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Puente 12 III -día 10- “Lo único que pido es justicia”

Escrito por el julio 7, 2023


La historia de Luis Gambella es una de las más conmovedoras de las que se escucharon en el juicio. Cuando era muy pequeño una patota secuestró a su padre, Antonio Juan Gambella. Quedó al cuidado de su madre de 15 años. De chico, pensaba que su mamá era su hermana, el padrastro abusó de él y en la adolescencia supo la verdad.

Redacción: Carlos Rodríguez
Edición: Pedro Ramírez Otero
Foto: Transmisión de La Retaguardia

Por decisiones familiares, Luis Gambella fue alejado de sus cuatro hermanos, hijos de un primer matrimonio de su padre. En el colegio secundario fue marginado cuando se supo que su padre había sido militante del PRT-ERP. A los 18, cuando le tocó hacer el servicio militar, en el cuartel se enteraron de quién era hijo. Le dijeron que iba a dormir separado del resto, en un calabozo, y que no iba a recibir instrucción militar porque “tenían miedo que un día me despertara y los matara a todos”.  

Luis era muy pequeño, de meses, cuando el 17 de mayo de 1976 “una patota” secuestró a su padre Antonio Juan Gambella, luego de ingresar a la casa en la que vivían en la calle Chacabuco 61, de Villa Ballester. Su mamá, desde la cama, en su habitación, con un hombre armado custodiándola, vio a su marido atado en una silla, en la cocina de la casa, mientras sus captores comían. 

“La persona que estaba con mi mamá le dijo ‘vos te salvás porque sos chica’, porque ella tenía 15 años”, contó Gambella. Su madre “de un momento a otro ya no lo vio más a mi papá y se lo llevaron”. Durante un tiempo no supieron nada sobre su paradero “hasta que por relatos de otros detenidos supimos que mi papá había estado en Puente 12”. El testigo dijo que su papá era empleado bancario en la sucursal Garín del Banco de la Provincia de Buenos Aires y era militante del PRT-ERP. Su militancia era en la localidad de Maquinista Savio, en el partido de Escobar. 

Su padre ya había sido secuestrado antes, en dos oportunidades. La primera vez fue en un operativo en la Unidad Básica donde militaba, cuando era del Partido Justicialista. 

La segunda fue en la noche del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. Eso ocurrió en Maquinista Savio. Estaban en la casa que vivían, con su abuela y con sus “cuatro hermanos por parte de mi padre”. Los represores entraron a la casa luego de romper una ventana. Se lo llevaron y su papá regresó al otro día “descalzo, golpeado”. Lo que le dijo a su mamá fue que “lo llevaron hasta el cruce de las rutas 26 y 8, donde lo largaron”. 

Lo llevaron hasta allí en un auto y le dijeron que se bajara porque “se habían equivocado de persona”. A los tres días se fueron a vivir a Ballester, a la casa de un tío.  

El testigo dijo que también fue secuestrado un empleado bancario, compañero de su papá, de apellido Martínez, que está desaparecido. 

Sobre las consecuencias que tuvo en su vida por lo ocurrido con su padre, dijo que se quedó a vivir con su mamá, mientras que sus cuatro hermanos se fueron con su abuela paterna. “Yo vivía con mi abuela (materna) y hasta los seis años me crié pensando que mi mamá era mi hermana”, declaró. 

Una tía suya fue la que le dijo la verdad y la que, a los 13 años, le contó quién era su papá. Cuando tenía ocho años, sufrió abuso sexual por parte de su padrastro y él quería saber quién era su papá, para contarle lo que le estaba pasando. Nadie le había dicho, hasta los 13 años, que su papá estaba desaparecido. 

En algún momento “hasta dudé si mi mamá era mi mamá”. La suya fue “una infancia dura, en la que pasé hambre”. Cuando estaba en el secundario “se enteraron de quién era hijo, y ya no pude ir más a la casa de mis compañeros, me cerraban las puertas” de sus casas.  

A los 18 le tocó hacer el Servicio Militar Obligatorio. Se presentó en el cuartel de San Nicolás, donde vivió otra experiencia dolorosa. “Mi mamá tenía mucho miedo, porque pensaba que yo no iba a volver vivo”, contó. Sin llegar a ese extremo, su experiencia fue traumática. 

Cuando pasaron lista en el cuartel y él dijo su número de sorteo, 904, y el del documento, “la persona que tomaba los datos me hizo repetir los números”. Luego le dijo que diera un paso al costado y llamó a dos soldados. Le dijeron que fuera con esos dos soldados hasta el centro del regimiento, donde fue interrogado por tres personas. “Me preguntaron por qué quería hacer el servicio militar y luego me propusieron enseñarme comunicación y primeros auxilios, nada de tácticas de guerra ni de uso de armas, y que durante el año de servicio tenía que dormir en un calabozo”, recordó. 

Se quejó y les dijo que no había cometido “ningún crimen” como para que lo hicieran dormir en un calabozo. Como habían saltado los datos sobre la militancia de su padre, intentaron justificar su propuesta: “Me dijeron qué hacían ellos si yo me levantaba a la noche para tomar represalia y los mataba a todos”. Insistieron en que la propuesta era “la única opción que tenía para hacer el servicio militar y les dije que no aceptaba”. 

La respuesta de los militares fue: “Se puede retirar, usted nunca estuvo acá, nunca nos vio a nosotros y nosotros nunca lo vimos a usted”. Le ordenaron a los dos soldados que lo acompañaran hasta la puerta del cuartel y que comprobaran que él se fuera del regimiento. 

“Esas son parte de las secuelas que me dejó la desaparición de mi papá, ser una persona marcada para algunos sectores”, dijo. Como cierre, Luis Gambella señaló: “Lo único que pido es justicia”. 


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