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Dori Faigenbaum


Eso dice Dori Faigenbaum, mamá de Effy Beth, la artista trans que murió en 2014.  Esta luchadora por su identidad y sus derechos, contra la discriminación, los mandatos y las violencias de género tuvo muchos nombres: primero tuvo uno de varón, pero eligió cambiárselo por Elizabeth Mía Chorubczyck. Su producción como artista fue tan rica que quienes la conocemos la nombramos simplemente Effy. La charla con su mamá fue emotiva, reflexiva y profunda como es Dori. Sus opiniones no son siempre políticamente correctas y sus ideas a veces resultan incómodas, porque provocan y sacuden, tal como las de Effy. Por ejemplo, cuando rompe con el mito y la idealización de su hija. Dori no vino a La Retaguardia con las manos vacías, nos dejó unas fotos de Effy que ya cuelgan de la pared del Estudio Víctor Basterra. (Por La Retaguardia)Foto: Nora Lezcano Fernando Tebele: Si tuviéramos que contarle a alguien que no sabe quién es Effy, ¿qué le diríamos? Dori Faigenbaum: Primero que fue una persona muy luchadora, que fue una hija maravillosa, que se animó a mucho, hasta que se cansó y dejó solo su obra, que es una obra importante. Effy era una chica trans; cuando me encontraba con alguien le decía que yo tenía una hija que nació varón pero que por suerte pudo llevar adelante y vivir como ella quería vivir, siendo mujer, y que a partir de ser una artista conceptual pudo de alguna manera ir trabajando su identidad, ir aportando a la sociedad – supongo – una manera diferente de comprender qué es ser trans, para que la gente no se quede con esas versiones mediáticas que lo único que aportaban a las chicas trans o a los chicos trans era discriminarlos y pensar que eran un horror, un híbrido, algo que no entraba en ningún concepto, y que ella luchó desde las distintas expresiones artísticas y desde su voz, y desde poner su cuerpo en todo momento para esclarecer un poco el tema. Es una síntesis acotada porque Effy es mucho más que esto que estoy diciendo, también soy la mamá, acuérdense de eso, y encima una mamá judía que es mucho peor. Effy siempre me decía “gracias por nutrirme”, porque me encargaba mucho de que por lo menos coma, aunque era flaquísima y comía muy pocas cosas, porque era muy selectiva a la hora de comer, pero me encargaba de que haya mucho de lo poco que le gustaba, como por ejemplo los chocolates, que no podían faltar. Yo le decía que los chocolates le hacían mal pero que prefería que coma chocolate antes que no coma nada, porque hay que ser judío completo si uno lo es. Eugenia Otero: A partir de su muerte es como que se multiplicó la obra de Effy, ¿qué te pasa con esto y con que Effy aparezca en tantos lugares? ¿Qué sentís cuando la ves? D.F.: Me pasan muchas cosas, ver que está en tantos lugares y aparece de diferentes maneras es para mí como una manera de seguir viéndola viva, entonces es como que me aferro a cada aparición de ella, que es solo de esta manera. Yo ya sé que es solo de esta manera porque no va a aparecer de otra, cuando traigo estos cartelitos para que cuelguen en el estudio con sus fotos es porque trato de llevarla conmigo a todos lados, sé que es la única manera que tengo de llevarla adentro mío y afuera mostrando sus cosas, porque como siempre digo a mí me gustaría seguir estando con Effy, solo que no me gustaría estar a donde está ella, sino que me gustaría que ella esté donde estoy yo, sobre todo porque hubiese tenido todavía tanto para seguir haciendo y tanto para dar. ** Frases E.O.: Dori nos regaló un par de afiches preciosos porque Effy además de ser una artista grosísima era preciosa. Es para que la tengamos presente en La Retaguardia, aunque siempre lo está porque Effy desde su obra hacía una crítica muy profunda y muy filosa del género. D.F.: Sí, de todo. E.O.: ¿Querés contarnos sobre ese día en que decidió ir a la marcha con un cartel que decía…? D.F.: “No existen dos géneros, existe solo uno, el de cada cual”. Ella era también como muy precisa en cómo pensaba todo y me parece que el impacto de toda su obra es que ella no iba a convencer a nadie de nada, sino que iba a trabajar con la representación social de la gente que pasaba frente a su persona, esto quiere decir: “yo no te voy a convencer de que el SIDA es esto u otra cosa, el género es esto u otra cosa, sino que te voy a poner a vos en situación de que pienses y de que digas qué juzgas, qué prejuzgas, o qué opinas en relación a ciertos temas, y si vas a seguir pensando lo mismo después de decirlo en voz alta”. Creo que esto era lo que ella hacía, me acuerdo cuando Lucas Gutiérrez, que es un periodista de Página 12, la llamó en su momento para que lo ayudara a hacer una performance en relación al SIDA y ella le dijo “ya lo tengo, vamos todos a Plaza de Mayo, nos ponemos todos una remera que diga soy portador de SIDA y hacemos una mateada, el que agarra el mate y toma más o menos la tiene clara, el que no lo agarra se va pensando en por qué no agarró el mate, soy un hijo de puta, no, qué estoy pensando de esto, ¿tengo miedo de contagiarme?”. Le tira entonces el paquete a la persona, y esto es lo que ella solía hacer, jugar y coquetear con la representación social del otro para no tener que ser demagoga con ningún precepto, ni concepto. E.O.: Esto de la remera es algo repetido, ¿qué decían otras remeras? D.F.: “Soy judía, soy trans, soy bisexual, transexual, una verdadera amenaza a la humanidad”. En realidad ella trataba de hacerse