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Puente 12 III -día 7- Los golpes letales a la familia de Ramiro Ledesma

Escrito por el junio 15, 2023


La historia personal y familiar de Ramiro Eliseo Ledesma golpeó fuerte en la séptima jornada del juicio Puente 12 III. A pesar del cambio de modalidad introducido por los integrantes del Tribunal Oral 6, orientado a direccionar a los testigos para acotar la extensión de sus intervenciones, el testimonio de Ramiro fue rotundo. Habló de la desaparición de su padre, Juan Eliseo Ledesma; del asesinato de su madre, Noemí Graciela Francisetti; y del fallecimiento a los once meses de su hermano, Guillermo Antonio Ledesma. Hasta hoy, no pudo encontrar los restos de ninguno de los tres.

Redacción: Carlos Rodríguez
Edición: Pedro Ramírez Otero
Foto: Captura transmisión de La Retaguardia

Ramiro Eliseo Ledesma, hijo de Juan Eliseo Ledesma, víctima del terrorismo de Estado, y de Noemí Graciela Francisetti, asesinada en un “supuesto enfrentamiento”, relató desapariciones, asesinatos, secuestros y persecución de ocho tíos; de la abuela de un primo suyo asesinada, atada con alambres y quemada en una localidad de Córdoba, provincia de la que es oriunda su familia. De dos primos que son “nietos recuperados”. Subrayó que son “heridas que no cierran” y que siguen “esperando que se haga justicia”. 

El testimonio fue impactante. Dio en detalle todo lo que supo del secuestro de su padre, el 8 de diciembre de 1975, del asesinato de su madre  y acerca del calvario que vivió toda su familia. 

Cuando su padre fue secuestrado, Ramiro tenía 2 años. Su padre nació en Córdoba en 1950 y se recibió de técnico tornero en la escuela secundaria, para luego ingresar en la Universidad Nacional de esa provincia, en la carrera de Ingeniería Química. Al mismo tiempo comenzó a trabajar en  FIAT y a militar en el Sitrac-Sitram, sindicatos históricos de la década del 60. Eran dos filiales de la misma empresa: el Sindicato de los Trabajadores de Fiat Concord (Sitrac) y el Sindicato de los Obreros de MaterFer (Sitram). Fueron gremios de la corriente sindical clasista, protagonistas de luchas memorables que hicieron tambalear a la dictadura de Juan Carlos Onganía. Con posterioridad, el padre de Ramiro se incorporó al PRT-ERP y fue parte de la dirigencia a nivel nacional. Se lo conocía como “El Comandante Pedro”

Juan Eliseo Ledesma se trasladó a Buenos Aires en 1975, cuando ya formaba parte de la conducción política del PRT.  

Lo que supo del secuestro de su padre, es que ocurrió el 8 de diciembre, cuando un Grupo de Tareas ingresó por la fuerza a una reunión del PRT-ERP. El operativo represivo fue posible por la infiltración del agente de inteligencia Jesús “El Oso” Ranier. 

Por los testimonios de otras víctimas, en especial el de Víctor Pérez, supo después que a su padre lo llevaron a Puente 12, “donde fue ferozmente torturado y hasta el día de hoy no sabemos cuál fue su final ni dónde está su cuerpo”. 

Ramiro hizo luego un pormenorizado relato sobre “las pérdidas, desapariciones y encarcelamientos” que sufrió su familia. Precisó que su tío Juan del Valle Taborda fue “uno de los primeros muertos (por la represión) en Córdoba, en el año 1971”. En los años 1972, 73 y 74 “sufrieron la cárcel mis tíos Héctor Francisetti, Liliana Salvador, María Francisetti, Huberto Colauti”. Explicó que su tía Elda María Francisetti estuvo presa y fue liberada en mayo de 1973, pero luego fue secuestrada y está desaparecida, junto con su compañero Gustavo Ferri. 

También sufrió la desaparición de sus tías Marta Susana Ledesma y Sergio Comba, en un hecho ocurrido el 10 de diciembre de 1975 en Córdoba, “debida también a la infiltración del Oso” Ranier. Ellos dos “desaparecieron junto con un grupo grande de compañeros que fueron llevados al Campo de la Ribera”, un centro clandestino de tortura y exterminio que funcionó en un predio militar. El caso llegó a juicio y se comprobó que “fueron torturados y fusilados”. Uno de los responsables de esos hechos fue el capitán Héctor Vergéz.

Ledesma mencionó además el caso de “una abuela de mi primo que la mataron en Río Cuarto, en 1977, el Grupo del D-2”, como se denominaba al Departamento de Informaciones de la Policía de Córdoba. En ese caso fue juzgado “como principal responsable” el policía Miguel Angel “Gato” Gómez. 

La abuela estaba buscando a su hijo, Sergio Comba, motivo por el que “el famoso Gato Gómez y otros integrante del D-2 la hostigaron, la secuestraron varias veces, hasta que la secuestran en 1977 y luego aparece, atada con alambre, prendida fuego y la tiran en la vía pública”, en la localidad de Alcira Gigena, departamento de Río Cuarto. 

El testigo dijo que empezó a reconstruir la historia de su padre y de su familia, a partir de los siete años, cuando vivía con sus abuelos maternos, Marcela Martoglio y Héctor Francisetti. Ellos lo llevaron para que fuera asistido por una psicóloga de Villa María que se llamaba Graciela Taquela y que “ayudaba a todos los que habíamos sido víctimas de la dictadura” cívico-militar. 

Aclaró que él vivía con sus abuelos maternos porque a su mamá, Noemí Graciela Francisetti, quien también militaba en el ERP, “la mataron en un supuesto enfrentamiento ocurrido la noche anterior” al golpe del 24 de marzo de 1976, en un operativo realizado en la zona norte del Gran Buenos Aires, frente a una comisaría. Recordó que tenía “un hermanito que se llamaba Guillermo Antonio Ledesma, quien falleció a los once meses, también como resultado de la clandestinidad y de la persecución que sufrieron mis padres”. El pudo vivir poco tiempo con sus padres, luego con sus abuelos maternos y “un período en Buenos Aires que no se bien quienes me tuvieron, seguramente compañeros” de militancia de sus padres. Su tía Elda lo llevó luego a Villa María, con sus abuelos maternos, que también se hicieron cargo de su primo Santiago Emilio Francisetti, cuyos padres, Héctor Francisetti y Liliana Salvador, estaban presos. En 1981, junto con algunos de sus familiares, pudo salir del país y se radicaron en Suecia gracias a un programa de la Cruz Roja Internacional. Un año después volvió a la Argentina junto con su abuela materna. 

Ella fue la primera en relatarle el destino de su padre. Se enteró también que su abuela paterna, María Josefina Vera de Ledesma, fue quien presentó el hábeas corpus por el cual se supo públicamente el secuestro de 24 personas entre el 7 y el 9 de diciembre de 1975. Esos casos son los primeros que se están analizando en este tercer juicio por los crímenes de lesa humanidad ocurridos en Puente 12. 

Cuando su abuela paterna estaba en Buenos Aires, presentando el hábeas corpus, en Córdoba fueron secuestrados sus tíos Marta Susana Ledesma y Sergio Comba, y también a sus  primos, Marta Ledesma y Gabriel Comba.

Dijo luego que con el tiempo también se enteró “de la forma en la que los habían torturado” a su padre y a todos sus compañeros, de las consecuencias de la infiltración de Ranier. Pudo avanzar en sus investigaciones leyendo varios libros y a través de las conversaciones con María Santucho, el abogado querellante Pablo Llonto y Diana Cruces, Elba Balestri y el testimonio de Víctor Pérez. 

Ante una pregunta del presidente del Tribunal, Daniel Obligado, dijo que la ausencia de sus padres comenzó a ser más dura a los nueve años, cuando empezó a tomar conciencia y también “por el silencio de la sociedad, de la propia familia, de los vecinos, porque había un rechazo y un ocultamiento, porque de eso no se hablaba”. Con sus compañeros de la escuela primaria y de la secundaria “recién ahora podemos hablar” de esas cuestiones. Señaló que todo fue “muy duro” para él porque había sectores de la sociedad “que apoyaban a los militares”. Luego dijo que ahora, con el conocimiento de la verdad sobre el genocidio, “la sociedad tiene un rechazo” sobre lo ocurrido. 

Sostuvo que “hasta el día de hoy” tiene “consecuencias por lo que pasó, personales, emocionales y de todo tipo”. Agregó que sus abuelos, que ya fallecieron, “nunca pudieron superar la pérdida de sus hijos”. Murieron jóvenes y sus abuelas vivieron con ese peso hasta los 93 años. En ese momento, mencionó que su prima y su primo, Noemí Ferri y Humberto Colautti, hijos de su tía Elda María Francisetti, son “nietos recuperados y durante muchos años no sabíamos dónde estaban”. 

Mabel Careaga, la compañera de uno de sus tíos, “tiene también a su madre desaparecida (Esther Balestrino de Careaga, una de las tres Madres desaparecidas) en la Iglesia de la Santa Cruz”, en la Ciudad de Buenos Aires, como consecuencia de la infiltración del capitán de navío Alfredo Astiz en las Madres de Plaza de Mayo. 

Tiene también otro tío, Carlos Samojedny, desaparecido en el intento de copamiento del Regimiento 3 de Infantería de La Tablada, en 1989. “Lo atraparon con vida y después desapareció”, recordó el testigo. 

Recalcó que todas son “heridas que no cierran y que hoy siguen presentes, tienen sus daños y sus consecuencias”. Sobre el destino final de su madre, dijo que luego de una larga investigación supieron que había sido sepultada como N.N. en el cementerio de Boulogne, en el Gran Buenos Aires, pero el cuerpo fue luego trasladado a una fosa común y todavía no lo pudieron encontrar. Tampoco pudieron hallar el cuerpo de su padre.  

Como cierre dijo que espera que “se haga justicia” y señaló: “Siempre pensamos que mi papá estaba muerto, en alguna Navidad yo esperaba que no lo habían matado, que se escapó o que lo torturaron, que quedó loco y está en un loquero, algún día puede aparecer. Muchos años uno estuvo esperando que vuelva alguno de ellos, algún tío, alguna tía, y aún hoy seguimos esperando justicia y esperando que aparezcan sus restos”. 

Ante una pregunta de la jueza Sabrina Namer —la primera que hizo en lo que va del juicio—, Ramiro respondió que lo único que saben de su madre es que “murió en un supuesto enfrentamiento, que algunos diarios dijeron que la detuvieron  y que luego la habrían rematado de un tiro en la cabeza, pero no sabemos más que eso”. Sobre su hermano fallecido a los once meses, lo que saben es que murió en un hospital de San Miguel, en Buenos Aires, que supuestamente lo sepultaron en el cementerio de esa localidad, pero no tuvieron más información y no encontraron sus restos. 

Ledesma fue acompañado a Comodoro Py por sus hijos, Juan y Eliseo Ledesma. Los dos permanecieron en la sala de audiencias escuchando el testimonio de su padre, emocionados, conmovidos por una historia familiar que los sigue golpeando.  


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