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Selva Varela Istueta


Con la presencia en la sala de uno de los imputados, Eduardo Eleuterio Ascheri, se realizó la cuarta jornada del alegato del Ministerio Público Fiscal a cargo de Gabriela Sosti. En más de cuatro horas, repasó entre otros casos, los secuestros del grupo de prensa, tres parejas de militantes que tenían que editar libros y fueron secuestradas; solo sobrevivieron Daniel Cabezas, Nora Hilb y Aixa Bona. Fueron asesinadas las otras tres: Alfredo Lires, Gervasio Guadix y Graciela Álvarez. Sosti también repasó el calvario de Silvia Tolchinsky, el secuestro del cura Jorge Adur y Lorenzo Viñas, entre otros. Ascheri derramó una lágrima cuando escuchó una de las historias. (Por El Diario del Juicio*)  ☝ Foto de Portada   Mientras Sosti desarrolla la historia de Selva Varela Istueta, una lágrima recorre la mejilla de Ascheri. Quienes asistieron a la audiencia y detectaron la situación, coincidieron en señalar que es extraño que alguien que en su ampliación indagatoria no se lamentó por lo que les ocurrió a las víctimas, se sensibilice con la historia de una de ellas. Y dijeron casi a coro: “si le genera alguna sensibilidad, que diga lo que sabe”. Ascheri fue sorprendido durante el juicio, en dos ocasiones, violando la prisión domiciliaria. 📷 Fotos 👉 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio📷 Selección de fotos 👉 Martina Noailles/Fernando Tebele ✍️ Textos 👉 Fernando Tebele/Martina Noailles ☝ En la previa de la audiencia, Daniel Cabezas, sobreviviente del genocidio, coloca las pancartas con las fotos de quienes fueron desaparecidas/os en cada silla. Salvo en una, la que sorprendentemente ocupó Eduardo Ascheri, uno de los imputados. Ascheri quedó rodeado de las fotos interpeladoras. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio ☝ Ascheri quedó rodeado de rostros. Sus ausencias dicen más que cualquier palabra. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio ☝ Selva Varela Istueta tenía apenas un año cuando en 1977 secuestraron y desaparecieron a su padre Mario Aníbal Bardi y a su mamá Claudia Istueta, médicos, militantes montoneros de zona sur. Su madre había pedido que, si algo les pasaba, Selva fuera criada por compañeros, no por la familia. Esos compañeros fueron Carlos Karis y Nora Larrubia. El 13 de septiembre de 1980 dormían la siesta cuando entró la patota. Selva tenía 3 años y su hermanito Juan Carlos (hijo de Karis y Larrubia) era bebé. Se llevaron a Carlos y a Nora. A los chicos los dejaron con unos vecinos. Terminaron adoptados por aquella tía que Claudia Istueta había querido evitar. Selva, o Pajarito como la llamaban en la guardería de Cuba, es una de las tantas víctimas de la última dictadura que asesinó a sus madres y a sus padres, a los biológicos y a los del corazón. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio ☝ Desde la pantalla, el “Negro” Juan Carlos Silva parece clavar su mirada en Eduardo Eleuterio Ascheri, quien fuera jefe de la División Planes del Departamento de Inteligencia del Comando de Instituto Militares y ahora espera sentencia en este juicio. De barbijo negro y prisión domiciliaria, Ascheri asistió a la última audiencia y escuchó en vivo el alegato de la fiscal Sosti. Tiene 86 años. Silva tenía 30 cuando lo secuestraron el 26 de junio de 1980, el mismo día que al padre Adur y a Viñas en Paso de los Libres. Por el caso de Silva, entre otros, se escucharon los testimonios de su compañera, Ana Testa y la hija de ambos, Paula Silva Testa. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio ☝ Francisco Goya fue secuestrado y desaparecido. Uno de sus hijos, Carlos Goya Martínez Aranda fue apropiado. Recuperó su identidad por el incansable trabajo de Abuelas de Plaza de Mayo. También declararon Emilio y Juan Manuel, otros de sus hijos, quién relató la cercanía de su padre a las Ligas Agrarias y la relación que lo unía a Quique Lovey, principal referente de esa organización campesina. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio ☝ La revista Para Ti tituló “Habla la madre de un subversivo muerto”. Era en realidad una entrevista fraguada que le forzaron hacer a Thelma Jara de Cabezas mientras la tenían cautiva bajo tormentos desde abril de 1979 en la ESMA. Daniel Cabezas, integrante del grupo Prensa de la Contraofensiva, supo así que su madre estaba viva. “Esta es una muestra más de la ‘acción psicológica’ de la dictadura tendiente a construir conceptualmente y adjetivar a ese enemigo a destruir. La función de ese discurso estigmatizante, embustero y artero era paralizar, domesticar a la sociedad, pretendiendo convencerla de la necesidad de ese exterminio. Y de paso instalar el escenario del más ominoso terror”, sostuvo Sosti en su alegato. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio ☝ “Lo más determinante es la constancia del interrogatorio bajo tormentos que le hicieron los especialistas de inteligencia que se desplazaron para secuestrarlo”, dijo Sosti cuando tomó el caso de Antonio Tovo, quién tuvo a su cargo la articulación sindical entre Rosario y otros cordones industriales. “El interrogatorio inmediato fue en Rosario. No hace falta aclarar que no había ninguna autoridad judicial ni prevención alguna para evitar las torturas”. Grafica de ese modo, por un lado la tortura como metodología para conseguir información aplicada en todos los casos, sin excepción; por otra parte, la fiscal, al abordar la cuestión de la información obtenida bajo tortura de personas que luego serían desaparecidas, desmitifica en torno de la entrega o no de datos era una de las cuestiones que definía la vida y la muerte de las personas durante el genocidio. La perversión genocida no funcionaba de ese modo.  📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio ☝ Desde la foto, Gervasio Martín Guadix, parte del grupo de prensa, junto a Verónica Cabilla, la joven secuestrada al reingresar al país. Sosti repasó las declaraciones de los gendarmes y médicos que participaron del informe oficial que avaló el supuesto suicidio de Guadix en la frontera, sobre todo el de quien lo llevó adelante, Juan Carlos Olari, de quien dijo que esperaba que pronto estuviera imputado por lo que, como se ha visto durante el juicio, fue un secuestro y asesinato.  📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio ☝ Aixa Bona era una de las seis personas que

Sus padres biológicos fueron secuestrados en 1977. Su mamá pidió por carta que la criaran sus compañeros. Carlos Karis y Nora Larrubia, quienes asumieron esa responsabilidad, fueron desaparecidos durante la Contraofensiva. Ella presenció los secuestros. Su abuela materna la buscó incansablemente, hasta que la encontró mientras caminaba en las cercanías del lugar del operativo. La terminó criando la familia biológica. En una hora, Selva Varela Istueta narró su tremenda historia con reflexiva entereza y una sonrisa siempre a mano, a pesar de todo. (Por El Diario del Juicio*) ✍️ Texto 👉 Fernando Tebele 💻 Colaboración  👉 Giselle Ribaloff/Valentina Maccarone💻 Edición 👉 Diana Zermoglio📷 Fotos 👉  Gustavo Molfino/Andrés Masotto Selva Varela Istueta sostiene una foto en la que se la ve de pequeña junto a quienes considera sus padres: Carlos Karis y Nora Larrubia.📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio ¿Cómo repercutirá el cuidado para tocarse en este juicio, que bien podría ser llamado el juicio de los abrazos? ¿Asistirá menos gente a la sala de audiencias? ¿Qué más puede oírse con aires de novedad en un juicio que ya tuvo cerca de ciento cincuenta testimonios? Esas fueron algunas de las preguntas que sobrevolaron durante la previa de la jornada. En poco más de una hora todas las respuestas quedarán a la vista.Del Covid-19 comienza hablando el presidente del Tribunal, Esteban Rodríguez Eggers, apenas después de su saludo. Pide que no haya más de veinticinco personas del público escuchando cada testimonio, de manera tal que quedará libre alguna silla entre asistentes. Como ya había contado en algunas otras audiencias, explica con tono de disculpas que la administración de la sala no corresponde a este tribunal, sino a otro de San Martín, y que es Casación la que debe propiciar que se provean los elementos de limpieza necesarios. Dice que el alcohol en gel que se ve en el estrado lo han comprado los mismos jueces. En los baños no hay jabón…Hay algo menos de gente que habitualmente, pero cuando se recorre con una mirada la sala, una veintena de rostros aparecen infaltables. Ya está sentada en su silla la primera testigo cuando piden que no se cierren las puertas para que haya circulación adecuada de aire. Aunque permanezcan abiertas las dos puertas a cada costado trasero de la sala, el aire se torna pesado apenas comienza a hablar Selva Varela Istueta.Selva es colorida. Desde la blusa hasta sus aros, una paleta de colores recorre su cuerpo. Incluso su pelo tiene varios claroscuros que terminan en un rodete superior bien rubio. Como cada testigo, está de espaldas al público, por lo que hay que ver los televisores para apreciar la sonrisa que suelta cada tanto y se percibe a través de su voz.“Mi historia es compleja como tantas historias que me imagino han escuchado en este tribunal, basada en mucho relato, en un entramado de idas y vueltas en el tiempo, en diálogo permanente en esta construcción entre presente y pasado con diversas miradas de mi historia; en búsquedas, algunas fértiles otras truncas. Este largo camino me ha llevado hasta aquí”, dice con tono firme, seguro y amable. De arranque queda en evidencia que su historia es difícil -también- de contar. “Mi nombre es Selva María Varela Istueta. Soy hija biológica de Mario Anibal Bardi y Claudia Istueta, ambos eran médicos, militantes montoneros de zona sur del área de sanidad. Fueron detenidos desaparecidos en el año 1977 en oportunidades diferentes: primero mi papá, en enero; luego mi mamá, en noviembre. Para esa época yo tenía un año de edad”. Es tan compleja la historia de Selva que no está allí para hablar de sus padres biológicos, sino de quienes considera su papá y su mamá: Carlos Karis y Nora Larrubia, integrantes de Montoneros desaparecidos durante la Contraofensiva. Entonces habla de ambos. “Carlos Karis era oriundo de Miramar. Él se había instalado en la ciudad de La Plata para estudiar medicina. Nora Alicia Larrubia había nacido en Río Cuarto, Córdoba. Su padre era suboficial del Ejército del área de comunicaciones, y había sido trasladado muchas veces por su trabajo. Nora nació allí y después de varias ciudades a las que son trasladadas, en el año ‘62 se instalan en la ciudad de La Plata. En el ‘68 Nora empieza la carrera de medicina; Carlos y Nora cursan juntos, se hacen muy amigos y empiezan su militancia en la Juventud Universitaria Peronista (JUP). Luego se constituyen como pareja y, por su militancia, empiezan a ser referentes importantes de la zona, junto a Susana Larrubia, que es hermana de la Nora”, reconstruye Selva. “¿Cómo se vincula ahí con el caso de mi mamá?”, pregunta para darse pie aclaratorio. Elabora la respuesta con calma y fluidez. “Según testimonios de Daniel Karis, que es el primo de Carlos, con quien yo tuve varios encuentros cuando fui más grande y que va a testificar en este tribunal (dará un escueto testimonio más tarde), la casa donde vivía Karis en agosto de 1977 fue allanada. Se llevaron algunas cámaras de fotografía y otros objetos. Por eso Carlos y Nora deciden irse de La Plata y son trasladados por la organización directamente a la zona sur (del Gran Buenos Aires). Ahí aparece el vínculo con mi mamá, que era responsable del área de sanidad de la Columna Sur de Montoneros. Comienzan a militar juntos”. Varela Istueta con las fotos de sus papá y mamá del corazón como bandoleras,una en cada costado. Aquí se ve a Nora Larrubia.📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio El secuestro y la carta Selva llegó desde Tucumán para estar presente en la sala. Quienes han podido evitar las videoconferencias consiguieron indudablemente que sus testimonios fueran más cercanos. Ella está lejos de ser una excepción. Mucho menos cuando relata el secuestro de su madre biológica y el destino que Claudia soñó para su niña si algo le sucedía. “El 16 de noviembre de 1977, que es cuando mi mamá va a su última cita de la que nunca regresó, yo estaba al cuidado de Carlos y Nora. Desconozco si convivimos en el mismo domicilio, pero claramente

Cerca del final de los testimonios propuestos por las querellas, Selva Varela Istueta, Daniel Karis, Claudia Genoud y Ana Claudia Adur aportaron sus voces en otra extensa jornada. Varela Istueta y Karis declararon por Carlos Karis y Nora Larrubia. Genoud volvió a traer al debate a su hermano Julio César, a Raúl del Monte y a Mariana Guangiroli. Ana Claudia Adur es sobrina del cura Jorge Adur y compartió un extenso audio con la voz del “capellán montonero”. (Por El Diario del Juicio*) 📷 Fotos 👉 Gustavo Molfino/Andrés Masotto📷 Selección de fotos 👉 Andrés Masotto/Fernando Tebele ✍️ Textos 👉 Fernando Tebele 👆 Foto de portada  👉 Ana Claudia Adur, la sobrina del Jorge Adur, aportó una mirada muy emotiva acerca del cura que fue secuestrado durante la Contraofensiva y luego torturado y desaparecido en Campo de Mayo. En la foto puede apreciarse como desde su teléfono Ana Claudia compartió un extenso mensaje de su tío, cuya despedida da título a este informe. 📷 Foto 👉 Gustavo Molfino Registro cruzado. Mientras El Diario del Juicio fotografía a los imputados para volcar públicamente aquí, una mujer, familiar de alguno de los imputados, fotografió o filmó el momento, vaya a saberse para qué registro.Gustavo Molfino/El Diario del Juicio Marcelo Cinto Courtaux clava su mirada en la cámara. Con su campera, intenta cubrir lo que probablemente considere una vergüenza: las esposas que le colocan en el trayecto entre la cárcel común y la silla de los imputados.Gustavo Molfino/El Diario del Juicio Jorge Bano al retirarse de la sala de audiencia. Lo hizo por el pasillo entre la gente para poder verse con una familiar que lo acompañó en la sala el corto tiempo que estuvieron presentes.Andres Masotto/El Diario del Juicio El primer testimonio fue estremecedor. Selva Varela Istueta dio testimonio por quienes considera sus padres, Carlos Karis y Nora Larrubia, desaparecidos durante la Contraofensiva, pero que alcanzaron a criarla en sus primeros años tras la desaparición de sus padres biológicos: Mario Baldi y Claudia Istueta, secuestrados en 1977.  En la foto que tiene en su mano solo puede verse el rostro de Selva cuando era pequeña. Su madre Claudia Istueta había dejado una carta pidiéndole a Karis y Larrubia que criaran a su hija si les pasaba algo, que no fuera su familia biológica quien lo hiciera. Luego de la desaparición de sus padres biológicos y de los adoptivos, Selva finalmente terminó al cuidado de la hermana de Claudia, que también crió al hijo biológico de Karis y Larrubia. “No fue fácil”, aseguró Selva cuando se refirió al mandato incumplido de su madre.Gustavo Molfino/El Diario del Juicio Con la foto de Larrubia en un costado y la de Karis en el otro, Selva desgranó su terrible historia sin dejarle perder el protagonismo a su enorme sonrisa. “Mi historia es algo compleja, como tantas otras que habrán escuchado en este tribunal”, dijo al comenzar. Tenía razón en advertirlo. Detrás, la observa su hermano.Gustavo Molfino/El Diario del Juicio Al finalizar su testimonio, posó fuera de la sala con Beto Díaz, sobreviviente de la Contraofensiva que resultó fundamental en la reconstrucción personal/familiar que pudo hacer Selva. A la derecha de la imagen, Juan Carlos Karis, hijo biológico de Karis y Larrubia, a quien Selva siempre se referirá como su hermano. Aunque no tengan lazos sangüíneos, corren por sus venas las mismas penas, ausencias y dolores.Gustavo Molfino/El Diario del Juicio El segundo testimonio fue el de Claudia Genoud, la hermana de Julio César Genoud. Con el resto de sus hermanos y su pareja en primera fila, Claudia fue y vino entre el llanto y la risa. Se presentó anticipando algo de eso: “Soy la hermana de Julio César Genoud y soy llorona”, dijo al no poder aguantar la emoción. Cuando el juez Rodríguez Eggers le preguntó con gentileza si quería parar, su respuesta fue contundente: “Nooo, parar no”. Puño cerrado y anteojos rojos sobre la mesa para el momento de recordar la última vez que se vieron. Julio César viajó a París, donde ellá vivía con su compañero y su pequeña hija. Allí conoció a su sobrina. Claudia recordó que intentó convencerlo para que no volviera, “pero estaba convencido de que era el momento para regresar”. Fue en abril de 1979.  Claudia leyó una carta que su hermano le envió desde el Penal de Sierra Chica a un compañero con el que practicaba básquet: “Era su pasión”, señaló. Fechada el 5 de enero de 1976, trascribió la carta “porque Julio César tenía muy mala letra”. Luego le dieron la opción para salir del país y allí conoció a Mariana Guangiroli, de quien se enamoró. Volverían juntos para la Contraofensiva tras dejar a la pequeña hija de Mariana, Victoria del Monte, en la guardería de La Habana.Gustavo Molfino/El Diario del Juicio Los dos más cercanos son hermanos Genoud. Uno de ellos, Daniel, con camisa azul, declaró en el juicio y fue quien lo ayudó a Julio César a salir del país de manera segura. El foco está puesto en el compañero de Claudia, El Vasco. La testigo, que también es sobreviviente ya que estuvo secuestrada cinco días en la ESMA, contó que se enteró de la caída de su hermano y de Guagiroli a través de una solicitada que sacó Montoneros denunciando las desapariciones, y que tenía fotos de cada uno de los integrantes de ese grupo de la Contraofensiva.Gustavo Molfino/El Diario del juicio Genoud aportó a la causa una foto de Raúl Del Monte. “Sé que su hija Victoria dio testimonio acá, pero ella no tenía ninguna foto de su padre, y yo encontré esta y la traje”. Del Monte fue secuestrado en Mar del Plata y pasó por el Centro Clandestino de Torturas y Extermino La Cueva. Su hija Victoria ya dio testimonio en el juicio. Del Monte, Genoud y Guangirolli se conocían desde pequeños. Del Monte y Guangiroli son papá y mamá de Victoria, que considera a Genoud “mi segundo papá”, según contó en su testimonial en este juicio. Andrés Masotto/El Diario del Juicio Desde Mar del Plata, brindó un corto testimonio Daniel Karis, primo de Carlos Karis. Fue corto y aportó el conocimiento