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Virginia Croatto


Sus padres biológicos fueron secuestrados en 1977. Su mamá pidió por carta que la criaran sus compañeros. Carlos Karis y Nora Larrubia, quienes asumieron esa responsabilidad, fueron desaparecidos durante la Contraofensiva. Ella presenció los secuestros. Su abuela materna la buscó incansablemente, hasta que la encontró mientras caminaba en las cercanías del lugar del operativo. La terminó criando la familia biológica. En una hora, Selva Varela Istueta narró su tremenda historia con reflexiva entereza y una sonrisa siempre a mano, a pesar de todo. (Por El Diario del Juicio*) ✍️ Texto 👉 Fernando Tebele 💻 Colaboración  👉 Giselle Ribaloff/Valentina Maccarone💻 Edición 👉 Diana Zermoglio📷 Fotos 👉  Gustavo Molfino/Andrés Masotto Selva Varela Istueta sostiene una foto en la que se la ve de pequeña junto a quienes considera sus padres: Carlos Karis y Nora Larrubia.📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio ¿Cómo repercutirá el cuidado para tocarse en este juicio, que bien podría ser llamado el juicio de los abrazos? ¿Asistirá menos gente a la sala de audiencias? ¿Qué más puede oírse con aires de novedad en un juicio que ya tuvo cerca de ciento cincuenta testimonios? Esas fueron algunas de las preguntas que sobrevolaron durante la previa de la jornada. En poco más de una hora todas las respuestas quedarán a la vista.Del Covid-19 comienza hablando el presidente del Tribunal, Esteban Rodríguez Eggers, apenas después de su saludo. Pide que no haya más de veinticinco personas del público escuchando cada testimonio, de manera tal que quedará libre alguna silla entre asistentes. Como ya había contado en algunas otras audiencias, explica con tono de disculpas que la administración de la sala no corresponde a este tribunal, sino a otro de San Martín, y que es Casación la que debe propiciar que se provean los elementos de limpieza necesarios. Dice que el alcohol en gel que se ve en el estrado lo han comprado los mismos jueces. En los baños no hay jabón…Hay algo menos de gente que habitualmente, pero cuando se recorre con una mirada la sala, una veintena de rostros aparecen infaltables. Ya está sentada en su silla la primera testigo cuando piden que no se cierren las puertas para que haya circulación adecuada de aire. Aunque permanezcan abiertas las dos puertas a cada costado trasero de la sala, el aire se torna pesado apenas comienza a hablar Selva Varela Istueta.Selva es colorida. Desde la blusa hasta sus aros, una paleta de colores recorre su cuerpo. Incluso su pelo tiene varios claroscuros que terminan en un rodete superior bien rubio. Como cada testigo, está de espaldas al público, por lo que hay que ver los televisores para apreciar la sonrisa que suelta cada tanto y se percibe a través de su voz.“Mi historia es compleja como tantas historias que me imagino han escuchado en este tribunal, basada en mucho relato, en un entramado de idas y vueltas en el tiempo, en diálogo permanente en esta construcción entre presente y pasado con diversas miradas de mi historia; en búsquedas, algunas fértiles otras truncas. Este largo camino me ha llevado hasta aquí”, dice con tono firme, seguro y amable. De arranque queda en evidencia que su historia es difícil -también- de contar. “Mi nombre es Selva María Varela Istueta. Soy hija biológica de Mario Anibal Bardi y Claudia Istueta, ambos eran médicos, militantes montoneros de zona sur del área de sanidad. Fueron detenidos desaparecidos en el año 1977 en oportunidades diferentes: primero mi papá, en enero; luego mi mamá, en noviembre. Para esa época yo tenía un año de edad”. Es tan compleja la historia de Selva que no está allí para hablar de sus padres biológicos, sino de quienes considera su papá y su mamá: Carlos Karis y Nora Larrubia, integrantes de Montoneros desaparecidos durante la Contraofensiva. Entonces habla de ambos. “Carlos Karis era oriundo de Miramar. Él se había instalado en la ciudad de La Plata para estudiar medicina. Nora Alicia Larrubia había nacido en Río Cuarto, Córdoba. Su padre era suboficial del Ejército del área de comunicaciones, y había sido trasladado muchas veces por su trabajo. Nora nació allí y después de varias ciudades a las que son trasladadas, en el año ‘62 se instalan en la ciudad de La Plata. En el ‘68 Nora empieza la carrera de medicina; Carlos y Nora cursan juntos, se hacen muy amigos y empiezan su militancia en la Juventud Universitaria Peronista (JUP). Luego se constituyen como pareja y, por su militancia, empiezan a ser referentes importantes de la zona, junto a Susana Larrubia, que es hermana de la Nora”, reconstruye Selva. “¿Cómo se vincula ahí con el caso de mi mamá?”, pregunta para darse pie aclaratorio. Elabora la respuesta con calma y fluidez. “Según testimonios de Daniel Karis, que es el primo de Carlos, con quien yo tuve varios encuentros cuando fui más grande y que va a testificar en este tribunal (dará un escueto testimonio más tarde), la casa donde vivía Karis en agosto de 1977 fue allanada. Se llevaron algunas cámaras de fotografía y otros objetos. Por eso Carlos y Nora deciden irse de La Plata y son trasladados por la organización directamente a la zona sur (del Gran Buenos Aires). Ahí aparece el vínculo con mi mamá, que era responsable del área de sanidad de la Columna Sur de Montoneros. Comienzan a militar juntos”. Varela Istueta con las fotos de sus papá y mamá del corazón como bandoleras,una en cada costado. Aquí se ve a Nora Larrubia.📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio El secuestro y la carta Selva llegó desde Tucumán para estar presente en la sala. Quienes han podido evitar las videoconferencias consiguieron indudablemente que sus testimonios fueran más cercanos. Ella está lejos de ser una excepción. Mucho menos cuando relata el secuestro de su madre biológica y el destino que Claudia soñó para su niña si algo le sucedía. “El 16 de noviembre de 1977, que es cuando mi mamá va a su última cita de la que nunca regresó, yo estaba al cuidado de Carlos y Nora. Desconozco si convivimos en el mismo domicilio, pero claramente

En la segunda jornada del año, declararon cinco testigos. Por un lado estuvo Adela Segarra, militante de Montoneros y ex diputada nacional, que narró su historia militante antes del exilio, junto a quien fuera su pareja, Joaquín Areta, desaparecido en 1978. Los otros cuatro testigos estuvieron por videoconferencia desde Paso de los Libres y Dolores, todos por el mismo caso: el suicidio fraguado de Gervasio Martín Guadix, que en realidad fue secuestrado y desaparecido. La falsa muerte, actuada por un integrante de fuerzas de Inteligencia, luego fue utilizada como una fake news del genocidio, para dar cuenta de que, supuestamente, las personas desaparecidas estaban en realidad fuera del país. Entre olvidos y contradicciones, cada vez queda más expuesta la maniobra que contó con condimentos de manipulación, muerte y malas actuaciones.(Por El Diario del Juicio*) 📷 Fotos 👉 Gustavo Molfino📷 Selección de fotos 👉 Martina Noailles ✍️ Textos 👉 Fernando Tebele 👆 Foto de Portada   Dolores Guadix, la hija de Gervasio Martín Guadix, lee viejas declaraciones de los testigos buscando alguna contradicción entre ambos momentos. En realidad, hubo varias en los cuatro testimonios que tuvieron que ver con el caso de su padre. 📷 Gustavo Molfino 👆 El único de los imputados detenidos en cárcel común, Marcelo Cinto Courtaux, es conducido por personal del Servicio Penitenciario Federal. Ciinto presenció un par de audiencias completas a fines del año pasado, pero ahora prefiere regresar al Penal. “Entiendo que les dé bronca que tengan permiso para irse, pero no creo que haya otro tribunal que al menos los haga venir a dar el presente”, dijo un asistente primerizo de este proceso. “No podemos naturalizar estos privilegios, porque además no se van a la cárcel, se van a sus casas, y eso es lo que más molesta”, le respondió una integrante habitual del público.📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 De los cinco testimonios de la jornada, cuatro tuvieron que ver con el caso de Gervasio Martín Guadix, secuestrado y desaparecido, de quien se fraguó un supuesto suicidio en el cruce fronterizo de Paso de los Libres para realizar luego una campaña mediática en torno de la idea de que las personas desaparecidas estaban en realidad fuera del país intentado reingresar. El primer turno fue para Darío Genaro Goya, un empleado de la Aduana. En el sumario realizado en aquel momento por el gendarme Olari, que ya fue testigo en este juicio, Goya dijo que vio como “una persona se tomaba la garganta” y luego caía sin vida. Sin embargo, aquí dijo que vio la escena de lejos, cuando ya la persona estaba en el piso. En videoconferencia desde Corrientes, le mostraron un croquis que figura en el expediente, que indica con una cruz el lugar donde el -todo indica- falso Guadix cayó al piso.📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 En la espera por el comienzo, en la primera fila y a plena sonrisa. A la derecha María Fernanda Raverta, que es la hija de María Inés Raverta, una de las secuestradas y desaparecidas en Perú, actualmente Ministra de Desarrollo de la Comunidad en la Provincia de Buenos Aires. En el centro, Laura Segarra, hija de Adela y media hermana de Raverta. A la izquierda, Virginia Croatto, asistente habitual al juicio además de querellante y una de las primeras testigos. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 La segunda testigo y a la vez la más esperada de la jornada fue Adela Segarra. La ex diputada nacional recordó a Joaquín Areta, secuestrado y desaparecido en junio de 1978. Antes de salir del país rumbo a España, Segarra y Areta convivieron con Federico Frías. “Le decíamos El Dandy. Nuestra responsable era María Antonia Berger”, relató. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 Entre otras cosas de la época previa al exilio, Segarra recordó la militancia durante el mundial de fútbol, con la consigna Argentina campeón, Videla al paredón. Ya en España luego de pasar por Brasil y Francia, se instalaron en una casa de Torrelodones, a unos 30 kilómetros de Madrid. De esa casa recuerda especialmente Magdalena Gagey y sus niños Fernando y Diego, y a Mariana Toti Guangiroli, con su pequeña hija Victoria. Guangiroli fue desaparecida durante la Contraofensiva. Victoria contó en este juicio cómo Segarra la recibió como una hija propia en Mar del Plata, muchos años después. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 Al cierre de su testimonio, Adela se abraza con Raverta. Segarra tuvo una actitud muy maternal con varias de las hijas de sus compañeras desaparecidas. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 Segarra leyó sobre el cierre, a pedido del abogado Pablo Llonto, una carta que conservó, firmada por Fermin, en realidad Ángel Servando Benítez. “Sabemos que la victoria llegará, creo en ustedes y en mí”, les dice a sus compañeras y compañeros. Desde la primera fila, la hija de Fermín, María Sol Benítez, se seca las lágrimas. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 En esta jornada fue muy relevante el rol del abogado Rafael Flores, aquí realizando una pregunta. El de Guadix es el único caso con querella por fuera de la que representa Pablo Llonto. Flores es cuñado de Guadix. Su trabajo, junto al de la Fiscal Gabriela Sosti, fue indagar en las contradicciones permanentes de quienes participantes de aquel sumario de 1980 y que participaron de esta audiencia. Al lado de Flores, el abogado de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, Ciro Anicchiarico.📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 Luego de Segarra siguieron las videoconferencias. Daniel Esteban Riquelme intentó esquivar las preguntas apelando al tiempo transcurrido. Con titubeos y otras dificultades, el gendarme que trabajó 38 años en el puente recordó que había una ventana con los vidrios polarizados. “Algunas personas que bajaban de los micros entraban ahí con personal de inteligencia”, recordó.  “Tiene la gambeta intacta, Riquelme”, se escuchó por lo bajo en alguna de sus contradicciones. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 Las contradicciones de Riquelme resultaron tan evidentes, que el presidente del tribunal, Esteban Rodríguez Eggers, le recordó: “está declarando bajo juramento y la pena por el delito de falso testimonio es de 10 años”. 📷 Gustavo Molfino/El Diario del Juicio 👆 A través de las cámaras, una de las secretarias del juzgado les hizo reconocer fotos, croquis y

Mario Álvarez era, en septiembre de 1979, mozo de un bar de Munro. Vio el momento en el que una patota del Ejército se llevaba a Horacio Mendizábal, que había ido allí para encontrarse con Armando Croatto, que también cayó minutos después. (Por Fabiana Montenegro para El Diario del Juicio*)Ilustración de tapa: Antonella di Vruno—¿Qué haces, Julio, no trabajás más? –le preguntó Álvarez a su compañero al ver que salía del bar sin el saco.—No, el viejo (como llamaban al dueño) me pidió el saco porque iba a probar un mozo –le contestó Julio.Álvarez, que hacía unos días había renunciado, estaba ahí para cobrar lo que le adeudaban. Entró por el pasillo de atrás del lugar, que lo llevaba al bar. Habrá avanzado unos metros cuando vio, en medio de un tumulto, cómo sacaban a un hombre que estaba sentado en una de las mesas, casi a la salida. Uno de los que intervenía forcejeando para llevárselo era el que supuestamente estaban probando como mozo. Álvarez podría haber pensado que se trataba de un borracho, si no fuera por los gritos de “corransé, Ejército, Argentino, salgan de acá”. Segundos después, se oyó una explosión. Entonces, no tuvo dudas: se trataba de un operativo.El que relata en la séptima audiencia frente al Tribunal es Mario Álvarez, testigo presencial de los hechos ocurridos aquel 17 de septiembre de 1979 cuando cayeron en una emboscada, en el Bar La Barra de Munro, Armado Croatto y Horacio Mendizábal.“A esta persona –continúa Álvarez— se la llevaron de manera violenta por la puerta lateral, por donde iba a intentar ingresar el otro. El ruido de la explosión –supo después por los comentarios— era de una granada. Y se le atribuía a la persona que, luego de estacionar el auto en la precaria cochera de la Ciudad Comercial Canguro, donde se hallaba el bar, intentó ingresar al local. Pero al escuchar la orden de detención, reaccionó lanzando el explosivo y corrió hacia la calle Drago. Estas personas armadas, de civil, lo persiguieron a los tiros”. Todo ocurrió rápido, con la velocidad de las balas. Lo siguiente fue el charco de sangre que quedó en la vereda de la calle Drago.Lo demás fueron comentarios que le hicieron, aclara Álvarez. “Al otro día, o al siguiente, yo tenía la costumbre de leer Clarín. Ahí mencionaban el tema de un muerto, y hablaban de Mendizábal. Años después, rememorando este hecho con un compañero,  me dijo que el otro muerto era Croatto”.—¿Usted vio alguno de los dos muertos? –le pregunta el juez Rodríguez Eggers.—No. Yo vi que sacaron a una persona.—¿Y se acuerda si era alguno de los dos? ¿O asoció después con el tiempo?—Por los relatos, casi no tengo dudas de quién era quién –afirma Álvarez—. Porque además una de las cosas que decían era que el que bajó del auto estaba gordito porque casi no podía correr. Después, cuando conocí a Virginia –la hija de Armando Croatto—, sin que yo le dijera esto, me dijo: “y, mi viejo estaba gordo”.—El que sacaron, ¿quién era? —Rodríguez Eggers insiste para que quede claro.—El que sacaron, a mi entender, era Mendizábal. Un falso enfrentamientoPara Virginia Croatto –que declaró en la segunda audiencia— se trató claramente de una emboscada. “Por el rango que ocupaban dentro de la organización, ellos no tenían contacto directo: el contacto era José María Luján Vich (el Pelado Luján), que había sido secuestrado y llevado a Campo de Mayo (y estaba bajo tortura en ese momento). A Croatto, su padre, y a Mendizábal los juntó el ejército con la idea de fabricar un enfrentamiento para justificar su accionar frente a la Comisión Interamericana de Derechos humanos (CIDH). Para la dictadura era importante encontrar a Croatto, pero más a Mendizábal que, por su jerarquía, era más requerido”, afirmó entonces. Mendizábal era parte de la conducción de Montoneros.El testimonio que ahora brinda Mario Álvarez como testigo del hecho permite reconstruir los detalles de esa cita en el bar de Munro entre los dos referentes de la organización. Una cita sospechosa porque ya la habían cambiado en dos oportunidades. Pero Croatto fue igual porque pensó que algo había que hacer por los amigos de la familia que habían desaparecido días antes: Regino Adolfo González (Gerardo), su mujer María Consuelo Blanco, y sus tres hijas pequeñas. Álvarez aporta además otro dato significativo. Según su relato, ese día, no pudo ver nada más porque las personas armadas de civil impidieron que ingresara. Él y otros compañeros se refugiaron en una parrilla que estaba en la parte de atrás del predio. Y finalmente se fueron sin cobrar. Pero al día siguiente, cuando volvió, Julio le comentó que la noche anterior lo habían citado a declarar. Álvarez no tiene el registro exacto en su memoria, pero entiende que era en la Comisaría de Boulogne. “Me mostraron un muerto con un tiro en la cabeza –recuerda Álvarez que le dijo, sorprendido, Julio— . Y tenía que declarar que esa era la persona que había intentado escapar y tirotearon. Pero no, esa era la persona que estaba tomando café. Julio cuando salió del bar lo había visto sentado”. El dibujo de Álvarez y el índice aclaratorio del juez Rodríguez Eggers. (Foto: Luis Angió/DDJ) El Bar La barraCasi 40 años después, Álvarez dibuja frente al Tribunal y los abogados y abogadas, el lugar elegido por los militares para fraguar el enfrentamiento. Ante la ausencia de una pizarra, en lugar de pararse a dibujar y que lo vemos todos y todas en la sala, las partes se acercan y lo rodean mientras él afina la pluma de su memoria y la vuelca al papel, sentado en su silla de testigo. Entre mediados de agosto y septiembre de 1979, Álvarez trabajó como mozo en el bar La Barra, dentro de lo que se conocía como Ciudad Comercial Canguro, en Munro. El lugar era un antiguo mercado que habían arreglado, con filas de locales comerciales en el centro; hoy podríamos decir una especie de shopping. La zona tenía una urbanización poco relevante:

Con solo dos testimonios se llevó adelante la séptima jornada del debate oral por la represión durante la Contraofensiva de Montoneros. Declararon Mario Piccoli, hermano de Carlos Piccoli, asesinado en Chaco, y Mario Álvarez, testigo ocular de los secuestros de Horacio Mendizábal y Armando Croatto. Antes, el tribunal rechazó un pedido del imputado Cinto Courtaux, que solicitó domiciliaria. Cinto es el único que está preso, porque estuvo prófugo durante la instrucción del juicio. (Fotos: Gustavo Molfino/Fabiana Montenegro/Luis Angió para El Diario del Juicio*) Susana Brardinelli, esposa de Armando Croatto, repartiendo las rosas rojas tejidas por su mamá, que tiene 92 años.(Foto: Luis Angió/DDJ) Cinto Courtaux es el único imputado preso. Apenas comenzada la audiencia, se acercó a su defensor oficial, Hernán Silva,para pedirle que solicitara la domiciliara. Lo hizo, y el tribunal la rechazó. (Foto: Fabiana Montenegro/DDJ) Silva solicitando la domiciliaria para uno de sus defendidos. (Foto: Gustavo Molfino/DDJ) Gabriela Sosti, la fiscal, argumentando contra la domiciliaria de Cinto y también contra el pedido de la Cámara al Tribunalpara que acelere el juicio. (Foto: Gustavo Molfino/DDJ) El juez De Korvez (izq.) y el presidente del tribunal, Rodrìguez Eggers, analizando el pedido. (Foto: Gustavo Molfino/DDJ) La fiscal pregunta al testigo Mario Piccoli, hermano de Carlos Piccoli, asesinado durante la Contraofensiva. Iba a visitar asu madre en Sáenz Peña, Chaco. (Foto: Fabiana Montenegro/DDJ) Piccoli responde a las consultas. (Foto: Fabiana Montenegro/DDJ) Piccoli también respondió a las consultas de los abogados defensores. (Foto: Luis Angió/DDJ) Piccoli, junto a su sobrino (también sobrino del asesinado Carlos) y a Susana Brardinelli, una de las infaltables del juicio.(Foto: Fabiana Montenegro/DDJ) Mario Álvarez era mozo del bar de Munro del que secuestraron a Horacio Mendizábal y Armando Croatto.(Foto: Fabiana Montenegro/DDJ) Álvarez, a falta de pizarra, realizó un croquis. Todas las partes se acercaron a ver su dibujo.(Foto: Fabiana Montenegro/DDJ) El juez Rodríguez Eggers consulta sobre el dibujo de Álvarez. (Foto: Luis Angió/DDJ) En primer plano, Virginia Croatto y su mamá, Susana, escuchando al testigo ocular del secuestro Armando Croatto.(Foto: Gustavo Molfino/DDJ) Álvarez al finalizar su testimonio. (Foto: Fabiana Montenegro/DDJ) Brardinelli en charla con su abogado, Pablo Llonto. detrás, Coco Lombardi, también abogado querellante.(Foto: Luis Angió/DDJ) *Este diario del juicio por la represión a quienes participaron de la Contraofensiva de Montoneros, es una herramienta de difusión llevada adelante por integrantes de La Retaguardia, medio alternativo, comunitario y popular, junto a comunicadores independientes. Tiene la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguimos diariamente en https://juiciocontraofensiva.blogspot.com

El último turno del primer día de testimoniales fue para Virginia Croatto. La cineasta realizó una película sobre la Guardería de La Habana donde los niños/as de quienes partiparon de la Contraofensiva quedaron al cuidado de otros compañeros/as. Croatto dio un testimonio muy emotivo, en el que recordó a su padre, Armando Croatto, uno de los diputados del FREJULI que rompieron con Perón ante la profundización de la represión. Croatto participó luego de la Contraofensiva, en la que fue asesinado. (Por Fabiana Montenegro para El Diario del Juicio*)Foto: Virginia Croatto en pleno testimonio. (Fabiana Montenegro)Virginia Croatto será la última en dar testimonio en la intensa jornada del juicio oral y público que se prolongará por casi 8 horas. El cansancio sobrevuela la atmósfera y se hace notar cuando el juez Esteban Rodríguez Eggers interrumpe a la fiscal, que ya comenzó con el interrogatorio, porque se da cuenta de que olvidó de hacerle una de las preguntas de rigor: —¿Jura o promete? Es la hora, pido perdón —dice, con su estilo descontracturado que nunca pierde seriedad. El desliz es un momento que provoca risas entre el auditorio. Todos y todas allí necesitamos reírnos un poco. —Estamos cansados, fue un día largo —dice Virginia. Yo estoy en condiciones, pero no sé…—Nosotros también —responde el juez. Virginia suele hablar con la velocidad de un rayo y sus palabras salen arremolinadas como un huracán. Quienes la conocen saben de esta particularidad. Por eso vuelven a reír cuando el juez se dirige a ella otra vez. —Le voy a pedir si puede hablar un poquito más despacio… es para poder tomar apuntes —le solicita el presidente del tribunal.—Es la historia de mi vida. Todo el mundo me pide siempre eso. —Virginia sonríe de nuevo. Se controla. Sus palabras se atemperan, toman el cauce de un arroyo manso, aunque en algunos momentos vuelven a su normalidad, como si tuviera urgencia por decirlo todo; en otros, las palabras le salen titubeantes, entrecortadas, apenas un hilo de voz apretado por la angustia y el dolor que le provocan ciertos hechos, como por ejemplo, cuando la fiscal le pregunta cómo fue su vida a partir de la muerte del papá. “En el sorteo de estas tragedias -dice Virginia- tuvimos un poco de suerte, porque mi mamá quedó viva. Yo tuve la suerte de poder reconstruir bastante de la historia personal y política de mi papá”. Por primera vez sus palabras tiemblan. Es uno de los momentos más emotivos de esta segunda audiencia.“Lo mataron, pero tengo el cuerpo, algún lugar donde ir a llorarlo, y no padecí la tortura de no saber qué pasó con tu viejo”, dice. Así de trágica fue nuestra historia que la fortuna pudiera pasar por tener el cuerpo del ser querido, evitando la angustia de la búsqueda, del no saber.Después, entre más lágrimas, va a contar que su hermano murió de cáncer a los 40 años. “Para él fue más duro todo esto, era más grande, tenía más noción de lo que estaba pasando”.Cuando las víctimas hablan, todos los asistentes tragan saliva. Los imputados, incapaces de oír las atrocidades cometidas por ellos, están ausentes, porque fueron “dispensados” por el tribunal, y pudieron retirarse. Levantar el nombre de Armando Croatto Virginia tenía 3 años cuando asesinaron a su padre. Su relato es parte de una reconstrucción que ella inició en la adolescencia por una necesidad personal, de las investigaciones que realizó para su documental La Guardería (Ver completo al final de esta nota), donde aborda este período, y también de la búsqueda de información para la causa junto a otros familiares. “Trabajamos mucho para llegar a este momento”, dice.Armando Daniel Croatto nació en 1945. Comenzó su militancia en la juventud de la Acción Católica de la Iglesia de Loreto, en Avellaneda, en un momento en que la Iglesia Católica tuvo un profundo cambio y compromiso en lo social, al menos en alguna de sus líneas internas. Trabajó en la Municipalidad de Avellaneda. Se afilió al Sindicato de trabajadores municipales y armó con otros militantes históricos, que hoy están desaparecidos, una lista opositora a la oficialista.En 1972 hirieron a un militante y Armando Croatto lo llevó al hospital. Esto ocasionó la presencia de policías en la puerta de su casa.  El hostigamiento fue creciendo luego de renunciar a su cargo como diputado por el FREJULI junto a otros 7 diputados. Se habían ido después de una reunión con el mismísimo presidente Perón, luego de que se incrementara la represión y se endurecieran las penas del Código penal para combatir a la otrora juventud maravillosa. Era el momento en el que en el país comenzaba a actuar la Triple A.A partir de entonces, Croatto se integró a la rama sindical de Montoneros. Viajó a Córdoba donde tenía la tarea de armar el partido Peronista Auténtico. En 1976, ya instalada la dictadura militar, otro hecho familiar, no ajeno al contexto político, golpeará a la familia Croatto. Laura Victoria Croatto, hermana de Virginia, que había nacido con síndrome de down, tuvo que ser internada por su estado crítico y falleció en diciembre de ese año.Armando Croatto viajó al exterior para participar en la difusión de las violaciones a los derechos humanos en el país, primero a Europa y luego a México desde donde regresó en el marco de la Contraofensiva. Por voluntad propia “Quiero ser clara con esa postura –enfatiza Virginia- porque hay una discusión sobre la decisión de los compañeros, más allá de las valoraciones que se puedan hacer sobre esta operación: hay una decisión que toman conjuntamente los militantes en un encuentro en el año ‘78, donde se evalúa la posibilidad de entrar o no al país. Y mi papá toma la decisión de entrar”.Luego agrega: “Quiero aclarar que mi papá era amigo personal de Juan Gelman y ellos también habían tomado la decisión de participar en la contraofensiva, la habían votado, y después deciden no hacerlo. Mi papá decide de entrar, a pesar de esta división interna”.Como parte de la Contraofensiva, Croatto realizó funciones políticas junto

Pasó la segunda audiencia del juicio por la represión a la Contraofensiva Estratégica de Montoneros. Fue la primera con declaraciones testimoniales. Antes de eso, la defensa anunció la muerte de Blas Casuccio, uno de los imputados, aunque no lo acreditaron con la partida de defunción. El tribunal “dispensó” a los imputados la posibilidad de no estar en la audiencia. Aportaron sus palabras Roberto Perdía, Daniel Cabezas y Virginia Croatto. Compartimos un fotoinforme. (Por Luis Angió, Fabiana Montenegro y Julieta Colomer para El Diario del Juicio*) Fotos: Luis Angió ↓ Fotos: Fabiana Montenegro ↓ *Este diario del juicio por la represión a quienes participaron de la Contraofensiva de Montoneros, es una herramienta de difusión llevada adelante por integrantes de La Retaguardia, medio alternativo, comunitario y popular, junto a comunicadores/as y fotógrafos/as independientes. Tiene la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, pero citando la fuente. Seguimos diariamente en https://juiciocontraofensiva.blogspot.com