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Crónicas del juicio -día 18- Corran serpientes, sino van a ir al mar como estos malandras

Por muleta en Crónicas del juicio, Manuel Víctor Almirón

El testigo Manuel Víctor Almirón declaró de qué manera un sargento del Batallón de Aviación 601 del Ejército le confesó que tiraban los cuerpos de las personas desaparecidas a 700 kilómetros de la costa de Mar del Plata. Además, Almirón vio a alrededor de 30 personas encapuchadas y encadenadas en uno de los hangares cercanos a la pista de aviación. Entre ellas, observó a mujeres embarazadas. (Por La Retaguardia/El Diario del Juicio*) 

✍️ Redacción: Diego Adur
💻 Textuales: Agustina Sandoval Lerner
💻 Edición: Fernando Tebele
📷 Foto de portada: Captura de pantalla transmisión de La Retaguardia


Cada jornada de lunes en la que se celebran las audiencias del juicio aporta nueva información relevante para conocer cómo se desarrollaba la siniestra tarea de desaparición de personas a través los vuelos de la muerte en Campo de Mayo. En este caso fue gracias a la declaración testimonial del exconscripto Manuel Víctor Almirón, quien realizó el Servicio Militar Obligatorio en Campo de Mayo entre abril de 1977 y enero de 1978. Fue destinado al Batallón de Aviación 601 del Ejército, en la compañía de Servicios.
Durante su testimonio, el excolimba contó una situación en la que un tal Sargento Castillo “se quebró” y en un total estado de ebriedad confesó que estaba harto de seguir asesinando a sus propios hermanos. Almirón volvía de su puesto de guardia a descansar a la cuadrilla cuando se topó con el Sargento Castillo. Rodeado de varios soldados, se lamentaba por lo que estaban haciendo. Ante la pregunta de uno de los colimbas presentes, que quiso saber qué hacían con los cuerpos, el militar le respondió que los tiraban a 700 kilómetros de Mar del Plata: “Cuando yo llego del puesto de guardia, lo encuentro a él sentado, rodeado de soldados, ya en estado de ebriedad. Repetía y repetía que asesinaban hermanos nuestros, los tiraban al mar. Los compañeros que estaban alrededor le pedían detalles y él contaba: los tiraban a 700 kilómetros de la costa de Mar del Plata ¿Cómo los tiraban? Les ponían un peso en la pierna a algunos, a otros los dormían, los pichicateaban y a otros los mataban. Los subían al Hércules y los tiraban al mar”, declaró.
En ese momento, al testigo le cerró todo. Antes, había contado cómo vio ingresar a Campo de Mayo camiones de correo de la empresa ENCOTEL, que pasaban por los puestos de guardia y se dirigían a la pista. Allí les esperaba el avión Fiat G-222. 
La mirada inolvidable

En una de esas oportunidades, Almirón detalló que en el interior del camión, a través de una ventanita con barrotes, vio a un prisionero que lo miró con una mirada que nunca olvidaría. Esa mirada fue tan angustiante para el testigo que aseguró recordarla hasta el día de hoy. El diálogo con el fiscal Marcelo García Berro fue el siguiente:
—García Berro: ¿Usted sabe qué era lo que transportaban estos camiones?
—Almirón: Personas. 
—GB: ¿Esto cómo lo supo?
—A: Porque lo he visto. Los camiones tienen una ventanilla, una ventanilla con un vidrio corredizo, pero en aquella época tenían barrotes. Vi a un muchacho de aproximadamente 20 años, barba negra, agarrado de los barrotes y mirándome. Sentado en el banco de la guardia. Vi que entró el camión con la Federal y cuando pasó por delante el pibe nos miró. Nos miró, y esa mirada cara a cara es inolvidable. Hasta ahora lo imagino, un muchacho de barba negra, joven.
—GB: ¿Le pareció que esta persona iba privada de la libertad en ese lugar?
—A: Yo creo que sí. Porque detrás de él se veían varias cabezas, como que querían mirar también para afuera.
—GB: O sea que no solamente iba esta persona que usted vio, sino que había otras.
—A: Había varias.
Más adelante, el testigo trataría de explicar lo impactante que le resultó esa mirada del joven secuestrado y la comparó con la expresión de un animal encerrado en una jaula: “Cuando vas a un zoológico y ves un animalito ahí en la reja, da esa impresión, que te pide que lo saquen de la jaula. Esa impresión me dio”, graficó.
También dio precisiones sobre los días. Aseveró que los camiones que llegaban al Batallón, “generalmente era los jueves que entraban”. Los primeros meses que el testigo presenció esto, relató que se dirigían directamente a la pista a encontrarse con el avión, donde subían a las personas detenidas para consumar los vuelos de la muerte. Más adelante, “ya no iban a la pista de aviones”, sino que “los metían dentro de los hangares”, donde se guardaban las aeronaves.
“Estaban tan callados…”
En una oportunidad, entre junio y julio del ’77, Almirón pudo observar efectivamente cómo alojaban a las personas detenidas dentro de los hangares, a la espera de ser fusiladas o arrojadas al mar o al río en los viajes también llamados vuelos fantasma: “Un día, que entraban camiones del correo, yo había dejado la guardia y los hangares estaban a 200 metros. Había que cruzar un bosque y se me dio por ir a chusmear, a mirar. Dónde iban, qué iban a hacer, a ver si es verdad que los subían a los aviones, a ver si es verdad que los mataban. El portón de los hangares nunca quedaba cerrado, siempre quedaban las hendijas de las bisagras o las hendijas donde chocan los portones, y en una de las hendijas miro… Fui hasta el hangar. Arriesgándome, que no me viera nadie. Miro y había unas 30 personas más o menos. Muchachos desnudos, chicas embarazadas; algunas de cuclillas, otras paradas, muchachos parados o sentados, apoyados en la pared. La mayoría estaban encapuchados. Los muchachos estaban de jean, con el torso desnudo y las mujeres estaban desnudas. Eso fue lo que vi. En un santiamén me volví, no pude ni siquiera ver. Fue una ráfaga, no los conté porque no me dio tiempo. Me fui de vuelta a donde estaba mi puesto y le comenté a los compañeros que estaban ahí”, declaró conmovido.
Ante los testimonios de los distintos excolimbas que pasan por las audiencias, encontramos mucha información sobre la operatoria necesaria para realizar los vuelos de la muerte. Sus relatos también nos permiten entender cómo era el contexto dentro de Campo de Mayo: “Había un Sargento cordobés, de apellido Ávalos. Disparaba tiros al suelo y nos decía ‘Corran serpientes, sino van a ir al mar como estos malandras’”.El testigo también relató cómo encendían los motores de los helicópteros para disimular y acallar el sonido de los disparos de los fusilamientos: “Me fui a dormir después de una guardia. A la una de la mañana, se encendieron los helicópteros. Me despertaron los motores y los tiros, tiros de balas. Entonces me levanto y le digo a los compañeros que estaban detrás de la guardia rodeando el fogón: ‘¿Escucharon eso?’. ‘Sí, parece que fusilaron a los que trajeron’”, le respondieron a Almirón en aquella ocasión.
Sangre en la pista

Durante lo que fue su extenso relato, Almirón contó que había un camión de Bomberos de la Policía Federal destinado a limpiar los aviones que realizaban los vuelos de la muerte. A él le tocaba hacer el mantenimiento de la pista y cortar el pasto de los alrededores. Allí, en alguna oportunidad, encontró “chucherías”, pulseras y anillos de acrílico. También vio sangre “en la pista, donde despegaban los aviones. La sangre estaba en la orilla, donde nosotros cortábamos el pasto”. En el turno de preguntas de la defensa, el abogado Eduardo San Emeterio intentó confundir, expresando que el testigo no sabía si había visto sangre o no: 
—¿Cómo pudo usted corroborar que eran manchas de sangre? -preguntó San Emeterio.
—Porque si hubiera sido pintura de un avión, hubiera quedado pegada en la pista -razonó el testigo. 
Pero el abogado defensor mantuvo su postura: 
—Entonces el testigo no sabe si era sangre o no era sangre. Gracias, no tengo más preguntas -cerró todo debate.
Después, y gracias a la intervención del querellante por parte de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, Ciro Annichiaricco, Almirón refrendó que las manchas rojas en la pista eran de sangre: “¿Con qué motivo iba a haber manchas rojas en la pista de los aviones si ahí no pintaban aviones? La sangre, con agua fría, se desparrama enseguida. La pintura de aviones siempre queda pegada al piso”, explicó el testigo. 
Pilotos

Finalizando su declaración, Almirón también declaró que (Delsis) Malacalza –imputado en este juicio- “era el que manejaba el Hércules”, en referencia al avión Fiat G222 que el Ejército utilizaba para realizar los vuelos de la muerte. “Entraba con su auto e iba directo a la torre o al casino de los oficiales. Era exclusivamente para manejar el avión”. También dijo que “siempre andaba en yunta con el Capitán Devoto”. Alberto Luis Devoto estaba imputado en este juicio, pero fue apartado por incapacidad mental antes del inicio del proceso.

*Este diario del juicio por los Vuelos de la Muerte de Campo de Mayo, es una herramienta de difusión llevada adelante por  La Retaguardia medio alternativo, comunitario y popular, junto a comunicadores/as independientes. Tiene la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguinos diariamente en https://vueloscampodemayo.blogspot.com/