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Ricardo Alberto Ojeda


    El testigo Ricardo Alberto Ojeda, exconscripto en Campo de Mayo, dio cuenta de cómo llegaban colectivos al Batallón con 30 personas aproximadamente y subían a los aviones Fiat: “Los dopaban para que obedecieran. Los tiraban a cangrejales y pirañales. Eran tantas personas, hombres y mujeres, que a veces salían dos aviones porque con uno no alcanzaba”. Ojeda relató que estas “maniobras”, ocurrían después de que los soldados eran relevados de sus funciones por personal de mayor jerarquía y eso sucedía “hasta incluso tres veces por semana”. (Por La Retaguardia/El Diario del Juicio*)    ✍️ Redacción: Diego Adur 💻 Edición: Fernando Tebele ✍️ Textuales: Noelia Laudisi De Sa/Agustina Sandoval Lerner/Valentina Maccarone 📷 Foto de portada: Captura Transmisión La Retaguardia En esta jornada, y después de muchas audiencias en las que se escucharon testigos propuestos por las partes defensoras que no aportaban datos relevantes, declaró el excolimba Ricardo Alberto Ojeda. Pudo reconstruir toda la siniestra operatoria que se producía con los Vuelos de la Muerte que partieron desde Campo de Mayo. El testigo relató la llegada de colectivos y camiones frigoríficos con personas detenidas al Batallón; el ascenso de estas personas, tanto hombres como mujeres, al Herculito, el avión Fiat G-222; el posterior despegue de la aeronave; e incluso las maniobras aéreas que los pilotos de la muerte hacían para arrojar a las personas a “cangrejales y pirañales”. Además, contó que vio como los bomberos de la Policía Federal manguereaban a los Herculitos cuando regresaban al Batallón: “Era lógico que había que lavarlos para no dejar evidencia”, afirmó Ojeda en un impactante testimonio. “Me lo comentaban los jerárquicos”   Ricardo Alberto Ojeda, al comienzo de su declaración, refiere que todo lo que cuenta respecto a los Vuelos de la Muerte lo sabía por los comentarios que le hacían sus superiores: “Los jerárquicos, Cabo primero, Sargento, o lo que sea, me comentaban en conversaciones que alzaban gente dopada y la largaban a los cangrejales y pirañales”, asevera. Después, casi al final de su testimonio, nos enteraremos de que él mismo pudo ver muchos de los pasos siniestros de esa operatoria desaparecedora. A lo largo de la declaración, nos iremos dando cuenta de que, por el nivel de detalle con el que Ojeda describe lo sucedido, efectivamente tiene que haberlo presenciado. El testigo menciona la cantidad de personas que llegaban al Batallón, discrimina a esas personas por su género y hasta recuerda el color de sus ropas, de tonos que las distinguían claramente del uniforme militar: “No era usual ver eso”, dirá. Cuando uno de los Vuelos de la Muerte estaba por partir, los soldados eran relevados de sus funciones y sus puestos de guardia, y los llevaban a la cuadrilla donde descansaban: “Venía una camioneta, esa guerrillera, verde, las Ford verdes. Venía el personal de jerarquía y hacía el relevado del puesto en la misma camioneta. A mí me alzaban arriba y me llevaban al puesto de guardia a confinarme hasta que la maniobra termine”, cuenta Ojeda. Esa anécdota coincide con varias que relatan lo mismo. Los militares intentaron que su accionar para desaparecer personas quedara impune y sin evidencias. No lo lograron, y por eso este juicio se está celebrando. Lo que sí aporta Ojeda es que estos relevos de soldados que eran reemplazados por oficiales y suboficiales sucedían muy seguido, lo que indica que los Vuelos de la Muerte partían también con mucha frecuencia. —¿Cuántas veces sucedió esto de que los relevaron del puesto de guardia? –pregunta el Fiscal General, Marcelo García Berro.  —Y… una, dos o tres veces por semana. Había semanas en que no se hacía nada, pero  había semanas en que salían tres veces. A veces salían los dos ‘Hérculitos’ porque con uno no alcanzaba -responde el testigo con firmeza.   Como tirar basura al campo Antes de iniciarse estos reemplazos de colimbas por personal del Ejército con mayor jerarquía, “el avión ya estaba como hace dos horas o una hora antes en maniobra, ahí, en prueba de motores, en prueba de todo”. Ojeda cuenta que las personas subían a los aviones de manera voluntaria: “No sé por qué o qué les decían, pero sí subían cada uno como personas… digamos”, y aclara: “Nos decían que los dopaban un poco, para que esas personas obedezcan; pero no mucho, para que se muevan por sus medios”.  En una de las primeras audiencias del juicio, el testigo Raúl Escobar Fernández, había contado el hallazgo de cientos de ampollas de Ketalar, una de las drogas utilizadas para sedar a las personas víctimas de los Vuelos de la Muerte. “Una vez cargado, el avión se iba en vuelo. Se los llevaban. Carreteaba y hacía vuelo. Tomaban vuelo hacia arriba, abrían las compuertas y los largaban. Como tirar basura al campo”, ejemplifica, burdamente, Ojeda el momento en que arrojaban a los y las detenidas vivas al mar o al río. Los comentarios que le llegaron al testigo eran por parte de “los suboficiales que hacían las guardias con nosotros”. Entre ellos, recuerda al Cabo Primero Busto, al Sargento Primero Rodríguez y al Cabo Primero Blanco, quien además era mecánico de aviones. Los aviones regresaban al Batallón al cabo de algunas horas. Algunas veces, cuenta Ojeda, no volvían. Para él, podían quedarse en el Aeropuerto de El Palomar. A la mañana siguiente, incluso después del mediodía, Ojeda menciona que “me parece que los vi a los Bomberos manguereando o lavando los Herculito. Yo suponía que era por limpieza, pero si hacían ese trabajo era lógico que hay que lavarlos para no dejar evidencia ni nada por el estilo”. La ratificación   Es habitual en este juicio que, cuando alguno de los testigos presenta contradicciones durante su declaración respecto a la que brindara años atrás en la etapa de Instrucción,  se le lea un fragmento de lo que dijo en aquella otra oportunidad. En este caso, el fiscal García Berro quiso certificar si los dichos de Ojeda, todo lo que él estuvo contando respecto a cómo se llevaban a cabo los Vuelos de la Muerte, lo había