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Roberto Perdía


Convocado por la defensa, declara Roberto Cirilo Perdía.

El lunes pasado se realizó una nueva audiencia. Declararon Amor Amati (la compañera de Roberto Perdía), Gustavo Herrera, Benjasmín Chiapino y Nélida Rey. Fue otra extensa jornada, en un día no habitual. Amati relató su paso como una de las personas a cargo de la guardería de La Habana y la secuencia de secuestros en Perú. Herrera dio detalles de las interferencias televisivas, incluso aportó casetes al tribunal. Chiapino habló de su vida militante dedicada a “mejorar la vida de los campesinos”. Nélida Rey recordó a Jorge Oscar Benítez Rey. (Por El Diario del Juicio*) 📷 Julieta Colomer📷 Daniel Cabezas📷 Luz Deñisoff📷 Virginia Croatto📝 Fernando Tebele💻 Martina Noailles☝ Foto de portada: Antes de comenzar la audiencia, la fiscal Gabriela Sosti, con un tapado estilo Principito, dialoga con uno de los nietos de Amor Amati, que estaba por declarar. El chico, que tiene 13 años, pudo presenciar el testimonio de su abuela autorizado por su padre y su madre. 📷 Julieta Colomer ☝ La audiencia comenzó una vez con demora. Cuando llegó la jueza Morguese Martín, ingresaron los imputados. El que está por sentarse es Raúl Guillermo Pascual Muñoz. Atrás viene Jorge Eligio Bano.  📷 Julieta Colomer/El Diario del Juicio ☝ Ya sentados. En primer plano Marcelo Cinto Cortaux, el único preso en cárcel común. Luego Ascheri y Bano. Tapado Muñoz. Detrás Apa y al fondo Casuccio.  📷 Julieta Colomer/El Diario del Juicio ☝ El primer testimonio fue el de Amor Amati de Perdía. Se refirió a su paso por la guardería de La Habana, y relató lo que vivió durante el operativo del Batallón de Inteligencia 601 en Perú. Amati comentó que cuando habló por teléfono con Noemí Gianetti de Molfino, que luego sería secuestrada y asesinada. Mima, como la conocían, le dijo: “Esto está podrido”.  📷 Julieta Colomer/El Diario del Juicio ☝ En primera fila, observa la declaración una de las nietas de Amati, mirando el monitor para verla de frente. En la fila de atrás, la nietra de Armando Croatto y Susana Brardinelli. Las adolescentes son amigas.  📷 Virginia Croatto/El Diario del Juicio ☝ De izq. a der. Sabina, su padre Dante Martín (su padres también fueron parte de la Contraofensiva), Amor Perdía (hija de Perdía y Amati), Sahid y Roberto Perdía.  📷 Julieta Colomer/El Diario del Juicio ☝ El segundo testimonio fue el de Gustavo Herrera. Participó en la Contraofensiva en los grupos que interfirieron las señales de canales de TV. Entregó al tribunal casetes con las consignas que se escuchaban en remplazo de las señales originales. “Mi obesesión es cómo pasamos esta historia de una generación a la otra”, señaló.  📷 Julieta Colomer/El Diario del Juicio ☝ Estudiantes de la Escuela de Educación Media Nº2 DE 17 Rumania. Pertenecen al curso 5º 2ª. Fueron como parte del Programa La Escuela va a los Juicios.  📷 Daniel Cabezas/El Diario del Juicio ☝ El tercer testimonio fue el de Benjasmín Chiapino, de 80 años. Hombre de campo, contó que cuando se fue, lo hizo con una idea clara: “A los 16, me fui con la idea mejorar la vida de quienes viven en el campo”. Fue parte de las Ligas Agrarias. “Cuando uno vive lejos de una universidad cree que el otro siempre es el que sabe”, definió.  📷 Daniel Cabezas/El Diario del Juicio ☝ Chiapino contó que durante la dictadura hubo un intento por armar la Liga Argentina de Básquetbol, pero que no prosperó porque los dirigentes decían que el término liga “es comunista”. 📷 Virginia Croatto/El Diario del Juicio ☝ La última testigo fue Nélida Rey. Lo hizo por su hijo, Jorge Oscar Benítez, desaparecido durante la Contraofensiva. Ante la presencia de la secretaria del juzgado, señala a las personas de la foto.  📷 Luz Deñisoff/El Diario del Juicio ☝ En la primera fila, Oscar Benítez Valdez, hermano de Jorge. Con la rosa rosa tejida, Olga Benítez. 📷 Luz Deñisoff/El Diario del Juicio ☝ El abrazo final entre Rey y Benítez, que declaró en la audiencia 20. El testimonio de Rey tuvo el tono emotivo que siempre se da en el caso de las madres que declaran por sus hijos e hijas.  📷 Daniel Cabezas/El Diario del Juicio ☝ Luz Deñisoff es la hija de Olga Benítez. Con sus fotos, aporta al Diario del Juicio habitualmente. Pero aquí, además, estaba asistiendo a un testimonio de su familia.  📷 Virginia Croatto/El Diario del Juicio ☝ Rey con la foto de Jorge Oscar Benítez Rey en el pecho, luego de testimonio. 📷 Virginia Croatto/El Diario del Juicio *Este diario del juicio por la represión a quienes participaron de la Contraofensiva de Montoneros, es una herramienta de difusión llevada adelante por integrantes de La Retaguardia, medio alternativo, comunitario y popular, junto a comunicadores independientes. Tiene la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguinos diariamente en https://juiciocontraofensiva.blogspot.com

En la cuarta audiencia declaró Ana María Montoto Raverta. Lo hizo por el secuestro y desaparición de su mamá, María Inés Raverta. Su testimonio tuvo un nivel de alta emoción. Relató con crudeza las torturas a las que sometieron a su madre en Perú y leyó una carta que envió cuando ella y su hermana estaban en la guardería de La Habana. (Por Fernando Tebele para El Diario del Juicio*) Foto de tapa: Montoto Raverta leyendo la carta de su madre, emocionada. La observa la fiscal Sosti (Gustavo Molfino) “Hay una frase que me gusta muchísimo, que me dijo una vez Alicia, una amiga de ella, que para mí la define. Me dijo: ‘Tu mamá no te daba lo que le sobraba, te daba lo que tenía’, y siempre me quedó grabada esa frase desde el momento en que me la dijo, porque justamente creo que es coherente y engloba todas estas cualidades que les fui contando de ella, porque dio su vida por lo que pensaba, lo que creía, por nosotras, sus hijas, sus compañeros, los que ya no estaban, los que seguían luchando, entonces me parece importante decírselos”.La que habla es Ana María Montoto Raverta. Se refiere a su mamá, María Inés Raverta, una de las cuatro víctimas de la operación de inteligencia del Ejército argentino en Lima, Perú. Ani, como le dice el mundo que la quiere, tiene siempre una sonrisa en el rostro. Seguramente sea su gesto más característico. Cuando cuente más tarde que es médica pediatra, será sencillo imaginar que el trato con los niños y niñas debe estar cargado de dulzura. Pero ahora está ahí, comentando cómo conoció a su madre a través del relato de sus compañeros y compañeras. Se dirige directamente al tribunal. El suéter gris juega de base para la rosa roja (ya una marca registrada de este juicio) tejida por la abuela de su amiga Virgina Croatto y para la foto de su madre. “¿Puedo tener esto acá?”, preguntó al comenzar. El juez obviamente le dijo que sí.Montoto Raverta recorre la historia de sus padres y rápidamente se mete en la propia, al narrar su paso por la guardería de La Habana, el lugar donde quedaron los hijos e hijas de quienes fueron parte de la Contraofensiva. Allí estuvieron a cargo de otros/as integrantes de Montoneros que también participaron de la acción, en este caso al cuidado de los niños/as. Luego retomará esa historia y les pondrá nombres, uno a uno, pero ahora vuelve a su mamá, María Inés (Juliana en la organización). Y va a dejar a un costado la sonrisa, casi al mismo tiempo en el que toma un papel y presenta el texto que va a leer. La guardería y la carta Emocionada, Ani se toma su tiempo para el anuncio. “Esto es una carta que les manda a sus compañeros de la guardería en donde estábamos nosotras, sus hijas, y otros hijos de compañeros que estaban en la Contraofensiva. Estábamos al cuidado de compañeros militantes que también estaban formando parte, yo después les voy a contar bien. La carta dice así —anticipa, dejando caer sus primeras lágrimas—. Esto me emociona, así que ténganme paciencia”. Y lee. La carta que María Inés Raverta les envió a sus compañeras/os a cargo de la guardería de La Habana. (Foto: El Diario del Juicio) Cómo están? Qué banda! Dios Mío! Parece mentira! Vos Estela, Cómo se alargaron los dos meses! Cuánto me alegro! Ya sé que estás trabajando muy bien y que recibís noticias de tu compañero. ¿Cómo se comportan mis hijas? ¿te dan mucho trabajo? ¿Y vos loca de mierda? (léase Nora) ¿Qué haces cuidando chicos? Me dijeron que estás hecha una profesional. Y que la vestís a Anina con puntillas y moños. Cuando me dijeron que estabas allí no podía creerlo, te imaginaba en cualquier lugar, incluso en Zimbawe pero menos allí. Me alegré mucho realmente. ¿Te sentís realizada? ¿Se te aclararon las ideas en cuanto a la canalla reformista? ¿Viste cómo terminaron? Y vos chantún (léase mi tocayo Julián) ¿Qué andás haciendo? Ya sé que como tía porota sos un avión. Que no te de vergüenza, tendrías que estar orgulloso, no te parece? Me alegro mucho que los tres estén allí. Me siento muy tranquila de que las nenas estén cuidadas por tres locos (¿??) como ustedes. Gracias. Pero tenía ganas de decírselos. Espero que no falte mucho para verlos y si pueden, escríbanme, que por alguna vía insólita quizás me llegue. Cuéntenme de las nenas y de ustedes. No dejen que mis hijas se olviden de mí. Léanle mis cartas y muéstrenle mis fotos. Yo se que lo deben hacer pero igual se los pido, porque las extraño mucho. Bueno, no quiero ponerme sentimental, así que la corto. Un fuerte (o mejor dicho tres) abrazos montoneros. Hasta pronto.Juliana Su voz se entrecorta en varios pasajes, pero consigue llegar al final. —Ana María, mencionaste a los compañeros de la guardería, a los que hace referencia tu mamá en la carta, ¿los querés mencionar? —retoma la fiscal Gabriela Sosti después de un silencio inevitable.—Sí: la tía Estela (Cereseto), que está acompañándome, Susana (Brardinelli) que está acá acompañando. Hugo (Fucek) que estuvo cuando se inició el juicio, que es el que le llama Julián, que se disfrazaba de la tía Porota para hacernos reír en momentos difíciles y Nora Patrich. Las tías, hasta la actualidad, siguen siendo las tías desde esa época en la guardería —enumera Ani, que recupera la sonrisa al girar su cabeza y cruzar con ellas miradas amorosas.—¿Te acordás cuántos hijos había en la guardería? —quiere saber la fiscal.—Mirá, la guardería fue en dos etapas así que no estuvimos todos juntos en su momento, pero aproximadamente 50 niños fuimos transcurriendo a lo largo de esos dos años que se formó la Contraofensiva. Varios de mis amiguitos de la guardería están acá acompañándome.—Una pregunta, de carácter aclaratorio. Vos hiciste referencia cuando empezaste a declarar y a hablar de la gente de la guardería que ellos formaban parte; es

Durante más de 3 horas, Gustavo Molfino relató la intensidad de los años ’70 y ’80 en su familia de militantes. Desde el horror del secuestro de su mamá, a metros suyo, hasta la desaparición de su hermana y su cuñado. Su rol como enlace clandestino entre Perdía y Firmenich y la aparición de un sobrino, el nieto recuperado 98. Parte de esa historia en esta crónica.  (Por Fernando Tebele para El Diario del Juicio*)Foto de tapa: Molfino minutos antes de ingresar para su testimonio. (Luis Angió)Gustavo Molfino entra a la sala con paso tan firme como lento. Parece tener el peso de la ocasión en sus espaldas, pero está decidido y se nota que necesita estar allí. Tiene una carpeta con documentos, de la que sobresalen unas fotos familiares. Se sienta frente al tribunal. Promete decir la verdad. Le preguntan si tiene alguna animosidad especial contra los imputados: “impartir justicia”, remarca. Es fácil anticipar un testimonio angustiado y angustiante, pero sorprende que, apenas dice dos palabras, su voz se parte en mil pedazos. No importa la primera pregunta que da pie al comienzo de su relato que se extenderá durante tres horas. “Tengo que hacer un poco de historia familiar”, anuncia apenas puede retomar el hilo histórico que lo conduce a narrar el asesinato de su madre y las desapariciones de una de sus hermanas y su cuñado. Justamente ahí se encarna el dolor: en su familia diezmada por el genocidio. “La política en mi familia se inicia en los ‘70. Mi hermano mayor, Miguel Ángel, era militante del PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores). Mi hermana Alejandra era simpatizante de la juventud guevarista del PRT. Mi hermana Marcela era militante del Peronismo de Base. Todavía mi madre -Noemí Esther Gianetti de Molfino, no la nombra aún-, que se había quedado viuda a los 36 años, era hasta ese momento un ama de casa que se dedicaba a todos nosotros”, enumera. Gustavo, el menor, apenas era un niño en tránsito hacia la adolescencia mientras la vida familiar transcurría en Resistencia, Chaco. Hablamos de una época en la que los y las jóvenes adolescían de muchas cosas, menos de una madurez prematura.Su hermana Marcela ya estaba de novia con Guillermo Amarilla y había dejado el Peronismo de Base para sumarse a la Juventud Peronista. “Ella me llevaba a las villas a ver cómo se peleaba para tener una canilla. Yo era muy chiquito”, recuerda con su voz a los tumbos. No hizo falta que llegara el golpe de Estado para que la violencia estatal golpeara la puerta de su casa. Más que golpearla, una patota derribó el acceso a la vivienda familiar de la familia Amarilla, en Mendoza 75. “Adentro de la casa estaban mi hermana, mi madre y la suegra de mi hermana, Ramona Amarilla. Mi hermana zafó por su cara divina, que la hacía pasar por adolescente aunque ya no lo fuera. Estaba en un camastro”. Después se enteraron de que un informe de la Policía Federal decía que no los habían encontrado y que en la casa había dos personas mayores y una niña enferma.Para ese tiempo, su hermano mayor, Miguel Ángel, era corresponsal del Diario El Mundo, la rica experiencia del PRT de contar con un periódico de alcance masivo. “Antes del golpe él se fue a vivir a la Capital, legalmente”. La familia recaló en el barrio porteño de Flores. Allí vivieron Marcela, Guillermo, Gustavo y Noemí, en una casa alquilada de Nazca 24, al filo de la Avenida Rivadavia y del peligro. “Vivíamos en un clima familiar. Felices, pero en una situación de clandestinidad que hacía que si alguno no llegaba estuviéramos alerta y siempre a punto de ‘levantar’ la casa”, lo que se recomendaba hacer cuando alguien caía, asumiendo que bajo tortura le arrancarían data.Poco después del golpe, en mayo de 1976, detuvieron a su hermana Alejandra “sospechosamente”, infiere Molfino, y anuncia que más tarde aclarará por qué lo dice. “Ella era un eje muy importante en mi familia. Tuvimos suerte. Fue a la cárcel de Devoto. No fue torturada y le dieron la opción de salir del país; se fue a mediados de 1977. Para diciembre de ese año nos fuimos a París con mi madre”. Noemí Esther Gianetti de Molfino se convertirá más tarde en una de las piezas de la Contraofensiva de Montoneros, y de la trama macabra e internacional de la inteligencia de la dictadura militar. Quedaron aquí, sufriendo el exilio interno, una hermana y un hermano, Liliana Estela y José Alberto, ambos integrantes de la Juventud Guevarista. El ingreso a Montoneros en París Gustavo tiene una camisa sobre la remera. Cuando alguna parte del relato lo incomoda, levanta el cuello de jean con sus manos y lo deja caer, como si volviera a acomodarse en ella. Los integrantes del tribunal, que durante el testimonio anterior, el de Víctor Hugo Beto Díaz, lo interrumpieron varias veces para que “puntualice en el objeto procesal”, ahora están en silencio y con atención completa. Los tres tienen el mismo gesto: se sostienen el rostro con una mano, con el pulgar sobre el pómulo y el índice cruzando los labios. Son de las pocas personas en la sala que no tienen los ojos humedecidos. Molfino va y viene en la línea de tiempo de su propia historia, pero nada de lo que dice carece de importancia. “En París nos sumamos al CAIS (Centro Argentino de Información y Solidaridad)”. Cuenta que allí, en marzo o abril de 1978, “fuimos testigos de la presencia del Capitán (Alfredo) Astiz, que se presentó con el mismo discurso de la Iglesia de la Santa Cruz, que era familiar de un desaparecido; se lo recibió como se recibía a todo el mundo: con los brazos abiertos. Tuvo contacto personal con mi hermana, periódicamente, hasta que el gobierno francés tomó conocimiento del testimonio de una secuestrada de la ESMA”, donde se lo identifica como parte de la patota.“En París, mi hermana Marcela me ofrece entrar a Montoneros y no

Con el testimonio de Roberto Cirilo Perdía comenzó la segunda audiencia en el juicio por la represión a la Contraofensiva de Montoneros. Quien fuera el Nº2 de esa organización, en un largo testimonio de casi 3 horas, marcó un contexto histórico y reivindicó a la Contraofensiva como una de las maneras en las que se acortó la extensión de la última dictadura. También contó cómo se organizó el ingreso al país de quienes venían del exilio y estimó la participación en 450 militantes. Dijo que el 80% de las bajas fueron para los grupos con tareas políticas, no militares. (Por Fernando Tebele para El Diario del Juicio*)Foto: Fabiana Montenegro Son exactamente las 11 y se abre la puerta. Todos sabemos quién va a entrar a la sala, pero la expectativa es tal que parece que no supiéramos. Camina lento. Se apoya levemente en un bastón. Entra acompañado por el mismo silencio con el que saldrá casi exactamente tres horas después. Todas las miradas apuntan a Roberto Cirilo Perdía. Tiene una camisa que se adivina por los cuellos, que disputan espacio con un pulóver color ladrillo; por supuesto el escote es en V. Lo recibe el presidente del tribunal, Esteban Rodríguez Eggers, con las preguntas de rigor previas al testimonio. Sin que transcurran más de dos minutos, le da la bienvenida también, menos amigablemente aunque sin perder nunca el gesto amable, el defensor oficial Hernán Silva: —¿Estuvo imputado en alguna causa por su accionar durante la Contraofensiva? —intenta amedrentarlo. La pregunta queda sin respuesta, porque el juicio es para ventilar los delitos cometidos por los militares de inteligencia que participaron de la represión a la Contraofensiva Estratégica de Montoneros. Tanto la fiscal Sosti como el juez se lo remarcan. No alcanzará.No lo sabemos, pero es fácil presumir que Perdía sabe que le esperan ese tipo de preguntas de parte de quien fuera el defensor del genocida Alfredo Arrillaga, recientemente condenado por los desaparecidos de La Tablada. No será el único. Hay otros dos defensores privados que esperan su turno para caerle encima.Perdía pregunta si va a poder revisar, mostrar y dejar copias al tribunal de una serie de papeles “que estuve buscando justamente para esta declaración”. Le responden que sí, por lo que apoya sobre la mesa pequeña una carpeta casi del mismo color que su pulóver. De cartulina fina, la carpeta desborda. Contiene documentos, copias de artículos periodísticos de esa época y de otras, originales de la revista Evita Montonera. Las irá citando con el correr de su extenso testimonio.Quien fuera el Nº2 de Montoneros utiliza la primera hora entera para realizar un contexto histórico. “El 67% de los desaparecidos eran trabajadores; de ahí, la mitad eran obreros industriales”, dice para señalar el sujeto social principal al que apuntaban como actores esenciales de la resistencia contra la dictadura. “Parece una clase de Sociedad y Estado de la UBA”, se escucha por allí. De a poco, a preguntas, lo van metiendo en la Contraofensiva. “Buscábamos el retroceso del poder militar con una lucha planificada del campo popular”, asegura antes de reivindicar el objetivo concreto de la acción, que era voltear a la dictadura. Repasa la duración de las largas noches latinoamericanas de aquellos años. “En Uruguay duró 12 años. En Chile, con Pinochet, 17. En Bolivia 18 y en Brasil 24 años”. Remarca Perdía que el promedio de las dictaduras del cono sur fue de 17 años . “No incluyo a Paraguay porque, bueno… con Stroessner el promedio se iría mucho más alto”, aclara. “En Argentina duró 7 años. Eso no fue casualidad. Eso se debe al sacrificio del pueblo argentino y sus organizaciones. Por eso duró 10 años menos. Fueron 10 años más de libertad. Ese es el fruto alcanzado, aunque el objetivo era mayor”, señala quizá en el momento de mayor vehemencia en su discurso.El Pelado -como le dicen quienes integraron Montoneros, lo sigan admirando o no- tira cifras de inflación y de caída del PBI. “Tengo materiales de la época que muestran cuáles eran nuestros programas —dice mientras exhibe un ejemplar de Evita Montonera de septiembre de 1978—. Y aquí está el programa para la pacificación de la Argentina con sus puntos: ‘Destitución del ministro Martínez de Hoz y cambio de las políticas económicas en favor del interés nacional y popular. Restitución de los derechos y garantías constitucionales. Rehabilitación sin excepción de todos los partidos políticos. Liberación de todos los presos políticos. Eliminación de los campos de concentración y publicación de las nóminas completas de los secuestrados. Convocatoria a elecciones’”. Perdía muestra los 10 puntos del Programa de oposición de Montoneros y pide dejar fotocopias al tribunal. “Esta es la prueba de cómo nos movíamos. A qué aspirábamos, Qué queríamos. El programa político abarcaba una lucha general que se estaba dando en ese momento. La respuesta de la dictadura es la que conocemos: a través de sus estructuras de inteligencia del ejército, no sólo operaban sobre la opinión pública para inclinarla a su favor a través del control de los medios de comunicación, sino que también operaban sobre nosotros a los fines de poder conseguir compañeros sobre los cuales operar para ir reproduciendo las caídas cotidianas a través de la tortura y los métodos de opresión harto conocidos”, define con convicción. “Ese es el momento en el que se desata la Contraofensiva”, delimita. “Aquella lucha, además de responder a la necesidad del pueblo, tenía un sentido histórico. Ese mismo año ‘79 se daba la Revolución en Irán y en Nicaragua se imponían los Sandinistas”. La organización de la Contraofensiva Con un pañuelo beige en su mano izquierda se va secando la boca luego de tomar agua. Está por dar detalles de cómo se organizó la operación. Cuenta que estaban divididos en cuatro grupos y pone ejemplos del accionar de cada uno de ellos. El militar: “a través de las TEI, que eran grupos para acciones militares”; agitación y propaganda: “los TEA, de tareas de propaganda que con equipos interferían las pantallas de televisión,  las anulaban y transmitían

Pasó la segunda audiencia del juicio por la represión a la Contraofensiva Estratégica de Montoneros. Fue la primera con declaraciones testimoniales. Antes de eso, la defensa anunció la muerte de Blas Casuccio, uno de los imputados, aunque no lo acreditaron con la partida de defunción. El tribunal “dispensó” a los imputados la posibilidad de no estar en la audiencia. Aportaron sus palabras Roberto Perdía, Daniel Cabezas y Virginia Croatto. Compartimos un fotoinforme. (Por Luis Angió, Fabiana Montenegro y Julieta Colomer para El Diario del Juicio*) Fotos: Luis Angió ↓ Fotos: Fabiana Montenegro ↓ *Este diario del juicio por la represión a quienes participaron de la Contraofensiva de Montoneros, es una herramienta de difusión llevada adelante por integrantes de La Retaguardia, medio alternativo, comunitario y popular, junto a comunicadores/as y fotógrafos/as independientes. Tiene la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, pero citando la fuente. Seguimos diariamente en https://juiciocontraofensiva.blogspot.com