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Nora Larrubia


Desde su hogar, Diego Menoyo, sobreviviente de las dos etapas de la Contraofensiva de Montoneros, ofreció un relato calmo, relajado y a la vez intenso. Focalizó en las tareas de activismo comunicacional que fueron parte importante de aquellas instancias. Compartimos además el audio de la proclama con la que Montoneros anunció el lanzamiento de la Contraofensiva, un mensaje de Mario Eduardo Firmenich que se utilizó para las interferencias de las que el testigo participó y dio detalles. (Por El Diario del Juicio*) ✍️ Texto 👉 Fernando Tebele💻 Edición  👉 Diana Zermoglio/Martina Noailles📷 Fotos 👉  Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 💻 Colaboración en textos 👉 Valentina Maccarone/Braulio Domínguez💻 Documentos 👉 El Diario del Juicio Está en su casa de Río Ceballos, Córdoba. Es por eso que la persona que lo acompaña, del Programa Verdad y Justicia, envía una foto de su DNI, pero de todos modos el testigo lo tiene que mostrar a la cámara. “Es el mismo”, dice la secretaria del tribunal. Cuando la fiscal Gabriela Sosti le da el pie habitual para que comience su relato, el sobreviviente de las dos etapas de la Contraofensiva decide arrancar por la previa. “Yo quisiera contar un poco cómo llegué a esa situación porque, si no, no se va a entender por qué estamos militando y tampoco se va a entender el hecho de que aceptáramos participar de la Contraofensiva”, señala. Cuenta que para la época del golpe de Estado de 1976 cursaba el cuarto año de Astronomía y era delegado de un curso pequeño; el futuro cercano estaba lejos de ser un cielo claro y estrellado. “El 8 de julio allanan la casa donde vivía mi compañera. Era un departamento que estaba en la parte superior de donde yo vivía con mis hermanos. Allí la secuestran a mi novia, que era del mismo pueblo de donde yo venía: Justo Daract, San Luis. Yo estaba en la universidad en ese momento, así que no me encuentran…”. Norma Gladys Monardi permanece desaparecida. Señala aquel allanamiento ilegal como el punto de inicio de la etapa de clandestinidad. “A partir de allí quedo en una situación prácticamente de ilegalidad, porque obviamente habían ido al departamento a buscarme a mí. Había una reunión de la Juventud Universitaria Peronista (JUP) en ese momento”. No pasaría mucho tiempo hasta que decidieran abandonar la Provincia de Córdoba. “A partir de esa situación, el hecho de que la ciudad era muy pequeña, de que nos cruzábamos con militantes y agentes de seguridad constantemente, se decide que los que éramos ilegales nos trasladáramos a Buenos Aires”. Zona sur, amor y militancia Los cuellos de su camisa celeste aletean sobre el escote en v de su pulóver azul. Diego Menoyo suelta una sonrisa leve de vez en cuando. Una de ellas, cuando Sosti le consulta si recuerda del nombre de una compañera a la que acaba de mencionar genéricamente. “Sí. Es mi compañera actualmente, Liliana Beatriz Fedullo”. La fiscal suelta un “Ah” de sorpresa. Quizá le haya quedado la costumbre de no pronunciar nombres. Con ella, cuenta, se reengancharon con la organización, de la que habían quedado descolgados luego de la salida desde Córdoba. “Vivía en una casa donde trabajábamos haciendo service de máquinas de escribir. Allí me encuentro con esta compañera de Córdoba, que es mi compañera en la actualidad, y con la que hemos tenido hijos y nietos, y a partir de eso podemos engancharnos con algunos otros compañeros de la zona y nos piden que nos vayamos a la zona de Florencio Varela para asentarnos”. Se posa en marzo de 1977 en la localidad de Bosques, trabajando políticamente con los empleados de Alpargatas: “Influenciamos en los conflictos, militábamos, publicábamos volantes”. Pero todo cambió cuando fue secuestrado el responsable del grupo, Manolo, Adrián Follonier. Menoyo aclara que aún permanece desaparecido. También secuestraron a la compañera de Manolo, Alicia Scalzotto, que sobrevivió. Era abril de 1978, había que salir del país. Lo que consiguieron, cree recordar, en enero de 1979. Menoyo en su casa declarando 40 años después.Gustavo Molfino/El Diario del Juicio Cruel, en el cartel Sin perder nunca su decir tranquilo con cadencia provinciana, Menoyo trae a la audiencia el recuerdo de una propaganda de la dictadura. “Era un afiche que en ese momento ponían los militares en la calle, seguramente los sectores de inteligencia. Era un barquito, donde había una persona que saludaba, y un joven con una pastilla en la mano con un signo de pregunta, como diciendo: ‘¿Qué vamos a hacer con esta pastilla?’. Porque esto era un afiche que estaba dedicado a nosotros. Pura y exclusivamente. Nadie de la ciudadanía normal podía explicar este afiche”, señala. Los recuerda pegados en la zona sur del conurbano. “Era un afiche dedicado a la militancia, diciéndole: ‘Ustedes se quedan con las pastillas de cianuro mientras sus jefes están disfrutando el bello exilio’. Este era el mensaje subliminal que estaba apuntado allí. Y por eso pienso que tienen que haber sido los servicios de inteligencia. No tengo constancia de eso”, aclara. Con una condición Menoyo relata que quedaron con Víctor Hugo Díaz, Beto, como responsable, hasta que salieron del país. Remarca que pusieron una condición: “Salimos al Paraguay con un acuerdo previo y con mucha discusión política de que queríamos volver al país inmediatamente. Aceptábamos que no estaban dadas las condiciones para poder hacer ninguna discusión política con los compañeros, ni ninguna forma de modificar un rumbo político en el país, pero salimos con la condición de volver inmediatamente ni bien tuviéramos la posibilidad”. La Contraofensiva sería esa chance, pero no lo sabían aún. Se encontraron en Paraguay con Díaz y su compañera, Marcia Seijas, más otros compañeros y compañeras que alcanzaron a salvar sus vidas. También estaban allí Carlos Karis y Nora Larrubia, que serían desaparecidos durante la Contraofensiva. Después de esperar un mes en Paraguay por papeles seguros para seguir el viaje, rumbearon hacia México; ya asomaba la idea del regreso. “Allí nos recibe el compañero Gustavo Herrera. Nosotros paramos en un hotel. Él nos hace ir a una casa, que no conocíamos la dirección, aparte no

Sus padres biológicos fueron secuestrados en 1977. Su mamá pidió por carta que la criaran sus compañeros. Carlos Karis y Nora Larrubia, quienes asumieron esa responsabilidad, fueron desaparecidos durante la Contraofensiva. Ella presenció los secuestros. Su abuela materna la buscó incansablemente, hasta que la encontró mientras caminaba en las cercanías del lugar del operativo. La terminó criando la familia biológica. En una hora, Selva Varela Istueta narró su tremenda historia con reflexiva entereza y una sonrisa siempre a mano, a pesar de todo. (Por El Diario del Juicio*) ✍️ Texto 👉 Fernando Tebele 💻 Colaboración  👉 Giselle Ribaloff/Valentina Maccarone💻 Edición 👉 Diana Zermoglio📷 Fotos 👉  Gustavo Molfino/Andrés Masotto Selva Varela Istueta sostiene una foto en la que se la ve de pequeña junto a quienes considera sus padres: Carlos Karis y Nora Larrubia.📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio ¿Cómo repercutirá el cuidado para tocarse en este juicio, que bien podría ser llamado el juicio de los abrazos? ¿Asistirá menos gente a la sala de audiencias? ¿Qué más puede oírse con aires de novedad en un juicio que ya tuvo cerca de ciento cincuenta testimonios? Esas fueron algunas de las preguntas que sobrevolaron durante la previa de la jornada. En poco más de una hora todas las respuestas quedarán a la vista.Del Covid-19 comienza hablando el presidente del Tribunal, Esteban Rodríguez Eggers, apenas después de su saludo. Pide que no haya más de veinticinco personas del público escuchando cada testimonio, de manera tal que quedará libre alguna silla entre asistentes. Como ya había contado en algunas otras audiencias, explica con tono de disculpas que la administración de la sala no corresponde a este tribunal, sino a otro de San Martín, y que es Casación la que debe propiciar que se provean los elementos de limpieza necesarios. Dice que el alcohol en gel que se ve en el estrado lo han comprado los mismos jueces. En los baños no hay jabón…Hay algo menos de gente que habitualmente, pero cuando se recorre con una mirada la sala, una veintena de rostros aparecen infaltables. Ya está sentada en su silla la primera testigo cuando piden que no se cierren las puertas para que haya circulación adecuada de aire. Aunque permanezcan abiertas las dos puertas a cada costado trasero de la sala, el aire se torna pesado apenas comienza a hablar Selva Varela Istueta.Selva es colorida. Desde la blusa hasta sus aros, una paleta de colores recorre su cuerpo. Incluso su pelo tiene varios claroscuros que terminan en un rodete superior bien rubio. Como cada testigo, está de espaldas al público, por lo que hay que ver los televisores para apreciar la sonrisa que suelta cada tanto y se percibe a través de su voz.“Mi historia es compleja como tantas historias que me imagino han escuchado en este tribunal, basada en mucho relato, en un entramado de idas y vueltas en el tiempo, en diálogo permanente en esta construcción entre presente y pasado con diversas miradas de mi historia; en búsquedas, algunas fértiles otras truncas. Este largo camino me ha llevado hasta aquí”, dice con tono firme, seguro y amable. De arranque queda en evidencia que su historia es difícil -también- de contar. “Mi nombre es Selva María Varela Istueta. Soy hija biológica de Mario Anibal Bardi y Claudia Istueta, ambos eran médicos, militantes montoneros de zona sur del área de sanidad. Fueron detenidos desaparecidos en el año 1977 en oportunidades diferentes: primero mi papá, en enero; luego mi mamá, en noviembre. Para esa época yo tenía un año de edad”. Es tan compleja la historia de Selva que no está allí para hablar de sus padres biológicos, sino de quienes considera su papá y su mamá: Carlos Karis y Nora Larrubia, integrantes de Montoneros desaparecidos durante la Contraofensiva. Entonces habla de ambos. “Carlos Karis era oriundo de Miramar. Él se había instalado en la ciudad de La Plata para estudiar medicina. Nora Alicia Larrubia había nacido en Río Cuarto, Córdoba. Su padre era suboficial del Ejército del área de comunicaciones, y había sido trasladado muchas veces por su trabajo. Nora nació allí y después de varias ciudades a las que son trasladadas, en el año ‘62 se instalan en la ciudad de La Plata. En el ‘68 Nora empieza la carrera de medicina; Carlos y Nora cursan juntos, se hacen muy amigos y empiezan su militancia en la Juventud Universitaria Peronista (JUP). Luego se constituyen como pareja y, por su militancia, empiezan a ser referentes importantes de la zona, junto a Susana Larrubia, que es hermana de la Nora”, reconstruye Selva. “¿Cómo se vincula ahí con el caso de mi mamá?”, pregunta para darse pie aclaratorio. Elabora la respuesta con calma y fluidez. “Según testimonios de Daniel Karis, que es el primo de Carlos, con quien yo tuve varios encuentros cuando fui más grande y que va a testificar en este tribunal (dará un escueto testimonio más tarde), la casa donde vivía Karis en agosto de 1977 fue allanada. Se llevaron algunas cámaras de fotografía y otros objetos. Por eso Carlos y Nora deciden irse de La Plata y son trasladados por la organización directamente a la zona sur (del Gran Buenos Aires). Ahí aparece el vínculo con mi mamá, que era responsable del área de sanidad de la Columna Sur de Montoneros. Comienzan a militar juntos”. Varela Istueta con las fotos de sus papá y mamá del corazón como bandoleras,una en cada costado. Aquí se ve a Nora Larrubia.📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio El secuestro y la carta Selva llegó desde Tucumán para estar presente en la sala. Quienes han podido evitar las videoconferencias consiguieron indudablemente que sus testimonios fueran más cercanos. Ella está lejos de ser una excepción. Mucho menos cuando relata el secuestro de su madre biológica y el destino que Claudia soñó para su niña si algo le sucedía. “El 16 de noviembre de 1977, que es cuando mi mamá va a su última cita de la que nunca regresó, yo estaba al cuidado de Carlos y Nora. Desconozco si convivimos en el mismo domicilio, pero claramente

Cerca del final de los testimonios propuestos por las querellas, Selva Varela Istueta, Daniel Karis, Claudia Genoud y Ana Claudia Adur aportaron sus voces en otra extensa jornada. Varela Istueta y Karis declararon por Carlos Karis y Nora Larrubia. Genoud volvió a traer al debate a su hermano Julio César, a Raúl del Monte y a Mariana Guangiroli. Ana Claudia Adur es sobrina del cura Jorge Adur y compartió un extenso audio con la voz del “capellán montonero”. (Por El Diario del Juicio*) 📷 Fotos 👉 Gustavo Molfino/Andrés Masotto📷 Selección de fotos 👉 Andrés Masotto/Fernando Tebele ✍️ Textos 👉 Fernando Tebele 👆 Foto de portada  👉 Ana Claudia Adur, la sobrina del Jorge Adur, aportó una mirada muy emotiva acerca del cura que fue secuestrado durante la Contraofensiva y luego torturado y desaparecido en Campo de Mayo. En la foto puede apreciarse como desde su teléfono Ana Claudia compartió un extenso mensaje de su tío, cuya despedida da título a este informe. 📷 Foto 👉 Gustavo Molfino Registro cruzado. Mientras El Diario del Juicio fotografía a los imputados para volcar públicamente aquí, una mujer, familiar de alguno de los imputados, fotografió o filmó el momento, vaya a saberse para qué registro.Gustavo Molfino/El Diario del Juicio Marcelo Cinto Courtaux clava su mirada en la cámara. Con su campera, intenta cubrir lo que probablemente considere una vergüenza: las esposas que le colocan en el trayecto entre la cárcel común y la silla de los imputados.Gustavo Molfino/El Diario del Juicio Jorge Bano al retirarse de la sala de audiencia. Lo hizo por el pasillo entre la gente para poder verse con una familiar que lo acompañó en la sala el corto tiempo que estuvieron presentes.Andres Masotto/El Diario del Juicio El primer testimonio fue estremecedor. Selva Varela Istueta dio testimonio por quienes considera sus padres, Carlos Karis y Nora Larrubia, desaparecidos durante la Contraofensiva, pero que alcanzaron a criarla en sus primeros años tras la desaparición de sus padres biológicos: Mario Baldi y Claudia Istueta, secuestrados en 1977.  En la foto que tiene en su mano solo puede verse el rostro de Selva cuando era pequeña. Su madre Claudia Istueta había dejado una carta pidiéndole a Karis y Larrubia que criaran a su hija si les pasaba algo, que no fuera su familia biológica quien lo hiciera. Luego de la desaparición de sus padres biológicos y de los adoptivos, Selva finalmente terminó al cuidado de la hermana de Claudia, que también crió al hijo biológico de Karis y Larrubia. “No fue fácil”, aseguró Selva cuando se refirió al mandato incumplido de su madre.Gustavo Molfino/El Diario del Juicio Con la foto de Larrubia en un costado y la de Karis en el otro, Selva desgranó su terrible historia sin dejarle perder el protagonismo a su enorme sonrisa. “Mi historia es algo compleja, como tantas otras que habrán escuchado en este tribunal”, dijo al comenzar. Tenía razón en advertirlo. Detrás, la observa su hermano.Gustavo Molfino/El Diario del Juicio Al finalizar su testimonio, posó fuera de la sala con Beto Díaz, sobreviviente de la Contraofensiva que resultó fundamental en la reconstrucción personal/familiar que pudo hacer Selva. A la derecha de la imagen, Juan Carlos Karis, hijo biológico de Karis y Larrubia, a quien Selva siempre se referirá como su hermano. Aunque no tengan lazos sangüíneos, corren por sus venas las mismas penas, ausencias y dolores.Gustavo Molfino/El Diario del Juicio El segundo testimonio fue el de Claudia Genoud, la hermana de Julio César Genoud. Con el resto de sus hermanos y su pareja en primera fila, Claudia fue y vino entre el llanto y la risa. Se presentó anticipando algo de eso: “Soy la hermana de Julio César Genoud y soy llorona”, dijo al no poder aguantar la emoción. Cuando el juez Rodríguez Eggers le preguntó con gentileza si quería parar, su respuesta fue contundente: “Nooo, parar no”. Puño cerrado y anteojos rojos sobre la mesa para el momento de recordar la última vez que se vieron. Julio César viajó a París, donde ellá vivía con su compañero y su pequeña hija. Allí conoció a su sobrina. Claudia recordó que intentó convencerlo para que no volviera, “pero estaba convencido de que era el momento para regresar”. Fue en abril de 1979.  Claudia leyó una carta que su hermano le envió desde el Penal de Sierra Chica a un compañero con el que practicaba básquet: “Era su pasión”, señaló. Fechada el 5 de enero de 1976, trascribió la carta “porque Julio César tenía muy mala letra”. Luego le dieron la opción para salir del país y allí conoció a Mariana Guangiroli, de quien se enamoró. Volverían juntos para la Contraofensiva tras dejar a la pequeña hija de Mariana, Victoria del Monte, en la guardería de La Habana.Gustavo Molfino/El Diario del Juicio Los dos más cercanos son hermanos Genoud. Uno de ellos, Daniel, con camisa azul, declaró en el juicio y fue quien lo ayudó a Julio César a salir del país de manera segura. El foco está puesto en el compañero de Claudia, El Vasco. La testigo, que también es sobreviviente ya que estuvo secuestrada cinco días en la ESMA, contó que se enteró de la caída de su hermano y de Guagiroli a través de una solicitada que sacó Montoneros denunciando las desapariciones, y que tenía fotos de cada uno de los integrantes de ese grupo de la Contraofensiva.Gustavo Molfino/El Diario del juicio Genoud aportó a la causa una foto de Raúl Del Monte. “Sé que su hija Victoria dio testimonio acá, pero ella no tenía ninguna foto de su padre, y yo encontré esta y la traje”. Del Monte fue secuestrado en Mar del Plata y pasó por el Centro Clandestino de Torturas y Extermino La Cueva. Su hija Victoria ya dio testimonio en el juicio. Del Monte, Genoud y Guangirolli se conocían desde pequeños. Del Monte y Guangiroli son papá y mamá de Victoria, que considera a Genoud “mi segundo papá”, según contó en su testimonial en este juicio. Andrés Masotto/El Diario del Juicio Desde Mar del Plata, brindó un corto testimonio Daniel Karis, primo de Carlos Karis. Fue corto y aportó el conocimiento