Solana.Colaboración especial: Valentina Maccarone y Diana ZermoglioFotos: Gustavo MolfinoIlustración: Antonella di Vruno Cuando Solana María Lía Guangiroli camina hacia la silla desde la que será escuchado su testimonio, pasa de largo un cartel pegado en una de las columnas de la sala: Por favor mantener el silencio. No lo ve. Da para pensar que si lo hubiera visto, hubiese ensayado una sonrisa irónica; pero no lo ve. Si hay algo que Solana vino a hacer a este juicio, es a hablar con libertad, sin temor, con emoción, de su hermana, Lía Mariana Ercilia Guangiroli. Solana es la hermana menor de los cinco hijos del matrimonio entre Hugo Guangiroli y Lía Emma Martínez, quien declarará inmediatamente después. Mariana militó en Montoneros desde muy joven y tenía 13 años cuando nació su hermanita. Poco tiempo después, dos circunstancias las distanciarían: primero la separación de Hugo y Lía; después, el exilio de Mariana, su secuestro y desaparición. “Mi hermana era militante montonera y toda mi vivencia tiene que ver con mis recuerdos y momentos clave que fueron una bisagra en mi memoria. Cuando yo tengo uso de memoria ella ya no vivía en casa. Se fue a vivir con mi papá cuando se separaron. Ya era militante montonera. Nosotros vivíamos en Mar del Plata. Tuvimos problemas en el ’76 y nos fuimos a vivir a Mendoza”. Ya en el comienzo de su testimonio, apura información que luego profundizará mientras le vayan preguntando Pablo Llonto, el abogado de la querella, y el juez Esteban Rodríguez Eggers.De jeans celeste, y campera de nylon que se sacará rápidamente, lleva una foto colgando del pecho. Desde el color de los ‘70, Mariana Guangiroli sonríe con frescura mientras abraza a su pequeña Victoria. *** La mamá de Mariana repasó todos los padecimientos familiares antes y después de su secuestro. (Antonella di Vruno) Por debajo de su campera de lana blanca asoma el frío de la pérdida. Pasaron poco más de 40 años desde el secuestro y la desaparición de su hija Mariana, ocurrido en febrero de 1980, durante una secuencia que culminó con las vidas de 18 militantes montoneros que se habían sumado a la Contraofensiva. Emma Lía Martínez tiene el pelo largo y revuelto como aquellos años. Unos anteojos grandotes, rojos, que potencian su rostro. El testimonio de Solana abrió paso a la historia de Mariana, pero ahora es la madre de ambas la que reconstruye. “Mi hija Mariana comenzó a militar cuando estaba en el colegio secundario, en el centro de estudiantes. Muy chica, porque tenía 14 años cuando comenzó con esta tarea. De alguna manera a la familia siempre la mantuvo al margen, no quería hablar de lo que estaba haciendo. Se casó muy joven, a los 16 años”, cuenta en el arranque. El primer amor de Mariana fue “Pájaro”, Raúl Del Monte, secuestrado en diciembre de 1976. Tuvieron una hija, Victoria, que para la Contraofensiva se quedaría en la Guardería de La Habana. “Hablábamos de cualquier cosa menos de la militancia -sigue la madre-. Ella decía que era para cuidar a su familia. Yo soy psicóloga y trabajaba en la Facultad de Humanidades. En el año ‘75 trabajaba tiempo completo, estaba en tres cátedras como docente y en el Departamento de Orientación Vocacional. Me fueron cercenando los cargos. El papá de Mariana, del cual yo me había divorciado, era decano de la facultad y también militaba. De alguna manera, en el año ‘76 yo quedé afuera de la universidad”. El panorama laboral, la desaparición de Del Monte y el consecuente pedido de Mariana para que abandonaran Mar del Plata, empujó a Lía hacia Mendoza con sus hijos e hijas. “(Mariana) me cita en un café y me pide por favor que me vaya, que no podíamos estar más en Mar del Plata porque corríamos serio peligro. En ese momento yo estaba en pareja, estaba sin trabajo y me era totalmente imposible pensar de irme a algún lado, ¿adónde iba a ir? El único lugar donde entramos fue en la casa de mi vieja, en Mendoza. De un día para otro, con lo puesto, yo partí con mis tres hijos más chicos, de 13, 5 y 2 años. Me fui en micro con ellos, y mis dos hijos de 15 años (mellizos) viajaron por separado: uno en tren y otro en micro. O sea, tuvimos que salir todos desparramados porque corríamos serio peligro. En Mar del Plata se queda mi pareja de ese momento, el papá de mi hijo más chico, preparando la mudanza. Nos fuimos un viernes, el sábado allanaron la casa donde vivíamos. Mi marido les dijo que él era de la mudanza, que no conocía a la familia, que sabía solamente que tenía que ir a Mendoza a llevar las cosas para esta familia. Le pidieron la dirección de adónde íbamos a ir a vivir. Llegamos el día sábado a Mendoza. Ese mismo dia, por la noche, un amigo de mi hermano, quien también vivía en Mendoza y trabajaba en la Policía Federal, llamó a mi hermana para decirle: ‘la casa de tu vieja está vigilada, llegó la orden de Buenos Aires porque es una casa donde posiblemente vivan terroristas’. Así vivimos desde el ‘76 hasta el ‘79, con vigilancia”. *** Solana tiene marcados en la piel los cuidados y temores aprendidos en la difícil tarea de la supervivencia. “Después de eso recuerdo que debíamos tener mucho cuidado porque teníamos un auto que nos vigilaba en Mendoza. Vivíamos en la calle Besares, en Chacras de Coria. Había un auto que estaba estacionado en una esquina y

Otra intensa y larga jornada se dio este martes. Asistimos al testimonio de Nora Hilb, secuestrada y salvada por la diplomacia alemana; Lía Martínez y Solana Guangiroli, madre y hermana de Mariana Guangiroli, desaparecida en la represión a la Contraofensiva; y el de Ana María Ávalos, militante y además mamá de Verónica Cabilla, otra de las mujeres desaparecidas. Las cuatro mujeres entregaron diferente información que agrega pruebas a la responsabilidad de los integrantes del Batallón de Inteligencia 601. Desde un mensaje de Whatsapp en el teléfono de Hilb, hasta una docena de papeles recopilados por Ávalos, se agregaron a la causa en este día que repasamos en imágenes. (Por Gustavo Molfino para El Diario del Juicio*) Foto de Portada: Nora Hilb compartió un mensaje de Whatsapp que le envió un amigo suyo al que no vio nunca. La voz de Adalberto Herrera, que estuvo en Campo de Mayo y vio allí a Hilb, aportó otra prueba de los vuelos de la muerte desde Campo de Mayo. “A mí me dijeron: estos dos van al río (por Hilb y su pareja por entonces: Daniel Cabezas)  y uno sabe que cuando decían eso… por eso me volvió el alma al cuerpo cuando me dijeron que te comunicaste”. Hilb sostenía el teléfono con una mano, mientras se secaba las lágrimas con la otra. (Gustavo Molfino/DDJ) Ya una costumbre. Los imputados se van con la mirada al piso, sin poder ver las fotos de sus víctimas.(Gustavo Molfino/DDJ) Volvió el Dr. Hernán Silva, defensor oficial de 6 de los imputados. Su rol en el juicio es mucho más activo que el de sucompañero Lisandro Sevillano. Silva recibió el casi infaltable reto de Esteban Rodríguez Eggers, el presidente del tribunal,que lo frena cada vez que intenta incomodar a quienes dan testimonio con preguntas en general poco relevantes.(Gustavo Molfino/DDJ) Hilb estuvo secuestrada en Campo de Mayo junto a su pareja por entonces, Daniel Cabezas, que declaró en las primeras  jornadas del juicio. Eran parte de un grupo de prensa. Encuadernaban y distribuían clandestinamente libros. A Hilb la blanquearon por demanda diplomática de Alemania, ya que ella es ciudadana de ese país, y fue presa legal durante 4 años. Al finalizar su testimonio, estalló en un llanto incontenible y sonoro, que sonó a explosión de alivio. (Gustavo Molfino/DDJ) Solana María Lía Guangiroli declaró por su hermana mayor Lía Mariana. El cartel que pide silencio, se condice con la historia de esta familia. Solana contó cómo aprendieron a negar a la mayor de 7 hermanas/os. Finalmente, fueron recuperando la historia. Solana leyó cartas de su hermana, muy conmovida. (Gustavo Molfino/DDJ) Guangiroli relató también la historia de Víctoria, su sobrina, que quedó en la Guardería de La Habana. Fue entregada por Montoneros a su abuelo, Hugo Guangiroli, un psicólogo que vive en Brasil. Victoria se crió en ese país, regresó luego a Argentina. Entre otras ciudades vivió en Andalgalá, donde luchó contra la megaminería. Hoy reside otra vez en Brasil.(Gustavo Molfino/DDJ) Guangirlo también recibió consultas de los abogados defensores. (Gustavo Molfino/DDJ) Luego de Solana, ingresó su mamá, Lía Emma Martínez. La mujer contó cómo la pequeña Victoria tuvo que crecer con documentos falsos, aunque conociendo su identidad, porque en Argentina a ella le decían que tenía que ir o su papá o su mamá, ambos estaban muertos por la acción represiva. (Gustavo Molfino/DDJ) Muy emocionadas, ambas se abrazaron al terminar la declaración. A la izquierda se acerca Ana Montoto Raverta. También las acompaña, con una carpeta en la mano, una de las psicólogas del centro de asistencia Fernando Ulloa, que depende de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. (Gustavo Molfino/DDJ) Ingresa a la sala Ana María Ávalos. Sus papeles en la mano dan cuenta de una declaración con documentos, cartas y fotos para mostrar. La acompaña una de las secretarias del juzgado, mientras dos abogados defensores se acomodan para continuar. (Gustavo Molfino/DDJ) Ávalos declaró como militante, pero además por su hija Verónica Cabilla, que está desaparecida. En primera fila estaba su hijo Horacio. Aquí vemos al joven emocionado al mismo tiempo que su madre, mientras relataba cómo se enteró del secuestro de Verónica y sus compañeros y compañeras, a los que conocía por su propia militancia. (Gustavo Molfino/DDJ) Ávalos aportó documentación y fotos. Contó cómo fue accediendo a esos papeles. En su condición de militante de Montoneros, dio una visión particular de la desaparición de su hija que la que dan otras mamás que no eran parte de la militancia. Por supuesto todas las madres dan cuenta del tremendo dolor que les significó el secuestro y desaparición de hijos o hijas y sus consecuencias. (Gustavo Molfino/DDJ) Entre las copias que aportó, hay una carta que Verónica Cabilla escribió para su hermanito Mariano (que no estaba en la sala). Antes de irse, Verónica le propuso dibujar el contorno de su piecito, y le dijo que allí le escribiría una carta, cosa que finalmente hizo. “La despedida fue muy triste”, aseguró su madre. Aquí la observa el abogado defensor Silva.(Gustavo Molfino/DDJ) Aquí el momento en el que Verónica Cabilla toma el contorno del pie de su hermanito.(Gentileza de Ana María Ávalos) También mostró un ejemplar del libro Montoneros, el camino de la Liberación, que se encuadernó y distribuyó desde la casa de Villa Luro (en la calle Virgilio) en la que fueron secuestrados Hilb y Cabezas. “El libro se lo quiero regalar a Luli (Dolores Guadix), que es la hija de Paco (Gervasio Guadix) y Aixa Bona”. En la casa que ellos habitaban se editó el libro.(Gustavo Molfino/DDJ) Al finalizar su testimonio, Ana María se abrazó con el nieto recuperado Guillermo Amarilla Molfino. Ávalos había relatado que fue la primera persona que recibió de la sobreviviente Silvia Tolchinski la noticia de su posible nacimiento en Campo de Mayo. (Gustavo Molfino/DDJ) Ávalos recibió el abrazo apretado de Daniel Cabezas, que escuchó toda la jornada desde la última fila, como su ex compañera relataba sus caídas, y también toda la secuencia de caídas del grupo del que eran parte. (Gustavo Molfino/DDJ) *Este diario del juicio