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Mabel y San Darío del Andén

Escrito por el abril 26, 2018


Todos los 26 Mabel llega a la estación Darío y Maxi (ex Avellaneda), con su monolito, dispuesta a ofrecer su ceremonia a los caídos en la Masacre de Avellanda. Una integrante de La Retaguardia se cruzó con ella y escribió este relato que describe el encuentro. (Texto y fotos de Agustina Salinas para La Retaguardia)

Bajé al hall de la estación y la vi. Cuando la saludo me cuenta que ella siempre llega para el mediodía, que la encontré de casualidad en ese horario. El sol de la siesta alumbraba la mitad del patio de la estación.
Todos los 26 está ahí, con su altar y los lirios que reparte a lo largo de la estación. Desde hace 16 años le brinda la ceremonia a San Darío del Andén, el patrono de los piqueteros.

Mabel se alegra. Dice que muchos jovenes la estigmatizan porque piensan que es vieja y loca. Pero me acerco y noto que me mira de reojo mientras bendice el altar que ella misma hizo, y al que traslada todos los meses hasta la estación. En el pie del altar esta la foto de Dario, “la que tiene la postura de jesús, con los brazos abiertos”. Un tul naranja recorre toda la figura, flores de todo tipo decoran junto con imagenes de Krishna el árbol alrededor del monolito en homenaje a Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, asesinados por la policía hace casi 16 años, en lo que se conoce como “La Masacre de Avellaneda”. Acompañan otros rostros conocidos: Santiago Maldonado y Rafael Nahuel, también asesinados por la impunidad vestida con uniforme.

Mabel reza y bendice. No sé qué dice en su ceremonia de hare krishna pero canta y sonríe. Recorre el hall repartiendo pétalos de lirios en cada rincón de la estación del arte y la rebeldía, donde se reconoce la figura que se convirtió en ícono: Darío con su mano levantada auxiliando a Maxi. Deja un ramo de flores en el monolito. Roza con agua y finaliza. Me acerco para saludarla y pedirle disculpas por meterme en su ceremonia. Me agradece y pregunta mi nombre. Cuenta que las flores son de Lirio porque a pesar del invierno de julio, en una de las marchas que se hizo en reclamo de justicia por Darío y Maxi, las veredas de la calle estaban repletas de lirios florecidos, y ella le atribuye ese hecho a Darío y su magia. 

 
En aquella marcha que partió del Puente Pueyrredón hasta Plaza de Mayo, Mabel repartió 1000 sahumerios con un una etiqueta que decía: “San Darío del anden, patrono de los piqueteros”. Desde ese momento, no falta ningún 26, excepto este último febrero, que viajó a Bariloche a una marcha por Rafael Nahuel, fusilado por la Prefectura en la Lof Lafken Winkul Mapu.
La gente pasa y nos mira, nos toma fotos con sus celulares. Los laburantes del Roca sonríen y escuchan desde un costado mientras Mabel recorre con palabras el compromiso con su amigo Darío.
Me cuenta que ella no sabía hablar en público y que ahora se anima porque el Turco y Fede, dos compañeros que la conocen desde que son “re jovencitos y también fueron amigos de Dario”, la incentivaron a hablar en público y expresar lo que siente. Entonces se fue animando de a poco y dice “ ahora no me para nadie”. Y entonces sigue contando: “Yo no sabía qué hacía Darío. Cuando lo mataron me cayeron todas las fichas juntas, entendí que no funciona la justicia, ni la policía, todos los gorras son una manga de mentirosos, traicioneros”.
 
Cuando recuerda su compromiso con Darió sus ojos celestes brillan cada vez mas, las lágrimas se asoman y su voz aguda se va quebrando. Me dice que es muy injusto todo, que a Darío le arrebataron su juventud, su militancia, su conducta. Entiendo que nos lo arrebataron a todos. Que no fue casual su muerte. Que fue una represión planificada y coordinada. Nos reconforta saber que a pesar del dolor de la ausencia, Darió se multiplicó. Y que como dice su papá Alberto, Darío estaría luchando en cada rincón donde se viva una injusticia. Que Darío está presente en cada pedido de justicia. Sus lágrimas ya recorren las mejillas y me contagia, trato de no quebrarme y seguir la nota pero no puedo. Nos emociona reconocer lo doloroso de la ausencia. 
 
Terminamos de charlar y es todo más amistoso que periodístico. Me mira y sonríe. Le digo que tengo que irme rápido y que me gustó haberla cruzado. Me abraza fuerte y me dice: “te veo el próximo 26”.
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