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Cuarenta años de resistencia: La Casa Bichicuí

Escrito por el diciembre 6, 2016


A cuarenta años de que la dictadura militar atacara con la dirección de Ramón Camps y Miguel Osvaldo Etchecolatz y la colaboración del ejército y otras fuerzas represivas las casas ‘operativas’ de Montoneros en La Plata y secuestrara ese mismo día a Clara Anahí, la nieta de Chicha Mariani, La Retaguardia visitó en la ciudad algunas actividades a propósito del aniversario. Paulo Giacobbe estuvo en la “Casa Bichicuí’, perteneciente a Nicolás Berardi, hijo de desaparecidos y secuestrado por un breve período. (Por La Retaguardia)

Foto: Carla Cafasso


La Casa Bichicuí

Ahora pertenece a Nicolás Berardi, hijo de Adolfo Berardi y María Isabel Gau, y único sobreviviente del ataque a la vivienda. El joven estuvo viviendo un corto período con apropiadores pero finalmente pudo regresar con sus abuelos. En el último tiempo residió en Andalgalá, Catamarca, y fue un acérrimo militante contra la contaminación de la megaminería en esa localidad.
En el diálogo con La Retaguardia, el guía de La Casa Bichicuí, Andrés Urdapilleta, explicó: “Al igual de las casas de calle 30 y 139 que formaron parte de la organización Montoneros, eran casas operativas, que tienen una denominación con ese nombre porque tenían una función específica de la organización. En este caso se encargaba de todo lo que era la documentación utilizada por los militantes. Cuando la organización Montoneros pasa a la clandestinidad le dieron una identidad falsa y que era totalmente vital para poder moverse dentro de la ciudad”, contó. “La casa se encargaba de todo ese trabajo, falsificación de documentos por medio de técnicas bastante artesanales, máquinas rotuladoras, imprentas bastante manuales, sellos, todo ese tipo de cosas, esa era la actividad que fueron desarrollando los que paraban en esta casa que además fue modificada para esos fines”, añadió.
En el caso del Bichicuí, también se hacía resguardo de documentación de la organización. “Documentos especiales que la organización iba generando, eran súper clasificados, muy secretos, era necesario para la organización que no lleguen al alcance de las Fuerzas Armadas ni de la policía. Había centros específicos donde había archivos y los militantes escondían información a cerca de toda la organización”, aseguró Urdapilleta.
“El ataque aquí fue de las mismas dimensiones del de la calle 30. Incluso esta fue la primera casa que atacaron. Funcionó tanto la policía de la zona de La Plata, el jefe de operaciones Miguel Osvaldo Etchecolatz encargado del manejo de informaciones de la dirección de investigación de acá de La Plata y las Fuerzas Armadas. Incluso participó el mismo Camps. Fue visto por los vecinos. Estaban los dos y son los que en un momento inicialmente secuestraron a Nicolás y cuando los abuelos lo recuperaron tuvieron que ir con Etchecolatz que era el que lo había capturado y secuestrado”, contó el guía sobre la historia de Berardi. Su casa fue atacada el 22 de noviembre, mientras que la Mariani-Teruggi cayó el 24 de noviembre.
Sobre la apropiación de bebés, explicó: “Cuando los militares iban a secuestrar se encontraban con los hijos, con parejas y entonces se empezó a generar el plan, no fue azaroso ni poco controlado. Fue bastante aceitado y se dio de manera muy sistemática. En el caso de Clara Anahí y Nicolás fue muy similar. Los dos bebés fueron secuestrados. Etchecolatz negó inicialmente la existencia de esos bebés. De Clara Anahí decían que había muerto en el ataque, de Nicolás decían que no había tal bebé. Después dieron la razón. Los bebés eran tomados como trofeos de guerra”, definió. “En los archivos de la policía figura que el mismo día que atacan la casa Nicolás fue designado a una familia que estaba dentro de una lista de espera de familiares de militares retirados que buscaba niños”, informó Urdapilleta.
Sobre la conmemoración de los 40 años del ataque a las casas, el guía contó: “La idea de esta actividad es visibilizar la búsqueda de Clara Anahí, que viene hace mucho tiempo y es una lucha constante que se da por Abuelas, por la Asociación Clara Anahí, por Chicha Mariani, así que la idea de la casa abierta este año es apoyar esa búsqueda sin bajar los brazos. La idea es dar más actividad, más revuelo, para que seamos más en esa búsqueda, para que Clara Anahí recupere su identidad”.

Además, Paulo Giacobbe dialogó para La Retaguardia con Nicolás Berardi: “Las baldosas blancas en las calles de La Plata son por las casas de caída o desapariciones. El último lugar donde se los vieron. Da la casualidad de que a mis viejos los matan en esta casa que es operativa. Es un término que empezamos a tomar en democracia porque en la jerga de ellos no se decía operativa. Uno va construyendo información y tomando denominaciones en función de lo que va comprendiendo. Pertenecían a lo que durante mucho tiempo no se quiso ver que fue la vinculación de las tres casas con la logística y el desarrollo de las políticas de Montoneros”, explicó Berardi. “Mi viejo está muerto pero yo estoy peleando por que se recuerde también a los hijos muertos durante los embarazos como fue el caso de mi mamá que perdió un bebé o beba, para que no figuren más técnicamente como aborto porque eso, involuntario no fue aborto. La casa quedó en manos de un hombre metido con Etchecolatz y otros hombres trajeados. De 1982 en adelante se maquilló el frente. Hoy a la mañana me decían que en la casa de Clara Anahí tiraron un bazookazo en la puerta porque no la podían abrir de ninguna manera. Eso explica todas las ráfagas que hay en el portón de la casa que es blindado. La mayoría de lo que ha quedado después son calibres menores. También manchas de sangre en la pintura de cal”, contó.
Además, Berardi ofreció una definición sobre quién es hoy: “Yo no elegí la vida de mis viejos ni su idiosincrasia, pero la construí desde la propia militancia. El vecino de al lado –a cuya casa él fue arrojado por su papá en el operativo para salvarlo- estaba a punto de mudarse, seis años después de que reventaran esta casa, y antes de irse vino y le agarró esa flojera de sacarse un peso de encima, las lágrimas. La acción de mis viejos tenía que ver con generar que había una forma distinta de vivir, más allá de si se gana o se pierde, eso se evalúa en otra etapa histórica. Pero era generar algo que no permitiera en la historia que se determinara que todas las cosas son así porque es natural”.
Cuando Berardi pudo recuperar la casa, también se enteró a través de su tío que su madre había estado embarazada. “Mi abuela quería que la venda a la casa. Mi otra abuela siempre se sintió muy mal. Yo pasé muchos estados de ánimo. A los 29 años, en mi cumpleaños entré. El tipo que la ocupaba hasta el 2004 no se fue. No tenía ni idea de que la casa era esto. Yo vine de La Pampa y el ser hijo no era algo públicamente reivindicatorio. La casa entró en juicio y él sostenía que por todas las mejoras que había hecho le correspondía.  Cuando la recuperé no me imaginé que iba a terminar siendo algo a puertas abiertas. El que vivía acá tenía un desarmadero, en el barrio no lo querían tampoco las personas que no son afines a la causa”, contó sobre la persona que los militares pusieron a ocupar el inmueble robado.

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