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Heriberto Auel


El testimonio del General retirado Heriberto Justo Auel estuvo marcado por una tensión permanente. De gesto adusto y típicamente militar, de arranque se enojó con los jueces y luego siguió con el resto de las partes que le preguntaron, con excepción de las defensas, con las que tuvo un trato más amable. Reivindicó a Santiago Omar Riveros, un coleccionista de condenas por crímenes de lesa humanidad. También calificó al genocidio como una “guerra no convencional”. (Por El Diario del Juicio*)  ✍️ Texto 👉 Paulo Giacobbe💻 Edición  👉 Martina Noailles/Fernando Tebele 📷 Fotos 👉  Gustavo Molfino/El Diario del Juicio —Señor Auel ¿me escucha? —repite dos o tres veces el presidente del tribunal, Esteban Rodríguez Eggers— ¿Usted me escucha? —Yo lo escucho fuerte y claro —contesta el testigo, y esas primeras palabras darán cuenta del tono castrense que tendrá su testimonial.  Heriberto Justo Auel, de camisa blanca, suelta, con dos últimos botones desabrochados, cruza sus brazos sobre el pecho cuando responde y ladea un poco los hombros. Su espalda es ancha. De barba cana, tipo candado, pero escasa. Calvo. Los anteojos de marco finito que utiliza reflejan un brillo entre celeste y verde que no terminan de ocultarle la mirada.  —¿Su profesión? —Militar. —¿En actividad?  —Retirado —contesta el testigo presentado por la defensa, quien dice conocer a casi todos los imputados y ser amigo personal de Eduardo Ascheri.  La idea es que, dados sus conocimientos, cuente cómo era la organización militar durante el Terrorismo de Estado. Sin embargo, la primera pregunta de la defensa es sobre la opinión personal que tiene de su amigo Ascheri, acusado de crímenes de lesa humanidad: “Mantengo con él, en el retiro, mayor comunicación que cuando estábamos en actividad. Tengo acerca de su persona el mayor respeto. Es una persona seria, humilde, sencilla”. Mientras habla mantiene la mirada hacia su costado inferior. Cada tanto levanta la vista hacia la cámara, hace una pausa, luego continua hablando con la mirada hacia el rincón.  —Perdón ¿está leyendo? —No le entendí. —Soy Matías Mancini, uno de los jueces del tribunal. —No sé quién habla. —Soy Matías Mancini, uno de los jueces del tribunal, le pregunto si está leyendo. Auel se molesta y dice que no, que no tiene apuntes ni papeles en su proximidad, que entonces va a mirar solo la pantalla. Mancini le dice que no es necesario. “Yo la veo a… a  Natalia tomando mate”, replica el militar retirado en una suerte de bufonada que nos permitirá conocer su sonrisa de tiburón. Natalia Corso de Castro es una de las secretarias del tribunal. Más adelante, la jueza María Claudia Morgese Martín le recordará al testigo el lugar que ocupa como tal. Lego no es un juego La estrategia de la defensa parecería ser que el General de Brigada retirado sostenga que los crímenes cometidos durante la última dictadura fueron actos legales, justifique las violaciones a los derechos humanos bajo el paraguas de la inconstitucional obediencia debida a los jefes, e insista con la teoría de una guerra interna que no necesita respetar ningún tratado internacional. “La Argentina estaba en una guerra, la peor especie de guerra, una guerra civil. Son las guerras de odio sociales“, se atreve a sostener y su declaración no sorprende: Públicamente ha llegado a desconocer el plan sistemático para desaparecer personas, el robo de bebés y hasta a negar la existencia de centros clandestinos de tortura y extermino. Cuando explica que el Ejército dividió al país en zonas y subzonas, reivindica a Santiago Riveros: “un soldado de la envergadura del General Riveros, que es digno de que ustedes conozcan el currículum”. Esa misma semana, el represor había sumado a su sangrienta foja de servicio otra condena por crímenes de lesa humanidad en un juicio de Zárate.   En este juicio, Auel, se embarcará en anécdotas históricas para sacar conclusiones sobre las responsabilidades militares. Arrancó con San Martín en Perú y cuando rumbeaba para la Segunda Guerra Mundial, el presidente del Tribunal, Esteban Rodríguez Eggers, le pidió un ejemplo que tenga que ver con Argentina: “el segundo ejemplo, si lo tiene, que tenga que ver con la Argentina, si es de otro país, seguimos con la rueda de preguntas”. —Tiene que ver, señor presidente, porque las organizaciones militares son universales, lo que ciertamente me indica que estamos ante un tribunal lego —entona Auel, y es la segunda vez que utiliza esa calificación para referirse a los jueces. Fue entonces cuando la jueza María Claudia Morgese Martín decidió intervenir para llamarle severamente la atención: “el Tribunal tiene la capacidad y la potestad de preguntar a los testigos y también puede dejar de interesarnos algún ejemplo que quieran dar, no porque seamos burros, ni nada por el estilo. Si uno o ningún ejemplo nos basta para entender estos casos, suficiente. No hace falta que nadie nos califique. Por otra parte quiero aclararle algo: no estoy de acuerdo con el legajo ejemplar del señor Riveros. Al señor Riveros ya lo conocí, ya lo juzgué, ya lo condené. En mi parecer lo que dijo hasta ahora el testigo está muy claro. El ejemplo se lo agradezco; otro ejemplo, no lo necesito. Y de ahora en más, si puede ser, no haga ningún comentario de lo que hace la gente que trabaja con nosotros, por ejemplo el caso de Natalia, si toma mate o no. Porque eso le incumbe al tribunal y a la señora Natalia. Muchas gracias y no quiero ninguna respuesta de lo que acabo de decir, continúe con su declaración”.  Heriberto Justo Auel se sentirá ofendido. A la siguiente pregunta le va a decir autoritaria a la fiscal Gabriela Sosti argumentando que lo mandaron a callar la boca. Eggers volverá a explicar que la dirección de las preguntas la tiene el tribunal. La situación se va a reiterar. Otra constante de Auel será preguntar quién le habla cuando le hablan, si puede contestar la pregunta o el sonido del llamado de un teléfono de línea, insistente, pegado al micrófono.  El ejemplo que dio sobre el General Don José de San Martín, cargado de