Crónicas del juicio -día 20- El cafecito, en casa
Por contraofensiva en Crónicas del juicio
Las fotos que mostraron al imputado Eduardo Ascheri en un bar tomando un café, que publicó El Diario del Juicio el día de la audiencia, no alcanzaron según el tribunal para verificar la violación de la domiciliaria. Además de ese momento que ocupó buena parte de la atención, aquí recorremos los testimonios de Graciela Galarraga, Benjamín Antonio Frerichs y Olga Benítez. (Por Fernando Tebele para El Diario del Juicio*)
Fotos: Gustavo Molfino
Ilustración de portada: Antonella di Vruno
Colaboración Especial: Diana Zermoglio
La mañana del juicio se convierte en una larga espera. El público y las partes llevan más de una hora esperando que el Tribunal aparezca en la sala para que todo comience. La razón de la demora parece obvia: es el primer día de una nueva jueza. Después del desplante de Alejandro de Korvez, que abandonó una audiencia en medio del juicio por un turno médico, y su renuncia sorpresiva anunciada en ese momento, la cuarta jueza hasta aquí, María Claudia Morguese Martín, se integra al tribunal. En esa espera, las pancartas con los rostros de desaparecidos y desaparecidas, se mantienen en alto. Pasan los minutos y no se bajan. Cuando ingresaron, los imputados se encontraron con unas fotos en el piso. Advertida la costumbre de mirar al suelo cuando se levantan las fotos, un caminito de rostros los acompaña esta vez. No los miran, levantan la mirada. Cada vez les quedan menos rincones en los que posar sus ojos. Al rato ingresan los jueces:
—Dra. Morguese, bienvenida -la recibe el presidente del tribunal, Esteban Rodríguez Eggers—. La doctora se ha ido nutriendo con los videos correspondientes. Hemos venido discutiendo estos días la causa, así que no habrá modificaciones ya que está en conocimiento de trámites de cuestión -les comenta a las partes y al público en la sala. Parece que será el tiempo de los testimonios, pero otras fotografías, más actuales y en color, generarán gran expectativa.
—Nuestra querella quiere hacer un planteo con la presencia de los imputados acá —adelanta Pablo Llonto, en el intento de que los imputados se queden un rato más en la sala para escucharlo—. Hemos advertido desde hace varios días, que el imputado Eduardo Ascheri quebranta la prisión domiciliaria. Lo hemos observado caminando por las calles de la localidad de San Martín, sentándose en bares a tomar una bebida con un familiar. Creemos que esto es un grave quebrantamiento de las condiciones de domiciliaria que les ha impuesto el tribunal. Vamos a acompañar en este acto dos fotografías donde se lo ve caminando por las calles de San Martín, tomando un café aquí a tres cuadras de este tribunal. Él tiene la obligación de ir de su domicilio a la sede donde se realiza el debate y no a pasear por San Martín. Esto pone en riesgo a los familiares y las víctimas de este juicio, por la peligrosidad y el tipo de delitos que se está juzgando. Estamos muy cerca de lo que creemos será una sentencia condenatoria, por lo tanto esto agrava la situación que venimos a denunciar. Además de denunciarlo y que su defensa diga lo que tenga que decir, vamos a solicitar que se revoque su prisión domiciliaria o se le coloque la pulsera magnética correspondiente.
—Conforme surge de las mismas fotografías aportadas —Hernán Silva intenta defender a Ascheri—, la primera fotografía se corresponde a un lugar que está en la esquina de la delegación San Martín de la Policía Federal. Y la segunda foto se corresponde a una persiana que está justo detrás del tribunal. No tenemos determinación de fecha. Estimo que habrá sido el martes pasado por la campera, viniendo para acá.
El defensor Silva observa las fotos (Gustavo Molfino/DDJ) |
Silva acierta en casi todo. Si bien la persiana baja no es la del tribunal, se le parece bastante. Es de un negocio de ahí cerquita. El bar, efectivamente, queda a unos 250 metros de la sala de audiencias. Y para cerrar el prode, las fotos fueron sacadas el martes anterior a esta audiencia. Las aportó Gustavo Molfino, cuyas fotos también son parte de los informes fotográficos de este Diario del Juicio. Molfino es querellante en la causa y ya fue testigo. Como parte de su militancia, tal vez como una forma de saldar deudas que nunca quedarán a mano, Molfino persigue justicia con sus fotos a genocidas. Varios debieron volver a prisión por sus clicks exactos que los mostraban paseando por las calles. Pero era otra época. Ahora parece que tuviéramos que conformarnos tan sólo con que haya juicios, aunque luego, si son condenados, se vayan a sus casas con domiciliarias que respetan poco y nada. Sigue Silva en su defensa que esta vez resultará efectiva aunque la argumentación sea pobre:
—No advierto cuál es la violación de la domiciliaria. Sería inhumano pensar que la persona no se pueda ir a tomar un café antes de venir a esta audiencia de debate. Tomar un café desde la delegación de la policía hasta acá no implica una violación de la domiciliaria. Estas fotografías nada acreditan de la violación de la domiciliaria. Por eso esta defensa rechaza el pedido de revocar la domiciliaria.
En realidad un cafecito en el camino implica definitivamente violar la domiciliaria. Es parte de los privilegios. La domiciliaria ya es uno. El cafecito para mitigar el frío, también.
—De todas maneras, y como esto ya ha sucedido en el comienzo del juicio, que se dice que los imputados van a tomar café -insiste Silva—, entiendo que esta situación se puede volver a dar, porque una persona se puede sentar a tomar a café con estos días de frío. Y por otro lado se da porque tienen que venir a todas las audiencias, cuando en otros tribunales y otros juicios, están dispensados de venir hasta los alegatos. Aprovecho la oportunidad para pedir que se los dispense de venir al juicio, salvo que se los necesite para algún tipo de reconocimiento.
Las defensas suben la apuesta. De defender a sus imputados de una posibles violación de un beneficio, saltan a pedir más beneficios. Los dos abogados privados respaldan el pedido para que sus asistidos no vengan más hasta los alegatos. Marcelo Botindari, abogado del imputado Muñoz, dijo a que su imputado le resultaba incómodo ir hasta el tribunal. Hizo enojar a la fiscal Gabriela Sosti, que no dudó en responderle:
—Las defensas utilizan como argumento que otros tribunales que violan lo que establece el Código Procesal. La presencia de los imputados es exigible. El imputado tiene que estar presente en la audiencia del juicio. La única facultad que tiene el imputado es la de no estar presente en la sala de la audiencia, pero tiene que permanecer en una sala contigua. El tribunal tomó una decisión morigerada en ese sentido, por lo que no los obliga a estar presentes en los juicios, como todos los imputados en este país, ya que no existe el juicio en ausencia. Pretender que no vengan con los argumentos que se dan es increíble. Los imputados están siendo juzgados después de 40 años por delitos de lesa humanidad. Argumentar que es gravoso venir hasta la sala de audiencia es realmente una falta de respeto por parte de las defensas y es un atentado a la inteligencia. Todos, cada uno de nosotros, somos parte, conformamos el tribunal y posibilitamos que se desarrolle el juicio. Venimos todos los días. Decir que el imputado, que el involucrado principal en el juicio, no debe asistir porque le resulta incómodo venir, es una falta de respeto. Por otro lado, el defensor particular Botindari, se excede pretendiendo la defensa del imputado”.
El juez Rodríguez Eggers anuncia otra vez que al final de la jornada definirán la situación de Ascheri. Resta esperar. Mientras tanto, varios medios de alcance masivo se hacen eco de la publicación de las fotos de Molfino en este Diario.
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La primera testigo de una mañana agitada es Graciela Galarraga. En sus primeras palabras ya deja claro por qué está allí. “Yo quiero decir que vengo a dar esta testimonial porque fui la compañera de Julio César Ramírez”. El Negro, como le decían a Ramírez, fue uno de los militantes de Montoneros secuestrados durante la acción sanguinaria del Batallón de Inteligencia 601 en Lima, Perú. Galarraga relató que fue detenida en 1975 por el Comando Libertadores de América, en Córdoba, y luego llevada a Buenos Aires, donde estuvo presa en Villa Devoto hasta 1979. “A través de Amnesty Internacional salgo como refugiada política a París. Me metieron en el baúl de un auto y me pasearon hasta cerca de las 6 de la mañana. Me cargaron en un camión celular y luego aparecí en el edificio de Coordinación Federal. Me sacaron fotos y elaboraron mi documentación. Me llevaron a Ezeiza y me dieron 15 minutos para despedirme de mi familia. Me llevaron arriba a la Policía Aeronáutica”. Cuenta que allí le dijeron que tenía que hacerse cargo de dos niños que habían estado unos meses en la embajada, Lucio y Marina; el padre de ambos, Alberto Girondo ya había salido del país con la llamada opción de salida, que en realidad poco tenía de opcional.
Gallaraga pasó por México antes de regresar a Argentina y a principios de 1980 regresa al país. Ramírez ya había ingresado. De México a Panamá. Luego a Chile como pasos previos. Su documento decía que se llama Marta Leonor Etchegoyen. “Llego a Buenos Aires y luego en Rosario lo veo a él. En Buenos Aires tenía que ir a Clarín y La Nación para difundir unos avisos clasificados”, que se usaban como mensajes en clave entre militantes. “Esos mensajes contenían entre otras cosas la salida del Negro Cacho del país ‘Vendo peugeot 504’, era todo en clave”, detalla. “El sábado 7 de junio de 1980, recuerdo con exactitud porque lo tengo anotado en una agendita negra, pusé ‘Salida del Negro’. Nos vamos a la terminar de Rosario y él se marcha unos minutos antes que yo en un colectivo que decía vía Posadas. Y yo me tomo un colectivo hacia Córdoba, donde me iban a recibir unos compañeros para que no me quedara sola con la salida del Negro”. Luego salió del país vía Ezeiza. “Cuando me fui, ya vi en Ezeiza fotos de los compañeros que estaban siendo buscados, entre las cuales estaba la del Negro Cacho. Cuando había vuelto por Las Cuevas, en Mendoza, en el cruce fronterizo también estaban las fotos. ‘Delincuentes subversivos’, decían”.
Radio Noticias del Continente
El rol de la batalla comunicacional dentro de la Contraofensiva aparece casi en cada audiencia. A través de varios testimonios se ha profundizado en algunas de las tareas de la TEA (Tropas Especiales de Agitación) para, por ejemplo, interferir las señales de los principales canales de TV en una época donde no existían las señales por cable y toda la audiencia era para los cinco canales que tenían llegada por aire. En radio, Montoneros decidió montar una señal propia, Radio Noticias del Continente. Así se enteró Galarraga de la caída del grupo de Perú. Entre ellos estaba Julio César Ramírez. “Todas las tardes, cerca de las seis, eran habituales los bizcochitos, la manteca, el dulce de leche, el mate, y comenzaba en una radio de onda corta Radio Noticias del Continente. Es más, me quedó grabado: había una locutora que decía: ‘Radio Noticias del Continente, la voz que escucha muuucha, pero mucha gente'”. Graciela esboza una sonrisa cuando intenta imitar a la Josefina Piana, la voz que llegaba desde Costa Rica intentando quebrar la censura, apostando a la contrainformación. Muchas otras personas en la sala sonríen, tal vez transportadas en el tiempo y en las ondas radiales; ella recuerda las tardes cordobesas con la radio encendida, que no siempre traía buenas noticias. “En una de esas tardes que estábamos escuchando la radio, la locutora, en otro tono, dice que tenía una muy mala noticia para los argentinos. Que había ingresado un comando de inteligencia del Ejército argentino al territorio de Perú, y que habían secuestrado a algunos compañeros. Los primeros nombres que en aquel momento daba la radio, era el de nuestra querida Mima, Noemí Gianetti de Molfino… la conocía a Mima porque los domingos en París íbamos a comer sus ricas pastas. María Inés Raverta, a quién no conocía. Daban el nombre de otro compañero que después supe no lo habían secuestrado (se refiere a Aldo Morán), y más tarde, antes de terminar el programa, dan el nombre de Julio César Ramírez y cuenta un poco la situación de Federico Frías”.
Después del impacto de la noticia, Galarraga comenzó a redactar notas que contribuyeran en la denuncia. Recopila lo que pudo reconstuir. “Que lo secuestran de la casa. Lo llevan a Playa Ondable, en Perú, a un lugar de descanso de las fuerzas armadas que usaron para tener a los secuestrados”. Recupera también parte de la historia de Marta Inés Franzosi, que cayó junto a su pareja, Jesús María Luján. “Buena parte del logro de mi salida en carácter de refugiada fue obra de Marta”, dice emocionada. También repasa cómo visitó, cuando pudo, a las familias de sus compañeras y compañeros que habían sido víctimas de secuestros. En el caso de Marta Inés Franzosi, sus restos aparecieron enterrados en Moreno. Cuando le comunican que su testimonio ha terminado, tímidamente pide permiso para leer. “Simplemente quería decir que han pasado casi 40 años de aquella terrible noche negra que nunca se olvidó. Y si me preguntan por qué estoy aquí, estoy con el mismo ánimo con el que decidió volver a nuestra patria en aquellos años ’80. Y lo hago frente a un tribunal, apelando a la memoria, para que se conozca la verdad y para que se haga justicia. Porque todos y todas deben conocer que pasó con nuestra generación, que luchó por un país mejor, llenos de vida, con alegría, con proyectos, con una entrega incondicional en pos de la liberación nacional de nuestra patria. Quizás porque hemos cometidos muchos o pocos errores, como dijo Gabriela Selser en su libro (Memorias, banderas y harapos). ‘Éramos tan jóvenes entonces, con esa juventud que no necesita apellidos. Sobraba futuro, porque estábamos llenos de vida. Obstinados, invencibles. Hasta proféticos, podría decirse. Había tanto por hacer y el mundo cabía en una sola palabra: Compañero'”.
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Desde la foto que trae colgada, Benjamín Antonio Frierichs deja ver a su hermana Miriam Antonio. El blanco y negro de la época no impide adivinar el tono rubio de su pelo largo que no consigue hacerle sombra a su rostro sonriente. “Tengo 60 años, hace 40 años estoy buscando a mi hermana”, se presenta. Habla de la persecución como parte de la trama histórica de la familia. De su abuelo sirio que tuvo que escapar hacia Argentina. De su madre alemana que huyó durante la Segunda Guerra Mundial. De su padre Rubén Antonio que se exilió tras el golpe del ‘55. Y de su hermana, claro. Está aquí para hablar de su hermana Miriam. Empieza a recorrer su historia. La recuerda enganchada con el trabajo social en la Villa La Cava, cerquita de San Isidro, donde vivía la familia y ella practicaba equitación. Habla del impactó que les causó en marzo de 1968 la publicación de la encíclica de Paulo VI Populorum Progessio: “Hace una crítica del neocolonialismo y afirma que todos los pueblos tienen derecho al bienestar. Además hace una dura crítica al capitalismo y al colectivismo marxista. Algunas de sus ideas generaron controversias, como por ejemplo el derecho de los pueblos a rebelarse, incluso por la fuerza, contra un régimen opresor”, señala. Pero como todo transcurría rápido en aquella época, comenzaron los problemas. “En los tiempos, cuando Miriam se fue a vivir al centro, en el año ‘77, vivía en el barrio de Once, trabajaba en un negocio de venta de artesanías y daba clases de folclore… Una noche, cuando regresó a su departamento, estaba la puerta rota, y todo estaba absolutamente revuelto, y ella justo, en el decir de mi hermano Marco Antonio, que también hizo un relato, en esos días había alojado un par de compañeros chilenos que eran folcloristas, igual que ella, pero que eran exiliados de la dictadura de Chile. Así que esa misma noche habló con mi padre, y mi padre tramitó el pasaporte, la llevó a Uruguay,… en abril del ‘77 le dijo que se fuera a España y la llevó a España a vivir, porque ya en esa época, cuando estas cosas pasaban en un departamento, o una casa, o había una irrupción de comandos, o de grupos de tareas, en alguna casa, lo que venía después era…”. Con los demás relatos de este juicio puede completarse rápida y tristemente la frase que Antonio no termina. Parte de la reconstrucción que Antonio ha hecho del recorrido militante de su hermana, está en una serie de carta, unas 30, que están metidas en un folio transparente que ahora está levantando de frente al tribunal. “Tengo muchas cartas que dejó en su departamento cuando vino a Argentina. Hay algunas fotos también. En el año ‘79, por las cartas también, ella se vincula con un grupo de Montoneros que estaban en Madrid, y decide involucrarse (en la Contraofensiva). Incluso en el año ‘79, está documentado que ella fue a hacer un curso de formación política con Perdía, y después hizo un entrenamiento en el Líbano, creo que entre mayo y agosto del´79. A través de estas cartas, yo puedo, con el tiempo, ver qué es lo que pasaba dentro de ella durante ese tiempo, ¿no?… y bueno, es ahí donde veo que su vinculación, digamos, con la Contraofensiva fue donde tomó la decisión de que había que hacer cosas, de que había que actuar, y que había que asumir esa responsabilidad”, cuenta.
Las cartas marcadas
Benjamín Antonio tiene las copias de las cartas marcadas. Y hace ante el tribunal un resumen de varias. “‘Adelante, luchemos por la libertad… para que de nuevo, aunque quizá ya sea mucho lo que no hay, crezcan los corazones llenos de amor’. Esta carta es del 23 de enero del ‘78. En la misma carta, en el reverso dice: ‘Ya no vuelvo’. Le dice a mi padre que devuelva el pasaje que le dio mi madre cuando la fue a visitar justo en el año ´78. También en esa carta, en abril del ‘78 dice: ´A veces tengo miedo de perder también mi capacidad de soñar y mi fantasía´. ´Yo quiero volver a mi país´ esta carta es de agosto del ´78. ‘El año que viene voy a estar ahí´”. Las cartas también daban cuenta de la decisión de sumarse a la Contraofensiva: ‘La pienso cada día un poquito. Podés imaginarte que lo que más me inquieta es la entrada, pero, por lo que me dijiste…’(Mi padre le había dicho que no pasaba nada.) ‘me da cierta inseguridad porque, así como van las cosas, no se puede confiar en ese tipo de respuestas. Existen más de siete mil habeas corpus contestados negativamente. Tú sabes una parte de las cosas que hago, y la otra, te la imaginas… Creo que soy parte de un pueblo al que todavía no conozco bien. A determinados sectores no los comprendo, y a otros, quizá, los rechace. Muchos de estos sentimientos te joden porque en mi condición, todavía no termino dejar de sentirme culpable por las cosas que tuve el privilegio de recibir´. Eso marca un poco, me parece, su compromiso social. En enero del ‘79 le pregunta a mi padre por el asesinato de Rodolfo Walsh: ‘¿Por qué muchos reclaman abiertamente…? Porque la verdad vale más que la muerte… Y yo no quiero morir, amo la vida. Porque tengo un ideal’”. Los resúmenes y saltos de unas cartas a otras consigue el efecto de resumir, en pocas líneas, pero a la vez con voz propia, las convicciones y también las cavilaciones de Miriam.
Silencio de escritura
Pero las cartas dejaron de llegar. “En diciembre del´79 dejó de escribir cartas, no vino más correspondencia; era correspondencia privada, que llegaba a través de las empresas de mi padre. Durante todo ese período mi padre la visitó varias veces, en Madrid, estuvo en contacto con ella, y cuando vio que en diciembre del ’79 se cortaba la comunicación epistolar, él viajó, ya en el ’80, a ver qué pasaba, y se encontró con mi primo, que vivía en Madrid, y él le comunicó que sabían que un grupo de argentinos que habían retornado a la Argentina y que habían sido detenidos y secuestrados en diferentes lugares de Argentina, en el momento en el que habían ingresado al país, o poco tiempo después de haberlo hecho”. A través de los documentos desclasificados del Batallón de Inteligencia 601, pudieron saber cuándo se produjo el secuestro. “Eran Grupos de Tareas que salían de Campo de Mayo, la Central de Reunión, que están documentados, donde figura Miriam con el nombre que tenía, Lucía, y la fecha de su detención. Dice, por ejemplo, ‘en situación de la banda de terroristas Montoneros,… el 1° de marzo, información de Inteligencia, en base a la información conseguida permitió determinar la detención de tres delincuentes terroristas, en donde, uno de esos tres claramente es Miriam, ó Lucía, Miriam Antonio, nivel miliciano’”, lee con tristeza Benjamín Antonio. Toma otro documento desclasificado, que se refiere a las torturas y a la información obtenida de ese modo. “‘Del interrogatorio de la causante surgen 9 domicilios cuyos moradores han tenido relación con la citada’. Esto ha sido, evidentemente, un proceso de tortura a mi hermana. Acá hay otro documento también que describe por dónde Miriam y otros compañeros ingresaron a Argentina. En el caso de ella: Madrid, Barranquilla, Bogotá, Perú, Chile. Y de Chile, Mendoza, Buenos Aires en ómnibus”, rearma.
Benjamín se emociona en las lecturas, pero consigue llegar al final de la historia de una familia tan vinculada al peronismo, sobre todo por la labor reconocible de Jorge Antonio, pero también, como queda claro tras el testimonio de Benjamín, a través de la descendencia del hermano de Jorge.
No está acreditado
Antes de llegar al final de la audiencia, cuando aún faltaba un testimonio, el juez Rodríguez Eggers anunció que consideraban que la violación de la domiciliaria por parte de Eduardo Ascheri, no había sido acreditada por la querella. Con su estilo informal, el juez atinó a hacerle una recomendación al abogado Silva: “Recomiéndele a su defendido que se tome el cafecito en la casa antes de salir”. Ascheri deberá cuidarse de que no lo pesquen. Signo de los tiempos.
Benítez, tío y sobrino
Olga Benítez cerró la jornada presentándose: “Vengo a declarar acá por mi hermano Ángel Servando Benítez y por mi sobrino, Jorge Oscar Benítez, de tan sólo 16 años”. Desde atrás, a Olga se le ve un pañuelo blanco colgando del cuello con el nombre de Ángel Benítez y la fecha de su secuestro, 20-03-80. El testimonio de Olga recorre la historia familiar, el paso de Ángel por una habitación de su casa, antes de subirse al avión. “y cantar el himno: ‘Oíd Mortales, Libertad, Libertad, Libertad’, eso no me lo olvido más, me quedó grabado”, dice con la voz zigzageante pero segura. Cuenta que se fue en 1977 a Madrid. Que les enviaba casetes desde allá, de los que no quedan rastros, porque él los pidió cuando regresó. Ángel estaba en España con Oscar, otro hermano, el padre de Jorge Oscar Benítez, el joven de 16 años que también fue secuestrado.
Olga se detiene en el punto clave de la caída, al que ningún testigo quiere llegar, pero que a la vez todos reconocen como importante en el marco del juicio. Con entereza, se desliza por el dolor como en un piso resbaladizo, intentando no caer. “El 20 de marzo de 1980 se citaron en la Plaza de Avellaneda, a las 10 de la mañana. A los diez o quince minutos de estar, para un Falcon con tres o cuatro personas de fajina. Lo agarran de los pelos a mi hermano y a Carlos Maldonado le dicen: ‘tomátelas porque si no sos boleta’. El chico por supuesto salió corriendo. Suben a mi hermano al auto y lo llevan a la casa de Beatriz López”. Olga narra el operativo en el que lo llevan a la casa en la que estaba parando, y también como uno de los integrantes de la casa alcanza a arrojar cosas al río Sarandi.
Sobre su sobrino dijo que a pesar de su corta edad, “Jorge era impulsivo. Él quería venir y militar con su tío, ese era su objetivo por lo que contaba (su padre) Oscar”. También trajo sus cartas y postales. En este caso, una postal en la que Oscar le pide a su madre que denuncie los secuestros de su hermano y su hijo: “‘Querida mamá -la voz la pone Olga-, hace días que espero que el Negro te escriba y no se decide. Espero de todo corazón, que a pesar de los problemas estén bien. E incluso fortalecidos en el dolor. Te queremos sugerir que hagas la denuncia de la desaparición de tu hijo y de tu nieto en la Comisión de Familiares de Desaparecidos Detenidos por Razones Políticas, en la calle Corrientes 1785, y Asociación Madres de Plaza de Mayo, Perú 630. Un abrazo grandote Nelly y Oscar’. Esta postal es del 14-07-80”, señala Benítez, que transitará hasta el final de su testimonio sin quebrarse. Agradecerá al tribunal, a sus compañeros y compañeras, y a Pablo Llonto. Se levantará con los anteojos grande y rojos resaltando de su rostro, que sonríe al tiempo que dice: “Lo pude hacer, y sin llorar”. Luego se envolverá en los abrazos y tendrá la paz de estar, como en aquella postar de su hermano a su madre, fortalecida en el dolor.
*Este diario del juicio por la represión a quienes participaron de la Contraofensiva de Montoneros, es una herramienta de difusión llevada adelante por integrantes de La Retaguardia, medio alternativo, comunitario y popular, junto a comunicadores independientes. Tiene la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguimos diariamente en https://juiciocontraofensiva.blogspot.com