“En estos 17 años mi dolor se transformó en lucha”
Por LR oficial en CABA, Talleres clandestinos, trabajadoras, Trabajadores
Lo dijo Lourdes Hidalgo, sobreviviente de la masacre en la textil Luis Viale. A finales de marzo de 2002 un desperfecto eléctrico desató un incendio en el taller textil clandestino de Caballito donde los y las trabajadoras estaban en condiciones de esclavitud. Murieron seis personas, cinco de ellas tenían entre 3 y 15 años. Hidalgo pasó por el programa radial Tengo una Idea y recordó aquel día.
Entrevista: Graciela Carballo/Carlos Morchio/Nicolás Rosales
Redacción: Nicolás Rosales
Edición: Pedro Ramírez Otero
Foto de portada: Nicolás Rosales
Lourdes Hidalgo, sobreviviente y luchadora activa por la búsqueda de justicia por el incendio de la calle Luis Viale tiene una voz firme. Es boliviana, de origen aymara, y como muchos y muchas de sus compatriotas emigró a Buenos Aires en el 2004 deseando una mejor vida. Dos años después, sucedería un hecho que le cambió la vida.
—¿Cómo era tu vida antes de Luis Viale y cómo fueron tus días allí?
—Llegue a la Argentina en búsqueda de un trabajo digno, yo era una persona sana, no tenía problemas de salud. Llegue con las esperanzas y con los sueños que todos tenemos quienes migramos y como toda la sociedad que quiere trabajar. Mi propósito era estar un buen tiempo y regresar a Bolivia porque había dejado a mi familia. Es muy duro dejar a nuestros seres queridos. Al principio, lo que más me llamó la atención fue el horario de trabajo. Eran muchas horas y no era como yo me había imaginado. Como también en la forma en que se vivía. Y nos dijeron que nos iban a dar comida, techo, y así.
Quienes trabajaban en aquel lugar, lo hicieron con el método de trabajo esclavo, que se denomina “cama caliente”, que consiste dormir en el lugar de trabajo, y en este caso casi al pie de las máquinas textiles.
“Cuando entré me dí cuenta que era una fábrica, estaba llena de máquinas y había mucha gente. Cuando empecé a trabajar ví que era muy incómodo. Al principio no vivía ahí, vivía a siete cuadras entre Donato Álvarez y Gaona en una pieza alquilada. Trabajé desde la mañana temprano y regresaba a las once de la noche. En aquel momento me daba miedo pasar de noche por la plaza Irlanda porque estaba vacía”, recordó Lourdes. La sobreviviente contó también que había pensado en dejar el trabajo. “Teníamos que almorzar sobre la máquina o sobre los cortes de la tela. Incluso la cocina doméstica estaba en el centro del taller, entre las máquinas. Eran condiciones inhumanas. Los cables estaban colgando, y el lugar no tenía ventilación, era todo cerrado. Yo trabajé un mes y me dije: cobro un mes y me voy. Pero pasó un mes y una semana y al pedir que me pagaran me respondió uno de los capataces que ahí pagaban cada tres meses. Y yo le dije: ‘¿con qué me voy a pagar el alquiler?’ Y él me dijo que me vaya a vivir ahí”, contó.
“Cuando llegué, me subieron al entrepiso y vi dos piezas separadas con madera y nylon. Todo era muy incómodo, las piezas estaban en el primer piso y el entrepiso, vivimos ahí 65 personas, entre ellas 25 niños. Trabajábamos de 16 a 18 horas diarias y nuestra rutina diaria fue de la cama a la máquina, y de la máquina a la cama. Había dos baños pero funcionaba solo una ducha. Era un cono con agua fría, en un espacio muy chico. Tuvimos que hacer colas en las noches para bañarnos, hasta las dos de la mañana. Yo reclamé por el baño roto y otro de los capataces me dijo que me vaya porque había reclamado”, dijo Hidalgo acerca de las condiciones en que vivían y trabajaban en el taller clandestino.
Además, la sobreviviente señaló que el Gobierno porteño y la policía conocían el estado del lugar: “Entraban también policías y se llevaban jeans secuestrados, hasta cínicamente se llevaban los de sus talles. Entraron ese año varios funcionarios del Gobierno de la Ciudad a revisar. Los dueños del taller con la complicidad de los capataces sabían lo que estaba pasando y no hicieron nada. Estas muertes eran evitables antes de que ese día 30 se incendiara el taller”.
—¿Cómo sigue la lucha por la búsqueda de justicia?
—Seguimos en el camino de búsqueda de Memoria y Justicia por las víctimas que perdieron la vida en el taller. Pasaron 17 años y fueron de lucha incansable. En 2019 hicimos una asamblea y se convocó a todos. Así se formó la Comisión por la Memoria y la Justicia. Se hizo también para seguir adelante y se fortalezca la lucha.
—¿Qué pasó con los dueños del lugar?
—Realmente desaparecieron. Incluso cuando fue el juicio no sabemos si realmente declararon. El juicio no fue público y la Justicia los ha encubierto. Solamente dio la cara uno de los capataces de nacionalidad boliviana, encargado de traer a la gente. Acá hubo trata laboral, familias enteras con hijos, incluso con personas que no hablaban el castellano, solo el aymará. Se aprovecharon de nosotros.
Por último, Lourdes recordó algunos momentos traumáticos más del día del incendio y también mencionó que a pesar de que pasaron muchos años aún continúa con tratamiento médico y psicológico. Este caso continúa impune porque las víctimas y sus familiares no tuvieron justicia. “En estos 17 años mi dolor se transformó en lucha”, dijo emocionada. Al día de hoy continúan exigiendo que el lugar se transforme en un espacio de memoria.