Crónicas del Juicio -día 10- Cosas extrañas
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En la décima jornada del juicio por la Masacre de Pergamino declararon los dos bomberos voluntarios que asistieron a la Comisaría Primera el 2 de marzo de 2017. Sus testimonios no dejaron dudas: el accionar policial no les permitió realizar su trabajo para salvar las vidas de las siete víctimas. Además brindaron testimonio dos integrantes de la Policía Científica. (Por El Diario del Juicio*)
Foto: En la sala, dos bomberos voluntarios escuchan los testimonios de sus compañeros.
El pronóstico meteorológico anunciaba tormentas y calor. En cierto modo, y pese al sol que ingresa en una fresca sala por uno de los ventanales, lo previsto se cumplió. En el final de la audiencia el juez accedió al pedido de la defensa de prestar la sala para que, luego de las dos próximas jornadas, puedan reunirse allí con todos los imputados.
A las 10.15 de la mañana ingresan los tres jueces. Luego de una breve aclaración sobre las futuras jornadas, que incluye administrar con mayor criterio la cantidad de testimonios por audiencia, todo comienza con el primer testigo: Ariel Ardis, uno de los primeros bomberos voluntarios en llegar a la ex comisaría Primera el día de la Masacre.
Ariel Ardis recibió dos llamados el 2 de marzo de 2017. El primero fue del 147 (línea gratuita de Atención al Vecino en Pergamino), que alertaba por un siniestro en el destacamento policial. Ese primer llamado se desestimó por puro sentido común: desde la línea 147 consultaron al bombero si ya habían recibido un llamado desde la dependencia policial, como la respuesta fue negativa asumieron y le dijeron que evidentemente no pasaba nada. Alrededor de 15 minutos después llegó la llamada desde la comisaría. “Una voz femenina me dijo que había un motín”.
De forma casi instantánea se trasladan hasta el lugar junto a su compañero, González. Este último baja y él se encarga de comenzar a desplegar la manguera y bombear el agua desde el camión, estacionado sobre la calle Dorrego. Una vez que finaliza esta tarea, entra a la comisaría. Doblan en el patio y observan la reja externa, que da al pasillo, abierta. “Más atrás, había una puerta cerrada con candado. Y desde allí se veía un resplandor”. En ese momento, Ardis se incorpora para señalar en la maqueta ubicada frente a los jueces los lugares exactos que menciona. “Había muchos policías, como reunidos. Mi compañero sale a pedir la llave del candado. Yo me quedo, aguantando la manguera. La respuesta era que la llave estaba perdida, pero que ya la encontraban. La pedimos dos o tres veces más”. El bombero voluntario agrega que no escuchaba ningún tipo de ruido proveniente de la Celda 1. “Había insultos, gritos, pero desde las otras celdas. Desde la 1 no”. Unos minutos después, aparece la llave. “Un oficial se manda con una toalla sobre la cara, pero no puede seguir. Me da la llave para que yo abra. Fue el único efectivo policial que nos ayudó”. Según las declaraciones de Ardis, el humo en ese momento llegaba al metro de altura, aproximadamente. Un instante después de abrir la reja, que además contaba con la dificultad de tener una toalla atada con un nudo simple (que fue desatada con facilidad con los guantes del equipo de bomberos puesto), Ardis es tirado hacia atrás por alguien, y se lo corre de la escena. “Vuelvo a entrar luego, cuando el humo ya se había dispersado. Ingreso y había un cuerpo quemado. Escucho un jadeo y, cerca, seis cuerpos enroscados como si fuera una pelota”. El estremecimiento recorre la sala. Ardis prosigue: “Salimos a pedir apoyo, no podíamos solos. No podíamos separar los cuerpos”. Cuando desde la querella se le pregunta si ellos contaban con material como para romper el candado de la segunda puerta, contesta: “sí, pero considerábamos que íbamos a hacer más rápido si nos traían la llave”. Un nuevo interrogante recorre la habitación: cuánto tardaron entre que bajaron del camión hasta abrir la reja: “diez o quince minutos. Y diez o quince minutos es una eternidad para salvar una vida”. Hacia el final, la defensa de los ex policías imputados, especialmente Gonzalo Alba, pregunta por algunas contradicciones que encuentra entre la declaración actual de Ardis y la realizada apenas consumada la Masacre. El abogado habla de parcialidad para señalar que en su primera declaración el testigo mencionó que un policía quiso abrir el candado, mientras que ahora plantea que solamente le entregó la llave, casi sin intentar abrirlo. Por ese motivo, pide el procesamiento de Ardis por falso testimonio. Sin embargo, Guillermo Burrone, el presidente del Tribunal, no hace lugar al pedido. No encuentra parcialidad en el testimonio de Ardis ni razones que justifiquen el procesamiento solicitado por la defensa policial, aunque informa que la solicitud constará en el acta final.
Ariel Ardis en plena declaración |
El segundo testigo en declarar también es Bombero Voluntario. Se llama Santiago González.
El día de la Masacre, González acompañó a Ariel Ardis a la comisaría Primera luego del llamado policial. “Llegamos alrededor de las 18.20 al lugar. Había mucho policía dentro de la comisaría”. Los testimonios de Ardis y González son casi calcados. Ambos hablan de una reja cerrada. Los dos mencionan que ante el pedido de abrir el candado no hubo respuesta, aunque González agrega haber dicho a los agentes que si no aparecía la llave procedería a romper el candado por su cuenta y que, ante sus repetidos ruegos, los policías “no parecían muy nerviosos”. Veinte minutos, aproximadamente, tardó la llave en aparecer. Sendos bomberos plantean que, al llegar, no había ruido alguno en la celda 1 y que el humo y la temperatura hacían el trabajo muy dificultoso. Y el par de jóvenes son terminantes en que nadie los ayudó, excepto el oficial que intentó abrir la celda. El testimonio del bombero voluntario resulta, sin embargo, mucho más crudo que el de Ardis. A diferencia de su compañero, él sí pudo ingresar apenas se abrió la puerta de rejas al calabozo. Y lo que cuenta es escalofriante: “entra el GAD (Grupo de Apoyo Departamental) lo sacan a Ariel. Había un cuerpo, y luego una pelota de cuerpos, entreverada”. En ese momento, González se conmueve. “Había un cuerpo como queriendo tomar agua, al lado de una canilla quemada”. Allí, en ese instante, Carmenza y Lorena Claros, mamá y hermana de Jhon, salen de la sala, llorando. La situación es casi insoportable.
Es el turno de la defensa. El abogado del ex comisario Alberto Donza, Carlos Torrens, toma la palabra y dispara contra el testigo
-¿Usted sabe que decir que un policía está cruzado de brazos es grave?Puede ser exonerado por eso.
En ese instante, el Juez Guillermo Burrone lo interrumpe, argumentando que González no conoce los códigos policiales. Torrens no cesa, y prosigue: “González, usted dijo que la policía estorbaba”. Y, en lo que se comienza a transformar en un reto casi personal, el Juez vuelve a interrumpir, atinadamente: “No, no dijo eso. Dijo que nadie ayudó”. La defensa continúa, hablando de una “animosidad clara contra la policía por parte del testigo”. Burrone, tajante, dice: “Este tribunal no ha notado ninguna animosidad de ningún tipo contra nadie”. Torrens insiste: “veo cosas extrañas”. Pero Burrone no le permite la última palabra: “Hay muchas cosas extrañas” sentencia. El micrófono de Torrens se cae. Toda una metáfora. Las palabras finales de González son un cross a la mandíbula: “Pudo hacerse algo diferente. Tuvimos la traba de las llaves y los matafuegos que podrían haberlos utilizado. Participé de miles de casos con incendios, y a la noche ya me olvidaba. Pero esto es diferente. Hace dos años que no me puedo olvidar de lo que pasó”. El bombero llora. Y sus compañeros, que ven su espalda pero escuchan sus palabras, también.
Santiago González, el segundo de los bomberos voluntarios en dar testimonio, señalando en la maqueta de la Comisaría Primera dónde estaban las puertas |
Amnesia breve
Luego del cuarto intermedio, es el turno de Néstor Muchutti, de la Policía Científica. Su presencia en la sala es un suspiro. Plantea que no estaba de servicio en el momento de la Masacre, pero que gracias a la magia televisiva se enteró de lo sucedido y se acercó a colaborar. Llega a las ocho de la noche, se encarga de que vuelva la luz a las celdas y confecciona el plano del lugar, con las respectivas referencias de los cuerpos de las víctimas. No recuerda haber visto a los imputados en el lugar de los hechos.
El último testigo es Alejandro Moriconi, Jefe de la Policía Científica. Moriconi no recuerda casi nada, y lo aclara apenas comienza la indagatoria: “no tengo un registro temporal de lo que sucedió”. Se topa con la Masacre producto del hambre: alrededor de las 19 horas decide salir de su lugar de trabajo, situado en la parte trasera del edificio que alberga la comisaría Primera, para comprar algo para comer, y ve el humo. Le pregunta al personal policial lo que sucede, y le comentan que “se trata de un problema con un interno acusado de violación”. En ese momento, donde ve a Donza y a Eva contra la pared y hablando, decide regresar a la comisaría porque, de ser cierta la versión del problema con el imputado por violación, es algo que debe ser reportado a sus superiores. Cuando ingresa a la Comisaría, observa una puerta abierta y otra, de rejas y más lejana, cerrada. Y ve muchas cosas, pero no hay ninguna certeza. Dice que habló brevemente con el ex Comisario Donza para preguntarle si necesitaba algo, obteniendo como respuesta un no. También plantea que observó a Eva ir y venir, pero no mucho más. Y deja asentado que se cruzó con el GAD y los bomberos, pero no sabe quién llegó primero ni a qué hora sucedió eso. Finalizando, comenta que por orden de la fiscalía filmó las celdas, realizó los planos e ingresó a los calabozos junto a varios fiscales. Una frase de él queda flotando en el aire, y se convierte en un oasis memorioso entre tanto desierto amnésico: “lo que recuerdo es a Donza contra la pared”.
En el cuarto intermedio establecido por los jueces alrededor de las doce del mediodía se observó el instante más emotivo de la jornada. Los bomberos voluntarios Ariel Ardis y Santiago González llegaron a la audiencia en su camión y acompañados por varios y varias compañeras, que sintieron cada interrogación y declaración como propias. Se indignaron, lloraron y mascullaron bronca, al igual que los testigos. Al finalizar las declaraciones, fueron saludados emotivamente por las víctimas de la Masacre. Y se retiraron, todos y todas juntas, tocando bocina, con la sirena sonando y acelerando por la calle Pinto en medio de aplausos.
La remera, los nombres de los siete en la sala de audiencias |
Texto: Rodrigo Ferreiro (La Retaguardia)
Edición: Giselle Ribaloff (Radio Presente) / Antonella Alvarez (FM La Caterva)
*Este diario del juicio a los policías responsables de la Masacre de Pergamino, es una herramienta de difusión llevada adelante por integrantes de La Retaguardia, FM La Caterva, Radio Presente y Cítrica. Tiene la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguimos diariamente en https://juicio7pergamino.blogspot.com