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Puente 12 III -día 5- El camino de Ismenia y la familia Abdón

Escrito por el junio 2, 2023



Elba Balestri, esposa del desaparecido Ricardo Abdón y Roberto Inostroza Arroyo, hermano de Ismenia, pasaron por el juicio para relatar sus historias, que también son parte de la secuencia de caídas entre el 7 y el 9 de diciembre de 1975. En el caso de Abdón también fue secuestrado el hijo de apenas 4 años. Todos cayeron por la infiltración del Oso Ranier.

Redacción: Carlos Rodríguez
Edición: Pedro Ramírez Otero

Detenida en la cárcel de Olmos, donde dio a luz a su hija menor, Elba Balestri recibió las noticias sobre las torturas sufridas por su esposo, Ricardo Elías Abdón, quien sigue desaparecido, y el secuestro en el centro de exterminio de Puente 12 de su hijo Esteban, de 4 años.
Elba Balestri y Ricardo Elías Abdón, nacidos en Córdoba, se habían incorporado al PRT-ERP en 1973, luego del Cordobazo y por “la indignación” que les provocó el fusilamiento de los presos políticos en Trelew, el 22 de agosto de 1972.
Al declarar en el tercer juicio por los crímenes de lesa humanidad ocurridos en el centro clandestino de Puente 12, Elba recordó que fue “muy angustiante” recibir las informaciones sobre los secuestros de su esposo, su hijo y otros miembros de la familia. Entre otras cosas, supo que su esposo “había sufrido una tortura terrible y estaba en muy mal estado, con el estómago abierto”.
Balestri cerró su testimonio solicitando que se investigue “a la cadena de mandos del Batallón 601 de Inteligencia del Ejercito”, porque “todavía faltan algunos responsables” de los crímenes cometidos antes y durante la dictadura cívico militar.
También prestó declaración Roberto Inostroza, hermano de Ismenia Inostroza, una joven chilena radicada en Argentina, que fue secuestrada y torturada en Puente 12. Sus restos aparecieron en octubre de 2012.

La historia de Ismenia y sus hermanos

Los Inostroza, oriundos de Chile, se radicaron en Argentina en 1956. Don Manuel Segundo Inostroza era albañil y su esposa, Guillermina del Carmen Arroyo, jefa del hogar. Tuvieron nueve hijos. Los varones heredaron el oficio de su padre, mientras que Ismenia Inostroza, una de las hijas menores, desde muy joven tuvo militancia gremial y política.
En la quinta jornada del juicio Puente 12 III, la historia de Ismenia y de su familia fue relatada por uno de sus hermanos, Roberto Inostroza Arroyo, quien estuvo muchos años preso en Argentina, hasta que fue expulsado del país y se radicó en Suecia, desde donde dio su testimonio.
La familia, de clase obrera, vivió cuatro años en Río Negro, para luego trasladarse a la ciudad de Bahía Blanca. El primero de los hermanos en caer preso fue Hugo Inostroza, detenido en 1972. En un operativo ilegal se lo llevó personal del Ejército en Bahía Blanca. “Fue por unas horas, recibió un poco de picana eléctrica, pero no fue más que eso”, minimizó su hermano Roberto, teniendo en cuenta todo lo que sufrió después el grupo familiar.
En 1976 Hugo fue nuevamente detenido en Neuquén. En esa ocasión fue “muy torturado, le hicieron el submarino y le dieron picana eléctrica”. En lo que describió como “un momento de desesperación”, Hugo “logró quitarse las esposas, agredió a un guardia y se escapó”. Estuvo clandestino hasta 1983, cuando logró salir al exterior, primero a Brasil y luego a Suecia.
Después fue el turno de Roberto, detenido en septiembre de 1974, cuando formaba parte de una agrupación sindical que iba a presentar su lista en las elecciones de ese año en la filial Bahía Blanca de la Unión Obrera de la Construcción (UOCRA). Lo detuvieron junto con otros tres compañeros. Uno de ellos “fue asesinado por la Triple A”. Luego pasó por Sierra Chica, por el centro clandestino de detención de Coordinación Federal, en la Ciudad de Buenos Aires, donde escuchó las quejas “de las personas que eran torturadas”. Estuvo preso hasta 1979, en la cárcel de Devoto y en la Unidad 8 de La Plata, hasta que lo expulsaron del país y se radicó en Suecia.
Sobre su hermana Ismenia, recordó que tuvo “militancia barrial” en Bahía Blanca, donde fue delegada gremial en una fábrica textil. En diciembre de 1974, se trasladó a la Ciudad de Buenos Aires. “No tuvimos noticias de ella hasta el año 1976, cuando yo estaba en la Unidad 9 de La Plata y tomó contacto con Víctor Pérez, quien me dijo que había estado con Ismenia en Puente 12”. Sin darle detalles, Víctor le contó que “la vio a Ismenia en Puente 12 y que ella estaba muy mal”. Pérez “le dio a entender” que los dos militaban juntos en el PRT, donde era conocida como “la compañera Ana”. En ese momento, ella tenía 25 años. Lo que pudieron saber después es que la joven había sido secuestrada en la vía pública, en la zona sur del Gran Buenos Aires, por un grupo de tareas del Ejército.
Los restos de Ismenia Inostroza fueron encontrados sepultados cerca del Río Matanza, en el partido bonaerense de Esteban Echeverría, en octubre de 2012. Sus hermanos llevaron los restos a Bahía Blanca donde “la sepultamos junto con mis padres”. Para la familia, el impacto de la desaparición fue muy duro porque “era preguntarse si estaba viva y dónde estaba”. Su padre había fallecido en 1972 y su madre en 1993. Roberto dijo que su hermana era “una persona muy seria, muy responsable, que tenía muy claras sus convicciones; ella fue mi mejor hermana”. Ante una pregunta, dijo que ya había sido detenida en dos oportunidades, en 1973, la primera vez mientras repartía volantes frente a una petroquímica, en Bahía Blanca. En esa oportunidad sufrió amenazas en sede policial y, en la segunda ocasión, estuvo presa por poco tiempo. Tanto Roberto como su hermano Hugo, al igual que su madre, sufrieron las consecuencias propias de una desaparición forzada como la sufrida por Ismenia. En lo personal, Roberto tuvo “estrés postraumático y Hugo también está muy mal”. Cerró su intervención diciendo que pide “justicia y castigo para los asesinos de Ismenia, y también Memoria, Verdad y Justicia para los 30 mil compañeros y compañeras que sufrieron lo mismo” que padeció su hermana. “La Justicia tiene que llegar porque esto pesa tanto en la sociedad argentina que si no llegamos a una solución no salimos más”. Pidió que “los jueces sean valientes y asuman su responsabilidad”.

El calvario de la familia Abdón

Luego dio su testimonio Elba Balestri, esposa de Ricardo Elías Abdón, otra víctima torturada en Puente 12.
La testigo relató que conoció en la escuela secundaria, en Córdoba, a Mirta, una de las hermanas de Abdón. “Era una familia muy orgullosa de sus raíces árabes y al mismo tiempo muy integrada y agradecida con este país”, contó. Elías era el mayor de cinco hermanos. Era una familia politizada que militaba en la Unión Cívica Radical. Elías Abdón vivió cuatro años en Alemania, entre 1963 y 1967.
Elba y Elías se conocieron en 1968 y se casaron en septiembre de 1969, “en medio de toda la situación conflictiva que se estaba viviendo en todo el país, pero sobre todo aquí en Córdoba, donde ya había sucedido el Cordobazo”.
A poco de casarse, él entró a trabajar en la Empresa Provincial de Energía Córdoba (EPEC) y ella primero en IBM y luego en el Centro de Procesamiento de Datos, que dependía de la provincia. Elías se contactó con dirigentes de la lista Azul y Blanca del Sindicato de Luz y Fuerza, cuyo secretario general era Agustín Tosco.
En 1971 nació Esteban, su primer hijo.
Elba dijo que, además de su trabajo en EPEC, Elías montó un emprendimiento metalúrgico y pasaban por “un buen momento” en lo económico. En 1972, después de los fusilamientos en Trelew, el 22 de agosto de ese año, decidieron incorporarse al PRT-ERP. “La indignación por ese hecho nos impulsó a empezar a militar” en la organización. Esto ocurrió a fines de 1972, principios de 1973. Al año siguiente decidieron viajar a la Provincia de Buenos Aires, donde instalaron un taller metalúrgico.
Siguieron militando en el área de Logística del PRT-ERP, y conocieron a quien era el jefe de esa sección a nivel nacional, Alberto Munarriz, a quien llamaban El Capitán. Cuando Munarriz fue secuestrado y desaparecido en noviembre de 1974, Abdón fue designado en su reemplazo.
En abril de 1975 Elba fue detenida en Morón y la llevaron, con prisión preventiva, a la cárcel de Olmos. Hasta fines de ese año, la comunicación con su esposo fue muy esporádica, a través de su cuñada, María Esther Abdón. La última comunicación que tuvo con su esposo fue en octubre de 1975, cuando nació su hija Yamile, mientras seguía detenida en Olmos. Elías le hizo llegar una carta muy emotiva y esa fue “la última noticia que tuve de él”. El 12 de diciembre de ese año se enteró del secuestro de 24 militantes del PRT-ERP, entre ellos su esposo y su hijo Esteban. En un diario leyó el texto del hábeas corpus presentado por la madre de uno de los secuestrados. Entre las víctimas había nueve niños, uno de ellos su hijo Esteban, de 4 años, quien fue llevado con los demás a Puente 12, justo el día del cumpleaños del niño.
El 15 de diciembre se supo que Ofelia Santucho y los chicos de su familia se habían asilado en la Embajada de Cuba. No había detalles, de manera que no supo qué había pasado con Esteban.
El 18 de diciembre se enteró del secuestro de su cuñado, Raúl Abdón, y de su esposa, Norma Ferreño.
Para las fiestas de fin de año, su padre la visitó en la cárcel y recién entonces supo que Esteban estaba bien, que estaba con la familia.
“A mis cuñados los habían liberado, pero de Elías y el resto de los compañeros no se sabía nada”, dijo Balestri. A fines de enero de 1976 llegó a la cárcel María Josefa Méndez, quien había estado con Elías en el lugar donde los habían secuestrado, en una casa en Longchamps. Fue un operativo “muy violento, en el que se llevaron al esposo de Josefa, Jaime Villamarín, a su cuñado Pepe Pellado y a otro muchacho joven que era compañero del esposo y con los años supe que se trataba de Víctor Pérez”. Elba recordó lo que María Josefa le había contado: “Los vendaron y los llevaron a un lugar donde ya había otras personas, todos fueron interrogados y torturados. Me dijo que el lugar podía ser Puente 12 porque ella conocía la zona”.
Josefa Méndez le contó que en el centro clandestino “lo había visto a mi esposo y a Martín Pérez”. Le contó también que “escuchó cuando torturaban a alguien que nombraban como El Comandante Pedro”, el alias de Juan Eliseo Ledesma. Su compañera en la cárcel le dijo que en el caso de Elías “había sido muy terrible la tortura que le hicieron, que estaba en muy mal estado, con el estómago abierto”.
Acerca de las torturas a su esposo, Balestri dijo: “Fue muy angustiante toda esta historia, toda esta narración. Es posible que algunas cosas me haya olvidado, porque ya no quería escuchar ni imaginar cómo había sido todo eso”.
Josefa le dijo que “a ella no la habían torturado, pero que la habían golpeado y le habían hecho simulacros de fusilamiento”. Le comentó también que “en algún momento se produjo un gran alboroto porque llevaron a los niños Santucho, junto con un niño pequeño que se decía que era hijo de Abdón”. Recién allí supo dónde estaba su hijo Esteban.
“Ella no los vio, pero escuchó todo el griterío. A ella después la sacaron del lugar donde estaba, que era como una pieza grande y la llevaron a una oficina para interrogarla”, contó. Sobre un escritorio “le pusieron muchas fotos para que identificara compañeros. Eran fotos tomadas a distancia, en la calle, y ella vio en varias a mi esposo”. Una de las imágenes “era muy especial, porque había sido sacada dentro de una casa, con muchos compañeros alrededor de una mesa”. Le dijeron que “eran fotos de seguimiento” y la amenazaron diciéndole que “como se veía a todos, a Josefa le convenía hablar, que tenía que hablar”. Josefa Méndez también supo que en Puente 12 estaba secuestrada “una joven que era familiar de un militar importante”. Era María Cristina Lonardi, sobrina del general Eduardo Lonardi.
Méndez también le contó que “su cuñado Pepe Pellado había muerto en la tortura”.
En la cárcel de Olmos recibieron informes, extractos de las revistas El Combatiente y Estrella Roja, en los que se explicaba que las 24 detenciones “se habían producido entre el 8 y el 9 de diciembre de 1975” como resultado “de la infiltración (en el PRT-ERP) de Jesús Ranier, El Oso, quien había confesado que trabajaba bajo órdenes de un oficial del Ejército y con otros oficiales con los que tenían un sistema de enlace a través de llamadas por teléfono y citas convenidas”.
Ranier admitió que “cobraba un sueldo mensual y premios especiales según la importancia de los datos que pasaba”. Los informes de Ranier fueron los que sirvieron a los represores para “realizar operativos, secuestros y asesinatos de militantes”.
Hubo operativos en Pilar y en Florencio Varela, el 12 de septiembre de 1975, sobre el que se informó en un comunicado del Estado Mayor General del Ejército. En ese operativo “hubo por lo menos tres muertos”.
En febrero de 1976, Elba fue visitada en la cárcel por su cuñada, María Ester Abdón, quien fue con Esteban. “Allí pude ver a mi hijo por primera vez, después de todo lo que nos había sucedido”, recordó.
Su cuñada le contó que el 5 de diciembre de 1975 había viajado a Buenos Aires, desde Córdoba, para encontrarse con Elías en una plaza de Ramos Mejía, pero la cita no se concretó y ella regresó a su provincia. El 10 de diciembre llamaron a María Ester para avisarle que Elías había sido secuestrado junto con un grupo de compañeros.
María Ester le contó también lo que le había pasado a Raúl Abdón y su esposa Norma cuando estuvieron secuestrados en el centro clandestino de detención de Campo de la Ribera, en Córdoba: “A los dos los pusieron en una sala grande, en la cuadra, los acostaron en camas y al lado tiraron a otra persona que se quejaba, que estaba en muy mal estado”.
Su cuñado pudo levantarse la venda de los ojos y reconoció a su hermano Elías “por una cicatriz muy grande que tenía en el antebrazo”.
“Raúl lo llama, le dice ‘Elias, Elías’, pero nunca le contestó, nunca habló, simplemente le hizo un gesto, se puso el dedo en la boca diciéndole ‘no hables’”, declaró según lo que María Ester le había contado. Nunca más lo volvió a ver. A Norma “la llevan a ortra habitación y ella empieza a escuchar que a Raúl lo están torturando, escucha los gritos de Raúl”. Dos días después, la pareja fue dejada en una ruta, cerca de La Calera, donde tenían su domicilio. Los secuestradores les dijeron que eran del Comando Libertadores de América, un grupo de extrema derecha que cometió crímenes con la misma metodología de la Triple A.
“Les dijeron que tenían mucha suerte de estar vivos y hasta le aconsejaron que jugaran al 48”, número que en la quiniela es conocido como “el muerto que habla”. El jefe del Comando Libertadores de América era el capitán Héctor Vergez, quien “quería ingresar al Batallón 601 de Inteligencia del Ejército, según lo cuenta en su libro ‘Yo fui Vargas’”, donde reivindica su carrera como torturador y asesino.
Elba señaló que los operativos en Buenos Aires tuvieron relación con su provincia porque “de los 24 secuestrados en diciembre de 1975, cuatro eran de Córdoba: Sebastián Llorens, Diana
Triay, Elías Abdón y Juan Ledesma”.
Ofelia Santucho también le dijo que “vio a Elías, que escuchó cuando lo torturaban, cuando pedía agua, cuando se burlaban de él porque decían que era un teniente descalzo, que estaba en muy mal estado, con el estómago abierto”.
Ofelia “también supo lo sucedido con Diana Triay y con Sebastián Llorens; a Diana cuando la torturaban la quemaban con cigarrillos”.
La interrogó un represor que se hacía llamar “Mayor Peirano”, nombre de cobertura de Carlos Antonio Españadero.
Por su parte, María Ofelia Santucho, hija de Ofelia, le contó que el 5 y 6 de diciembre fue la última vez que vio a Elías y a “Pedro”, que era Juan Ledesma. Años después, Elba pudo ver las fichas de la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (DIPPBA). De ese modo conoció “los datos que la inteligencia tenía de mi esposo y de otros militantes como Ismenia Inostroza, la teniente Ana; Alejandro, que era Víctor Pérez; datos de unos 40 militantes con sus alias todavía”. Todo eso era resultado de la infiltración en el PRT-ERP del Oso Ranier.
Recordó que en los días previos a su testimonio, la Cámara de Casación confirmó la condena a 16 años de cárcel para Carlos Antonio Españadero. Una de las víctimas del represor fue su hijo Esteban Andón. Elba dijo que resta “investigar a la cadena de mandos del Batallón 601 de Inteligencia”. Subrayó que a ella le llevó “muchos años reconstruir todo lo que había pasado, fue una búsqueda individual al principio y después una búsqueda de la verdad compartida para que se juzgue lo que está pendiente” porque “todavía faltan algunos responsables”.
Precisó que le falta “saber cuál fue el destino final de mi esposo porque los restos de él todavía no han sido encontrados. Creo que sería el momento más importante de la reparación”.
Sobre el final habló sobre “el esfuerzo de preparación mental y anímica” para dar testimonio “porque hay que remover toda esta historia y al mismo tiempo es un alivio hacerlo porque significa sacarse el peso”. Resaltó que cumplió “el deber de memoria que tenemos con los familiares que no están” y que espera “que se haga justicia” por su esposo y por todos los compañeros y compañeras.


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