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Victoria del Monte


El testimonio de Victoria del Monte se sumó al de las hijas e hijos que pasaron por la Guardería de La Habana. En su caso, la acción genocida le arrebató a su papá, Raúl del Monte, en 1976; y a su mamá Mariana Guangiroli y a su “segundo padre”, Julio César Genoud, ya en el marco de la represión a la Contraofensiva, en 1980. Victoria vino especialmente desde Brasil junto a su abuelo, Hugo Guangiroli. Ambos participaron del juicio, una instancia que suele ser sanadora. Al día siguiente, dejaron en la Biblioteca Nacional las cartas que su madre le envió a su abuelo, y Victoria dejó su muestra de sangre en el EAAF, a la espera de encontrar el cuerpo de su madre, que permanece desaparecida. En esta crónica, compartimos su testimonio, desgarrador y emocionante a la vez. (Por El Diario del Juicio*)  📝Texto 👉 Fernando Tebele ☝ Foto de Portada  👉 Victoria del Monte abrazada por Estela Ceresetto (en el centro) y Susana Brardinelli. Las dos la tuvieron a cargo cuando Victoria estuvo en la Guardería de La Habana.  📷 Fotos 👉 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio💻 Edición  👉 Martina Noailles A Victoria del Monte se le nota la tensión del momento en la rigidez de su rostro. Entra a la sala de audiencias con sus músculos faciales entumecidos. Se sienta y se quita un chaleco primaveral que apoya en el respaldo de la silla mientras jura que dirá la verdad. -¿Tiene algún interés especial en la causa? -pregunta formalmente el presidente del tribunal, Rodríguez Eggers.-Sí, claro -responde con seguridad-. Que se haga justicia y saber la verdad de lo que pasó con mi mamá.-Buen día, ¿cómo estás? -le consulta para comenzar la fiscal Sosti.-Un poco emocionada -asegura con la voz tambaleante. Enseguida se presenta. Dice que es Victoria del Monte, y que está allí por su mamá, Lía Mariana Ercilia Guangiroli. En la jornada 19 de este juicio ya hubo dos testimonios sobre Mariana: el de su mamá, Lía Martínez, y el de su hermana Solana Guangiroli. Sin embargo, el testimonio de su hija Victoria y el que vendrá luego, en la voz de Hugo, su papá, encarnan una suerte de Lado B del mismo dolor. La desaparición de Mariana en el marco de la Contraofensiva, probablemente haya profundizado las distancias entre las dos partes de la familia: por un lado, la madre y el resto de los hijos e hijas permaneciendo en el país. Por otro, Hugo y la pequeña Victoria reconstruyendo sus vidas en Brasil. Nada diferente a los problemas de otras familias, pero a la vez es sencillo darse cuenta de que el genocidio los profundizó. Son las diez y media cuando Victoria empieza a calmar su ansiedad, apenas rociada minutos antes con un café en el bar de la esquina, que suele ser lugar de previa para asistentes tempraneras/os. “Ella está desaparecida desde el 27 de febrero de 1980 por el accionar de las personas que están imputadas en esta causa. Fue llevada a Campo de Mayo. Eso lo supe por la declaración de Silvia Tolchinsky, en la que menciona que ella sabe que Julio César Genoud y su compañera, mi mamá, estaban secuestrados en Campo de Mayo”, dice de movida y aclara: “Yo era muy chiquita. Nací en febrero de 1976. Pude reconstruir a través del relato de mi abuelo (me crié con él en Brasil) y luego con el relato de los compañeros de mi mamá a los que fui viendo a lo largo de mi vida. Ahí pude ir armando un rompecabezas sobre lo que sucedió. También están las fotos y las cartas de mi mamá. Y mis recuerdos. Con todo eso armé esta historia”. El primer papá “Cuando yo nací ella tenía 17 años recién cumplidos. Mi papá se llamaba Raúl Héctor del Monte. Lo conocían como ‘El Pájaro’. Ellos eran de Mar del Plata, yo nací ahí. Mi papá desaparece en diciembre del ’76. Todos creían que lo habían asesinado porque fue lo que se dio a conocer en el Diario El Atlántico en una nota en la que decían eso. Yo supe, por un compañero que me contó, que mi papá estuvo en La Cueva. En el juicio (en Mar del Plata), un testigo narró haber estado con él ahí…”. Se produce un largo silencio, que se interrumpe sólo por los esfuerzos por manejar la congoja. Le preguntan si quiere parar. “No, no. Todo bien. Voy a llorar, es natural… Muchas gracias”, dice. El momento del ahogo en la angustia es un anticipo de aquello que Victoria tiene como señal solidaria de su padre con ausencia forzada. Si nadie quisiera estar en los zapatos de una persona secuestrada y torturada, siempre puede ver alguna excepción. “Un testigo narró haber estado con él en La Cueva. Yo siempre supe que mi papá era una muy buena persona y solidaria, porque todo el mundo me lo decía. El testigo contó que tenía mucho frío y no tenía zapatos, y mi papá se sacó sus zapatos y se los dio. Él sobrevivió y dice que tiene los zapatos guardados. Ese gesto de solidaridad retrata cómo eran mis padres y por qué hicieron todo lo que hicieron. Querían un mundo mejor para todos”. Victoria tiene sobre la mesa un papel con apuntes manuscritos. Fija su vista allí. Parece que lee, pero en realidad busca seguridad en ese punteo que hizo anoche, cuando entendió definitivamente que le iba a costar dormir. Cuenta que su abuelo se fue a vivir a Brasil, advertido por “Pájaro” del peligro. Ella se quedó con su madre, que también decidió salir del país, pero ya cuando ocurrió el secuestro de del Monte. Se fueron a México. El segundo papá Con cierto desorden, Victoria salta en el tiempo para abrazar la felicidad de su madre cuando se casó con Julio César Genoud en España. “Fue en julio del ’79. Cuenta mi abuelo que mi mamá le escribió avisándole que se iban a casar y él viajó a España. Yo tengo recuerdos, imágenes, de haber estado con mi abuelo en