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Masacre de Wilde -día 3- “Ese 10 de enero de 1994, volvimos a nacer”

Escrito por el octubre 20, 2022



Una pareja que dio testimonio en esta nueva jornada volvió a poner en evidencia la locura desatada por los policías de la Masacre. Mientras comían en una parrilla, escucharon los tiros y dicen que se salvaron por milagro. También continúan declarando policías y aportó su opinión un perito.

Por Colectivo de Medios Popluares*
Redacción: Carlos Rodríguez (La Retaguardia)
Foto/Videos: Oscar Strumpfs (Radio Presente)

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El testimonio de mayor impacto en una nueva jornada del juicio por la Masacre de Wilde lo aportó una pareja que estaba en una parrilla de la zona y quedó expuesta a la balacera desatada por los policías de la Bridada de Investigaciones de Lanús. Jorge Guzmán relató que primero pensó que “eran cohetes, pero eran tiros y me tiré sobre mi mujer (Iris Fernández) para protegerla”. Los testigos vieron cómo algunos de los policías intentaron “plantar” un arma en manos de una de las víctimas en pos de la fábula del “enfrentamiento” que quiso montar la Bonaerense para desvirtuar la realidad del cuádruple homicidio.
Guzmán sostuvo que pudo ver como uno de los policías “intentaba ponerle un arma en la mano” a uno de los fallecidos. “Le querían abrir la mano para ponerle el arma, pero no pudieron, mientras otros recogían los casquillos de las balas y trataban de mover el auto, pero tampoco pudieron porque tenía reventadas las gomas”, dijo.

Iris Fernández ratificó luego lo dicho por su pareja. De las maniobras para borrar la evidencia “participó mucha gente de civil”, que la investigación demostró que eran policías de la Brigada de Lanús. Guzmán dijo que vio a un policía “efectuando disparos con medio cuerpo fuera del auto”. Agregó que no escuchó “ni sirenas, ni voz de alto” antes de que comenzaran los disparos.

Otro testimonio importante fue el de Raúl Osvaldo Torre, un oficial de la Policía Bonaerense experto en criminalística, que en base al testimonio de los 11 policías imputados en su momento, realizó una reconstrucción de los hechos en video. Dijo que lo hizo para determinar la veracidad de los dichos de sus colegas, en el marco de un sumario administrativo para Asuntos Internos, no incorporado a la causa.
Torre aclaró que nunca tuvo acceso al informe pericial de la Gendarmería, que sí está en la causa y al que consideró como “muy bien hecho”. Basó su opinión en algunos contactos que tuvo con los peritos a cargo de la Gendarmería y de algunos detalles que pudo conocer, en vivo, durante la reconstrucción del hecho presidido por la primera jueza de la causa, Silvia González.


Informó también que el trabajo realizado por él y su equipo fue ordenado por la jefatura de la Policía Bonaerense “porque había preocupación por los casos de muerte de personas inocentes”.
Una de las razones de esa “preocupación” era “el impacto mediático” que tenían casos como la Masacre de Wilde. Esto se agravó en 1996, cuando tuvo que hacer algo similar con la Masacre de Andreani. En el fallido asalto a la empresa de correo murieron nueve personas, entre ellas un joven que había sido tomado como rehén. Torre dijo que otro de los jefes del equipo fue el comisario Daniel Salcedo, años después jefe de la Policía Bonaerense y más tarde acusado de espionaje ilegal desde la Agencia Federal de Investigaciones (AFI), durante el gobierno de Mauricio Macri.

El oficial sostuvo que en el caso Wilde, según los dichos de los imputados, la persecución del Peugeot 505 fue “una pelea de perros”. Lo que significa un duro “enfrentamiento”, una circunstancia desechada por la Fiscalía, basándose, entre otras pruebas, en el informe de Gendarmería. Admitió que no tenía constancia alguna de impacto de bala o de policías heridos en ese hecho, a la vez que reconoció que en el ataque al Dodge 1500 “murió una persona inocente”, en referencia a Edgardo Cicutín. En ese rodado iba Claudio Díaz, el único sobreviviente del caso. En el Peugeot 505, el otro vehículo baleado, murieron el remisero Norberto Corbo, Enrique Bielsa y Claudio Mendoza. Torre sostuvo que el trabajo que realizaron sobre la balacera tenía también como propósito “sumarlo al plan de estudio de los cadetes de la escuela de Policía Juan Vucetich”.


Antes declaró el médico Jorge Lucas Lecovich, quien el 10 de enero de 1994 fue jefe de guardia del Hospital de Wilde. Recordó el ingreso de dos personas, una ya fallecida y la otra en grave estado, al punto que murió minutos después. Dijo que le tuvo que pedir a los policías que habían llevado a las víctimas como N.N. que se retiraran de uno de los pasillos, porque interferían en la circulación de médicos y pacientes.

Raquel Gazzanego, viuda de Cicutín, recordó en el juicio lo que sucedió cuando fue al hospital para averiguar sobre el estado de salud de su marido: “Los policías me atendieron por una mirilla y me dijeron que vaya a la Brigada”. El médico dijo que las personas fallecieron por “heridas múltiples” producidas con “armas de fuego”. Cuando le pidieron precisión sobre la cantidad de impactos que habían recibido, insistió en decir “heridas múltiples, que significa dos o más heridas”.
Luego declaró el policía Gustavo Javier Espósito, quien dio explicaciones sobre cómo se gestó el operativo de “prevención del delito” que derivó en el homicidio de cuatro personas ajenas a un hecho delictivo. La brigada salió, en cuatro coches, a la caza de un Dodge 1500 color mostaza o amarillo. Dijo que salieron a perseguirlo porque sus ocupantes tenían “una actitud sospechosa”. En enero de 1994, la Policía Bonaerense dijo que buscaban a los autores de un supuesto robo a una sucursal del Banco de Galicia. Esposito, armado ese día con una ametralladora Uzi, aclaró que sólo intervino en la detención de los ocupantes del Dodge en el que iban Gustavo Leguizamón, un hombre de apellido Quintana y el remisero Guillermo Correa. Según Espósito, el nombrado Leguizamón hizo disparos hacia el móvil policial y él respondió accionando la Uzi. Precisó que solo fueron “dos o tres” disparos porque el arma se le trabó. Tuvo que apelar a su pistola reglamentaria. Le preguntaron si conocía personalmente al imputado Marcos Ariel Rodríguez. Respondió que sí y precisó que “era miembro de la Brigada de Investigaciones de Tigre”. Aseguró que nunca lo había visto en Lanús, pero confirmó que Rodríguez estaba el día del operativo en Wilde.

Otro testimonio fue el del comisario Alberto Molinas, quien se emocionó en el momento de reconocer que fue amigo personal de Enrique Bielsa, uno de los fallecidos en la masacre. Recordó que lo llamaban “Cacho”, que era “una buena persona, como si fuera un chico grande”. Sostuvo que Bielsa “quería mucho a la policía porque era un policía frustrado”. Ante preguntas de los fiscales, admitió que Bielsa fue “testigo en varios procedimientos policiales” realizados en la localidad de Santos Lugares, donde vivía con su familia, cerca de la casa de Ernesto Sábato. El testigo señaló que Bielsa era también “amigo del comisario Cuadros”, de la Policía Federal. Ante la insistencia sobre el tema del vínculo entre Bielsa y la policía, Molinas aclaró: “No era un buchón, como se dice en la jerga carcelaria”. Reconoció que supo que Bielsa tuvo algunos problemas con la ley en su juventud, pero para insistir en definirlo como una persona honesta, contó: “Una vez me olvidé el arma reglamentaria en el auto que él manejaba y lo que hizo fue llevarla de inmediato a mi casa”. Comentó que Bielsa fue primero taxista y luego remisero.

En la audiencia estuvieron presentes, como imputados, los comisarios Roberto Mantel y Eduardo Gómez, los oficiales Osvaldo Lorenzón, Julio Gatto y Marcelo Valenga, el subteniente Pablo Dudek y el cabo Marcos Ariel Rodríguez. Aunque no está presente y no es mencionado por los jueces en el debate, todavía sigue imputado el subteniente Marciano González, quien sufrió un ACV hace un año. Se aguarda una pericia médica que diga si puede afrontar el proceso. Tres de los responsables de la masacre fallecieron: Hugo Reyes, César Córdoba y Carlos Saladino.


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