Estela Lemes, la docente fumigada que no se calla
Por LR oficial en Educación Y Salud, Fracking. Educación Y Salud, Medio Ambiente, Nacionales
Estela Lemes es docente y directora de la escuela N° 66 “Bartolito Mitre” de Costa Uruguay Sur, provincia de Entre Ríos. Aquí el diálogo durante el programa Tengo una Idea, de Radio La Retaguadia, con Carlos Morchio, Graciela Carballo y Nicolás Rosales. (Por La Retaguardia)
Fue noticia en 2010 cuando recibió el premio “Abanderada de la Argentina”, una propuesta que partió desde Canal 13 de Buenos Aires. En aquella oportunidad, se la reconocía por la tarea realizada en la escuela donde se desempeña como directora. Paradójicamente, dos años más tarde también su nombre trascendió en algunos medios; pero esta vez por una cuestión mucho más dolorosa y preocupante: denunció que ella y sus alumnos fueron “fumigados” con agroquímicos mientras estaban en el patio de la escuela.
La docente envenenada
Estela recibió el veneno en su cuerpo tras una fumigación sobre el campo en donde se ubica la escuela en la que actualmente continúa trabajando. Su tratamiento es de por vida. En principio nos aclaró: “Nos solo tengo glifosato sino también clorpirifós, que es un insecticida y en estos momentos es el que más me afectó, porque yo tengo una neuropatía que está atrofiando mis músculos. Es una consecuencia de la exposición al insecticida”.
Tras los estudios y análisis correspondientes, se comprobó que tiene glifosato en sangre, pero “hasta el momento he sufrido esa dolencia que tengo, y esperemos que no me llegue a afectar el glifosato. Todos sabemos que el glifosato es cancerígeno, aunque nos quieran hacer creer que no.
El Estado cómplice
Lemes nos contó que lleva adelante un juicio a la ART que debería cuidar su salud laboral y, hasta ahora, no se está haciendo cargo de las graves consecuencias que está sufriendo en su cuerpo. Además, hay personas que deberían responder ante la justicia por sus culpas. Los responsables materiales tienen nombre y apellido: Paula Ripa y su hermano son dueños del campo, el arrendatario es el señor Tronco y el fumigador se apellida Reverdito. Los dos últimos son de Larroque, también provincia de Entre Ríos. La docente agregó: “Nosotros con la señora Ripa tuvimos una mediación. Ella y su abogado dijeron que no tenían ninguna responsabilidad. La negaron, y sí les corresponde porque son responsables solidarios, así que estamos en pleno juicio. Eso va por la parte civil en conjunto con el señor Ripa, Tronco y Reverdito. Pero con la ART, es un juicio laboral. Llegamos a eso porque no lo quieren reconocer como una enfermedad de riesgo de trabajo. Yo no quiero indemnización. Lo único que pido es que se hagan cargo de mi tratamiento, porque yo tengo que venir a este lugar donde estoy ahora, que es en General Galarza, un pueblo del departamento Gualeguay. Tengo que instalarme acá durante un mes o mes y medio para hacer el tratamiento intensivo que hacen que mis músculos vuelvan a tener vida, flexibilidad. Que no se vayan atrofiando que es lo que desencadena la enfermedad que tengo”.
La avioneta de la muerte
La imagen recurrente para este caso sería la de una avioneta sobrevolando y fumigando una escuela y su comunidad. Fuerte.
Le consultamos a Estela si los y las alumnas habían sufrido envenenamiento también y esto nos comentó: “Yo desde el año 2010 que estoy haciendo denuncias, en ese año fue con una avioneta y no fue en horario de clase. Yo vivía en la escuela. Por ser directora de una escuela rural, los directores viven en la misma escuela, en la casa del director. Yo vivía con mis hijos ahí. Y no era en horario de clase. En 2011 volvieron a hacerlo y tampoco fue en horario de clase. Pero en el 2012, que fue cuando hice la denuncia penal, y sí era horario de clase. Eran las dos de la tarde, yo llamé a los papás para que retiraran a los niños y para que los protegieran en sus casas. Porque yo tenía que hacer que ese señor deje de fumigar. Me acerqué al alambre, le hice señas con el guardapolvo. Y él no paró hasta que no terminó la última gota de su veneno. Y dijo después, porque ya para ese momento había llegado la policía que yo había llamado, que él no sabía que eso era una escuela, y que no sabía que estaban los niños. Lo que hablé con las mamás al otro día y esa noche para saber cómo estaban. Eran 13 niños de 4 familias, y una familia me manifestó qué que su niño había tenido náuseas, que le picaban los ojos y demás. Entonces le dije que los lleve al hospital, porque yo no los podía llevar al hospital en el horario de clase primero porque no tenía los medios en ese momento. Era lejos, estábamos a 15 kilómetros de la Ciudad, no tenía auto. Los papás sí los buscaban en auto a sus niños. Entonces les pedía que lo llevaran. Pero lo que pasa, que justamente esa familia trabajaba en una estancia muy grande donde su papá aplicaba también. Y si ellos hacían denuncia podían quedarse sin trabajo, ese era el gran miedo que tenían, y se quedaron con eso. Los niños, que hoy son adolescentes, no sé si tienen la misma afección que yo. Deberían saberlo por medio de un análisis específico que no se hace en Entre Ríos. Se hace solamente en Mar del Plata, en la clínica Fares Taie -explicó Lemes-. Yo me lo hice en Buenos Aires. Me sacaron la muestra y la llevaron. Yo lo he contado muchas veces. Fuimos al Congreso y la gente de “Médicos de pueblos fumigados” nos pidió si queríamos hacerlo, les dijimos que sí, y luego yo fui a Mar del Plata en enero del 2016, para hacérmelo yo, y salió que también tenía glifosato, porque me lo hice en orina, así se hace. El otro era en sangre. Entonces yo no puedo saber si los chicos tienen esta afección o no porque no se han hecho el análisis. Pero es muy probable que lo tengan, no solo los niños de la escuela sino también los vecinos de alrededor. Vive gente ahí”, se lamentó.
“Paren de fumigar”
Lemes indicó también que desde una parte del gremio docente AGMER (Asociación Gremial del Magisterio de Entre Ríos) existe una organización que se llama “Paren de fumigar las escuelas” y reconoce su trabajo. Pero para ella no es suficiente y redobla la apuesta: “Yo digo, paren de fumigar, porque las escuelas no están aisladas y solas en el medio del campo, tienen a las familias de esos niños que viven ahí. Esa es la gran pelea. Hoy por hoy, en los alrededores de mi escuela, se hace ganadería a partir de la denuncia. Pero tenemos campos cercanos que el año pasado fumigaron y la deriva trajo el veneno hasta la escuela. Pero ¡oh casualidad! midieron por el camino y da más de dos kilómetros pero, si lo hacés en línea recta, es menos. Pero bueno, las autoridades de la provincia vinieron a decirme ‘señora, está bien, están en las distancias correctas, no podemos hacer nada’. Así estamos… ahora en Gualeguaychú se prohibió el glifosato, la venta, el acopio y el traslado. Si bien nosotros estamos por fuera del ejido municipal, nos favorece porque para llegar a nuestro lugar tienen que pasar por la ciudad de Gualeguaychú. Y si está prohibido no vamos a permitir que pasen. Esto es un trabajo conjunto, que se comprometan, que se involucren, que no tengan miedo. Porque mucha gente, por miedo, no actúa. A mí me pasó en mis comienzos. Sentí cómo en todos lados era la maestra loca que denuncia, pero no me importó. Yo tenía que preservar la salud de mis alumnos en ese momento. Luego me enteré, 2 años después, lo que yo tenía y me empecé a enfermar porque había recibido este veneno. Pero al principio era pedir que no fumigaran porque tenía a mis gurises dentro de la escuela y yo los debía proteger”.
Entre Ríos resiste
“Hay un movimiento importante de ambientalistas que están en la lucha de la prohibición de la fumigación. No solo es el glifosato, hay muchos venenos, y son venenos realmente, por eso lo digo así. Los consumimos sin darnos cuenta. Si vos comprás una fruta o una lechuga, por más que la laves con lavandina, desde la semilla viene preparada y curada, como dicen ellos, con agroquímicos, y los consumís igual. En la provincia se está dando una lucha bastante interesante y la idea es llegar a la prohibición. Hay una alternativa, que es la agroecología, que en Gualeguaychú se está haciendo. Hay un campo importante en metros, que es de la Municipalidad, donde se hace una huerta y ya han cosechado sin pesticidas. Es una verdura muy linda que se las han llevado a los comedores escolares. Gualeguaychú está haciendo un excelente trabajo, no solo de que no se fumigue, sino también de crear conciencia hacia la agroecología. Hay muchas personas que ya están haciendo su huerta en su casa, productores pequeños y otros un poquito más grandes que también lo están haciendo. Hay una alternativa que es por la que nosotros tenemos que luchar, pero la provincia es muy grande y hay muchos intereses creados. Eso lo hace difícil”.
“No tengo miedo”
Por último, la docente afirmó que no tiene miedo en seguir difundiendo lo que le pasa: “siento mucha pena por lo gente que amenaza, que no le importa la vida de su vecino, y que para engordar su bolsillo siguen poniendo veneno. En algún momento les va a llegar y se van a dar cuenta lo que están haciendo y no se lo van a perdonar ni sus hijos”.
“No tengo miedo para nada, incluso me han tildado de mentirosa, que no tengo la enfermedad. Y yo tengo como comprobarlo y no tengo porque estar mostrando mi certificado. Mis estudios están todos en el juzgado, porque estamos llegando a un juicio”, agregó.
Al despedirse, Estela manifestó que no se siente sola en esta lucha. La acompaña su familia, sus amigos que son un montón, nos dijo. “También hay gente que está el misma que yo, no permito que ni la política ni lo gremial absorban mi caso. Porque quiero diferenciarlo, yo no pertenezco a ninguna agrupación ambientalista. Si bien soy defensora del medio ambiente, y donde voy lo digo. Donde me llaman voy, yo estoy, no tengo problemas. Pero bueno, por políticos no me siento acompañada. En estos momentos yo estoy en un lugar, donde mi obra social cubre un parte de mi tratamiento, y la otra la tengo que pagar yo, más el hospedaje en el lugar que estoy, y todo me lo pago yo. No recibo ayuda de ningún político. En algún momento lo solicité a la gente del pueblo donde yo estaba, que es Villa Paranacito, donde me inicié, donde estudié y donde crié a mis hijos, y no la recibí. Y nunca más la pedí. Y el gremio, también está la promesa de, y todavía ahora en estos momentos no ha aparecido. Y yo soy agremiada hace 44 años”.
El director de cine y funcionario político Pino Solanas, ha incluido la historia filmando también la escuela de Estela, dentro de su última película documental “Viaje a los pueblos fumigados”. Muy recomendable, por cierto.
Estela nos agradeció la difusión y nosotros admiramos su valentía.