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Nariz Maggio


Declara por la querella Rubén Edgardo Dorado, quien junto a su familia cuidó de Facundo y María Maggio tras el secuestro de la mamá de ambos, Norma Valentinuzzi. Por las defensa, Eduardo Caporaso.

  Mudanzas, viajes, más viajes y más mudanzas atravesaron los primeros años de su vida. Y aunque era pequeño, y muchos recuerdos hoy se hacen borrosos, Facundo hurga con esfuerzo en su memoria para reconstruir su infancia de la mano de la militancia de su mamá Norma Valentinuzzi y de su papá Horacio “Nariz” Maggio. Canciones de María Elena Walsh, un avión de juguete, una carta que daba la noticia de la muerte de su padre y un zapato, aparecen en su relato como instantáneas que nunca olvidará. (Por Martina Noailles y Fernando Tebele para El Diario del Juicio*) Foto de tapa: Maggio escucha las preguntas de la fiscal (Luis Angió)“Mi madre Norma Beatriz Valentinuzzi se casa con mi padre, Horacio Domingo Maggio, quien también está desaparecido. En el año ‘71 ella comienza a tener la experiencia de la militancia. Papá en el gremio de La Bancaria. Los dos ya venían militando en la Juventud Peronista y luego ingresan a Montoneros”. Facundo Maggio comienza su relato con un orden temporal. Recuerda que su mamá, antes de dedicarse a la actividad militante, fue profesora de expresión corporal y bailarina. Que él nace en 1972 y dos años después, su hermana María. Que por entonces, los cuatro vivían en la ciudad de Santa Fe, en el barrio Siete Jefes. Y ahí, rápidamente, aparece en su memoria y en su relato, la primera mudanza:  “A raíz del hostigamiento y el allanamiento a nuestras viviendas por la vida misma, la dinámica del accionar de la militancia, nos vamos a vivir a la ciudad de Rosario. Estimo que eso ocurre en el año ‘75, no tengo bien presente la fecha”, se justifica como si debiera recordar fechas y sitios exactos sin siquiera haber cumplido tres años de vida.“Ahí compartimos la vivienda también con otros compañeros, pares militantes. Llegamos a tener cercanía también con uno de mis tíos, Roque Maggio. Brevemente. Él también militaba. Y a Roque lo matan, al poco tiempo, también en un enfrentamiento en la cercanías de la ciudad de Rosario”. En sus recuerdos, con las mudanzas también comienzan a aparecer las pérdidas. “También mi tía, la esposa de Roque, Adriana Espers, estudiante de psicología de la ciudad de Córdoba, es asesinada en un enfrentamiento en la ciudad de Córdoba”.Facundo está vestido con una elegante camisa a cuadros donde se impone el bordó. La imagen de su madre le cuelga del cuello. Ha esperado los testimonios de Montoto Raverta y Canteloro en una sala externa, un cuartito pequeño que parece más un calabozo que una sala de espera para testigos. De hecho no se aguanta. Sale al sol. Se cruza con Nora Cortiñas, que se está yendo y lo estimula a tranquilizarse para dar un buen testimonio.Ahora cuenta que ya en Buenos Aires recalaron en una casa en Tres de Febrero, en Caseros para mayor precisión: “En la calle Bonifacini 5045 estamos un tiempo. Voy al jardín de infantes, tengo una vida de barrio como cualquier niño, haciendo lazos permanentes. Ellos también lo hacen con la gente del barrio. Compartimos mateadas y juegos con la gente de ahí”. Pero su vida delimitada por las muertes familiares pone un cerco aterrador con el secuestro de su padre Horacio El Nariz Maggio. “En el año ‘78 a mi padre lo secuestraron en la vía pública en la cercanía de Plaza Flores y es llevado al centro clandestino de la ESMA. A partir de ahí, mi madre decide que nos exiliemos. En un primer tramo estamos unos meses en Brasil, en el sur, con otros compañeros, junto a mi hermana. Luego, el exilio es más duradero y lejano. Perú, Ecuador, México, Cuba y España en un lapso de más o menos un año, en total. Mi hermana María, mi madre y yo. Estando en México, vivimos en muchos lugares”, rememora, mientras se tira contra el respaldo de la silla esperando más preguntas. Facuando Maggio escucha las preguntas de los defensores de los acusados de desaparecer a su madre (Foto: Gustavo Molfino) En la guardería Facundo es otro de los niños que pasaron por la guardería de La Habana. Es el tercero que deja su testimonio. “En Cuba estuvimos en una guardería, compartiendo esa estadía con hijos de militantes Montoneros. Virginia Croatto es una de ellas”, dice. Ella lo observa con atención. Es una de las que no se pierde un minuto de audiencia. “Y es ahí cuando empezamos a recibir cassettes con grabaciones que mi madre nos mandaba con la voz de ella con saludos y relatos, cuentos, canciones, de María Elena Walsh y todo el universo infantil. Es la manera en que nosotros escuchamos su voz, en unas cintas”, recupera. Así como Ana María Montoto Raverta leyó una carta de su madre, apenas un rato antes; Facundo Maggio se emociona cuando recuerda esas grabaciones. Paréntesis de terror Facundo habla lento. Hace pausas extensas. Sobre todo cuando está por contar algo que lo incomoda demasiado. “Antes quería hacer un paréntesis de un hecho muy perturbador y de mucha conmoción para nosotros que es que cuando estamos en México. Mamá nos cuenta que a papá lo matan, en otros términos… con una carta que manda mi abuela desde acá en Argentina, mi abuela materna… solo que luego nos enteramos que en realidad la carta la escribió ella. Suponemos para evitar… fue la manera más amorosa que encontró para comunicarlo”.Horacio Maggio fue asesinado el 4 de octubre de 1978 por un grupo de tareas. Su cuerpo fue exhibido como un trofeo ante las y los secuestrados de la ESMA. Era la segunda vez que lo secuestraban y los genocidas estaban furiosos: El Nariz se les había escapado meses antes mientras estaba detenido desaparecido y, afuera, había difundido una carta en la que describía con detalles el funcionamiento del centro clandestino, las mecánicas de desaparición, los vuelos de la muerte, identificó a detenidos y represores, y hasta dibujó planos del centro clandestino. —Sin importar que la información puede haber sido cierta o falsa, ¿alguna vez llegó a tus oídos