Raúl Alfonsín
Viviana Losada sufrió el genocidio en su familia. Rodolfo Ortiz, el padre de sus hijos/as cayó en el ataque que el Ejército y la Bonaerense desataron el 29 de marzo de 1976 sobre la quinta La Pastoril, donde se desarrollaba una reunión ampliada del PRT-ERP, junto a otras organizaciones revolucionarias de Latinoamérica. Pensó durante años que lo habían asesinado allí. Recién en 1998 supo que lo capturaron vivo, lo llevaron a Puente 12 y lo desaparecieron tiempo después. Declaró el 11 de noviembre de 2021 en el juicio que es transmitido cada jueves en vivo en el Canal de YouTube de La Retaguardia. Losada detalló una historia de militancia por el socialismo y de lucha por Memoria, Verdad y Justicia, que no es solo su historia, es la historia de un país. (Por La Retaguardia) ✍️ Redacción: Paulo Giacobbe ✍️ Textuales: Mónica Mexicano 💻 Edición: Fernando Tebele/Diana Zermoglio 📷 Fotos: Capturas Transmisión La Retaguardia Viviana Losada comenzó el testimonio hablando de su familia. “Mi papá era un trabajador, era empleado de una compañía de seguros. Mi mamá cosía camisas hasta que nació mi tercer hermano, que tiene ocho años menos que yo. Mi papá era un socialista convencido, absolutamente, profundamente socialista. Mi mamá era una señora creyente, muy cristiana, pero que no creía para nada en los curas. En ese ambiente nosotros nos fuimos criando con bastante libertad y discutiendo; en general se hablaba de política en casa. Mi generación, la de mis hermanos, mis primos, fue la primera generación de la familia que fuimos universitarios”, resumió de un tirón quien ingresó a la facultad de Arquitectura en enero de 1967. Tenía 16 años. Rodolfo Ortiz, el Negrito o “El Pingüi” “también fue el segundo hijo de tres, de un matrimonio paraguayo. Su papá era militante del PC (Partido Comunista) y vino a la Argentina escapando de la dictadura de (Alfredo) Stroessner. Su mamá era ama de casa; en ese momento tuvieron a su primer hijo en Salta y después bajaron y se instalaron en el conurbano, justamente en Lanús. Yo soy de Lanús”, continuó Viviana Losada, que a Rodolfo lo conoció recién cuando ingresó a la facultad. El padre de Rodolfo era plomero, recorría el barrio en bicicleta hasta que una “una patota policial le da una paliza fenomenal. Y a raíz de eso, al poquito tiempo de esa golpiza, él fallece”. Rodolfo tenía cinco años. Su hermano mayor tenía ocho y la más chica todavía gateaba. Genara, su madre, trabajaba en un kiosco y pidió ayuda al Consejo del Menor y la Familia, que luego de unos trámites incorpora a sus hijos como pupilos en el Instituto Torcuato de Alvear de General Rodríguez. “Por pobres, no por nada en particular, porque ella no los podía tener”. Rodolfo hace ahí la primaria y secundaria, mientras que en las vacaciones hacía changas en una estación de servicio. A los 19 años entra en Arquitectura. La toma de Arquitectura “En el año 71 los estudiantes de arquitectura generamos un enorme movimiento porque el gobierno, la dictadura de Onganía-Levingston-Lanusse, nos declaró prescindibles. Arquitectura y Filosofía fueron declaradas dos carreras prescindibles porque no se necesitaba nada de eso y nos cerraron la Facultad. Nosotros ya veníamos organizados como movimiento estudiantil, había cuerpo de delegados, había asambleas y todas esas cosas. Yo ingresé al año siguiente de la Noche de los Bastones Largos, así que transité el silencio, los primeros discursos, hasta las enormes movilizaciones de Arquitectura”. Losada y Ortiz ya eran delegados. Cuando la policía reprime con caballos y gases, los desaloja de Arquitectura, se van a la toma de Filosofía y Letras. Viviana explicó que participaron, sin conocerse pero juntos, en gran cantidad de movilizaciones y actividades. En el subsuelo de la UTN (Universidad Tecnológica Nacional) se realizaban reuniones, incluso algunos docentes daban sus clases. “Discutíamos cómo seguir, porque la verdad era que si la facultad se cerraba, todos quedábamos sin carrera”. Cuando en 1971 se terminaron las clases, cada cual volvió a su casa, pero Viviana quedó enganchada: “le pedí a un compañero que en ese momento era militante de la Tendencia Antiimperialista Revolucionaria que yo quería participar más orgánicamente de eso, porque la verdad había muchas cosas por discutir. Entonces este compañero resolvió hacer como un equipo con todos los de Arquitectura habíamos pedido lo mismo”. En ese equipo estaba Rodolfo, “El Pingüi”. El equipo de arquitectura se convierte en un equipo de “simpatizantes del PRT-ERP que hacíamos algunas tareas de propaganda”. Repartían volantes en las fábricas y realizaban pintadas. A una compañera de ese grupo se la lleva la policía cuando, justamente, pintaba consignas del partido. Como Rodolfo y Viviana la conocían, van a la casa familiar a avisar. Pero la cosa no resultó tan sencilla. “En la casa no había nadie. Estaba un tío porque se habían ido de vacaciones y el tío era militar, o eso nos dijo. Nos tomó el nombre y el apellido, dijo que él tenía cámaras, que nos había filmado y que él nos iba a denunciar a nosotros para poder sacar a su sobrina. Así que nosotros salimos… nunca habíamos esperado una cosa semejante”. En el Partido les recomendaron no volver a sus casas por unos días y cambiar sus fisonomías. Esa noche no tenían donde ir, estaban muy asustados. Tampoco sabían qué había pasado con su compañera. Estuvieron yirando toda la noche, pero también se conocieron en profundidad. “En ese tiempo nos contamos la vida, quiénes éramos, quién era la familia, por qué nos habíamos metido ahí, qué sé yo, todas estas cosas. Y cuando el partido a la mañana siguiente nos dice que tenemos un lugar para ir, de un matrimonio que nos había ofrecido gentilmente tenernos en su casa esos tres o cuatro días, nosotros en ese ínterin, entre pasar toda la noche contándonos todo y vivir tres o cuatro días juntos, la verdad que nos enamoramos profundamente y empezamos a salir”. El 26 de febrero de 1972 se habían puesto de novios y el 10 de abril del mismo año se
En una nueva audiencia del juicio que busca saber qué pasó con José Díaz, uno de los cuatro desaparecidos de La Tablada, le tocó el turno de hablar al responsable de tanta barbarie. El ex General Arrillaga amplió su declaración, envuelto en la férrea voluntad de negar lo innegable y sostener la impunidad que lo acompañó 30 años. Antes de comenzar, el tribunal le consultó si podíamos registrar su testimonio en formato audiovisual, en vivo, a lo que Arrillaga se negó. Foto: Arrillaga declarando frente al mapa de La Tablada (Gustavo Molfino) “No voy a aceptar preguntas”, fue lo primero que dijo ante la consulta del tribunal. Y a partir de allí desplegó, durante casi dos horas, argumentos que han sido rebatidos por numerosas pruebas durante este ejemplar proceso llevado a cabo por el TOCF4 de San Martín. La principal estrategia esgrimida por Arrillaga (y que permite anticipar cuál será la línea argumental del alegato de la defensa) fue intentar relativizar su responsabilidad en los hechos a partir del descontrol represivo que se vivió durante la “recuperación militar” del cuartel. “El combate de La Tablada se caracterizó por una gran desprolijidad”, indicó. Entre los factores que incidieron para que esto sucediera mencionó “la sorpresa ganada por los terroristas al iniciar el ataque”, “el accionar desprolijo de la policía”, “que esto sucedió durante la licencia del Ejército y coincidiendo con el cambio de guardia en la unidad”, “el poder de fuego de los terroristas, que se apoderaron de elementos, y que tenían armamento más moderno que el del Ejército”, y “los refuerzos heterogéneos que llegaban al cuartel, para reforzar el cerco”.Otro de los puntos centrales con los que intentó limitar su responsabilidad en los hechos, fue sostener que carecían de comunicaciones durante la recuperación. “Llegamos al punto crítico de la falta total de comunicaciones que impedía una conducción centralizada”, alegó. E insistió en la idea de que esto “le impedia al comandante conocer lo que estaba pasando del otro lado del cuartel” que provocó según Arrillaga “la falla de la conducción centralizada”. Haciendo cosas raras Sin dudas, lo que más dolió de la exposición del genocida Arrillaga fue la liviandad con que se refirió a la represión desatada en La Tablada. El discurso de impunidad de los militares genocidas volvió a escucharse en boca de este exgeneral ya condenado cinco veces por delitos de lesa humanidad en Mar del Plata. Sin más, quiso explicar “el termino aniquilar para el Ejército”, que tendría dos posibilidades: “anilquilamiento físico del adversario o quebrar su voluntad de lucha”. Según Arrillaga, que intentó convencer al tribunal de que solo sucedió esto último: “lo que sucedió, fue la rendición de La Tablada”, pero son numerosos los testimonios (y el alegato posterior de la querella así lo demostró) que dan cuenta de que el plan fue de exterminio.Para reforzar su idea, y dejando ver su línea de pensamiento, indicó: “acá no hubo fusilamientos ni cosas raras”. Sin embargo, en su envalentonado discurso, volvió a demostrar de qué fueron capaces las fuerzas represivas y cuál era su desprecio por la vida humana. “El 23 también se consideró el ataque nocturno al Casino de Suboficiales, pensado que el fuego obligaría a las personas allí presentes, o a las alimañas, a salir. Pero la oscuridad no permitiría distinguir a terroristas de rehenes, y se desiste de esta idea”.En su último intento de defensa, Arrillaga quiso arrastrar consigo a Raúl Alfonsín. Por eso se refirió a la visita del entonces presidente al lugar de los hechos. En su recorrida “observa a los detenidos, cómo se les da apoyo medico, a uno se le coloca suero por la deshidratación de más de 30 horas de combate, observa el trato que si bien es duro es correcto”, indicó Arrillaga. Y agregó, para intentar sostener esta línea argumental: “me queda una inquietud de pensar que si mi proceder hubiera sido errado respecto a los detenidos, y ante una novedad que afectara a ellos, el señor presidente caracterizado por ser el defensor de la democracia y el protector de los derechos humanos, hubiera reaccionado ante un acto perjudicatorio a los detenidos, y hubiera aplicado el máximo rigor de inmediato ante la ley”. Una argumentación que en lugar de salvarlo a él, hunde un poco más la figura pública de Alfonsin: los testimonios de los sobrevivientes, que lo escucharon ingresar al lugar donde estaban detenidos, encapuchados y maniatados, y su discurso posterior por cadena nacional (al que el exgeneral también citó) son el punto más oscuro en la trayectoria del “padre de la democracia”. Arrillaga ingresa para declarar. De fondo en la imágen de tv, los tres jueces: Rodríguez Egger, Mancini y De Korvez.(Foto: Gustavo Molfino) Reivindicando el exterminio Si bien no fue un discurso de defensa política de lo actuado, la sistemática negación de los hechos y el intento por criminalizar a las víctimas, demostró el carácter reivindicativo de su discurso ante el accionar criminal perpetrado 30 años atrás. A la vez que, muy atento a sostener las pistas falsas que sembró en el pasado, intentaba reforzar una historia que ha quedado en este juicio totalmente desacreditada.Comenzó por relatar cada muerte de los efectivos del ejército, pero sin nombrar a Esquivel, a quien indicaron durante todo este tiempo como la última persona que vio con vida a José Díaz e Iván Ruíz, dos de los desaparecidos en La Tablada. En este juicio, fueron numerosos los testimonios que demuestran que Esquivel murió mucho antes de que fueran detenidos los militantes del MTP. O casualidad, Esquivel estuvo ausente del listado de bajas que presentó Arrillaga.“A la mañana se intima la rendición, se ve que salen los terroristas a un lugar abierto para tener la posibilidad de ser filmados” aclaró Arrillaga, con una frialdad que duele. sin negar ni ratificar que haya sido él quien realizó la intimación, como han sostenido todos los sobrevivientes. “Cuento unos 13 y una mujer herida, que va a fallecer luego, desconozco el lugar, pero será luego recogida por la Policia bonaerense en
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