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Migrantes


En un intercambio con el medio italiano Nápoli Monitor, enviamos una nota para contarles acerca de los primeros días del gobierno de Javier Milei. Nos responden ahora con una mirada sobre el tema migratorio con la actual conducción de gobierno de ultraderecha. Quizás un futuro posible que esté por llegar a nuestro país.  El último día de 2023, el barco Ocean Viking, que rescata embarcaciones de migrantes en apuros, fue incautado por la justicia italiana a su llegada al puerto meridional de Bari. El barco supuestamente violaba el decreto aprobado en 2022 por el gobierno de Giorgia Meloni, que castiga a las ONG que rescatan migrantes en aguas del mar Mediterráneo. Según el decreto, tras realizar un rescate humanitario, los barcos no pueden llevar a cabo otros rescates, ni siquiera en presencia de embarcaciones a punto de hundirse, sino que deben dirigirse directamente al puerto más cercano. En su último viaje, el Ocean Viking había rescatado a casi trescientos migrantes (entre ellos treinta menores) procedentes de África y Oriente Próximo. Ahora la ONG y los activistas se arriesgan a fuertes multas y condenas. La violenta represión de los inmigrantes por parte del nuevo gobierno de extrema derecha no es una novedad en la legislación italiana. Desde finales de los 1990 hasta hoy, tanto los gobiernos de derechas como de izquierdas han elaborado medidas muy duras para impedir que los migrantes llegados a través del norte de África alcancen las costas italianas, y para encarcelar o deportar al mayor número de ellos. En este artículo publicado por la redacción de MONiTOR, se describe de forma efectiva la guerra contra la inmigración emprendida por todos los gobiernos italianos en los últimos veinticinco años. * * *  La guerra contra la inmigración es una guerra que se libra sin tregua en el Mediterráneo, en Italia, en Europa y en muchos rincones del mundo desde hace mucho tiempo. Es una guerra que tiene varios frentes; no es sólo una guerra contra la inmigración, sino una guerra contra los inmigrantes, que se desarrolla a través de una miríada de conflictos, grandes y pequeños. No es una guerra asimétrica: el frente que ataca a la inmigración es fuerte y está organizado, pero choca con un mundo de sujetos capaces de resistir y reinventar día tras día nuevas formas de contraataque, que no se limitan a la resistencia. Para comprender lo que está en juego, hay que delimitar con precisión las fuerzas en juego, que muy a menudo se presentan de forma superficial. CLASES DOMINANTES El ataque a la inmigración parte de las clases dominantes, que especialmente en Italia y en Europa han situado a la fuerza la cuestión de la inmigración cada vez más en el centro del debate público. Son clases dominantes vinculadas a culturas políticas reaccionarias, de derechas y de extrema derecha, orgánicas de los diferentes nacionalismos vivos y activos en los territorios; pero también vinculadas a culturas políticas progresistas, formadas en la estela de la tradición socialista y democristiana. Detrás de la barricada de las clases dominantes, especialmente en Italia, hay fascistas, nacionalistas, leghistas (de la Liga Norte de extrema derecha), demócratas, populistas; a prueba de gobierno, limitándonos sólo a los últimos años, han competido entre sí para bajar cada vez más el listón de los derechos, las garantías y las oportunidades, tanto para los que aspiran a venir a Italia y a Europa, como para los que laboriosamente han llegado hasta aquí, tanto para los hijos y nietos de los que llegaron hace tiempo, como para los que se solidarizan con el mundo de la inmigración. Desde el paquete de las medidas de seguridad de 2009 de Maroni (exministro de extrema derecha del partido Liga Norte) hasta los decretos de 2017 de Minniti (exministro de centroizquierda del partido Demócratas), pasando por los posteriores decretos de Salvini (ex ministro del Interior y actual vicejefe del gobierno de extrema derecha) y por todas las medidas del gobierno de Meloni, este segmento amplio y transversal de las clases dirigentes ha intentado llevar el frente de guerra contra la inmigración sistemáticamente más lejos, llegando incluso a experimentar dispositivos antes impensables: por citar algunas, la supresión de un grado de juicio para quiénes soliciten asilo y vean rechazada su solicitud; el desmantelamiento progresivo de la ‘protección humanitaria’; la persecución judicial de la solidaridad en mar; la criminalización de acciones conflictivas sociales y sindicales como los cortes de carretera; la ampliación del uso de armas como pistolas eléctricas para policías locales; o la ampliación de los plazos para solicitar la nacionalidad. Estas medidas, destinadas a hacer la vida cada vez más difícil a los inmigrantes, se han entrelazado con otras medidas nacionales e internacionales destinadas a impedir la propia inmigración, como el incesante endurecimiento de las normas para llegar legalmente a Europa, o para obtener permisos de residencia, y la militarización de las fronteras marítimas y terrestres. La acción represiva de las clases dominantes y el aparato legislativo que la sustenta se apoyan en una gigantesca maquinaria militar y policial. En pocos años, las principales actividades cotidianas de las comisarías y las jefaturas de policía se han centrado en el control, el seguimiento y la vigilancia sobre la inmigración: renovar los permisos de residencia, patrullar el territorio, expedir los documentos necesarios para vivir legalmente, y reprimir los delitos relacionados con la inmigración, ocupan una parte considerable del tiempo de trabajo de las fuerzas policiales. Este despliegue de fuerzas cosecha lo que se ha sembrado en el pasado más o menos reciente: en la opinión pública, la inmigración se ha representado como la madre de todos los problemas para los ciudadanos italianos y europeos. En consecuencia, la política migratoria se ha identificado como el espacio ideal en el que intervenir para demostrar que se quiere resolver los problemas sociales y económicos de la población: desde la vivienda al desempleo, desde la sanidad a las pensiones, desde la escuela a los salarios. Sin luego mover un dedo para solucionar realmente estos problemas, o incluso empeorándolos. Las recientes medidas del

Esta tarde residentes chilenos y chilenas en Argentina se concentraron en el Obelisco para manifestarse por los sucesos desatados desde hace una semana en Chile. Luego movilizaron hacia Plaza de Mayo para sumarse a la Ronda de Las Madres de Plaza de Mayo – Línea Fundadora. Natalia Bernades realizó el siguiente fotoinforme para La Retaguardia.