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Víctor Basterra y su vida militante antes y después de la ESMA

Escrito por el marzo 17, 2014


(Por La Retaguardia) Más de una hora de charla en el estudio de La Retaguardia que lleva su nombre. A nuestro lado, el cartel que lo identifica, fileteado por su hermano Tito, que el mismo Víctor nos acaba de traer junto a un par de potes de dulce de leche uruguayo; todas promesas que tardó en hacer efectivas pero con las que cumplió de sobra. Un diálogo distendido y profundo sobre su infancia, su pensamiento, su militancia, sus años de vida, sin que el eje fuera sus años dentro de la ESMA, secuestrado, torturado y obligado a realizar tareas como mano de obra esclava. De eso hemos hablado bastante con él, y seguiremos haciéndolo; sobran los pasajes de esta página en la recorremos aquellos años. Esta vez, nos dimos tiempo para el antes y el después.

El paso de Víctor Basterra por el centro clandestino de detención, tortura y exterminio de la Escuela de Mecánica de la Armada ha sido retratado en varios documentales, libros, programas, testimonios ante la justicia, por otros e incluso por su propia voz. Esta vez quisimos ir más allá y conocer al Víctor niño y adolescente, al joven que comenzó a interesarse en la política y en la militancia, y también al hombre que sobrevivió al infierno para seguir luchando.

Los primeros atisbos de resistencia

Preguntarle a Víctor Basterra acerca de cómo y cuándo comenzó a militar significa viajar hacia su infancia: “creo que los primeros atisbos fueron de resistencia institucional, o a una institución como era la educación religiosa”, rememoró en diálogo con Oral y Público.
Basterra cursó algunos años de su primaria en el Patronato Español, un colegio de monjas, “carmelitas descalzas”, que aún está en Conesa y Federico Lacroze, pleno barrio porteño de Colegiales: “éramos unos treinta, treinta y cinco pibes en un colegio de casi cuatrocientas mujeres; éramos una especie de excepción. El Patronato estaba destinado a los huérfanos o a aquellos que tenían a uno de los padres de origen español. Allí hice segundo, tercer y cuarto grado. En esa época había primero inferior y primero superior, por lo que el segundo grado equivaldría al tercero actual. A los ocho años me metieron ahí y tuve incluso una crisis de misticismo religioso, quería ser cura, pero en un momento determinado se me despertó el indio vasco que tengo y empecé a preguntar. Yo quería saber cosas y había preguntas que directamente no las respondían y eventualmente venía un coscorrón detrás, entonces me empecé a rechiflar”, cuenta Basterra con su tono coloquial siempre a mano.
Su padre murió de cáncer cuando tenía tan solo un año: “casi todos mis tíos murieron jóvenes, mi familia paterna estuvo signada por una epidemia de cáncer. Una cosa muy precisa, murieron casi todos, quedó una tía, salvo mi tío Paco que lo piso un camión. Una parte me crié con mi tía Elsa que después murió, después con mi vieja en Boedo”, relató.
Los fines de semana, Basterra dejaba el colegio para ir a visitar a sus tíos peronistas que vivían en Mariano Acosta, en la zona oeste del Gran Buenos Aires. Basterra nació en 1944, por lo que sus primeros diez años coincidieron con un momento de la historia argentina en la que el gobierno peronista estaba enfrentado a la Iglesia: “establecieron por ejemplo la ley de divorcio, comenzaron a separarse todos los subsidios inmensos que había para las escuelas religiosas y la Iglesia se pone en contra del gobierno. Resulta que yo leía y escuchaba cosas, comentarios, apoyo al peronismo, también había comentarios en contra, pero yo ya había tomado partido. Cuando sigo preguntando acerca de la Inquisición, ahí me cagan a trompadas las monjas, porque además tenían una metodología de enseñanza que era la letra con sangre entra, por lo tanto era fuerte, yo siempre rescato el nivel que había de profundidad en ciertos aspectos literarios, artísticos, estudio de la geografía, incluso la metodología de la historia, pero era muy duro en los cuestionamientos, era mucho de historia oficial, era un colegio que tenía por ejemplo dos vertientes totalmente enfrentadas entre sí que eran republicanos y nacionales, y a veces se ponía la bandera republicana y a veces la nacional de España. Eran cosas que sucedían porque las Damas de Beneficencia de España funcionaban de esa forma. Entonces empecé a rechiflarme y un día me puse contra una pared, cerré los ojos y grité ‘muera Cristo Rey’, cerré los ojos esperando un rayo y apareció una monja que me pegó un viandazo que casi me arranca los dientes y me expulsaron. Pero mi hermana mayor, que también estaba en ese colegio, pero mucho antes que yo, hizo todo lo posible para que yo no perdiera el año, porque eso sucedió ya en 1955, me parece que ya habían estado los bombardeos (a la Plaza de Mayo) y todo. Así que tuvieron la deferencia de dejarme terminar pero observado con varios ojos”, contó Basterra.

El trabajador gráfico

Tras finalizar sus estudios primarios, comenzó a trabajar en un taller gráfico: “siempre fue un gremio medio ilustrado y tenía componentes muy particulares, no olvidemos que fue el primer gremio de la República Argentina, la Sociedad Tipográfica Argentina del año 1874, toda esa impronta está presente en los gráficos, eso hace que yo entre en un gremio donde comienza a gestarse toda una movida, pero además cuando comienzo a transitar en el laburo, yo vivía en Villa Madero y viajaba a Boedo en San Juan y Avenida La Plata, y después cuando salía a la tarde iba a las marchas por Laica y Libre, que fue un movimiento estudiantil para establecer la no educación religiosa. Yo ya había perdido totalmente la fe en las instituciones religiosas. Todo eso a uno lo va formando, le va dando ciertos elementos”.
Para Basterra, su militancia “objetiva” comenzó a fines de la década del ‘60, cuando tenía 24 o 25 años, en la Federación Gráfica Bonaerense: “en ese momento había mucha oferta de integrar organizaciones político-militares, algunos desde una perspectiva mucho más suave, me acuerdo de MR-17, que había compañeros que no abrazaban la lucha armada, pero sí la autodefensa, y nosotros estábamos mezclados en ese gremio. Era una cantera de activismo y militancia, con cuadros muy importantes que estaban ahí formando sin darse cuenta, yo veía compañeros como (José) Incarbone, (Fracisco) Calipo, (Oscar) Francomano, (Raimundo) Ongaro, (Ismael) Alí, todos esos compañeros que nos formaban a nosotros, que éramos más jóvenes. La lucha era fundamentalmente antipatronal, nosotros veíamos todo desde una perspectiva muy clase obrera industrial, muy desarrollada, muy fuerte. En esos lugares, la pertenencia peronista se discutía porque había quienes eran absolutamente cerrados, esquemáticos, como hay en todas partes, ‘si vos no sos peronista, no servís’, yo nunca tuve esa idea, es más me acuerdo en las elecciones, cuando las había, yo siempre acompañaba un poco a los compañeros que perdían que generalmente era la izquierda, y los acompañaba bien, sin gastarlos, alentándolos, y además yo aprendí que en los gremios la partidocracia no tiene que entrar, yo soy de la apartidocracia, ese era mi pensamiento, había otros compañeros que también tenían una actitud solidaria con los otros compañeros que aunque no estuvieran en la misma baldosa estábamos en la misma vereda. Y si estamos en la misma vereda, vamos a pelear juntos si tenemos un enemigo que nos enfrenta, que es la patronal, a la mierda”.

Las Fuerzas Armadas Peronistas

Víctor Basterra considera que en 1971 comienza a haber un vuelco en su vida: “asumo más que había una etapa de suma violencia, se veía, se palpaba, se olía, las represiones eran mucho más duras. Estaba el onganiato en pleno, me acuerdo cuando matan en Once a Emilio Mariano Jáuregui, año ’69, yo estaba en esa movilización. Generalmente se pedía la apertura democrática y también cuestiones que hacían a la libertad de los presos políticos, la cuestión salarial, paritarias, se hacía todo un gran paquete que iba engrosando las exigencias de las distintas agrupaciones que había, y además se diferenciaban las que eran peronistas, de las que venían del marxismo. Yo me integro a las Fuerzas Armadas Peronistas que ya habían hecho una especie de síntesis a través de John William Cooke, de Juan José Hernández Arregui, de todos los compañeros que eran los pensadores nacionales. Eran los que escribían, pero también los que hacían las cosas. Cooke no solo escribía, hacía cosas, había creado la Acción Revolucionaria Peronista, estaba presente. Yo no participé de esa etapa de Cooke, pero participaba de la gráfica en otros aspectos. Esa mezcla de elementos se daba casi naturalmente, yo recuerdo haber ido a reuniones de compañeros donde vos notabas que había un tironeo: había unos que eran de los Descamisados, otros que eran de los Montos, y uno ya había tomado medio posición, y aparecían los Perros que ya también hacían su entrada en organizaciones que venían del interior más que nada. Al final opté por una desde mi propio gremio”.
Basterra contó que en muchos casos hacían una síntesis en la que M eran los Montos, la P eran Fuerzas Armadas Peronistas, la R la FAR; y los Perros, el PRT: “todo eso existía incluso para caracterizar los escritos, nosotros poníamos COP, que era Clase Obrera Peronista, había toda una síntesis, una apretadita para no hacer tan extensos los comunicados”.

La militancia cotidiana

─Fernando Tebele: ¿Cómo era la militancia en aquellos momentos en una organización así, en qué consistía?

Víctor Basterra: A nosotros algunos nos decían reivindicadistas. Por ejemplo, yo abro a un frente, me acuerdo que era una villa muy importante en Lanús, Villa Jardín. Mi hermano iba a pintar paredones, a jugar al fútbol, entonces él ayudaba a los compañeros, generalmente eran de los Montos, a pintar a los paredones; entonces mi hermano me invita a una Unidad Básica y yo voy. Yo había recorrido el barrio y hablaban todos de las elecciones, y decían ‘vamos a ver si podemos meter a este, vamos a presionar’, y en un momento determinado yo les dije ‘perdonen, compañeros, pero acá del problema que hay en el barrio con el agua, con la luz, las cloacas, las lagunas’… y me respondían ‘eso es otra cosa, eso ya vendrá, porque el gobierno popular’. ‘no se engañen’, les respondía. Y entramos en una discusión y medio que me prepearon para que levante campamento, entonces me voy y me siguen seis o siete flacos, que yo pensé que me iban a cagar a trompadas. Me doy vuelta y les pregunto qué les pasaba y me dicen que querían hablar conmigo. Y se vinieron conmigo, me llevaron a una casa y ahí tuvimos una reunión, y empezamos a laburar. Se abrió un frente de la san puta en el quinto camino de Villa Jardín. Se hicieron muchas cosas.

─FT: La cuestión era intentar cambiar la cotidianeidad.

VB: Claro, pero con la participación y el protagonismo de la gente, que eso es lo que establece la idea política, todo lo demás viene de arriba, o viene el salvador, el mesiánico… no, acá el conjunto tiene que moverse. Estoy dando un ejemplo. Eso también con el tiempo lo hice en otros lugares. Y después la creación de agrupaciones, porque vos te relacionás con los compañeros que trabajan en una fábrica, en un taller, y tenés otra dinámica, otra mirada, otra acción, eso es lo que te abre un panorama.

Letra y música

A comienzos de la década del ’70, Basterra no solo escuchaba a Daniel Viglietti, Víctor Jara, canciones de la Guerra Civil española, folclore, al que definió como su debilidad, sino que además cantaba: “yo vengo más del palo de lo nacional, de la música casi tradicional, el folclore, el tango. La revalorización de determinados elementos que hacía a lo que se llamaba la canción de protesta, que para nosotros era una canción testimonial, que acompañaba los procesos que se iban dando en esos momentos. Me acuerdo que en las tomas de fábricas yo cantaba canciones de Atahualpa Yupanqui mezcladas con canciones de Viglietti, de la guerra civil española, de la guerra civil mexicana, también lo mezclaba con folclore, yo cantaba todos esos componentes. Pero yo no era un cantante exclusivamente dedicado a eso, yo era un activista que estaba en agrupaciones políticas e incluso política-militares, y que pelaba la guitarra”, cuenta con su voz aguardentosa en la que puede adivinarse un agradable modo de cantar.
Respecto a qué leían, Basterra advirtió que “de todo”: “en algún momento en nuestra organización se establece lo que se llamó y provocó mucha crisis, el estudio de la alternativa independiente. Y se creó el Proceso de Homogeneización Política Compulsiva (PHPC), que era un proceso para homogeneizar, hacer más o menos un guión, un discurso común, un estudio común de una política que uno tenía que tomar, era como tomar un vaso Agarol de golpe. Y a algunos les cayó mal y se fueron a la mierda, se pensaba hacer en tres, cuatro meses y duró un año y medio, todo eso fue bastante frustrante para muchos compañeros, entre ellos Walsh, que formaba parte de las FAP, Verbitsky también y muchos compañeros. Para nosotros era necesario, porque además nos sirvió, a los que veníamos más jóvenes, para analizar más rigurosamente y no tan superficialmente cómo se analizó la posición que se tomaba, y de ahí surgen muchos oportunistas, porque así se le llamó a un sector de los Montos, porque ellos aprovechan oportunamente el momento, no era una creación más elaborada ni trabajosa, sino que ellos miraban el momento. A nosotros la coyuntura nos pasaba muchas veces por encima porque estábamos engrampados en una historia de análisis, teníamos que analizar cuál era el rol de Perón, cuál era la caracterización de la clase obrera, la caracterización del pueblo peronista, qué significaba ser obrero industrial, ser obrero de servicios, son diferencias que hay que tener siempre en cuenta, lógicamente en ese momento era mucho más rigurosa la cosa, ahora se puede analizar hasta con una sonrisa, pero eran situaciones complejas para nosotros”.
El análisis del Proceso de Homogeneización Política Compulsiva sucede específicamente dentro de las Fuerzas Armadas Peronistas que Basterra integraba: “en los otros lugares no se hizo esa realidad, porque por ejemplo, mientras nosotros estábamos abocados a estudiar toda esta problemática, los Montos empezaron a trabajar sobre el fervor electoral en 1972, cuando se abre el proceso y se habla por un lado del Gran Acuerdo Nacional y toda la posibilidad de una elección con Perón pero sin Perón, pero por lo menos el peronismo iba a tener su oportunidad y se vuelcan ahí muchos de los compañeros y adquieren mucho número, muchos seguidores y nosotros quedamos como una organización pequeña observando cómo actuar en el futuro, con más profundidad. Y, bueno, yo me quedé en las FAP y nunca dejé de ser FAP, creo que todavía soy FAP”.

El regreso de Perón y la lucha armada

“Yo acudí al regreso, me parecía muy auspicioso. Lógicamente no seguíamos los lineamientos que quería Perón, pero sí reconocíamos y respetábamos su liderazgo, y no le íbamos a cuestionar en el propio territorio de él, cosa que otros hicieron, porque era inútil. Nosotros teníamos una pelea con los patrones, no estábamos de acuerdo con el pacto social por ejemplo, porque se hacía desde una posición de fuerza, de imposición de fuerza de las patronales y de los grupos concentrados, todos los análisis que uno podía hacer de lo que era la realidad del sistema capitalista e incluso ahora lo que uno está viendo, que ahora se pide un pacto social desde otra perspectiva pero los sectores más desposeídos siguen siendo desposeídos”, reflexionó Basterra.
Para Víctor Basterra, la lucha armada en Argentina se dio a través de determinados factores: “por un lado, comienza mirarse con seriedad cuando se cierran todos los canales posibles de participación ciudadana. El peronismo fue un movimiento que estuvo 18 años proscripto. La resistencia justamente comienza desde 1956, 1957, 1958, 1959… yo participé en actos de resistencia en el  frigorífico Lisandro de la Torre, en la huelga de los ferroviarios en 1962-1963, cuando se cierran ramales en el gobierno de Frondizi, yo tuve participación en todo eso. Ojo, era un pibe que iba a hostigar a los soldados o iba a hacer quilombo, pero era ya una cuestión solidaria, que se expresaba en un barrio, por ejemplo, donde había trabajadores del frigorífico Lisandro de la Torre, entonces nosotros solidariamente íbamos y cascoteábamos a los soldados que iban a no dejarlos dormir. Igual reprimieron, pero la lucha como elemento histórico por más que se haya perdido quedó como un mojón importante porque fue una etapa de la resistencia importante a tener en cuenta. Después la de los ferroviarios también. Los maquinistas iban con un fierro en la cabeza manejando, y nosotros los cagábamos a piedrazos y les hacíamos mierda los trenes. Esa forma de violencia no estaba alejada de la lucha del conjunto, no era lo que después se desarrolló como fue el foquismo, un poco tomado de la idea del Che, que no deja de ser interesante pero equivocada al fin. Interesante porque hay una impronta de compromiso fuertísimo con el cambio social, pero muchas veces sin medir las consecuencias, que trae aparejado todo eso y se gesta el líder, el mito. Al principio sí había una cuestión voluntarista, espontánea de ‘sí, vamos a enfrentar esto, vamos a hacer aquello’, y después me di cuenta de que no, que muchas veces eso provocaba, le daba armas al enemigo para justificar, o sea le daba justificaciones de mayor violencia. Esto después pasó. Yo era de la idea de que eso tenía que actuar como una especie de autodefensa, uno tenía que estar preparado para la autodefensa y para la resistencia, pero no estábamos en condiciones de ser una fuerza armada, como después se armaron las organizaciones y pusieron hasta grados y sanciones gravísimas a compañeros que por ahí por una huevada cometían un error y eran pasados por las armas”.
Basterra menciona al Che Guevara y resulta inevitable preguntarle qué significó para él y cómo repercutió su asesinato: “me había comprado un diario que decía que había muerto el Che, y yo pensé ‘no puede ser, estos hijo de puta están haciendo esto porque saben que están avanzando’. Durante un tiempo no lo creí, después cuando analicé las cosas y un poco ese espontaneismo aventurero que tenía el Che… y, era comprensible que haya sido muerto de esa forma, pero al principio me negué a aceptarlo. Siempre le tuve mucho respeto al Che, lógicamente no acompañaba porque además yo viví todo un proceso desde adentro, una organización que cuestionaba mucho el militarismo, la idea de lo militar como herramienta principal. La herramienta principal para mí es el desarrollo político, timbre por timbre, puerta por puerta, laburo por laburo, primero lo primero, desde lo menor a lo mayor, todo un trabajo de mucho más esfuerzo más que hacer propaganda militar”, recordó.

Sobre diferencias, confluencias e intentos de hegemonía

─FT: Vos marcaste algunas diferencias con Montoneros, pero después se termina dando una confluencia de distintas organizaciones…

VB: La confluencia más que nada era de deseos, más que de concreciones, porque para las concreciones hay metodologías, hay formas de actuar, de encarar la situación, y ellos tenían una forma diferenciada. Nosotros éramos mucho más respetuosos de ver si le hacíamos daño a algún compañero…

─FT: ¿La otra manera era más prepotente?

VB: Sí, más prepotente y además había una visión hegemónica, cosa que nosotros no teníamos; es más, nosotros casi siempre hicimos aportes de ayuda a muchos compañeros que quedaban en banda, o que estaban gestándose como pasó con las FAR o con otros agrupamientos a los que les brindábamos ayuda.

─FT: Hago un puente en el tiempo, porque no puedo dejar de pensar que si yo corto y edito lo que acabás de decir y pongo una pregunta sobre la situación actual en la ESMA, es la respuesta que nos venís dando sobre ese tema, hablás de prepotencia, de hegemonizar…

VB: Y sí, hay una actitud que es una cosa que me preocupa, cuando se comienzan a repetir esos mismos errores, es más yo lo he hablado alguna vez con alguna autoridad, ‘mirá que va a pasar esto’, ‘no, no tengas miedo’. Bueno, está bien. Yo advertí por la experiencia, yo sé lo que viene cuando se comete una suma de errores y se siguen cometiendo, por ejemplo tener una visión hegemónica, soberbia, oportunista. Esas cosas cuando las veo de esa forma, la política del hecho consumado… en mi escala de valores no lo entiendo.

***

─FT: Ya volvió Perón y transcurrió parte de su corto último gobierno donde él va tomando una posición clara, de a poco pero de manera firme, en la que va abonando a los sectores de derecha dentro del peronismo y dejando de lado a los sectores más progresistas, ¿ustedes cómo vivieron ese momento? ¿Fue algo que sabían que iba a pasar o los sorprendió?

VB: Y… digamos que nosotros no estábamos tan convencidos de eso que se decía de que Perón nunca se equivocaba… acá la infabilidad no existe. Si vos lo tomás como que nunca se equivoca, en algún momento se va a equivocar; en cambio si lo tomás como un tipo común, si se equivoca lo vas a tomar justamente como un tipo común, que proviene de tal lugar y responde a tales impulsos o concepciones y que hay que ver cómo coincide en algunos aspectos con vos. Esta historia si vos la tomás de otra forma, vas a terminar diciendo el viejo es un hijo de puta y no es así, el boludo fuiste vos que le atribuiste a él infabilidades que no tiene, o extraordinarias dotes de revolucionario cuando no lo es. Entonces ahí te equivocaste vos. Nosotros no teníamos esa mirada de infabilidad, pero sí sabíamos que había compañeros que por oportunismo habían establecido la infabilidad en este caso de Perón, yo no sé si el conjunto de Montoneros, pero buena parte de aquellos que conducían sí lo habían hecho mucho por oportunismo. Nosotros a Perón lo caracterizábamos como un hombre que era de la burguesía, era un interesante reformador, no un revolucionario, un hombre que ya estaba grande y además nosotros habíamos leído sus obras, era uno de los requisitos. En su libro ‘La fuerza es el derecho de las bestias’, él mismo dice ‘por qué no habré hecho las cosas que me dijeron los compañeros que había que hacer, por ejemplo fusilar a gente… a los bombardeadores’. Y uno ve que era un hombre con dudas, y el hombre que tiene dudas es interesante para desarrollar cosas, ahora el hombre que dice que lo que hace está bien y nada más, ahí sonaste.

─FT: Entonces a ustedes no les sorprendió…

VB: No, primero no le habíamos ido a pelear el 20 junio el palco a Perón, en el regreso de Ezeiza. Cuando se dio lo del 1 de mayo de 1974 (cuándo Perón explicita sus diferencias con los “imberbes”, que se retiran de la Plaza de Mayo), nosotros no habíamos ido a cuestionarlo. Directamente dijimos públicamente que no íbamos a ir a ese acto, obviamente estábamos atentos a ver qué pasaba, porque éramos lectores de la realidad y pasó lo que pasó, y estas son cosas que en algún momento se pagan y cuando existe un germen de violencia que ya estaba instalado, independientemente de lo que pudiera decir o no Perón, la violencia de la extrema derecha ya estaba instalada y alentada por sectores antiperonistas incluso. Me acuerdo de Ana Guzzetti, yo la conocí, fue medio compañera mía en algún momento en la gráfica, y ella como periodista le preguntó: ‘General Perón, ¿por qué usted permite que las fuerzas de seguridad, la policía federal, cree grupos parapoliciales?’, y él le pregunta ‘¿cuál es su nombre?’… esas cosas, arriesgarse al pedo, si estás en un estado jodido, de situación difícil, en algún momento te va a caer algo… Yo me acuerdo la toma de los regimientos de Monte Chingolo por el PRT y el de Formosa por Montoneros, ambos en 1975, fueron para alimentar el arsenal de justificaciones de la violencia que después iban a desarrollar ellos a todo trapo. Y eso para mí eran absurdo, y recuerdo que lo discutí con compañeros, incluso un compañero que está desaparecido lamentablemente, ellos justificaban eso, y yo les decía que no se podía justificar, que le estaban dando argumentos al enemigo. El enemigo se desarrolla con esos elementos y naturaliza ante la sociedad que estas cosas se hagan. Además, había una realidad: cuando muere un conscripto en la toma, un soldado es el hijo del pueblo, y cuando uno mismo mata a un hijo del pueblo te ponés al pueblo en contra, cagaste. En ese momento había servicio militar obligatorio, los militares de carrera están preparados para matar y morir, más que nada para matar. Es distinto. Lo mismo que Malvinas, cuando se pone una gesta se pone igual a un soldado conscripto que a un oficial, no loco… yo al único que reivindico es al conscripto, porque él fue el que puso los huevos ahí. Que hayan muerto conscriptos y encima por el fuego propio, dejame de joder. Además hay una realidad, en Formosa, y esto lo digo porque me lo banco, ya lo he dicho, los Montos tenían 60, 70 millones de dólares. En esa época el mercado negro de armas te vendía armas en la esquina, no necesitaban ir a recuperar armas a Formosa. Fue absurdo eso.

─FT: Estas organizaciones nacen del seno de la sociedad, de alguna manera terminaron representando una necesidad de la sociedad de resistir en el nacimiento de los años de resistencia y proscripción…

VB: Lo que se rompe ahí no es solamente la legalidad de las organizaciones, porque aparte de ahí se comienza con la ilegalidad de todas las organizaciones, todas las organizaciones de base, el peronismo de base, la juventud peronista, el movimiento villero peronista, comienzan a ser ilegalizadas, estaban ligadas de alguna forma a organizaciones político militares. Eso rompe ese esquema que existía, pero más que nada rompe la confianza, pero la solidaridad entre los compañeros no se rompe.

La oficialización de la ilegalidad

La concreción del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 estableció para Víctor Basterra “una especie de legalidad de la represión, de la violencia extrema en la represión”: “digo la legalidad de la represión porque en realidad se establece la legalidad de la ilegalidad en la represión. Se establece el secuestro. Por eso ahora estoy tomando un poco de distancia con el hecho de hablar del detenido-desaparecido, yo lo empiezo a llamar secuestrado-desaparecido, ya que en realidad fueron secuestros. La palabra detenido siempre tiene un viso de legalidad, de que hay una cuestión casi policial y ahí se desarrolló otra historia. En aquel momento, primero lloré la muerte de Perón porque significaba un cambio radicalmente negativo para el conjunto. A pesar de que Perón había tomado una posición, su muerte lo empeoró a gigantescas consecuencias. Cuando viene después el golpe para mí entra una etapa de fuerte resistencia que había que hacer de alguna forma, había que buscar las formas más aptas de resistencias y ahí estaba la experiencia de los trabajadores, que eran lo que iban a llevar adelante un poco esta resistencia, como lo habían hecho en otras épocas”.

La vida después de la ESMA

─FT: No vamos a hablar de tu caída ni de la ESMA porque lo hemos hecho en otras ocasiones, y además también porque a mí a veces me da la sensación de que termina siendo injusto para con los sobrevivientes que hablemos de esos años en particular, como si esos hechos hubieran sido su vida entera cuando en realidad su historia, incluso la militante, va muchas más allá que esos años.

VB: No sé si es una injusticia, pero sí hay una suerte de espejo que se refleja en esos años nada más, y uno tiene una historia previa y posterior a ellos, y esa historia también es rica en muchos elementos, incluso los actuales en los que uno está comprometido con muchas cosas que no solamente son la memoria, la verdad y la justicia, sino que tiene que ver con un compromiso social para ver cómo pueden zafar algunos compañeros de la calle, del delito o de la miseria. Esto uno lo hace habitualmente.

─FT: ¿Cómo te rearmaste después de aquello?

VB: El aquello no solamente fue de un sufrimiento extremo, que puede ser castrador de cualquier iniciativa, sino que también estuvo cargado de expectativas hacia algo que uno estaba haciendo, como el caso mío por ejemplo de poder sacar las fotos y poder hacer una serie de cosas y tener el compromiso con un mandato, poder cumplirlo de alguna forma pero junto con eso también existía la necesidad de trabajar, de mirar la realidad, que la insensibilidad me alcance… yo siempre le tuve miedo a la insensibilidad, y además me cuestiono la insensibilidad hacia el afuera, cuando a veces tengo actitudes ante un pibe que me viene a manguear algo y yo a veces estoy distraído, y después me digo ‘qué hijo de puta, por qué no le di”.  Pero no es una cuestión de beneficencia.

─FT: Respecto a ese tipo de ejemplos, alguna vez en Oral Y Público nos dijiste que hoy cuando pasas por una situación así pensás también que en aquellos años hubieran salido a romper todo para cambiar esa realidad…

VB: Nosotros nos revelamos contra eso, y eso ahora está naturalizado. Yo veo la mendicidad y hay una actitud de manguear y con eso zafo. Y eso yo no lo acepto.

─FT: Vos salís de la ESMA y al toque te vas para Neuquén.

VB: No, primero paso un tiempito bajo la vigilancia de los milicos hasta que puedo armar un dossier con las fotos con un querido compañero que está muerto, Jorge Gerber, siempre con la idea vindicatoria. Con eso voy primero a la Conadep y al tiempo, cuando me llevo a la familia a Neuquén, que la dejo allá y regreso, ahí empieza otra historia, de participar en todo proceso judicial que hubiera en aquel momento. Y después vuelvo a Neuquén, trabajo en una imprenta de ahí, me relaciono con la APDH de allá, que estaban (Jaime) De Nevares y los Ragni (Oscar e Inés), Noemí Labrune, varios compañeros que estaban ahí. Milito y activo en ese espacio, me empiezo a relacionar con lo que se llamó el Frente del Pueblo, que se estaba gestando. Estaba el PC, el MAS y sectores del peronismo, era una cosa rara, fue muy interesante, porque además la idea de la convergencia, de la confluencia, es muy interesante, por más que vos vayas en una organización y el otro en otra, es la misma marcha, llevando banderas y necesidades comunes, solidarias, fraternales, y eso es muy interesante, y además lógicamente si aparece alguien hegemónico cagamos la fruta… otro día te cuento lo hecho en La Plata que fue muy interesante, en 1987, 1988, 1989, 1990, 1991, 1992, al regreso de Neuquén.

La presencia cotidiana de Víctor Basterra en Oral y Público no sólo es halagadora sino que lo distingue como programa de radio. Su participación está relacionada con la concepción que tenemos de la comunicación alternativa y comunitaria: el micrófono en la voz de los protagonistas, de los actores sociales, y Basterra es protagonista de todos estos años que nos marcaron y seguirán marcando a todos. Durante una hora de radio recorrimos parte de su vida, su historia antes y después de la ESMA; muchos hechos quedaron afuera, pero serán retomados en una próxima y pronta charla. Mientras tanto, todas las semanas lo escuchamos y reflexionamos junto a él. Su permanente lucha por memoria, verdad y justicia, tanto como su vida militante por el cambio social son valores que nos guían. Por eso el mínimo homenaje de ponerle su nombre al estudio de Radio La Retaguardia. Habrá que estar a la altura de aquellos valores.

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