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Osvaldo Orrego


Con tres testimonios de diferente valor, los exconscriptos continuaron aportando, desde sus vivencias, piezas fundamentales que contribuyen a conocer la mecánica operativa de los Vuelos de la Muerte. En esta audiencia, Pedro Trejo contó cómo el imputado Malacalza le abrió la puerta del avión durante un vuelo. Osvaldo Orrego recordó además los maltratos a los que eran sometidos los colimbas. Arturo Degregorio habló de “cosas raras”. (Por La Retaguardia/El Diario del Juicio*)  ✍️ Redacción: Paulo Giacobbe 💻 Edición: Fernando Tebele 📷 Foto de portada: El testigo Pedro Trejo, un excolimba que estuvo en Campo de Mayo, aportó datos relevantes sobre los Vuelos de la Muerte o Vuelos Fantasma. (Captura de pantalla transmisión de La Retaguardia) La panza del avión Fiat G222 se alejaba de la pista de aterrizaje de Campo de Mayo piloteado por el Mayor Delsis Malacalza y un compinche asistente. Cuando la altura fue considerable, Malacalza abrió la rampa trasera. El único pasajero fuera de la cabina, el conscripto Pedro Trejo, sintió terror. Pensó que el aire lo chuparía y terminaría cayendo. Se agarraba de lo que podía. Entonces alcanzó a ver a Malacalza riendo. Para la suerte de Trejo no se trataba de un Vuelo Fantasma o de un Vuelo de la Muerte, era solo una típica broma castrense, de esas que templan el carácter.     Pedro Trejo prestó el Servicio Militar Obligatorio en el año 1977 hasta marzo o abril del año siguiente, según contó frente al Tribunal Oral Federal en lo Criminal N°2 de San Martín. “Fui destinado a Arsenales, donde están las camionetas, camiones, como mecánico, pero después faltó chofer y me llevaron como chofer. Y estuve como chofer todo el período de instrucción”, contó. Además realizó guardias en Campo de Mayo. De esa época, a Trejo, por lo menos dos cosas le llamaron la atención. Del vuelo con Malacalza: “La altura. Cómo se veían los autos, se veía todo chiquito, la ruta como si fuera camino de hormiga”. Lo otro fue en tierra, unos camiones que ingresaron al predio y llegaron hasta la pista: “unos camiones de la Federal, tipo 350, con cajas grandes, tipo los que llevan a los presos. Habían llegado dos, tipo a las cuatro o cinco de la tarde”. En la punta de la pista estaba el avión Fiat esperándolos, dijo el exconscripto. —Trejo, ¿sabe lo que llevan allá, en ese avión? —lo inquirió otro día un Cabo Primero.  Ante la negativa del conscripto, el Cabo Primero volvió a hablar: “Todos fiambres, muertos de la subversión”.  Si bien el testimonio de Trejo fue contundente y corto, no se podrá decir lo mismo del siguiente. El también exconscripto Osvaldo Oscar Orrego prolongará su testimonial cayendo en numerosas contradicciones con lo que había declarado ante el Juzgado de instrucción. Nada de lo dicho en esta oportunidad va a coincidir con aquella vez y llegará hasta el punto de tener que reconocer su firma en la declaración anterior.  —¿Escuchó alguna vez de algún comentario respecto de la existencia en el batallón de vuelos fantasmas? —preguntó el fiscal Marcelo García Berro. —No, eso no recuerdo —respondió Orrego.  —¿Escuchó alguna vez qué era lo que trasportaban estos aviones? Por comentarios. —No, nunca jamás. —No, nunca.—repitió García Berro la respuesta de Orrego y repreguntó— ¿Escuchó alguna vez que estos aviones trasportaran personas?  —No. —Bueno, Señor Presidente, la declaración que ha presentado el testigo es prácticamente en todo contradictoria. Habría que leerle todo lo que dijo para que aclare lo que tenga que aclarar. Es una contradicción en todo lo que ha declarado antes. “Nosotros la pasamos mal con esa gente” El bolillero que decidía por sorteo quienes harían la conscripción cada año y quienes “se salvaban” fue fatídico para Osvaldo Orrego y en 1977 tuvo que cumplir el Servicio Militar Obligatorio. “Nos presentamos como a las cinco de la tarde y nos quedamos hasta las nueve de la noche. Y de ahí (Capital) nos subieron al micro y nos llevaron, pero no sabíamos adónde íbamos”. El micro finalizó su recorrido en Campo de Mayo y Orrego quedó prestando funciones obligatorias en la Compañía de Servicios. “Yo estaba en el club de soldados, me acuerdo, yo hacía la comida. Vendían hamburguesas y toda esa clase de cosas, entonces teníamos un club de soldados, que venían ellos cuando le daban para que descansen. Venían a jugar. Teníamos pelotitas y todo esa clase de cosas y yo hacía las hamburguesas”.  Orrego también realizaba guardias y, pese a sus contradicciones y olvidos, va a dejar algunas cosas en claro. No vio nada, se corrían rumores varios y si antes dijo algo es porque es así, pero que ahora “no se recuerda”. Lo que expresó con mayor nitidez fue el maltrato cotidiano al que eran sometidos de manera natural, como parte del aprendizaje en defensa de la patria. “A nosotros nos maltrataban mal, no nos daban de comer, nos recagaban a trompadas. Nosotros la pasamos mal en el 77 con esa gente”.  En esa misma línea, el ex cocinero de hamburguesas del club de soldados, dijo que a ellos los guardaban: “Cuando venía gente o algo por el estilo a nosotros nos guardaban, éramos 300 soldados y ellos no dejaban salir a ninguno. Ellos no sé qué hacían afuera, nosotros no preguntábamos nada, teníamos mucho miedo, porque no se preguntaba, no podíamos hablar ni nada por el estilo. Eso nos prohibían, era muy jodido, pero no sabíamos nada”. No era la primera vez en la jornada que hablaba de cómo los encerraban. Apenas el Presidente del Tribunal le mencionó el nombre de los acusados y de las víctimas, se apresuró: “No recuerdo los nombres que usted me da y segundo, que jamás de los jamás, mejor dicho, siempre nos tenían guardados dentro de la Compañía de Servicios”.  Las precisiones que requiere un testimonio de esta naturaleza chocan de frente con diálogos como el siguiente:  —¿Recuerda qué aviones había en la pista? —preguntó el fiscal. —No, aviones no he visto. He visto helicópteros y Hércules. —¿Y el Hércules qué es? —El Hércules es