Canción actual

Título

Artista


Cristina Fernández de Kirchner


En la apertura del juicio oral por el atentado sufrido el 1 de septiembre de 2022 por la entonces vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, el principal acusado hizo de su declaración indagatoria una confesión pública transmitida en directo, en lugar de argumentar algún tipo de defensa por lo sucedido.  Redacción: Carlos RodríguezEdición: Pedro Ramírez OteroFotos: Transmisión de La Retaguardia Durante más de dos horas, Fernando Andrés Sabag Montiel realizó un descarnado relato sobre una jornada inédita de violencia política nunca vista desde el regreso de la democracia. En su declaración indagatoria durante el juicio por el intento de asesinato de Cristina Fernández de Kirchner, intentó deslindar de responsabilidades, en la tentativa de homicidio, a su novia Brenda Uliarte y a Nicolás Carrizo, los otros dos imputados. Pero como nada de lo hecho por Sabag tuvo alguna lógica, los acusó por otro lado de “autoincriminarse” para perjudicarlo por el agravamiento de la posible condena por la participación de “dos o más personas”. Dijo que habían sido sobornados por el kirchnerismo. https://www.youtube.com/watch?v=bFOdTLGGBXY Alejandro Cipolla, abogado de Brenda Uliarte, se mostró optimista luego de finalizada esta primera audiencia: “Mi clienta nada tiene que ver con el hecho, no sabía absolutamente nada, incluso el propio Sabag manifestó que ella nunca le creyó que iba a intentar matar a la vicepresidenta”. Agregó que “por otra parte, Sabag dijo que ella fue solo una espectadora” del intento de magnicidio. Tanto Cipolla como Gastón Marano, el abogado de Carrizo, consideran que sus representados han quedado favorecidos luego de los dichos del principal imputado. Sin embargo, la versión de Sabag está llena de contradicciones. Al mismo tiempo, en la sala de audiencias, fue evidente la existencia de malestar entre las tres personas imputadas. El próximo miércoles, en la segunda audiencia, Uliarte y Carrizo tendrán la posibilidad de prestar indagatoria y dar su versión ante el tribunal.  La declaración indagatoria de Fernando Andrés Sabag Montiel tuvo características inusuales en el marco de un juicio oral por delitos graves. Lo habitual es que los imputados opten por no declarar en el comienzo del proceso —pueden hacerlo en cualquier momento— o bien hacen una exposición exculpatoria clara. En esos casos, sólo responden preguntas de sus abogados defensores, lo que les permite desarrollar su estrategia. Sabag Montiel rompió el molde, porque no sólo respondió preguntas de quienes lo acusan, sino que, además, habló durante dos horas y media.  La presidenta del Tribunal Oral 6, Sabrina Namer, dispuso un cuarto intermedio hasta el miércoles próximo, luego de una avalancha de preguntas que el imputado respondió más de una vez, en algunos casos en forma contradictoria. La sensación que quedó entre las personas presentes es que podría haber seguido hablando una semana entera.  Sabag Montiel, de 37 años, dijo que antes de su detención trabajaba como remisero y como vendedor de copitos. Contó que lo apodan Nando, que tiene “estudios terciarios completos” de Ingeniería Industrial en la UBA, pero luego admitió que sólo cursó dos años esa carrera. Nació en Brasil, tiene familiares en ese país, en Argentina, Chile y Canadá. “Arterioesclerosis curada”, respondió cuando le preguntaron si sufría alguna enfermedad.  Desde el vamos, cuestionó la incorporación de Nicolás Carrizo como tercer imputado, a pesar de que en la causa está probado que, cuando menos, el nombrado tenía conocimiento pleno del plan para asesinar a Cristina Kirchner, iniciativa a la que él mismo dijo haber aportado un arma calibre 22 que finalmente no fue usada por Sabag.  “Yo creo que Carrizo trata de autoincriminarse o expropiarse a sí mismo porque el arma no fue encontrada”, opinó Sabag. Más adelante dijo que con Carrizo sólo tuvieron “una relación laboral que nada tuvo que ver con la política”.  Desde ese momento, Sabag empezó a reconocer su participación en el fallido atentado contra CFK, tras recordar que lo sorprendieron “en flagrante delito”.  Dijo luego que su relación con la imputada Brenda Uliarte tiene “siete años”, que fueron “amigos con derechos” y que vivía con ella al momento de su detención. Aseguró que “no hubo un noviazgo serio ni una relación relevante, tanto de parte de ella” como de él, porque esa relación de pareja comenzó “un año antes del atentado” a CFK.  Aclaró que los dos “nunca” compartieron “ambiciones políticas salvo en el último tiempo, que fue la decisión de perpetrar el atentado” contra la entonces vicepresidenta. Esta fue la primera vez que mencionó una participación conjunta con Uliarte, afirmación que luego modificó.  “Ella tiene una posición (favorable) respecto de los libertarios que yo no comparto porque soy apolítico antes que nada”, dijo Sabag. Afirmó que él cometió el atentado “pero no por estar en las antípodas de una posición política o por estar en otro partido”. Señaló que el intento de homicidio tuvo que ver “con algo personal y no para favorecer a un sector político”. En el relato, por momentos muy confuso, volvió a hablar en plural sobre el intento de magnicidio: “Decidimos cometer el atentado”. En ese momento hablaba de los mails y mensajes intercambiados, en esos días, no solo con Brenda sino también con el otro imputado. En los mensajes, incorporados a la causa, los tres hablan sobre la idea de atentar contra la entonces vicepresidenta. De todos modos, Sabag volvió a dejar fuera del plan a Carrizo, de quien dijo que tenía relaciones “con el kirchnerismo y hasta cobraba planes sociales”.   Cuando le pidieron que explicara las razones que lo llevaron a intentar asesinar a CFK, respondió: “Fue más por un interés público, porque me cargué una mochila por lo que la Justicia no hizo, porque considero que la señora Kirchner es corrupta, porque roba, porque le hace daño a la sociedad y por otras cosas que ya son sabidas por muchas personas que son como yo; por la mayoría”. Llegó a estimar, incluso, que hay algunos hechos violentos que “son bien vistos por una parte de la sociedad”. Se mostró ofendido porque en los medios se lo trató de “sicario, de psicópata, de estar relacionado con el

Después del atentado contra Cristina Fernández de Kirchner, centenares de miles de personas se movilizaron en todo el país para repudiar la violencia política. Un integrante de La Retaguardia comparte sus sensaciones de un día que modifica la historia. Redacción: Paulo GiacobbeEdición: Fernando TebeleFotos: Bárbara Barros / Paulo Giacobbe – La Retaguardia Noche del jueves. Al principio algunos medios televisivos no le dieron al hecho la magnitud que merecía. La noche anterior un repartidor había agredido a los manifestantes; ese tipo de acciones ya habían sido naturalizadas desde que una vecina los amenazó con un arma blanca; quizás se pensó que ocurriría lo mismo con este hecho.. A las pocas horas no quedaban dudas. Nuevas imágenes llegaban a las retinas y sobre esas imágenes nuevas, otras imágenes nuevas sacudían la información recibida. La más clara: un revólver fue gatillado dos veces en la cara de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Ella no se dio cuenta del ataque, se enteró cuando subió a su casa. Había un detenido.  Cerca de la medianoche, el presidente Alberto Fernández leyó un discurso por cadena nacional. Decretó feriado para el viernes 2 de septiembre y empezaba a quedar claro que se venía una movilización importante. Por la mañana, la Corte Suprema de Justicia de la Nación expresó “su más enérgico repudio al atentado perpetrado contra la Sra. Vicepresidenta de la Nación y el compromiso de la justicia para esclarecer este lamentable hecho”.Así, relatado rápido, se pierde un poco. Son intensas horas, de intensos días.  Recoleta Mañana del viernes. Casa de Cristina. La calle Juncal está cerrada al tránsito y a los transeúntes por una cinta naranja que dice “Escena del crimen”. Atrás de la cinta, integrantes de la Policía Federal, de civil y de uniforme, parados a pocos metros de distancia unos de otros, dejan pasar solo a quienes viven en esa cuadra. Una oficial tiene una planilla y  parece chequear los nombres de los vecinos. Un repartidor de algún supermercado no tiene suerte, no está en la lista y debe dar un rodeo. Uno de los policías pasa para este lado y ve a un vendedor de café ambulante. Le compra uno. El cafetero le pide si puede acompañarlo para cruzar hasta el otro lado, así no tiene que dar la vuelta. El policía le dice que sí Hacia el otro lado, en la puerta de un edificio, un encargado está parado junto a dos vecinos. Se ríen y hablan fuerte para ser escuchados. Su broma parece estar relacionada a una posible bomba en una bolsa de basura. Vociferan su decepción por los tiros errados. En la esquina de Uruguay, a pocos metros está la entrada al edificio donde vive Cristina, está reunida la prensa, en su mayoría fotógrafos/as y movileros/as. Prácticamente no hay movimiento ni militantes. Un fotógrafo se cae de la escalera desde la que hacía la guardia y no cae sobre nadie. En una ventana hay un pañuelo de las Madres recordando a los y las 30 mil. Un taxi estacionado tiene en su parabrisas una bandera con las caras de Néstor y Cristina. En el semáforo donde está atada la cinta naranja que marca el escenario de un crimen, un cartelito con corazones: “Muchas gracias, Cristina. Acá tenés al pueblo para la revolución”. Obelisco y Plaza de Mayo Mediodía. Organizaciones sociales flamean sus banderas en el Obelisco. Por Diagonal Norte, se ve gente suelta, familias con integrantes de todas las edades, que caminan hacia una plaza llena. La comparación con los 24 de marzo resulta inevitable. No es lo mismo, pero se asemeja. Sería más correcto hacer la comparación con las marchas que un sector de la oposición, la derecha, propone durante los feriados. La diferencia es notable. De entrada nomás, no hay guillotinas. Ni hablar de bolsas mortuorias o pedidos de pena de muerte. La bandera argentina es un punto en común en ambas marchas, o de disputa. Otro tema es la urgencia de la convocatoria. Un relámpago. En apenas horas se salió de manera masiva; existe un deseo de ganar la calle.     En el Obelisco, con una bandera uruguaya en sus espaldas, están Renata y Oscar. Ellos estuvieron el sábado en el domicilio de Cristina, el día que Horacio Rodríguez Larreta tuvo la brillante idea de rodear a la vicepresidenta con vallas, por el temita de darle tranquilidad a los vecinos. Renata y Oscar ese día adivinaron las intenciones represivas de la Policía de la Ciudad y se fueron antes. “Vimos por cómo se movían los policías, por la expresión del cuerpo, que iba a comenzar la represión”.  Se enteraron del atentado cuando prendieron la tele al llegar a la casa. Venían de una reunión política. “Horrible, horrible, un estado de angustia muy grande”,  describe Renata. “Menos mal que la cosa, por Dios o por quien sea, falló”, agrega. Calcula que si no”a la Argentina la hubiese arrastrado la sangre”. No dudaron ni un segundo en salir a la calle.  “Veíamos la obligación o la necesidad de acompañar este momento que está padeciendo no solo Cristina, sino toda la Nación argentina” dice Oscar, y le dedica unos renglones a los medios de comunicación: “Es dura la lucha contra los que se llaman medios hegemónicos, que manejan toda la prensa escrita, televisiva, cuesta mucho superar eso. La única manera es seguir a la antigua, convenciendo boca a boca, casa por casa, demostrando que el gobierno de Cristina fue un gobierno popular, no fue un gobierno populista”.  “Vinimos acá porque creemos que la democracia se sale a defender”, dice Darío, mientras se aparta de su columna. Del atentado se enteró cuando llegó de trabajar, al poner el noticiero. Ahí empezó a mensajearse con sus compañeros y se fueron para Juncal. “Estuvimos ayer a la noche. Era una sensación muy rara, de bronca, de miedo, de indignación, de que todo lo que venimos construyendo se venga a desmoronar, y esa sensación de que teníamos que salir a la calle, autoconvocarnos y salir a la calle”, señala.  Damián y Morena