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Martina Noailles


Graciela Franzen declaró desde el Juzgado de Posadas, Misiones. Relató sus tres secuestros, un intento por quitarse la vida, el amor de un palestino que la tomó por sorpresa en medio de la preparación para la Contraofensiva. Su superviviencia trabajando en una casa de familia como empleada doméstica, el exilio y su regreso con la democracia, pidiendo justicia por su hermano, asesinado en la Masacre de Margarita Belén. (Por El Diario del Juicio*) ✍️ Texto 👉 Martina Noailles✍️ Colaboración en Texto 👉 Fabiana Montenegro💻 Edición  👉 Fernando Tebele/Diana Zermoglio📷 Fotos 👉  Gustavo Molfino/El Diario del Juicio y Alicia Rivas (desde Posadas)📷 Foto de Portada 👉 Franzen en Posadas mostrando fotos de sus compañeros y compañeras desaparecidas. (Gentileza de Alicia Rivas) La fiscal Gabriela Sosti levantando su mano para poder preguntar.Gustavo Molfino/El Diario del Juicio “Soy sobreviviente”, es lo primero que sale de su boca cuando la fiscal Gabriela Sosti le pide que comience con el relato de ese período de su vida que la marcó para siempre. Tres secuestros en 4 años. A los 20, a los 21 y a los 24. Y hoy está viva para contarlo. Es Graciela Franzen, sobreviviente de la Contraofensiva. Militante popular, madre, abuela. Su historia llega hoy desde Misiones, vía virtual. Así le tocó. “Este juicio era un sueño”, dirá durante su testimonio, el primero de la jornada. La audiencia se atrasa. No puede comenzar porque falta uno de los abogados defensores. Durante media hora, Hernán Corigliano intenta conectarse sin éxito desde su casa. Finalmente opta por trasladarse hasta el tribunal. Graciela Franzen mira la pantalla desde Posadas. Acumula 40 años esperando que se haga justicia. Una hora más de espera no le desdibuja la sonrisa. En la pantalla van apareciendo las caras de algunos familiares que siguen la audiencia desde una computadora. Como Guillermo Amarilla Molfino, Virginia Croatto o Ana Montoto Raverta, que aguarda el comienzo con su flor roja en el pecho. Antes de arrancar, el presidente del Tribunal anuncia que, a pesar del endurecimiento de la cuarentena, las audiencias continuarán. “No vamos a detener el desarrollo del juicio, aunque estuvieran vedadas las posibilidades de concurrir”, asegura, y los 40 años de espera parecen estar más cerca de llegar a su fin. Ahora la pantalla se posa en María Graciela Franzen, sentada frente a un escritorio del tribunal oral federal de Posadas, Misiones, la provincia donde nació, militó y a la que decidió regresar tras su exilio forzado. En su cuello, enrosca un pañuelo blanco de la CTA que grita Nunca Más. En el pecho, sobre la remera roja que eligió para este día, tres prendedores se unen a la lucha. “Desde niña, 8 años, estuve en la acción católica con los padres tercermundistas y en la adolescencia me sumé al Luche y vuelve, en la Juventud Peronista. En el ‘74 entré a la facultad donde estudié ingeniería química hasta el ‘76 que me secuestran”, resume Graciela en el arranque, y enseguida aclara: “Ese fue mi segundo secuestro: el primero fue en 1975 en el marco de la campaña para gobernador del Partido Auténtico, acá en Misiones”. Por entonces, su hermano mayor Luis Arturo Franzen, trabajador del Correo, había organizado una comisión pro-recuperación de tierras en Posadas. “Había problema de tierras, uno de los terrenos de mi papá estaba siendo usurpado por una de las inmobiliarias más importantes y se descubrió que también pasaba lo mismo en ocho chacras más donde vivían 300 familias desde hacía más de 50 años. Por esto mi hermano estaba siendo amenazado y perseguido”. La primera vez En la madrugada del 19 de diciembre de 1975 las amenazas se convierten en secuestro: ese día la Aeronáutica había intentado un golpe de Estado y cuarenta hombres de civil allanan la casa familiar de los Franzen. Luis Arturo no estaba. Logra esconderse en Resistencia, donde finalmente lo secuestran cinco meses después, en mayo de 1976. Lo ponen a disposición del Poder Ejecutivo, es un preso legal. No alcanza para evitar que en diciembre de ese mismo año se convierta en uno de los fusilados de lo que se conoce como la Masacre de Margarita Belén. “Nosotros no sabíamos de su secuestro en Resistencia cuando vienen y allanan otra vez mi casa. Una vecina le avisa a mi mamá y ella me logra avisar. Así que pensé: ‘Arturo ya no está, la próxima soy yo. Así que me fui a las afueras de Posadas”. Cuando la madre regresa a su casa la estaban esperando. Secuestran a toda la familia, menos a las dos hermanas más pequeñas de Graciela, que tenían 10 y 14 años. “Los tienen 10 días a mi hermana de 19, la de 7, mi papá y mi mamá. Y a mí me secuestran en las afueras, llegan a esta casa, disparo, corro, me escapo, corro por un descampado, me meto en el monte hasta que me secuestran. Me llevan a la casita de los mártires, me torturan con picana eléctrica a batería, porque no había luz. Me desmayo, me llevan al Departamento de Informaciones, me vuelven a torturar, llaman a un médico, el Dr. Mendoza, para controlar hasta cuánto aguantaba, hasta que me empiezo a desangrar y como no tenían donde matarme, me atienden. A la semana, cuando logro volver a caminar, me llevan a la alcaldía de mujeres incomunicada en una celdita, por un mes, hasta que paso a disposición del PEN (Poder Ejecutivo Nacional). El 26 de julio de 1976 me trasladan con 6 presas políticas a la cárcel de Villa Devoto, vendada, esposada en un avión militar, con golpes y amenazas de que nos tirarían al Paraná”, explica a paso rápido y un cantar en su voz que sabe a tierra colorada. En la cárcel de Devoto, Franzen permaneció 2 años y un mes. Allí se entera de la Masacre de Margarita Belén, en Chaco, aunque “jamás pensé que estaría mi hermano ahí”. Encerrada, sufre la noticia de que Arturo fue uno de los fusilados. Tiempo después, a mediados de 1978, el teniente general Leopoldo Galtieri visita Devoto. “Venía a interrogar a las

Un ex cabo primero contó cómo funcionaba el mecanismo de secuestros, torturas y desapariciones de Campo de Mayo. Se trata de Nelson Ramón González, quien declaró por videoconferencia desde Neuquén. Dio detalles de cómo fueron fusiladas 4 personas, entre ellas Pato Zucker, el hijo del actor Marcos Zucker, y Federico Frías. También aportó datos acerca de los vuelos de la muerte. (Por Fernando Tebele y Martina Noailles para El Diario del Juicio*)Foto de tapa: Joaquín Frías, de buzo rayado observa uno de los monitores. González contó cómo fusilaron al papá de Joaquín en Campo de Mayo. (Gustavo Molfino/DDJ)Un ex cabo primero que se incorporó al Ejército en 1975 como voluntario, declaró hoy en la octava audiencia de la causa por la represión a la Contraofensiva de Montoneros. Nelson Ramón González dio detalles de lo que vio y escuchó cuando estuvo destinado en la Escuela de Caballería de Campo de Mayo, a los 23 años. Su testimonio, si bien esperado, sorprendió por los datos que incorporó a esta causa, mucho más allá de lo que había declarado en instrucción ante el juez Ariel Lijo y en sus apariciones públicas.Se esperaba esta fecha porque Joaquín Frías, el hijo de Federico Frías, había contado en su testimonio de la cuarta jornada que, después de haber conocido parte del relato de González –quien contó haber visto el fusilamiento de su padre durante un talk show conducido por Mauro Viale en los ‘90- lo buscó y lo entrevistó en Neuquén.Desde el juzgado de esa provincia, sentado ante un escritorio y con la cámara tomándolo de perfil, González recibió, después de su juramento, la advertencia de que si alguna respuesta podría autoincriminarlo, tenía el derecho a negarse a responder.González confirmó que tuvo como destino Campo de Mayo para el momento de la Contraofensiva, en los años 1979 y 1980.En su relato, dio cuenta de que una mañana el Capitán Gervoni le ordenó dirigirse con un caballo hacia la zona del polígono de tiro del predio, y que en el puesto de control lo detuvo el Cabo García, impidiéndole el paso porque “los jefes habían llamado a los segundos jefes y les hicieron apuntar y matar para estar tan sucios como ellos en esta guerra sucia. Ese fue el comentario general”.Según su testimonio, de los fusilamientos participaron algunos jefes del Ejército, entre los que estaba Cristino Nicolaides, quien luego sería parte de la última junta militar antes de la restauración democrática.  El testigo también nombró como participantes de la macabra ceremonia a “Sixto Ibáñez. Al Mayor Surraco (de artillería, oficial de inteligencia). Al sargento primero Taborda, lo había conocido en el Hospital Militar y luego lo volví a ver en Campo de Mayo. Lo vi entrar”.Cuando le consultaron acerca de qué habían hecho después de los fusilamientos, González dijo: “Con todo respeto por los familiares. Los quemaron ahí con cubiertas. Lo reconoció Taborda, que era el encargado de sección”. En la sala, lo escuchaba Joaquín, el hijo de Federico Frías, una de las 4 personas fusiladas en aquel hecho según relató González.“Estoy más tranquilo –dijo Joaquín al finalizar la audiencia-, porque para un familiar es muy impresionante que alguien que estuvo adentro cuente todo lo que pasaba, lo que nosotros imaginamos o fuimos reconstruyendo. Fue un testimonio muy contundente. Estoy contento de que se haya podido hacer en el contexto adecuado como es un tribunal oral y con la esperanza de que ayude a que se haga justicia”.Durante su relato ante los jueces, González también apuntó que el 95% de los militares que pasaron por Campo de Mayo, lo hicieron también por los centros clandestinos que funcionaron allí, conocidos como La Escuelita y Los Tordos. Precisó que funcionaban “con comisiones rotativas de dos meses, bajo el comando de la patota y de los grupos de inteligencia. Sobre todo del 601”.El presidente del tribunal, quien condujo la primera parte de las preguntas, lo interrogó acerca de si él pertenecía a la patota. Su respuesta fue que no; sin embargo, algunas fuentes consultadas por El Diario del Juicio aseguran que no sería posible que tuviera tanta información de no haber sido parte de la patota.Además de dar testimonio durante un programa televisivo de Mauro Viale, para esa misma época González fue entrevistado por Cristina Zucker, hija del recordado actor cómico. Su hermano, Ricardo Marcos Pato Zucker, participó de la Contraofensiva. Cristina reconstruyó parte de la Contraofensiva y en particular de la militancia de Pato en su libro El tren de la victoria.“Su testimonio es de los más importantes, es la voz de los que estuvieron en el lugar de los hechos. En este caso, de un suboficial que ha dado testimonio tanto periodística como judicial sobre lo que vio, lo que escuchó. El valor que tiene es trascendente. Él se ubica en un lugar no activo en la represión.  En su caso no aparece nombrado por ningún sobreviviente ni en ninguna documentación, por lo tanto para nosotros se asimila mucho al testimonio de un conscripto”, opinó el abogado querellante Pablo Llonto al terminar la jornada, en diálogo con El Diario del Juicio. González a través de videoconferencia desde Neuquén. (Foto: Gustavo Molfino/DDJ) Los vuelos En otro pasaje de su testimonio, ante preguntas de la fiscal Gabriela Sosti, González detalló que por ese Centro Clandestino de Detención Tortura y Exterminio pasaron “4000 personas y los tiraban al mar. Eran comentarios que se hacían. Dónde paraban, de dónde sacaban los vehículos. Se sabía constantemente en cualquier lugar de Campo de Mayo. Cuando el abogado querellante Pablo Llonto le pidió mayores precisiones acerca de los Vuelos de la muerte, respondió que “había un lugar para esa operación, que era la Compañía de aviación. Era sabido en todo Campo de Mayo. Ahí estaban todos los aviones Fiat y los vuelos de la muerte salían de ahí. En todos lados se comentaba”.En otro pasaje de su testimonio de más de dos horas, González mencionó la impunidad con la que actuaban los militares. La atribuyó a que “esta gente se creía que iban a

  Mudanzas, viajes, más viajes y más mudanzas atravesaron los primeros años de su vida. Y aunque era pequeño, y muchos recuerdos hoy se hacen borrosos, Facundo hurga con esfuerzo en su memoria para reconstruir su infancia de la mano de la militancia de su mamá Norma Valentinuzzi y de su papá Horacio “Nariz” Maggio. Canciones de María Elena Walsh, un avión de juguete, una carta que daba la noticia de la muerte de su padre y un zapato, aparecen en su relato como instantáneas que nunca olvidará. (Por Martina Noailles y Fernando Tebele para El Diario del Juicio*) Foto de tapa: Maggio escucha las preguntas de la fiscal (Luis Angió)“Mi madre Norma Beatriz Valentinuzzi se casa con mi padre, Horacio Domingo Maggio, quien también está desaparecido. En el año ‘71 ella comienza a tener la experiencia de la militancia. Papá en el gremio de La Bancaria. Los dos ya venían militando en la Juventud Peronista y luego ingresan a Montoneros”. Facundo Maggio comienza su relato con un orden temporal. Recuerda que su mamá, antes de dedicarse a la actividad militante, fue profesora de expresión corporal y bailarina. Que él nace en 1972 y dos años después, su hermana María. Que por entonces, los cuatro vivían en la ciudad de Santa Fe, en el barrio Siete Jefes. Y ahí, rápidamente, aparece en su memoria y en su relato, la primera mudanza:  “A raíz del hostigamiento y el allanamiento a nuestras viviendas por la vida misma, la dinámica del accionar de la militancia, nos vamos a vivir a la ciudad de Rosario. Estimo que eso ocurre en el año ‘75, no tengo bien presente la fecha”, se justifica como si debiera recordar fechas y sitios exactos sin siquiera haber cumplido tres años de vida.“Ahí compartimos la vivienda también con otros compañeros, pares militantes. Llegamos a tener cercanía también con uno de mis tíos, Roque Maggio. Brevemente. Él también militaba. Y a Roque lo matan, al poco tiempo, también en un enfrentamiento en la cercanías de la ciudad de Rosario”. En sus recuerdos, con las mudanzas también comienzan a aparecer las pérdidas. “También mi tía, la esposa de Roque, Adriana Espers, estudiante de psicología de la ciudad de Córdoba, es asesinada en un enfrentamiento en la ciudad de Córdoba”.Facundo está vestido con una elegante camisa a cuadros donde se impone el bordó. La imagen de su madre le cuelga del cuello. Ha esperado los testimonios de Montoto Raverta y Canteloro en una sala externa, un cuartito pequeño que parece más un calabozo que una sala de espera para testigos. De hecho no se aguanta. Sale al sol. Se cruza con Nora Cortiñas, que se está yendo y lo estimula a tranquilizarse para dar un buen testimonio.Ahora cuenta que ya en Buenos Aires recalaron en una casa en Tres de Febrero, en Caseros para mayor precisión: “En la calle Bonifacini 5045 estamos un tiempo. Voy al jardín de infantes, tengo una vida de barrio como cualquier niño, haciendo lazos permanentes. Ellos también lo hacen con la gente del barrio. Compartimos mateadas y juegos con la gente de ahí”. Pero su vida delimitada por las muertes familiares pone un cerco aterrador con el secuestro de su padre Horacio El Nariz Maggio. “En el año ‘78 a mi padre lo secuestraron en la vía pública en la cercanía de Plaza Flores y es llevado al centro clandestino de la ESMA. A partir de ahí, mi madre decide que nos exiliemos. En un primer tramo estamos unos meses en Brasil, en el sur, con otros compañeros, junto a mi hermana. Luego, el exilio es más duradero y lejano. Perú, Ecuador, México, Cuba y España en un lapso de más o menos un año, en total. Mi hermana María, mi madre y yo. Estando en México, vivimos en muchos lugares”, rememora, mientras se tira contra el respaldo de la silla esperando más preguntas. Facuando Maggio escucha las preguntas de los defensores de los acusados de desaparecer a su madre (Foto: Gustavo Molfino) En la guardería Facundo es otro de los niños que pasaron por la guardería de La Habana. Es el tercero que deja su testimonio. “En Cuba estuvimos en una guardería, compartiendo esa estadía con hijos de militantes Montoneros. Virginia Croatto es una de ellas”, dice. Ella lo observa con atención. Es una de las que no se pierde un minuto de audiencia. “Y es ahí cuando empezamos a recibir cassettes con grabaciones que mi madre nos mandaba con la voz de ella con saludos y relatos, cuentos, canciones, de María Elena Walsh y todo el universo infantil. Es la manera en que nosotros escuchamos su voz, en unas cintas”, recupera. Así como Ana María Montoto Raverta leyó una carta de su madre, apenas un rato antes; Facundo Maggio se emociona cuando recuerda esas grabaciones. Paréntesis de terror Facundo habla lento. Hace pausas extensas. Sobre todo cuando está por contar algo que lo incomoda demasiado. “Antes quería hacer un paréntesis de un hecho muy perturbador y de mucha conmoción para nosotros que es que cuando estamos en México. Mamá nos cuenta que a papá lo matan, en otros términos… con una carta que manda mi abuela desde acá en Argentina, mi abuela materna… solo que luego nos enteramos que en realidad la carta la escribió ella. Suponemos para evitar… fue la manera más amorosa que encontró para comunicarlo”.Horacio Maggio fue asesinado el 4 de octubre de 1978 por un grupo de tareas. Su cuerpo fue exhibido como un trofeo ante las y los secuestrados de la ESMA. Era la segunda vez que lo secuestraban y los genocidas estaban furiosos: El Nariz se les había escapado meses antes mientras estaba detenido desaparecido y, afuera, había difundido una carta en la que describía con detalles el funcionamiento del centro clandestino, las mecánicas de desaparición, los vuelos de la muerte, identificó a detenidos y represores, y hasta dibujó planos del centro clandestino. —Sin importar que la información puede haber sido cierta o falsa, ¿alguna vez llegó a tus oídos

Hija de una madre delegada de fábrica y nieta de un abuelo que formó parte de la resistencia peronista, Gloria Canteloro militó en la UES, estuvo tres años presa en Devoto y al salir en libertad se exilió en España. Allí conoció al amor de su vida, Manuel Camiño, con quien decidió volver a Argentina como parte de la Contraofensiva. Pañuelo verde en su muñeca, Canteloro brindó su testimonio en la cuarta audiencia del juicio. (Por Fabiana Montenegro, Martina Noailles y Fernando Tebele para El Diario del Juicio*)Levantar la teoría de los dos demonios. Esa parece ser la principal estrategia de, al menos, dos de los abogados que defienden a ex militares imputados en este juicio. Sus preguntas e intervenciones en cada audiencia así lo denotan. Como las que hizo en la última Marcelo Botindari, defensor de Raúl Guillermo Pascual Muñoz, ex jefe de Personal en el Comando de Institutos Militares. En la silla para las y los testigos está Gloria Canteloro, sobreviviente de la Contraofensiva.Botinardi viste traje y corbata, como casi todos los abogados varones del juicio. La camisa bien apretada contra el cuerpo. Nunca lo hemos visto reir. Ni siquiera a modo de ironía. Su cabello rapado estimula el gesto adusto. A su lado tiene una asistente poco activa. Está por llegar su turno y va a preguntar con poca técnica y visible enojo. Aprieta la tecla del mic que le habilita el sonido y suelta: —Usted dio como sustento ético y jurídico la resistencia a un modelo conservador desde lo ideológico y liberal desde lo económico, ¿verdad? —pregunta Botindari—.—Sí —confirma Canteloro.—Para esto se integró a ese llamamiento de la contraofensiva y recibió instrucción en el Líbano. También habló de que esa instrucción era defensiva, ¿me quiere contar de qué constaba? Se oyen murmullos en la sala de audiencias y el juez Esteban Rodríguez Eggers pide silencio. Será uno de los momentos más álgidos durante el testimonio de Gloria Canteloro, integrante de las Tropas Ede Infantería (TEI) durante la Contraofensiva ‘79. El abogado defensor parece no contentarse con la respuesta de la testigo, quien explica que eran ejercicios de supervivencia y manejo de armas para, en caso de ser detectados, poder defenderse. Y arremete contra ella: —O sea, solamente una actitud defensiva ¿Y con respecto a los atentados de Montoneros? El murmullo crece. La incomodidad se hace notoria. La fiscal Gabriela Sosti se opone a la pregunta.El juez intenta reacomodar la situación para no transformarla“en una charla de café”: —¿Usted formó parte de las TEA? —pregunta el magistrado, en referencia a las tropas de agitación y propaganda.–Formé parte de las TEI. Era miliciana –aclara Gloria, por las Tropas Especiales de Infantería-. Podíamos realizar tareas políticas o militares, no era exclusivo.El defensor va a insistir en la posibilidad de que la pregunta que planteó sea aceptada.—Venimos asistiendo a diversos testimonios de oídas en lo que hay cosas juzgadas, unos buenos y otros malos. Pretendo saber cuál fue el accionar que motivó este despliegue militar e inclusive cuáles fueron las formas de financiamiento.Ante la negativa, Botindari reformula la pregunta:—En este despliegue de personas que viajan, ¿cuál fue la fuente de financiamiento?—No lo sé —responde Gloria—. Yo no formaba parte de eso.—¿Pero esos costos quién los asumía?—La organización Montoneros. De dónde sacaba el dinero no lo sabía. Nunca pregunté. Como organización, las finanzas las manejaría alguien. En qué lugar, en qué banco, yo no tenía porqué saberlo. No me mueve el odio ni la venganza“Nuestra participación en la organización no fue movida por el odio ni por la venganza”, dice Gloria Canteloro, la segunda testigo en la cuarta audiencia del juicio que investiga la represión contra quienes formaron parte de la Contraofensiva de Montoneros. “Todo lo contrario. Fueron las Fuerzas Armadas, el brazo armado de los poderosos, que sumieron al país en la miseria y destruyeron todo. No me mueve el odio ni la venganza. Yo siento un desprecio desde lo más hondo del alma por ellos. No les llegan ni a las suelas de los zapatos de nuestros compañeros -los vivos y los muertos, los desaparecidos y los sobrevivientes-. Necesitaron ir en manada y armar la cacería desde un escritorio para darles vía libre a los sádicos y a las bestias porque ni siquiera se los puede llamar animales”.Para entender los motivos que la llevaron a participar de la Contraofensiva –como otros testigos también han señalado- es necesario hacer referencia a la historia que cada uno de ellos protagonizó en el contexto de las políticas que se desarrollaron en el país. Gloria u Osito –como aún la siguen llamando quienes la conocieron entonces- se crió en un barrio de obreros y pequeños comerciantes de Rosario. “Viví las dictaduras, el Onganiato, y vi el Rosariazo en la esquina de mi casa con tan solo 12 años”, recuerda.Hija de una madre delegada de fábrica y nieta de un abuelo que formó parte de la resistencia peronista, Gloria trabajó desde los 14 y estudió en el turno noche de la Escuela Superior de Comercio, una de las mejores de la ciudad. En el ’74 comenzó a militar en la UES (Unión de Estudiantes Secundarios). Allí compartió discusiones políticas y conoció la alegría y el compañerismo. Era feliz con eso. El objetivo del centro de estudiantes –una actividad clandestina debido al estado de sitio que regía en el país- era luchar por el medio boleto estudiantil. “No se trataba sólo de una reivindicación, era una conciencia, un posicionamiento ideológico. Pensábamos en colectivo, que todos pudieran acceder a la educación. Eso era pensar en el otro”, enfatiza.El tema de la solidaridad va a atravesar todo su testimonio como si fuera un sello indeleble que marcó a los compañeros y compañeras de su generación y a su familia. En este sentido, Gloria recordará que, cuando estuvo detenida en la cárcel de Devoto, fue su propio padre, Domingo Canteloro, quien además de mandarles cartas a las otras compañeras presas, se ofreció como rehén para que ella pudiera salir en su lugar.No será el único ejemplo. Habrá

—¿Dónde está el tortillero de la esquina? ¿No vieron al tortillero de la esquina?—grita, al borde de la desesperación, un adolescente recién salido de la escuela.Su rutina pueblerina seguramente está demasiado alterada. 200 personas juntas, con banderas, en una esquina de San Vicente, es síntoma de que algo raro está pasando. Estamos frente a la vieja estación de trenes, ahora convertida en el predio de exposiciones de la ciudad. Durante el año es sede de la Fiesta de la miel y la de la muzzarella. Ahí sí estalla de gente. Para recordar a Rodolfo Walsh y caminar hasta la que fue su última casa, apenas si somos 200 personas. En la otra punta de la ciudad, está la Quinta de Perón. Ambos sitios, parte de la historia política argentina, empiezan a aparecer como atracciones turísticas de una ciudad hermosa que aún conserva ciertas costumbres de pueblo, pero está despolitizada incluso habiendo sido epicentro de varios momentos cumbre de nuestra historia reciente. (Texto de Fernando Tebele / Fotos de Agustina Salinas para La Retaguardia) Le dijimos al pibe que el tortillero no estaba, pero antes de comenzar la marcha lo vemos. Está detrás de la muchedumbre y del humo. Sonríe por una tarde de laburo como pocas. Solo por hoy está en la esquina de enfrente.“Acá siempre hay 2º menos que en la capital. Cuando llega el frío eso se nota”, advierte una lugareña que ve mucha gente con sus manos metidas en bolsillos de buzos, camperas o lo que sea que abrigue. San Vicente está por abandonar su tarde de sol entre nubes mientras nos metemos en uno de sus barrios. El recorrido es el que hacía Rodolfo Walsh cuando regresaba a su casa. Desde la estación, pateaba una diez cuadras largas, con el polvo de la tierra levantándose a cada paso. Es difícil imaginar qué habría alrededor suyo en aquel momento. Lo que vemos ahora es la miseria planificada. Es un barrio humilde, con gente que viene asombrada a ver qué está pasando. Los sonidos salen de la murga y de los cantos que suenan desde el parlante, arriba de la camionetita. La gente camina con sus banderas y una antorchas caseras que se van a enfrentar a la noche dentro de poco.Los perros se exaltan. San Vicente debe ser la capital del perro callejero. No falta el Templo Evangélico, que en realidad es una casa como todas las demás, pero con el cartel identificando la puerta. Las iglesias en las barriadas humildes son casi una por manzana. Como los supermercados chinos en los barrios de clase media. Cada uno consume lo que le venden.En la cabecera, Patricia Walsh camina con orgullo. Llegó desde Buenos Aires en uno de los autos que salieron en caravana desde el Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBa). Compartieron el viaje con ella Tomás Eliaschev, secretario de derechos humanos del gremio de prensa, y Flora Bagú, que un rato después estaría al lado de la hija de Walsh en la cabecera. Al volante del Clío estuvo la hija de Flora, la periodista Martina Noailles. Flora y Patricia se tienen en Facebook, pero es la primera vez que se ven. Bagú fue parte de una de las células de Montoneros que realizaban ANCLA (Agencia de Noticias Clandestinas). Quien estaba a cargo de esa herramienta de comunicación popular era el Tío Esteban. Bagú lo supo un tiempo después: Esteban era Rodolfo Walsh. En los 50 kilómetros entre la CABA y San Vicente, Patricia no paró de hablar, pero Flora no se le quedó atrás. Tienen muchas cosas en común, sobre todo a Rodolfo, así que las anécdotas sobre él fueron y vinieron. Ahora están ambas, inseparables, en la cabecera. Charlan cada tanto mientras caminan. Cualquiera diría que se conocen desde siempre.Adelante de la marcha, como a unos 100 metros, se nos adelanta un patrullero. Es difícil entender por qué. No hay tránsito que cortar, ni peligro alguno. Quizá quieran custodiar la memoria, que suele ser peligrosa para el poder. Sin embargo la memoria se suelta, y también se adelanta hasta llegar en forma de nutrida marcha a la casa en la que Walsh escribió la Carta Abierta de un escritor a la Junta Militar. Cuando lo atraparon, aquel trágico 25 de marzo de 1977, el militante estaba en la esquina de Entre Ríos y San Juan, en la CABA. Allí, intentaba distribuir clandestinameante su texto tan mítico como actual. Ya había perdido a su hija Vicky, a tantos amigos… Cabe suponer que tal vez intuyera que su turno estaba cerca, pero que valía más su voluntad de comunicar, de romper el cerco informativo. Walsh es tan actual que asusta. Lo dice su hija Patricia cuando toma el micrófono, lo sabemos todas las personas que lo leímos, incluso quienes recorrimos sus textos con la frustración de saber que nunca podremos escribir así, tan claro, simple y correcto a la vez.La noche y el frío molestan. La oscuridad se interrumpe en cada vela encendida, pero luego retoma su camino. Si el año pasado, desde adentro de la casa, nos recibieron con música a todo lo que da, esta vez todo es silencio y oscuridad. Hay mucha vegetación que impide ver a través del alambre. Las rejas del portón de entrada tienen una doble lona. Patricia se asoma. Corre una, luego la otra, pero no consigue ver. Allí vive la familia de un excomisario. Sí, la casa donde el Tío Esteban escribió su obra cumbre está ocupada y ni siquiera está señalizada; tan solo un cartel en la avenida, lejos. Tan lejos como está la casa de ser un espacio de memoria. Ahí recupera un poco más de sentido la custodia policial; parece una delimitación territorial. Las chicas de la Mesa de la Memoria de San Vicente están contentas. Realizaron una vez más la marcha. Como en cada situación parecida a esta, solo una decisión política puede cambiar el rumbo de este lugar. No hubo interés de ninguna gestión durante todos estos años de democracia. Sin embargo, la

Lo contó Martina Noailles, vecina del barrio e integrante de Sur Capitalino, en diálogo con Rodrigo Ferreiro en el programa Hora Libre de Radio La Retaguardia. El club ganó una licitación ‘a medida’ para comprar los históricos terrenos y los vecinos denuncian que sus intenciones no son las que dijeron al comienzo (construir un museo y un gimnasio, entre otras iniciativas). En un barrio con emergencia habitacional, el gobierno de la Ciudad desechó la posibilidad de dedicar ese espacio a sumar soluciones. (Por La Retaguardia) La periodista del periódico barrial Sur Capitalino, Noailles Noailles, explicó qué dimensión tienen los terrenos, qué función cumplen y qué busca el club: “Hay tres hectáreas en La Boca, que todos conocemos como terrenos de Casa Amarilla. En el barrio los conocemos como los campitos. Eran públicos. En un momento fueron del Instituto de la Vivienda de la Ciudad (IVC) y allí se iban a construir viviendas. Finalmente se hicieron menos de las que estaban previstas y quedó un espacio disponible. Siempre lo deseó, de hecho alrededor está La Bombonerita y otros espacios del club. Lo que ocurrió fue que el IVC se lo pasó al gobierno de la Ciudad, el gobierno a la Corporación del Sur y los terrenos salieron a la venta a través de una licitación”, explicó Noailles. “Fue muy irregular, muy a pedido de Boca, donde todo lo que decía era el pliego para presentarse era claramente para que se presente Boca, que finalmente fue el único que ofertó y el que ganó. Un grupo de vecinos, organizaciones del barrio y dirigentes de la oposición hicieron un recurso de amparo en el que plantearon que esta venta de terrenos públicos no pasó por la legislatura como dice la Constitución de la Ciudad en su artículo 82 que establece que es la legislatura la que tiene que aprobar o disponer sobre el dominio público y los bienes que son inmuebles de la Ciudad. En primera instancia, el juez respondió a favor de los vecinos, pero fue apartado a partir de pedidos de Boca y el gobierno”, contó. “Pasó a otra jueza, también de primera instancia en lo Contencioso de la Ciudad, y frenó que Boca hiciera cualquier cosa en esos terrenos y dijo que la venta era inconstitucional. Boca y la Corporación del Sur apelaron y se llegó al fallo del 27 de diciembre, dos días antes de la feria judicial, se notificó a las partes recién en febrero: la Cámara de Apelaciones de la Sala II rechazó la demanda, planteó que los vecinos no son representativos porque no hay ningún tipo de cuestión ambiental y que es todo totalmente legal y constitucional porque la Corporación Buenos Aires Sur tiene la potestad de vender terrenos públicos. Este fallo es claramente a favor de Boca y el gobierno de la Ciudad, que son los que quieren que esto quede en manos del club”, denunció.Corporación Buenos Aires Sur Noailles explicó cómo funciona el ente que ya tiene casi 20 años de existencia. “Es una sociedad del Estado que fue creada en el 2000. Empezó a funcionar en 2001 y fue creada para el desarrollo de los barrios del sur de la Ciudad. Es cierto que tiene la disponibilidad de terrenos, pero se piensa que el desprendimiento de terrenos públicos tengan que ver con el desarrollo de un barrio. Ya en los últimos años, sobre todo con la asunción de Macri, empezó a funcionar como una inmobiliaria pública. Se creó también la Corporación Puerto Madero”, recordó Noailles. Para la periodista, “venden terrenos que son de todos, en este caso terrenos públicos, de uso de los vecinos. Sin que pase por representantes que definan qué se va a hacer ahí. Iban a ser para viviendas, que es la gran problemática del barrio. La ley dice que el IVC se puede desprender de los inmuebles si son para un uso de salud, educación o seguridad, no tendría razón de ser si se los va a quedar Boca. El tema, también, es qué va a hacer Boca con esos terrenos, porque esta dirigencia del club actual, macrista, quiere ahí construir un estadio, lo viene impulsando Angelici desde 2011 más o menos”, advirtió. “Hasta acá no había podido, ellos funcionan a mediano plazo, no con tanto apuro y esperando las coyunturas y en diciembre hay elecciones. Un proyecto como este, si finalmente Boca se queda con las tierras y la legislatura aprueba la rezonificación, que desde octubre hay un proyecto de ley esperando el momento adecuado, van a poder construir el estadio shopping como le llaman quienes se oponen y quieren que Boca siga jugando en la Bombonera”, explicó.Licitación trucha versos organización genuina “En el pliego que presentaron en la licitación hablan de construir ahí un museo, un gimnasio, algo vinculado a la salud de los deportistas. Se plantea en el proyecto un lugar del club multifunción. Si hubieran dicho que querían hacer un estadio no se los podían vender porque la zona no es apta. Hay que ver si, siendo de ellos, querrían hacer otra cosa. Se presentó un recurso de inconstitucionalidad que la propia Cámara debería aceptar para que vaya al Tribunal Superior de Justicia pero las esperanzas allí son peores que las de instancias previas”.En contraposición, Noailles detalló: “La organización vecinal viene desde hace mucho. Desde que se supo que se iba a licitar ese lugar hubo marchas al ministerio de Modernización, a la Corporación del Sur, fuimos en el momento en que se abrían los sobres y la llenaron de policías. Se hicieron un montón de marchas y actividades culturales en el barrio y en los campitos, que ahora están alambrados con una garita adentro aunque la jueza dijo que lo tenían que sacar y no lo hicieron. Eso está hace un año”, denunció la comunicadora. “Se hicieron acciones, movidas culturales mostrando que el lugar funciona como un espacio de recreación en un barrio que vive hacinado en conventillos, ahí toca la murga Candombe, la gente va de picnic, se utiliza mucho como espacio público,

(Por La Retaguardia) Flora Bagú declaró por primera vez ante la justicia hace pocos días en la Megacausa ESMA. Formaba parte, junto a su pareja Carlos Bayón (Pablo), que se encuentra desaparecido, de una de las células que llevó adelante la agencia clandestina de noticias ANCLA. Allí también estaba Rodolfo Walsh, a quien ella conocía solo como el Tío Esteban.Bagú dialogó con el programa radial Oral Y Público y dejó retazos de una historia que permite conocer en primera persona cómo vivían -y sobrevivían- los militantes en aquellos años. El tercer tramo de la megacausa por los delitos de lesa humanidad cometidos en el centro clandestino de detención, tortura y exterminio que funcionó en el predio de la ESMA continúa en etapa de testimoniales. El 23 de octubre pasado fue el turno de Flora Bagú, que testificó por primera vez ante la justicia.“Fui llamada después de un tiempo que testificó Leticia Bayón, hija del desaparecido Enrique Carlos Bayón. Yo era la pareja, la compañera de Carlos durante el año ’76.  Recién ahora, en este tramo, tocaba el turno de Carlos y de su pareja anterior Norma Batsche Valdés, cuyas desapariciones se dieron con una semana de diferencia, ella desapareció el 15 de diciembre de 1976 y Pablo exactamente una semana después, el 22”, explicó Flora Bagú en diálogo con Oral y Público.Pablo era el nombre de militancia de Carlos Bayón: “me sale espontáneamente Pablo”, confió Bagú, y así ocurriría durante toda la charla.“Estaba Leticia, la hija en común que ellos tenían –continuó el relato–, que afortunadamente está con vida y en buen estado de salud física y mental. A la fiscal le pareció interesante que yo pudiera aportar los datos de la desaparición de Pablo porque fui la última persona que lo vio con vida”. Los dos secuestros de una nenaLeticia tenía menos de tres años aquel oscuro diciembre de 1976. Estaba con su mamá Norma Batsche Valdés cuando la secuestraron junto a otra compañera en Avellaneda. Las tres fueron llevadas a la ESMA. La niña fue devuelta a la casa de una tía, adonde la fue a buscar su papá Carlos Bayón para llevarla a vivir al departamento que compartía con Bagú.“Pablo hacía todos los intentos por averiguar qué había pasado con Norma –contó Bagú– y en esa búsqueda de información recibe una cita de un hasta ese momento compañero para el 22 de diciembre de 1976 a las dos de la tarde. Esto lo sé porque por cuestiones de circunstancias del momento y de algunos hechos que de alguna manera no eran correctos que hiciéramos, pero Pablo estaba muy enfrascado en la tarea, él me pidió que bajara a hablar por teléfono a la mensajería para buscar sus mensajes de ese día. Más allá de mi negativa, finalmente lo hice, y como siempre tuve problemas con el tema de memorizar números tuve que anotar el número en un papel, y le pasé el mensaje a Pablo y él se fue con Leticia esa misma tarde. La niña dormía la siesta, la levantó para llevársela, aunque la chiquita estaba en un estado muy alterado por lo que había ocurrido con su mamá, en lo que ella había estado presente. Pablo se fue y me dijo ‘vuelvo pronto porque la cita es muy cerca, así que en una hora, hora y media estoy de vuelta’… nunca más lo volví a ver”.Lo poco que supo de su pareja fue a través de Leticia: “compañeros con los que trabajábamos juntos me pidieron que buscara información en casa de otra tía, que era un familiar de hecho, en la localidad de Quilmes. Allí fui a preguntar y esta persona me cuenta que Leticia había sido llevada allí por segunda vez, afortunadamente en todo caso, y que había hecho algunos pequeños comentarios como que al papá lo habían metido dentro de un auto hombres con armas, que estaba tirado en el piso del auto y que le dolía mucho la panza. Esas fueron las pocas palabras que pudo recordar y repetir esta niña. Pablo fue trasladado a la ESMA también, pero no se sabe ciertamente si llegó vivo o muerto. Este es el seguimiento que pudimos hacer de lo que le ocurrió a través de otros compañeros que estaban en ese momento”. Buscando al Tío EstebanTras la desaparición de Carlos Bayón, Flora Bagú pasó la noche en el departamento donde vivían junto a la pequeña Leticia y también con su hija Martina Noailles, que tenía por entonces un año y dos meses: “pasamos la noche allí de manera imprudente por supuesto, pero yo estaba absolutamente obnubilada, recién a la mañana pude darme cuenta de que estaba cometiendo un error y salí de allí con mi hija e intenté conectarme con mi responsable, para contarle lo que había ocurrido, cosa que no fue posible en dos oportunidades de aquella mañana del día 23. Finalmente recordé que en la mesa del comedor del departamento donde vivíamos había quedado aquel papelito con el número de teléfono del día anterior y recurriendo a las últimas oportunidades que uno tenía de hacer algo, tomé ese papelito y recordé algo que Pablo me había dicho que era que desde la ventana de nuestro departamento se veía el techo del restaurant donde solía almorzar con el Tío Esteban. Ahora todos sabemos que Esteban era Rodolfo Walsh. Así que hablé por teléfono a la mensajería dejando un mensaje lo más cerrado posible pero dando la posibilidad de que si Rodolfo recogía este mensaje pudiera comprenderlo, dije que era de parte de la esposa del señor Pardo y que lo esperaba en el restaurant donde siempre almorzaba con mi marido. A través de este rejunte de datos y memoria que yo tenía pude llegar a ese lugar donde fue el punto donde pude reencontrarme con alguien. Rodolfo estaba en la puerta con su compañera de ese momento Lilia Ferreyra”, detalló Bagú.Flora Bagú conocía al Tío Esteban, lo había visto en varios encuentros y de hecho era el superior de Pablo, pero no