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El Perro Santillán recordó las jornadas de 2001

Por LR oficial en 2001, movimientos sociales, Nacionales, trabajadoras, Trabajadores

El dirigente social jujeño, uno de los referentes más prestigiosos de aquella época habló sobre las luchas en el norte argentino en la crisis de 2001. En diálogo con Hasta que vuelvan los abrazos, en la mañana radial de La Retaguardia y Radio Sur, también aportó su mirada sobre las luchas en la actualidad. (Por La Retaguardia)



🎤 Entrevista: Pedro Ramírez Otero/Julián Bouvier
✍️ Redacción: Julián Bouvier
💻 Edición: Pedro Ramírez Otero
📷 Foto de portada: Germán García Adrasti

El Perro Santillán, dirigente social de Jujuy y secretario general del Sindicato de Empleados y Obreros Municipales, recordó dónde se encontraba el 19 y 20 de diciembre de 2001, cuando esa gran revuelta popular obligaba a renunciar al entonces presidente Fernando de la Rúa: «El 2001 ha marcado a fuego la vida de muchos. Yo venía de estar en prisión y formaba parte de la Comisión de Derechos Humanos y en el Movimiento Tupaj Katari. Cuando salí de la cárcel me sorprendió el 2001 en la calle. Estaba con libertad condicional. Un compañero me llevó a las movilizaciones sociales acá en Jujuy. Esa jornada tuve que escapar porque llegaba la policía y al estar con la condicional no podía estar con más de diez personas”. Además, explicó cómo repercutió ese momento para él:  “El 2001 me marcó. Significó la lucha de pueblos como el jujeño. Y fue un hecho más grande que los antecedentes que tenía la provincia con las puebladas, los gobernadores caídos. Lo malo fue que el pueblo no coronó, dejando una política o políticos que sirvan al pueblo, que piensen en dar soluciones a las clases más postergadas. Siguieron ellos: primero los cinco presidentes y luego Néstor Kirchner. Lamentablemente, el pueblo dejó su sangre en la calle sin coronar políticamente».

—¿Cómo se vivían esos años en el norte argentino?
—Las provincias del norte estaban castigadas por las políticas neoliberales que se habían instalado a sangre y fuego por las represiones que vivimos en el interior del país. En 1990, Jujuy tuvo la virtud de empezar a denunciar lo que se venía con las políticas de (Carlos) Menem y el modelo neoliberal. Porque ya lo empezábamos a sufrir. Veíamos como se desguazaba Zapla (fábrica de producción de aceros en Palpalá, Jujuy), comenzaban a recortar los salarios de los trabajadores estatales. Y así, en el 90 cayó el primer gobernador. Desde la puna aparecían los signos más brutales, con el cierre de Mina Aguilar (yacimiento minero), que el dueño era el presidente de Bolivia (Gonzalo Sánchez de Lozada), y dejaron desocupadas a miles de familias, desde antes del cierre de la mina. La provincia vivía con dramatismo las privatizaciones. El ministro de economía, Domingo Cavallo, llamó a Jujuy una provincia inviable. Los jujeños no teníamos salida. Por eso los gobernantes se fueron incinerando en toda la década del ‘90 hasta el 98, que cayó el último. Ese era el pueblo reclamando los cambios que nos merecíamos. Tampoco estas luchas se llegaron a coronar políticamente, sino hoy no estaríamos gobernados por Gerardo Morales. Nos dejó un sabor amargo toda esa época de privatizaciones, desocupación. Intentamos hacernos ver, reclamar que no nos abandonen, por eso hacíamos esos cortes de ruta grandísimos. Nosotros los dirigentes, vivíamos presos. Entrábamos y salíamos. Nos perseguían a nosotros y a nuestras familias, a nuestros hijos. No fue fácil. Todavía esperamos respuestas, que se observe la deuda interna que tiene el país, además de la externa.
Santillán habló de la importancia organizativa que dejó el estallido social, pero remarcó que los sectores populares continúan postergados y criticó a la organización que integraba en aquel momento. «Lo principal que dejó el 2001 es la organización. Los grandes movimientos que se formaron, como la CCC (Corriente Clasista y Combativa) u otros, han ido recalando dentro del sistema, se han establecido en lo electoral, metiendo diputados, teniendo funcionarios, y el pueblo todavía está esperando trabajo genuino. Poder construir esa Argentina donde un joven pueda tener la esperanza de recibirse de una carrera y trabajar para una calidad de vida mejor. Todo eso está postergado. Los trabajadores desocupados hoy, lamentablemente, tienen un plan social, tienen comedores, tienen un bolsón de mercadería, y alguna cosita más, pero no han solucionado la falta de trabajo, la identidad y la potencia que da el trabajo. Nosotros esperamos que las luchas se encaminen para que realmente volvamos a recuperar nuestra libertad, creando trabajo», dijo.
El dirigente social se refirió también a la famosa consigna Que se vayan todos: «No se fue nadie. El 2001, con nuestras movilizaciones, con nuestros muertos en las calles, prefiguraban otra salida para la Argentina. El mundo había visto cómo nuestro país se rebelaba ante las imposiciones de los grandes países. Creíamos que esos miles y miles de trabajadores que habían visto cómo les cerraban las puertas de las fábricas en las caras, recuperarían sus puestos. La ‘deuda interna’ se mantiene todavía en el país. No solo con Jujuy, sino con todas las provincias alejadas de los grandes centros. Inclusive en el mismo Buenos Aires, las grandes concentraciones de desocupación en el Conurbano necesitan tener una salida digna. Que dejen de versear a la gente. Por eso creo que el 2001 fue un revulsivo muy grande, que ha dejado grandes enseñanzas en lo que ha sido la organización de las juventudes. Pero, lamentablemente, el sistema con las trampas de los poderosos va nuevamente encaminando el destino de nuestro país a ser una patria al servicio de las potencias”.

—¿Cómo está hoy la situación en Jujuy?

—Hay grandes organizaciones sociales con miles y miles de desocupados que reciben su plan, su bolsón de comida. Miles de desocupados que están en estructuras clientelares, que tenemos que romper. Si bien se habla de la lucha por trabajo genuino, yo creo que los principales dirigentes no quieren eso para la gente. Porque perderían esas grandes masas que tienen para movilizar, para direccionar políticas electorales, de acuerdo a su propia necesidad. Por eso digo que el 2001 había abierto esas esperanzas de todo el mundo de tener políticas diferentes, y las organizaciones tenían que servir para ser un trampolín, para que la gente vuelva a tener trabajo. Y no direccionarse hacia donde mande el puntero político o el jefe de la organización. Yo creo que se puede generar un cambio en Jujuy. Hay que acercarse al campo, tener una educación que capacite a los jóvenes, volver a potenciar los productos que se generan en la provincia. Antes estaba la fábrica de aceros Zapla, que los jóvenes sabían que estudiando para técnico metalúrgico o mecánico al salir iban a tener un trabajo. Creo que hay que pelear por transformar la realidad, teniendo más sensibilidad social.