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Roberto Ramón Arancibia


Era la última de las 4 víctimas de este juicio que faltaba ser ubicada en El Campito. Fue gracias al testimonio de Juan Carlos Farías, quien contó que su padre, Juan, vio a Roberto Ramón Arancibia en el Centro Clandestino de Detención, Tortura y Extermino El Campito, dentro de la guarnición militar del Ejército Argentino. Novillo Corvalán, Accrescimbeni y Rosace ya habían sido situados allí en testimonios anteriores.  (Por La Retaguardia/El Diario del Juicio*)  ✍️ Redacción: Paulo Giacobbe 💻 Edición: Diego Adur 💻 Cobertura del juicio: Fernando Tebele/Diego Adur 📷 Foto de portada: Captura Transmisión La Retaguardia Roberto Ramón Arancibia estaba detenido ilegalmente en El Campito, pero aun bajo tortura no revelaba su identidad. Es por eso que llevaron a Juan Farías, secuestrado en El Vesubio, para carearlo con él en Campo de Mayo. Lo reconoció como ‘Eloy’, el nombre de militancia que usaba Arancibia. Se conocían del PRT-ERP (Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo). Arancibia le entregaba los periódicos ‘El Combatiente’, órgano de difusión del partido, para que Farías los repartiera. El testigo de la jornada, Juan Carlos Farías, mencionó que varias veces lo vio en su casa y también lo conocía con el nombre de ‘Eloy’. Al final de la audiencia, reconoció una foto de Arancibia como esa persona que llevaba los diarios a su padre cuando él era chico.  Juan Carlos Farías fue secuestrado el 5 de mayo de 1977 junto a su padre y su hermano; los tres fueron llevados al Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio El Vesubio: “Un grupo paramilitar, no sé cómo llamarlo. Nos subieron arriba de una camioneta, nos vendaron. Cuando bajamos nos tiraron en una cama, al llegar al Vesubio. Ahora me doy cuenta. En ese momento no sabíamos dónde estábamos”, relató Farías. “Directamente ahí me ponen en una cucha como pusieron a mi padre (Juan Farías). En un momento dado nos trasladaron a unas camas. En esas camas levantaron primero a mi padre y empezaron a torturarlo”, detalló así el comienzo del horror. A Juan Carlos le preguntaban de que “orga” era el padre y él les decía que no sabía qué le estaban diciendo; no entendía que “orga” significaba organización. También querían saber “a qué política” se dedicaba el padre. Si era de izquierda. Juan Carlos solo podía decir que su padre era peronista, nada más.  “Al ratito levantaron a mi hermano (Omar Jorge). Lo empezaron a torturar. Pasó eso. Después me vino uno, no sé quién era bien, me puso un arma y me tiró un tiro en el oído, que ahí me oriné, me hice encima; Porque era una criatura, tenía 16 años”, contó. Farías calculó que habían pasado cinco días cuando lo llevan “a una sala con olor a carne quemada de ser humano, no se podía estar”, y le dicen que se va a ir. Le exigieron que no le comentara nada a nadie y le aseguraron que su padre pronto iba a salir. “En ese momento le pido que me dejen ver a mi padre. Me lo dejan ver. Primero no me dejaban verlo, ni a él ni a mi hermano”. Lo suben a un auto y en el Cruce Varela le dicen que se quite las vendas. Juan Carlos, por miedo, no se la quería sacar. “Estábamos ya en un lugar bastante importante, que no creo que… porque uno empezó a hacer… pensar, ‘no, qué me van a matar a mí, si tienen que matar van a matar primero a mi padre’, ¿sería la lógica, no?”. En una estación de servicio le compraron algo para tomar y lo dejaron en la puerta de la casa.  Campo de Mayo A Farías padre finalmente lo legalizaron y fue a parar a la Unidad Carcelaria N°9 y a Omar Jorge Farías, después de seis meses, lo largaron en Lomas de Zamora.  Ya legalizado, Juan Farías le contó a su hijo Juan Carlos que fue trasladado a Campo de Mayo para realizar un careo con Eloy, otro secuestrado. “Fue llevado a Campo de Mayo a enfrentarse con este hombre. Entonces le preguntan si lo conocía a mi papá y le dijo que sí, que lo conocía, y mi papá también le dijo que lo conocía. ¿Y de qué forma? Mi papá trabajaba en una fábrica y este señor Eloy le había dado a mi papá un periódico para leer”. Se trataba de un ejemplar de “El Combatiente”, el órgano de difusión del PRT-ERP. Eloy era el nombre de militancia que usaba Roberto Ramón Arancibia, uno de los líderes sindicales del Partido. “En ese momento, el grupo que trae a Eloy fue un grupo que lo agarra a patadas en el suelo (a Juan Farías), le revientan un oído y le rompen un pulmón. Empieza a tener problemas de pulmón y perdió un oído. El grupo que lo trae a mi padre les dice que dejen de pegarle porque era prisionero de ellos. Y ahí terminó”, contó de un tirón Juan Carlos. Luego de esa disputa de los represores por el exclusivo derecho a torturar a sus prisioneros, Juan Farías volvió con sus huesos a El Vesubio.  “Mi padre entró (a la UP 9) con 100 kilos y cuando lo vi me largué a llorar porque pesaba 60 kilos. Era irreconocible, fui muchos años a visitarlo y durante esos años me fue contando bastantes cosas, muchos relatos bastante crueles”, sintetizó Juan Carlos sobre el trato inhumano dispensado a su progenitor.  El testimonio del padre Juan Farías falleció unos años antes de este juicio . La justicia a carreta tiene esas cosas: crímenes de lesa humanidad ocurridos en mayo de 1977 están saliendo entre bostezos de su lugar de reposo. Pasaron una noche larga.  Juan ya había declarado en sede judicial su calvario en manos de las fuerzas represivas. Fue en marzo de 1984. Narró el secuestro en su casa a las dos de la madrugada, cuando 5 personas de civil que dijeron ser “policía” se lo llevaron a él junto a sus dos hijos. A su esposa le dijeron

Declara Juan Carlos Farías por el caso de Roberto Ramón Arancibia.

Patricia Bernardi, integrante del grupo fundador del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), fue citada a declarar en el juicio para hablar del hallazgo y la identificación de los restos de las cuatro víctimas de la causa. La antropóloga corroboró que las lesiones observadas en los cuerpos de Rosa Eugenia Novillo Corvalán, Roberto Ramón Arancibia, Adrián Enrique Accrescimbeni y Juan Carlos Rosace, se corresponden con las sufridas por las víctimas de los vuelos de la muerte. (Por La Retaguardia/El Diario del Juicio*)  ✍️ Redacción: Paulo Giacobbe 💻 Edición: Diego Adur 📷 Fotos: Transmisión de La Retaguardia ✍️ Cobertura del juicio: Noelia Laudisi De Sa/Diego Adur Al comenzar su testimonio, la antropóloga explicó que fue convocada por la Fiscalía específicamente por “dos sucesos, los de diciembre de 1976 y los del 18 de febrero de 1978”. Pero antes de explayarse en detalle sobre esos casos, se refirió a los cuerpos hallados en la costa de la República Oriental del Uruguay y la República Argentina. “En Uruguay el Equipo relevó 13 sucesos, en Colonia, Montevideo, Maldonado y Rocha. En Argentina, desde Magdalena y Punta Indio, Pipinas, y toda la zona de la costa de San Clemente del Tuyu, Santa Teresita, Lucila del Mar, San Bernardo, Mar de Ajo, Las Toninas, Pinamar y Villa Gesell, la cantidad de sucesos de hallazgo de cadáveres es de 14”, detalló.  “La paridad se rompe cuando nosotros hablamos específicamente de la cantidad de cuerpos aparecidos en Uruguay, que es de 27, en tanto que en Argentina es de 44”, dijo. Frente a esos hallazgos en ambas costas, ocurridos entre 1976 y 1978 simultáneamente, hay ciertas instancias administrativas que se van desarrollando. “No siempre que aparezcan en la costa significa que se trata de los Vuelos. Pero lo que caracteriza o define a las víctimas de los Vuelos es la perspectiva pericial; es decir, las lesiones observadas en los cuerpos”, explicó Bernardi. Esas lesiones existen en los casos que convoca a este juicio.     4 cadáveres en la costa del río Patricia Bernardi dijo que entre el 4 y el 6 de diciembre de 1976 se hallaron 4 cadáveres en la costa del Río de la Plata, en la localidad de Punta Indio. “Fueron levantados por personal policial del destacamento Cristino Benavidez de Verónica, Partido de Magdalena”, y trasladados a la “morgue de Santa Teresita donde un médico de la policía realizó la autopsia”. Mediante el relevamiento que el EAAF realizó sobre los legajos de la Policía de la Provincia, las actas de defunción, libros del cementerio y estudio de las autopsias, pudo informar que:  1- Los 4 cuerpos fueron inhumados como NN. 2- El médico policial Héctor Baudino realizó las autopsias y determinó que la muerte fue diez o doce días antes de ser arrojados al agua (entre el 23 y 25 de noviembre de 1976). 3 de los cuerpos son masculinos y 1 femenino. La causa de muerte es destrucción de masa encefálica, salvo en uno de los masculinos que es asfixia por inmersión. (Ese cuerpo, a la fecha, no pudo ser identificado).  3-En el cuerpo femenino Baudino detalló tres disparos – en región craneana posterior, maxilar izquierdo y tibia-peroné derecho- y que “fue arrojado a las aguas del Río de la Plata”.  El médico policial seccionó las manos de ese cuerpo y las envió para su identificación al laboratorio de necropapiloscopía en la Ciudad de La Plata. El 12 de diciembre de 1976 el cadáver ingresó al cementerio de Magdalena y fue inhumado como NN en la sección G, Tablón I, sepultura 14.    4- El 8 de febrero de 1977 el laboratorio de necropapiloscopía determinó que se trataba de Rosa Eugenia Novillo Corvalan y lo informó el 16 de febrero al destacamento policial. “Queda demostrado desde el punto de vista científico y de manera incontrovertible que las impresiones digitales corresponden a Rosa Eugenia Novillo Corvalán”, consignó el laboratorio.  5- Carlos Machado intervino como Juez Federal permitiendo el peritaje que no fue incorporado al sumario ni tampoco valió para rectificar el acta de defunción.  “La pericia queda encajonada en algún lugar”, razonó Bernardi. “Más allá que los restos fueron identificados en febrero de 1977, lamentablemente no hubo ninguna rectificación del acta de defunción”, ni en el libro del cementerio. Rosa, intencionalmente, quedó como NN.   Recién en 1997 el EAAF tuvo acceso al informe de necropapiloscopía. Con ese dato verificó si Rosa figuraba en la CoNaDeP y resultó que en el legajo número 76 figuraba la denuncia de su desaparición. Luego buscaron dentro del juzgado de Carlos Machado algún expediente de hallazgo de cadáver o de presunto homicidio y no se encontró ningún expediente judicial. En el Registro Nacional de las Personas buscaron registros de personas jóvenes con muertes violentas; Aparecieron los 4 cadáveres NN en Punta Indio.  El Equipo se contactó con la familia de Rosa, quien solicitó que se exhumara y se identificara el cuerpo ante el Juzgado Federal N°1 de La Plata, a cargo de Manuel Blanco. El 13 de enero de 1998 recuperaron el cuerpo y los restos fueron trasladados a la Dirección de Asesoría Periciales de la Provincia de Buenos Aires. Pero “quedaba por corroborar si el esqueleto exhumado en la sepultura era el que se había estudiado y en el que se había realizado el peritaje”, subrayó Bernardi. La familia aportó la historia clínica de Rosa y gracias a unas radiografías de los senos frontales del cráneo se pudo determinar que efectivamente se trataba de ella.  Según otros datos aportados por la familia, Rosa Eugenia fue secuestrada junto a su compañero, Guillermo Abel Pucheta, en abril de 1976. Estaba embarazada de dos meses y el niño o la niña que debió nacer en cautiverio permanece desaparecido/a. En este mismo juicio, el sobreviviente Eduardo Cagnolo dijo que Novillo Corvalán fue vista en El Campito, el Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio más grande que funcionó en Campo de Mayo.  Una simple muestra de sangre “Es importante ver cómo el Equipo aborda cada caso de manera diferente”, señaló Patricia Bernardi. En el 2003, con los

Luego de lo que fue la presentación y la lectura de requerimientos en el inicio del juicio, comenzó la etapa de testimoniales con la declaración de familiares de las víctimas que tiene la causa. A lo largo de 6 horas de audiencia, brindaron su testimonio parientes de Roberto Ramón Arancibia, Adrián Enrique Accrescimbeni, Juan Carlos Rosace y Rosa Eugenia Novillo Corvalán, cuyos cuerpos fueron encontrados en las costas del Rio de la Plata o el Océano Atlántico entre 1976 y 1978. (Por La Retaguardia/El Diario del Juicio*)  ✍️ Redacción: Paulo Giacobbe/Diego Adur 💻 Edición: Fernando Tebele 📷 Foto de portada: Captura de pantalla transmisión de La Retaguardia  El Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 2 de San Martín está compuesto por los jueces Walter Venditti —presidente—, Eduardo Farah y Esteban Rodríguez Eggers.  La primera persona convocada a dar su testimonio de manera virtual frente a ellos fue  Adriana Arancibia, la hija de Roberto Ramón Arancibia. Era la primera vez que la testigo declaraba de manera oral y pública ante un tribunal y lo hizo de manera contundente y minuciosa. No sólo tuvo que lidiar con los problemas de conectividad del juez Farah en el inicio de su declaración, sino que también estuvo sometida a las preguntas provocadoras del abogado defensor de genocidas, Eduardo San Emeterio, quien insistía en consultarle respecto a la militancia de su padre y de su madre, en una suerte de reivindicación de la teoría de los dos demonios. Adriana, sin titubear, le respondió que, si hubiesen hecho algo malo, deberían haber sido juzgados en un proceso justo, como el que hoy están enfrentando los imputados. Arancibia comenzó su relato con la historia de su padre. Roberto era oriundo de Salta, “muy alto, robusto y carismático”. Venía de una familia pobre y “se interesaba por la situación social”. Era un hombre culto que “leía hasta tres diarios por día”. Militaba en el PRT—ERP, donde desarrollaba su actividad en la conducción de la parte sindical lo y tenía un vínculo de amistad con Mario Roberto Santucho. Su mamá, María Eugenia Zago –quien también está desaparecida—, provenía de una familia adinerada de la provincia de Salta. Ella se recibió de médica y se especializó en gerontología, la rama que se encarga de los y las adultas mayores. En su militancia en el PRT—ERP estuvo a cargo de una de las áreas médicas del partido. Tenía tan solo tres años cuando el 11 de mayo de 1977, al mediodía, un “grupo de tareas uniformado” rompió la puerta de la casa donde vivía la familia, en Paseo Colón 713, Ciudad de Buenos Aires, e ingresó al domicilio. Golpearon a su papá y a su mamá y se los llevaron. La testigo contó qué por la brutalidad de ese operativo durante mucho tiempo de su vida desarrolló una fobia a las puertas. Además, recordó que ella “decía que a papá había que ponerle una curita” porque lo habían lastimado en los ojos. En la casa donde ocurrió el secuestro también estaba Martín Arancibia, de casi seis años. A Adriana y a Martín los dejaron con unos vecinos del edificio y, pasados unos días, los llevaron al Instituto Riglos, un orfanato donde pasaron más de seis meses retenidos. Allí no los separaron, por más de que en el Instituto había un pabellón de mujeres y otro de varones. Así, contó Adriana, pudo estar pegada a su hermano “como una garrapata”. La historia se repitió en la audiencia: el hermano de la testigo pudo acompañarla de manera virtual a lo largo del testimonio, en calidad de contención emocional, sin la posibilidad de agregar ni corregir nada respecto al relato de Adriana.  Martín había avisado a las autoridades del Riglos que tenían una abuela en Salta, pero lo calificaron de “incoherente”. Ella no dijo nada, por lo que le diagnosticaron una fuerte depresión. Así pudo leerlo Adriana en los documentos que recuperó del orfanato muchos años después. En noviembre de 1977, después de meses en los que se pidió que se publicaran sus fotos, el diario Clarín lo hizo bajo el titular “Buscan a la abuela de dos niños abandonados”. La falsa noticia —porque Adriana y Martín no habían sido abandonados, sino que su papá y su mamá fueron secuestrados— logró llegar a los ojos de don Lorenzo, un carnicero que vivía en el pueblo salteño donde se encontraba la abuela de los Arancibia. Entonces, María Antonia Dragani de Arancibia, logró encontrar a su nieta y su nieto. En Campo de Mayo Acerca del secuestro de su papá, relató que hubo un testigo, Juan Farías, que lo vio en Campo de Mayo. Mediante el testimonio del hijo de Farías, la testigo reconstruyó que Farías padre fue llevado desde el centro de detención El Vesubio hacia Campo de Mayo para identificar a Arancibia porque “no hablaba”. Farías conocía a Roberto de la militancia. Lo reconoció como “Eloy”, su apodo, y dijo que le entregaba para repartir la publicación del PRT—ERP,  El Combatiente. El 18 de febrero de 1978, el cuerpo de su papá fue encontrado en Las Toninas, “en la calle 10 y Océano”. Sus restos fueron inhumados como NN en el cementerio de General Lavalle. La testigo brindó muestras de sangre para buscar a sus padres. Tenía “la esperanza de encontrarlos vivos”. Muchos años después, en 2009, gracias a la inmensa labor del Equipo Argentino de Antropología Forense –muy reconocida y agradecida por la testigo y por los que siguieron—, Adriana se enteró del reconocimiento de los restos de su papá. Determinaron que el cuerpo había sido arrojado en diciembre de 1977 y presentaba politraumatismos producidos por alto impacto. De esa manera, Adriana pudo reencontrarse con su padre, mientras que su madre continúa desaparecida. Luego declaró Daniel Rosace, el hermano de Juan Carlos Rosace. El testigo definió a su hermano como un “chico jovial, lindo pibe y muy extrovertido”. Juan Carlos estudiaba en Escuela Nacional de Educación Técnica (ENET) N°2 Ing. Emilio Mitre y no tenía ningún tipo de militancia. El 5 de noviembre de 1976, cerca

En esta primera audiencia de testimoniales declaran: Edith Accrescimbeni, hermana de Adrián Enrique Accrescimbeni (víctima de los vuelos de la muerte).  Rodolfo Novillo, hermano de Rosa Eugenia Novillo (también caso en este juicio).  Adriana Arancibia, hija de Roberto Ramón Arancibia (otro de los cuatro casos).  Daniel Rosace, hermano de Juan Carlos Rosace (víctima de los vuelos). *Este diario del juicio por los Vuelos de la Muerte de Campo de Mayo, es una herramienta de difusión llevada adelante por La Retaguardia, medio alternativo, comunitario y popular, junto a comunicadores/as independientes. Tiene la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguinos diariamente en https://vueloscampodemayo.blogspot.com/