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Vuelos de la muerte y cementerios clandestinos en Entre Ríos

Por LR oficial en Uncategorized

El libro “El lugar perfecto” del periodista entrerriano Fabián Magnotta motorizó la investigación por los vuelos de la muerte que arrojaban cuerpos en el delta de Entre Ríos. La Secretaría de Derechos Humanos de Gualeguaychú realizó una convocatoria para ayudar en la investigación, una entrevista con su director, Matías Ayastuy y con el autor del libro, incluyendo fragmentos del informe. El rol del cementerio de Villa Paranacito y la opinión de la fiscal, Josefina Minatta. (Por La Retaguardia)



🎤 Entrevistas: Fernando Tebele/Paulo Giacobbe
✍️ Redacción: Paulo Giacobbe
🎙️ Textuales: Entrevista a Fabián Magnotta: Mónica Mexicano
💻 Edición: Diego Adur
📷 Foto: Imagen satelital Delta del Paraná

“Los testimonios coinciden en hablar de vuelos que lanzaban bultos y los cuerpos aparecían maniatados o quedaban enganchados en algún muelle”, dijo Fabián Magnotta en Oral y Público, y precisó: “Estela Escobar dice que vio helicópteros de madrugada. Un lanchero que ya murió hablaba que vio cuerpos vestidos, con manos atadas y helicópteros. Un empleado de la planta de celulosa argentina Don Julio también vio helicópteros que lanzaban bultos. Un payador uruguayo, Concepción Regalini, hablaba de helicópteros verdes sin numeración que lanzaban bultos. Los vio pasar hasta 5 veces por semana, pero eran irregulares los vuelos, a distintas horas del día por distintas partes, muchos durante el mundial 78. Vio cuerpos maniatados, atados con alambre de púas. Ramón Tejeda también vio helicópteros sobre los ríos y sobre los montes. Bartolo Venancio, helicópteros sobre el Río Paraná Bravo, con ametralladoras en la puerta. Charly Ferreira, helicópteros que se posaban a diez metros en el Río Sauce, helicópteros verdes. Hugo Regora habla de helicópteros y aviones y José Luis, que murió hace poco y era lanchero escolar, dijo que vio aviones Hércules que tiraban -cuerpos- sobre el paso de la lancha escolar y él hacía esconder a los chicos para cuidarles la cabeza y que no se quedaran con ese recuerdo”, describió. El nombre del libro surgió al escuchar uno de estos testimonios: “Yo estaba, era chica, lo veía, y era el lugar perfecto por varias razones”, le dijo Elena. 

Para Magnotta el lugar elegido tiene que ver con la geografía de la zona, pero también con el carácter de los moradores: “La gente es muy cerrada. La mayoría son trabajadores de la madera, de la pesca y ellos fueron los testigos de la investigación. Es el libro de los testigos más comunes del mundo. Esa zona tiene muchos lugares impenetrables, inundables, donde se forman humedales, con camalotes de tierra, que con los años se pueden llegar a convertir en pequeñas islas. Ese es uno de los lugares elegidos para los vuelos, creo que por la cercanía con Buenos Aires. La gente no hablaba, por miedo y por las características de la zona ”, explicó. El periodista calculó que partiendo desde Buenos Aires por vía aérea, ya sea avioneta o helicóptero, no se puede tardar más de 20 minutos. El delta entrerriano, al sur de la provincia, es entonces el extenso escenario de una investigación periodística y judicial, que se extiende también al otro lado del Río de la Plata 

Apariciones en Uruguay

La proximidad con Uruguay es otro factor a tener en cuenta. El autor del libro recolectó testimonios en el país vecino que cuentan sobre la aparición de cuerpos en las costas: “Pampero estuvo detenido y fue torturado por la policía por tener la osadía de contar que había encontrado el cuerpo de una chica en la costa. Pero vio y sabe mucho más, cosas que revela al periodista con el grabador apagado. Es un inesperado, rico y valiente testigo de los vuelos”, escribió en el libro “El lugar Perfecto”, sobre la entrevista que realizó en La Paloma, Uruguay, a Leonel Álvarez Olivera, El Pampero: 

-Lo escucho, Pampero…

-La primera chica que encontré tenía hasta las uñas pintadas, pobre. Habrá tenido unos veinte años… Fue en el puerto Los Botes, en La Paloma. 

-¿Estamos hablando de 1976?

-Sí, ‘76. Salió ese cadáver y denuncié a la comisaría, y me tuvieron cuarenta horas de calabozo. ¿Cómo lo encontró al muerto? Y yo que sé, lo encontré en la costa, le dije. ¿Y cómo venía? Y me pasaban otra vez para el calabozo. Acevedo se llama…comisario Acevedo. ¿Y cómo venía el cuerpo? A las 12 horas me abrían y me volvían a preguntar y a encerrar. Estaqueado. Me encapucharon. Después fui y reconocí a todos. Acevedo, Sosa, Enio Machado… Tuve desgarramiento de las piernas porque me pusieron ladrillos. Y un abogado Martínez, de Montevideo, que buscó mi padre, me sacó a las cuarenta horas. Me dijeron que me fuera a mi casa, que no me iban a molestar más… –

Del libro “Escritos en el Agua” de Carlos María Domínguez, editado por Ediciones de la Banda Oriental, Magnotta rescató el testimonio de José Pepito Pereyra, “El Oriental”, residente en la Localidad de Nueva Palmira, Colonia. “El Oriental” coincide respecto a los aviones y helicópteros que tiraban bultos, a cualquier horario, incluso de día: “En el Bravo tiraban de día. El helicóptero abría las compuertas y largaba bultos al agua. Y usted iba a mirar y eran tipos envueltos en las bolsas, atados con alambres. Desnudos en las bolsas o envueltos en esas frazadas de las cárceles”, describió. Pereyra encontró cuerpos traídos por las corrientes. 

Los periodistas Daniel Nino Roselli, de Nueva Palmira, y Fabián Cardozo, de Montevideo, realizaron aportes a la investigación. “La frontera cercana y caliente de los ríos fue elegida para otras actividades en los mismos años. En efecto, fue utilizada para el pase clandestino de presos políticos uruguayos desde la Argentina al Uruguay”, escribió Magnotta y agrega el testimonio de un ex marinero de la Prefectura de Nueva Palmira sobre los cruces clandestinos en lanchas “de presos políticos uruguayos que estaban encarcelados en Argentina”.

Tal vez el caso más conocido sea el del Negrito Floreal Avellaneda, mencionado por Rodolfo Walsh en la “Carta abierta de un escritor a la junta militar” de 1977. El negrito, de quince años, fue secuestrado junto a su madre, Iris Pereyra, y su cuerpo apareció en las costas uruguayas visiblemente torturado. El ejército de Uruguay, en un acto de camaradería genocida, desapareció el cuerpo y el primer juicio por los crímenes de Lesa Humanidad cometidos en Campo de Mayo tuvo como querellantes al padre y a la madre del Negrito. Después de treinta años hubo unas pocas condenas. De seis acusados solo uno recibió prisión perpetua, el Jefe del Comando de Institutos Militares, Santiago Omar Riveros. 

Magnotta se entrevistó con el periodista uruguayo Fabián Cardozo quien, el 16 de mayo de 1976, escribió en el diario Última Hora sobre el hallazgo de ocho cadáveres. Uno de esos cadáveres era el Negrito. “El cuerpo apareció en las costas uruguayas el 15 de mayo de 1976, junto al de María Rosa Mora, que había sido secuestrada el mes anterior en Vicente López”.

En ‘El Lugar Perfecto’ se reproduce un fragmento del informe oficial elaborado por la Secretaría de Derechos Humanos de Uruguay sobre “fichas de restos no identificados, correspondientes a cuerpos N.N. hallados en costas uruguayas”. Actualizado a 2014, el comienzo del informe es muy claro: “Hacia fines de 1975 y hasta 1979 comenzaron a aparecer en distintas partes de la costa uruguaya cuerpos de personas sin vida que no podían ser identificadas, presentando signos de evidente violencia y mutilación”, decía. 

“Entre 1975 y 1979 fueron hallados 31 cuerpos en las costas uruguayas, siendo identificados hasta el momento 10 cuerpos”. En el informe figuran:

Departamento de Colonia: 11 hallazgos (8 cuerpos se preservaron, entre los que fue identificado Raúl Orlando Montenegro, Raúl Antonio Niño, y Horacio Adolfo Abeledo, todos de nacionalidad argentina).

Departamento de Maldonado: 3 hallazgos.

Departamento de Montevideo: 9 hallazgos (4 identificaciones: María Rosa Mora, Argentina. Floreal Avellaneda, Argentina. Ambos figuraban como detenidos-desaparecidos. Fueron identificados también: Liborio Gadea, Paraguay, y Atilio Arias, Uruguay).

Departamento de Rocha: 8 hallazgos. (3 identificaciones: Luis Guillermo Vega Ceballo; Nelson Valentín Cabello Pérez, ambos de nacionalidad chilena y Laura Gladis Romero es de nacionalidad Argentina).

Cementerio

El cementerio de Villa Paranacito sufre crecidas e inundaciones periódicamente. En el año 2002 y a raíz del secuestro del empresario Rodolfo Clutterbuck se realizaron exhumaciones en  un sector destinado a los NN. Fabián Magnotta presenció ese momento y tomó nota de algunas irregularidades: “Hay algunos con disparos en la cabeza, cráneos destrozados, dos restos juntos, huesos de una mujer donde los registros hablaban de un hombre, y hasta tumbas con numeración melliza. Y en ningún caso los registros aportan esos datos sobre muertes violentas”. Además, recabó testimonios de policías que dieron cuenta de enterramientos de NN en el cementerio. “En el delta, directamente, los cuerpos NN eran dejados en las corrientes de agua o enterrados en el cementerio sin los trámites de rigor. Allí está otro elemento que permite suponer que la Policía o la Prefectura de la zona contribuían en el proceso final de la desaparición de personas”, escribió. 

Según un testigo policial, los cuerpos “llegaban en un pontón al cementerio, y la inhumación quedaba a cargo del encargado del camposanto”, que previamente les tomaban las huellas digitales. 

“Puede asegurarse que la mayoría de los desaparecidos en el delta entrerriano no fueron a parar al cementerio. Pero también que varios sí siguieron ese destino”, concluyó Fabián. 

El Lugar Perfecto tiene su versión documental sonora que se puede ver en YouTube.  

La justicia en el barro

La dirección de Derechos Humanos de Gualeguaychú a cargo de Matías Ayastuy, organizó la charla virtual “Los vuelos de la muerte en el Delta Entrerriano”. Participaron la fiscal federal Josefina Minatta y Fabián Magnotta. 

“La obra periodística fue una base fundamental para la investigación”, resaltó Minatta en la charla, y explicó el recorrido de la causa: “Tuvo dos tramos. El primer tramo, a partir de una denuncia de un policía, cuenta que su novia encontró un tambor relleno de cemento en la orilla de una escuela y lo había enterrado. Del tambor sobresalía un cuerpo humano”. Para Minatta la existencia de tambores podría significar un vínculo con Automotores Orletti, el centro clandestino del barrio porteño de Floresta, una de las sedes del Plan Cóndor en Argentina.

Este policía realizó la denuncia frente al juez Eduardo García Jurado. “Esa fue la primera etapa, el caso no avanzó”. La novia del policía fue citada a declarar y negó haber visto el tambor con un cuerpo; en el mejor de los casos, no recordaba. Para la fiscal, en la desmemoriada pudo haber influido el actual estado civil de la mujer, que luego del novio policía se casó con una persona perteneciente a Prefectura. 

El testimonio del policía en sede judicial fue en 2003 y marcó el comienzo de la denuncia de Magnotta. Las personas citadas en “El Lugar Perfecto” son llamadas por la justicia y se toman algunas testimoniales, “pero se vuelven a estancar”. Un informe geográfico revela que la zona es anegadiza, inundable, es muy poco probable que los cuerpos puedan ser encontrados. “Cosa que es verdad”, reconoce la fiscal. 

Cuando Josefina Minatta habla de la zona, no exagera. Realizaron una recorrida con los pies en el barro, literal. Fue junto al juez federal Pablo Seró; integrantes del Equipo Argentino de Antropología Forense; Matías Ayastuy; entre otros y otras integrantes de la justicia. Miembros de Prefectura Naval los acompañaron. Pese a los años transcurridos, la investigación recién estaría comenzando.

Causa Compleja

Al llegar a la fiscalía, Josefina Minatta pidió colaboración a la Procuraduría de Crímenes contra la Humanidad para buscar nuevas pruebas: Fichas a la policía, rastreo de cementerios, búsqueda de nuevos testigos, pedido de nueva información a Uruguay con la idea de realizar trabajos conjuntos, etc. Además, se comenzó una investigación por fuera del expediente incorporando testimonios y datos que sería difícil conseguir citando personas en tribunales. El miedo que aún persiste en las y los pobladores es clave para entender este último instrumento de la investigación: “La causa es muy difícil. Para encontrar restos estamos apelando al sentido cristiano o creyente de algún vecino que hubiera podido recoger restos y enterrarlos en su casa. En Paranacito se acostumbraba mucho eso, todavía al día de hoy hay gente que entierra gente en el fondo de su casa, esta costumbre se mantiene”, analizó la fiscal.    

Gracias a uno de esos testimonios pudieron realizar un aporte en otra causa poco investigada. Un lugareño dijo que conocía una zona de islas en la que nadie quería trabajar porque se escuchaban lamentos humanos. Pudo ubicarla y, después de cinco horas de navegación, llegaron a la isla “El Silencio”, el lugar que es propiedad de la iglesia Católica Argentina y sirvió como Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio, anexo de la ESMA, en el municipio de San Fernando, Provincia de Buenos Aires.

Para Minatta, el entrecruzamiento de datos con los juicios por crímenes de lesa humanidad es clave y citó el caso del Capitán Rodolfo Delfín Varela Gorriti, un oceanógrafo que estudiaba las corrientes marinas. Varela Gorriti actuó en Campo de Mayo. El dato fue aportado por un ex conscripto en el juicio por los vuelos de la muerte o vuelos fantasmas que salieron de esa guarnición del Ejército Argentino.  

Asimismo, la nueva tecnología con la que cuenta el Equipo Argentino de Antropología Forense genera expectativas. Mediante fotos aéreas se pueden descubrir alteraciones en el terreno y posibles enterramientos. “Hay lugares donde se dice que eran cementerios clandestinos”, dijo Minatta. “No nos cabe ninguna duda de que nuestro delta fue el lugar elegido de la dictadura para ocultar gran parte de sus víctimas”, fue la conclusión generalizada en la charla organizada por el Municipio de Gualeguaychú.  

Campaña municipal

Matías Ayastuy, Director de Derechos Humanos del Municipio de Gualeguaychú, habló con Oral y Público y resaltó el trabajo de la fiscal que está llevando la causa. “Desde la municipalidad de Gualeguaychú hemos sido convocados a acompañar y aportar una serie de estrategias que contribuyen a la estrategia central de la querella que es poder encontrar los restos de las víctimas”, señaló.En ese sentido, Ayastuy refirió un hecho particular de la causa por delitos de Lesa Humanidad: “Los hechos están absolutamente probados, pero no hay ni acusados ni víctimas. Al no haber encontrado ni un cuerpo no se sabe ni a qué circuito represivo se correspondía este sistema de exterminio. Aunque está demostrado que existió, no se sabe si eran de ABO, de ESMA, de Campo de Mayo. Hay hipótesis por las fechas y las épocas de traslado, pero no hay una afirmación tajante de a qué circuito de exterminio se correspondían las víctimas que cayeron en Villa Paranacito”, argumentó. Ayastuy sabe de búsquedas y esperas: hijo de madre y padre desaparecidas/os, aguarda el reencuentro con una hermana o hermano que su madre parió durante su cautiverio.

Ayastuy habló de la recorrida realizada por las islas con apoyo logístico de Prefectura: “Hemos estado hablando con muchos testigos y una de las cuestiones que nos encontramos  que había mucho miedo para hablar. Mucha resistencia, miedo, dificultades y a raíz de eso, en coordinación con Fabián Magnotta que fue partícipe y acompaña este proceso, y con la querella de Derechos Humanos de la Nación y el mismo juzgado, resolvimos que podía ayudar a la causa abrir una canal de comunicación despegado de lo que es específicamente la Justicia”. 

El canal para comunicarse es el teléfono 03446 629285 o por mail: [email protected]

 “Nos está dando bastante resultado porque hemos accedido a un montón de testigos que hasta ahora no estaban relevados en la investigación periodística del libro de Fabián, que no se habían acercado a la Justicia ni habían prestado declaración, que tienen testimonios contundentes en relación a estos hechos”, consideró el director de derechos humanos de Gualeguaychú, “Mucha gente nos llamó y arrancó con mucho miedo y sintió un alivio inmenso por el hecho de haber dado esa información, el hecho de decir sí pude hablar de esto y lo dije. Sentían culpa de haber sido testigos de un hecho aberrante como el que les tocó vivir”, concluyó Ayastuy.