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35 años de La Tablada: “Con todo este desastre de Milei pienso más Todos por la Patria que nunca”

Escrito por el enero 23, 2024


Se cumple un nuevo aniversario del intento de copamiento del Regimiento de Infantería 3 de La Tablada por parte de militantes del Movimiento Todos por la Patria (MTP), que terminó con una tremenda represión que incluyó asesinatos sumarios, torturas y también cuatro desaparecidos. También se cumplen cinco años del juicio que cambió la mirada sobre la acción militante. Dialogamos con dos sobrevivientes de generaciones distintas: Roberto “Gato” Felicetti, quien dejó la frase del título, y Miguel Aguirre. Ambos trazaron un camino permanente entre pasado y presente. Reivindicaron la militancia de aquellos años, y marcaron algunas diferencias con el modo de construir el movimiento popular en los últimos años.

El intento de compamiento del Regimiento de La Tablada por parte de integrantes del Movimiento Todos por la Patria (MTP) ha generado en estos años variadas reacciones: desde silencios atronadores ante las evidentes violaciones a los derechos humanos durante la represión del Ejército y la Policía Bonaerense, hasta críticas feroces por derecha e izquierda, pasando por algunas pocas voces que acompañaron la lucha por la libertad de los y las sobrevivientes en los más de diez años que estuvieron cumpliendo las penas impuestas en un primer juicio escandaloso. Pero todo cambió con el primer juicio por uno de los cuatro desaparecidos, del que se cumplen 5 años. Desde aquel proceso insuficiente (ya que solo fue por el caso de José Díaz y no incluyó a Francisco Provenzano, Carlos Samojedny e Iván Ruiz), se abrió una etapa de debate sobre La Tablada que ganó en profundidad. En esta charla que tuvieron con un equipo de La Retaguardia y Revoluciones, Roberto “Gato” Felicetti y Miguel Aguirre, dos sobrevivientes de diferentes generaciones militantes, trazaron un vínculo constante entre pasado y presente.

—35 años después, es lo mismo que fue siempre o va cambiando con el paso del tiempo la mirada sobre Tablada ?

—Roberto Felicetti: Para mí, sigue siendo uno de los últimos hechos de una parte de una generación y de jóvenes de la nueva generación, que intentan un hecho revolucionario en la defensa de la democracia. Abrir un camino hacia un proyecto de poder. Y creo que con el tiempo uno lo que va viendo, dados los desafíos que tiene la Argentina, de los tiempos que pasamos y las debilidades que se presentaron en la clase política argentina, es mucho más necesario abrir un nuevo debate de ese tipo. No me refiero a la lucha armada, sino a la necesidad de construcción de una alternativa nacional, popular, revolucionaria. Las debilidades del gobierno de Alfonsín trajeron la derrota de la primera ofensiva neoliberal, así como la debilidad del movimiento nacional de los últimos años desembocó primero en Macri y después más agudamente en este gobierno colonial. Entonces creo, cuando miro para atrás que nuestro desafío fue en un momento determinado, en una coyuntura internacional muy importante, con una crítica muy importante hacia la clase política de ese momento, pero que no deja de ser muy distinta a la de este momento. No a las claudicaciones en muchos casos. Porque si bien se avanzó en el tema de la verdad, justicia, los militares saben que pueden ir a juicio, pueden pasar largos años en la negación de los derechos humanos. La gran burguesía nacionalizada que trabajó con Macri, trabaja ahora con Milei y conforman su gobierno. Son los que dicen que hay que ajustar cuentas. En realidad, lo que hay que generar es un nuevo proyecto tiene que abrir el camino para que esto también sea juzgado por el daño tremendo que están produciendo. Lo vienen produciendo ya. En cada intentona que hacen, el daño que le vienen produciendo al pueblo argentino es tremendo. Entonces, lo que uno puede aportar a una situación así, de construcción de nuevo desarrollo, revaloriza aún más la característica de cada uno de los compañeros y sus valores. De solidaridad, de entrega. Uno aspiraría que esos sean los valores: Compartir con los compañeros. Compartir con el pueblo para poder cambiar esta realidad. Entonces, en lo político y también en este punto de vista, para mí se revaloriza lo que pasó, en lo que participamos. Realmente estoy muy orgulloso de eso, aunque se puedan marcar errores.

—Miguel Aguirre: Coincido en gran medida con Roberto. Mirando para atrás, lo que veo es una generación de compañeras y compañeros con una convicción, con una entrega, con una generosidad que a mí todavía me emociona. En ese grupo de compañeros y en la conducción del Movimiento Todos por la Patria había compañeros extraordinarios que no dudaron en ese momento en comprometerse, comprometer su vida, el riesgo de su vida, para afrontar una situación que se veía inminente, que era la sublevación militar. Hay que hacer un esfuerzo por contextualizar La Tablada, el clima que se venía viviendo de las cuatro sublevaciones militares que hubo desde el 87 al 90, la vigencia de la doctrina de Seguridad Nacional, la debilidad de Alfonsín y las concesiones y el avance de las corporaciones económicas, aprovechando la debilidad y la falta de coraje político de Alfonsín. En ese contexto, nosotros, nuestros compañeros, decidieron arriesgarlo todo para enfrentar la situación. Se puede, como dice Roberto, incluso hasta tener una mirada crítica de si era la manera, si era oportuno o si era la herramienta. Aceptábamos las críticas y estabamos abiertos a discutir eso. Lo que es indudable es que esto sucedía y que esa amenaza sobre la democracia estaba presente. Y que se materializó concretamente después con la sublevación de diciembre del 90. Entonces, creo que mirando hacia atrás los valores de una generación que se ha comprometido con la política, que no estaba financiada, sin dudas actuamos con altruísmo.
Rescato eso y subrayo la memoria de los compañeros. Todavía tengo presente charlas, conversaciones, actitudes de muchos de ellos con los que tuve la suerte de compartir militancia. Esta es nuestra historia de resistencia a la opresión. Que me parece que es lo que sintetiza la acción de La Tablada.

En realidad, lo que hay que generar es un nuevo proyecto tiene que abrir el camino para que esto también sea juzgado por el daño tremendo que están produciendo

—El Movimiento Todos por la Patria se conformó de forma muy amplia: venía gente del peronismo, gente del radicalismo, gente de izquierda, gente católica. Eso es también una experiencia interesante para pensarla hoy.

—Felicetti: Sí, yo creo que está más vigente que nunca esa idea de qué tipo de unidad necesitamos. Nosotros partíamos de buscar unos acuerdos que podíamos hacer entre varios, pero eran acuerdos para trabajar, para alentarnos en la militancia. Hoy, la clase dirigente tiene una debilidad. La militancia es entendida como un funcionariado, como un empleado del Estado. Eso cambia las cosas. Esa es la separación que se produjo entre muchos sectores políticos con la gente, con los trabajadores, con los jóvenes. En el MTP sabíamos que teníamos que construir una herramienta para disputar poder y en esa perspectiva nos íbamos comprometiendo. Entonces es fácil trabajar con un sacerdote, con compañeros cristianos. Es que queremos hacer una revolución, un cambio, con los valores de la solidaridad, del compromiso. Lo otro es un acuerdo de política que tenemos que llevar todo a la acción. Es fácil ponerse de acuerdo para trabajar. Pero hoy es más difícil porque han venido los partidos tradicionales bloqueando las luchas. Lo único que pueden trasladar es el sectarismo, lo que prima en toda la política. Y la dependencia del Estado. Lo que viene va a ser muy duro. Muy atravesado por los temas de la integración nacional o la desintegración nacional. El nuestro es el pueblo de Cordobazo. No es un pueblo que soporte. Un pueblo que ha mostrado en reiteradas oportunidades en la historia que se moviliza. La coyuntura exige esa necesidad de unirnos más allá de las distintas características o simpatías de cada uno. Porque la gravedad de la situación va a trascender.

Hoy, la clase dirigente tiene una debilidad. La militancia es entendida como un funcionariado, como un empleado del Estado.

A los grandes grupos de poder, a los fondos de inversión, no les interesan los Estados nacionales. Han arrasado países para quedarse con la riqueza. Ha pasado con Siria, ahora en Ucrania, lo que está pasando en Gaza. Estamos viviendo un mundo distópico. Y la realidad es esa. Están buscando cómo van a hacer con el petróleo, con el litio. Es un plan de negocios este gobierno. Entonces creo que los riesgos se van a ir viendo cada vez más. En esa realidad, me parece que tener una perspectiva de unirnos más allá de una simpatía particular, me parece que sería enriquecedor.

—Aguirre: Cuando nace el MTP, una de las cosas que se tenía muy presente era el sectarismo que había primado en las experiencias políticas revolucionarias que venían de décadas anteriores, y que en gran medida eso había sido una de las de los factores que influyó más en la derrota de las de los proyectos revolucionarios. Es que cuando se conformó el movimiento era un movimiento muy amplio, era como que venía gente del peronismo, gente del radicalismo, gente de izquierda, gente católica. Ahí los compañeros vieron que era importante superar esas diferencias, rescatar de esas experiencias lo más rico, lo que sería más productivo para un proyecto revolucionario que se renueve y que se presente ante la sociedad como un proyecto de acumulación de poder para la transformación en la Argentina. Y en ese sentido es que se construyó. De todas las experiencias particulares, intentar generar una nueva identidad que sea la síntesis de lo más rico, de lo más heroico, de lo más potente de la historia argentina. Y ese fue el proyecto del MTP, así como Gato, que venía del PRT, yo que venía de la experiencia de de la militancia de base de de de la Iglesia, Quito del peronismo y tantos otros nos sumamos a esa experiencia. Me parece que hacés muy bien a rescatar uno de los de los aspectos distintivos del MTP, que era justamente su pluralidad de mirada, de experiencias, de opiniones, de aportes para ese nuevo momento de la Argentina que era la democracia, el intento por lo menos de consolidar la democracia a mediados de los 80.

—¿Qué pasaba con lo generacional? Porque hay muchas edades en todo este grupo que ingresó a La Tablada, con experiencias muy distintas ¿cómo veías Miguel, vos un poco más joven, a esa otra generación? Y Roberto ¿cómo veían a los jóvenes?

—Aguirre: Y, para mí los compañeros eran algo a lo que yo me quería parecer. Yo me empecé a vincular con ellos a partir de la lucha por los derechos humanos y de conocerlos ahí en la cárcel (como presos de la dictadura). Ahí fui conociendo a algunos de los que fueron saliendo en libertad. Y a partir de ese caminar juntos me integré a la militancia política. Y yo los veía como personas a las que admiraba, a las que escuchaba con mucha atención y sentido, a los que me quería parecer. Por supuesto que siempre discutíamos, nos peleábamos y me acuerdo de discusiones con el Sordo Samojedny (uno de los 4 desaparecidos), que en ese momento hacía poco que había salido en libertad poco habría salido en libertad, un héroe de todas las batallas. Y sin embargo, desde mi insolencia, discutíamos acaloradamente. Yo era un imberbe, como diría el General y él ya un hombre de mil batallas. Teníamos una relación de mucho respeto, de mucha admiración de mi parte y de mucho cariño de parte de ellos, Eso hay que decirlo.

—Felicetti: Y nosotros éramos los más grandes, con Enrique, el Pelado, Roberto Sánchez. Veníamos de distintas experiencias que ellos. Algunos habían participado de la Revolución Sandinista. Entonces, tenían muy incorporado el tema de la amplitud del trabajo. Cómo había sido el trabajo del Frente (Sandinista de Liberación Nacional). Y nosotros veníamos de la cárcel con Pancho Provenzano, con Carlos Samojedny. Empezamos a ver que tenía razón la juventud. En nuestro país la juventud tiene una capacidad de trabajo, de rebeldía. Te ponen a discutir. Y uno tiene que estar abierto a cosas nuevas. Algo que primó mucho dentro del movimiento fue la capacidad de consensuar y de discutir política. Nunca se impuso que salía una línea y había que cumplirla a rajatabla. Había mucho debate. Creo que nosotros intentabamos contribuir a que crezcan para ser la continuidad del proyecto. Ellos son los que tienen las posibilidades y nosotros que ya somos gente mayor, podemos acompañar.

—Aguirre: Eso era algo que decía mucho el Pelado (Enrique Gorriarán Merlo). Yo lo acompañaba mucho cuando salió de la cárcel. Recorríamos la Argentina y nos encomendaba tareas que hacíamos y a veces lo hacíamos a medias y otras veces lo hacíamos mal, y después nos juntábamos a discutir. Él hacía un repaso y nos señalaba de manera muy terminante algunas de las acciones con macanas que habíamos hecho. Pero terminaba eso y ya pasó. Nunca había ningún ánimo de herir, ni ánimo de señalamiento personal. Había discusión política sobre los hechos, sobre lo que nos comprometimos a hacer o los que hicimos o no hicimos. Y después ya pasó. Después nos comíamos un asado y seguíamos adelante.

—Hay sobre Tablada siempre dando vueltas esta cuestión de frenar la avanzada de los militares. Efectivamente, hacía dos años nomás se había conseguido la impunidad para los genocidas. Después de Tablada hubo otro levantamiento. Era una época en la que los militares estaban activos. Y ahí apareció el MTP, con una mirada que para quienes vivieron aquella época más era momento de tomar las armas nuevamente para algunos y por primera vez para otros. Hay una sensación desde afuera de que también quisieron generar un hecho revolucionario. Pero a la vez ustedes tampoco terminan de de plantearlo de ese modo ¿Es algo que vimos solo desde afuera o efectivamente había algo de eso también?

—Felicetti: Efectivamente había algo de eso también. Nosotros hicimos hincapié en el juicio en el tema de la defensa de la democracia, pero de hecho, los medios son de una acción revolucionaria. No cabe duda. La idea era abrir, con esa acción, un nuevo proceso político en la Argentina. En realidad el contenido más revolucionario no estaba en los medios y en la acción, sino que, de haber triunfado, habría un proceso distinto en la Argentina. Abrir un rumbo en ese camino. Sí fuimos a defender la democracia, pero no nos avergüenza hablar de revolución.

—Aguirre: Sí, coincido. Claro que fue un hecho revolucionario, porque el partido militar era el principal factor de poder en la Argentina. En ese momento era el sostén, diría, de la institucionalidad político-burguesa. De la acumulación capitalista. En ese momento, hay que recordar que Alfonsín pretendió gestionar el país con propuestas políticas que hablaban de una democracia que sea eficiente para darle bienestar al pueblo. Inmediatamente claudicó en el terreno económico y en el terreno de los derechos humanos, que eran los que atravesaban toda la política en ese momento. Entregó el país a los grupos económicos y fue débil ante la corporación militar que reclamaba impunidad a los genocidas. Si nosotros hubiéramos podido infligirle una derrota al principal factor de poder de sostenimiento del orden injusto que tenía la Argentina en ese momento, se abría el camino que decía el Gato (Felicetti) a un proceso de acumulación que genere un polo de poder, que sea capaz de efectivamente traer democracia y bienestar a la sociedad argentina.

—Pasaron cinco años del juicio por uno de los desaparecidos de La Tablada, José Díaz, en el que el militar Arrillaga fue condenado a perpetua por sexta vez, por crímenes de lesa humanidad. Los sobrevivientes de la Tablada ya habían tenido otro juicio que los llevó a la cárcel al menos durante 12 años. Algunos estuvieron más tiempo incluso. ¿Qué expectativas tenían para este segundo juicio?

—Felicetti: Para mí fue extraordinario. En primer lugar, el papel de ustedes. Estos medios comunitarios que hicieron todo un trabajo potente de comunicación. Sin ustedes no hubiera sido lo mismo. Y sobre todo, rescato el tema de los compañeros que siguieron con este tema del juicio. Desde que salimos en libertad hay compañeros como Irene Provenzano (hija de Francisco Provenzano, uno de los cuatro desaparecidos) que siguieron firmes. Nosotros vivimos una campaña fuertísima, un show mediático. Una crítica continua. Se terminó creyendo lo que decían los militares: que nosotros usábamos los conscriptos para parapetear. O sea que los militares, que han matado conscriptos, que llevaron a los conscriptos a Malvinas, que los han usado de carne de cañón, ahora decían la verdad. Ya le metieron hasta eso a la gente. Nosotros no los usamos. Los medios prefirieron sa ellos que lo que nosotros decíamos.
Y la importancia del juicio, yo creo, es que trajo todas estas cosas, las puso sobre la mesa. Entonces nosotros pudimos explicar cómo ellos habían tirado sobre los jóvenes y sobre los conscriptos. Cómo no les importó cuando ellos salían con bandera blanca, les tiraban igual. Nosotros nos dimos la batalla de la cárcel, logramos con nuestra huelga de hambre salir, pero no había todavía mucha conciencia sobre las cosas que habían pasado y el juicio es como que volvió a poner sobre la mesa los hechos en otro contexto, dónde existían políticas de verdad y justicia. Entonces, permitió saldar muchas de estas cosas. Y también por lo menos atenuar esa crítica despiadada como fue la de después del 89. Y en el juicio ustedes jugaron un gran papel. Y los resultados del juicio también. Queda la memoria viva de los compañeros. El juicio permitió reivindicarlos con más fuerza.

—Aguirre: Yo creo que fue la primera vez que pudimos hablar. Y recordemos que cuando nos juzgaron a nosotros en marzo del 90, incluso durante el juicio salió el indulto a los genocidas. Cuando nosotros intentabamos hablar de los crímenes contra nuestros compañeros o las torturas que habíamos recibido, el tribunal nos hacía callar. En ese juicio donde se nos condenó, Arrillaga fue también testigo en contra nuestra. Y cuando el doctor Salerno (uno de los abogados que los acompañó en aquel primer juicio) le quiso hacer recordar su participación en la “Noche de las Corbatas”, ese evento ocurrido en Mar del Plata donde se secuestra a abogados defensores de derechos humanos, el tribunal también lo hizo callar. Y Arrillaga luego fue condenado por esos crímenes. Por eso este juicio la verdad que fue gratificante para nosotros. Se veía que había un clima distinto y la actitud del tribunal era de escucha y se veía la intención de que los hechos se ventilen, como dicen ellos. Y sí, fue un momento que es reparador de lo que habíamos sufrido.

Recordamos que el juicio se puede ver ahora. Ocurrió en la época pre televisación de los juicios, pero por suerte el año pasado pudimos subir de cada una de las audiencias y revivirlo de una manera especial, porque fue un juicio realmente increíble, un juicio a la altura de los hechos de La Tablada. Los hechos van cambiando con los años y lo podemos ir leyendo de otras maneras ¿Para ustedes ha cambiado?

—Felicetti: Como dice la canción “todo me recuerda a tí”. Son muchas las veces que me pongo a valorar o a hacer crítica. Lo miro con el cristal con el que nosotros pretendíamos actuar sobre la política argentina. A veces pienso: ¿qué hubieran hecho los compañeros o qué han hecho los compañeros en esta situación? Si una vez hemos sufrido esa derrota, que hay que reconocerlo, fue una derrota. Y el proyecto que teníamos no pudo seguir adelante. En gran medida, yo creo que la decadencia de Argentina como sociedad en todos sus aspectos económico, sociales, políticos, en gran medida, son fruto de esa derrota que tuvimos nosotros en ese momento. Nosotros como parte del proyecto, un proyecto político revolucionario. Cuando ganó Macri, o ahora, con todo este desastre de Milei, pienso: más Todos por la Patria que nunca. Porque una cosa es perder. Bueno, perdimos, nos derrotaron, pero no quiere decir que ya no sigamos luchando, ¿no? Nosotros tenemos que seguir adelante.

—Ustedes pagaron con años de cárcel. Al Gato (Felicetti) hay que sumarle los años de cárcel en la dictadura. Arrillaga fue condenado. Tiene seis cadenas perpetuas por crímenes de lesa humanidad, incluyendo el de La Tablada, pero también otros hechos de la etapa previa de la dictadura genocida. Y está en su casa. Pasaron cinco años del juicio y la Cámara de Casación todavía no ha definido su posición. Es probable que termine en la Corte y por lo tanto Arrillaga va a morir en su casa. ¿Eso también es parte de la derrota?, porque el juicio fue una victoria. Pero. Al fin de cuentas, ustedes pagaron con años de cárcel y el genocida está en su casa.

—Felicetti: La realidad es parte de la derrota. Yo rescato que fue condenado, ya estuvo en la cárcel, tiene seis condenas a perpetua. La memoria de él ya está. Es un asesino genocida. La preocupación mayor es cómo recuperamos una dirección firme del movimiento popular. A mí no me preocupa, aunque me gustaría verlo en la cárcel, pero ya está, ya está condenado. Ya lo conocen todos los familiares, todos los vecinos. Todos saben qué es él. Lo más preocupante es mirar para adelante.

—Aguirre: Sí, ya está. Y además nosotros pudimos verlo ahí en el juicio, con todas sus miserias. Es un hombre derrotado, un hombre que era repudiado, sin gente que lo banque. Ninguno en la calle va a reivindicar los crímenes de lesa, todo lo contrario, es una persona repudiable. Esa es una victoria nuestra. Es una victoria del movimiento de Derechos Humanos, del movimiento revolucionario internacional, que ha difundido los crímenes de la dictadura y que esto se ha cristalizado en la conciencia pública. Creo que otra victoria nuestra es que hoy no existe la posibilidad de un gobierno militar en la Argentina, es imposible. Los autoritarismos se gestionan de otra manera, con otras herramientas. La propia Victoria Villarruel es como una persona que tampoco tiene mucho lustre, mucho apoyo político público. Así que me parece que es una victoria que nosotros celebramos. Que ahora Arrillaga ya esté en la casa, es parte de la burocracia y de las amistades que por supuesto tienen.


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